domingo, 30 de mayo de 2004

Padres (y Madres)

Las palabras nunca son inocentes. Los sinónimos esconden tal cantidad de matices que escoger uno u otro término desvela ya mucho de lo que se quiere decir. Los tabúes y neologismos nacidos a cuenta del envilecimiento del idioma que ha provocado la categoría de lo políticamente correcto es buen ejemplo de esto. Por ejemplo, lo que antes era una APA (Asociación de Padres de Alumnos), hoy se ha convertido en una AMPA (Asociación de Madres y Padres de Alumnos). Se entiende pues a la perfección que la degradación del idioma, en cuanto hace a su economía, venga pareja a la degradación del fondo del discurso. Como muestra puede servir el artículo publicado el viernes pasado en Diario de Sevilla por Mercedes González Fontádez, Presidenta de la Confederación Andaluza de Asociaciones de Padres y Madres del Alumnado (Codapa) a cuenta de la celebración este año en Andalucía de los exámenes extraordinarios en junio en lugar de en septiembre.

En nombre de la asociación a la que representa, la señora González Fontádez comienza haciendo unas interesantísimas apreciaciones sobre el concepto de evaluación continua, en las que, entre otras lindezas, confunde "contenidos" con "objetivos" y que termina con una declaración de valor indiscutible: "... porque lo fundamental es que el niño aprenda y alcance los contenidos [por "objetivos"] de cada curso [pues menos mal]". La señora González Fontádez (y al parecer, Codapa con ella) no está demasiado segura de que los exámenes (pruebas, los llama ella) sean beneficiosos para el alumno, pero, como así y todo se ha acordado hacer "pruebas extraordinarias" considera que lo ideal es que estas pruebas se realicen en junio y no en septiembre, como venía siendo habitual, y ello por las siguientes razones:

"- Las administraciones educativas deben velar por los intereses de todo el alumnado, incluido aquellos cuyas familias no tienen las posibilidades económicas y sociales para orientarle. [Obviando la sintaxis, ahora sí que lo tengo claro. Resulta evidente que la forma de velar por los intereses de todo el alumnado es hacer los exámenes de septiembre en junio. Y que nadie se haya dado cuenta antes...]

- La implantación de esta prueba en junio permitiría mantener el comienzo de curso dentro de las dos primeras semanas de curso [claro], mientras que hacerlo en septiembre condicionaría el inicio de curso previsto para este mes e implicaría un considerable retraso de 10 a 12 días, con la consiguiente reducción de días lectivos, lo que va en contra de la posición mantenida por Codapa en este tema, tendente a aumentar los días lectivos. [No necesariamente. El calendario escolar tiene tal cantidad de espacios en blanco: Navidades, Semana Santa, Carnavales, Sábados, etc., etc., que recuperar diez días es sólo cuestión de voluntad.]

- La celebración de la prueba de recuperación en el mes de junio permite al alumnado disponer de toda la información y tiempo necesarios para determinar sus opciones de matriculación de cara al curso siguiente, mientras que, en caso contrario, quedarían abocados a aquellas opciones en las que quedan vacantes. [Esto es muy interesante. Crear de la nada un problema que no ha existido nunca para utilizarlo como argumento en un debate nos advierte de la existencia de una habilidad dialéctica notable.]

- La posibilidad de disponer de un verano libre de obligaciones académicas puede constituir un acicate que estimule el estudio de las materias a examinar en esta prueba extraordinaria de junio. [Esto es lo que llamaríamos un acicate "a la contra" o "en negativo". Es de suponer que lo que podría estimular al alumno a aprobar en junio sería no tener que estudiar en verano para septiembre, por lo cual es la presencia de la convocatoria de septiembre la que le serviría de motivación a lo largo de todo el año. Pero no, gracias a Codapa, uno se entera de que tener el verano libre, se apruebe o se suspenda, es lo que de verdad estimula a los chicos. Por tanto, quien el 20 de junio, después de nueve meses de curso, no haya conseguido aprobar una asignatura sentirá la inminencia del verano como un gran acicate para aprobar el examen extraordinario del 25 de junio. Brillante.]

- Las pruebas extraordinarias, así como las repeticiones, no son de utilidad para el alumnado si no van acompañadas de medidas de apoyo y éstas no están previstas en la norma. [Argumento definitivo, sin duda.]

- Al alumnado hay que ofrecerle otras alternativas para demostrar que alcanzan los objetivos pendientes, un trabajo extra o unas preguntas orales y no hay que ceñirse a la prueba escrita como único elemento evaluador. Pero sí debe garantizarse en todo momento la posibilidad de reforzar los conocimientos con unas clases gratuitas que oferte el centro escolar a todos aquellos que lo necesiten, garantizando con ello la igualdad de oportunidades para todos y todas, tengan recursos económicos sus familias o no para pagar profesores de apoyo. [La gran traca final. El fondo del discurso. La madre de todas las demagogias. ¡¡¡Es un problema de clase!!! No de aula. De clase social. Es decir, que como en verano los chicos (y las chicas) cuyas familias tienen dinero podrán matricularlos (y matricularlas) en academias y los chicos (y las chicas) cuyas familias no lo tienen no podrán hacerlo, lo mejor es que nadie (ni ricos ni ricas ni pobres ni pobras) tenga que estudiar en verano (no se nos aclara si la solución para acabar con esa situación en los meses de otoño, invierno y primavera es prohibir las academias, pero podría ser). Todo sea por la "igualdad de oportunidades". ¡¡¡Requeteolé!!! Jamás un concepto tan noble ha sido prostituido de esta forma. La igualdad de oportunidades empieza funcionando en nuestra sociedad justamente en la escuela, cuando los humildes con buenas aptitudes pueden, gracias a su trabajo, su dedicación, su esfuerzo, limar las diferencias sociales que les separan de quienes pertenecen a familias con muchos recursos. ¡Pero es cuando hay obstáculos que superar (iguales para todos: y en la escuela que yo conocí era así) cuando ese mecanismo funciona! Si eliminamos el esfuerzo necesario para alcanzar los objetivos finales y los controles para comprobar quién los ha alcanzado y quién no y, con eso, anulamos el valor del estudio (o de los títulos profesionales a los que se puede acceder mediante el estudio), estamos negando a los humildes la posibilidad de la mejora social. Claro, Codapa pensará que para eso ya están Operación Triunfo o Crónicas marcianas. La madre de todos los progresismos.]".

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