viernes, 30 de junio de 2006

Legitimidad

Dice Jesús que nuestros desacuerdos se deben a una forma distinta de interpretar la realidad. Yo siento no ser tan optimista, pero creo que no se trata de algo que tenga ver con la mera interpretación de la realidad, sino con una cuestión mucho más profunda, una cuestión de principios, que tiene que ver con la manera en que entendemos la legitimidad en el ejercicio del poder. Tengo la impresión de que muchos piensan que como la democracia es un sistema de mayorías, el poder queda automáticamente legitimado si actúa de acuerdo con una mayoría cualificada. Y no, una democracia no es eso. No es eso, porque en una democracia el juego de las mayorías y de las minorías no funciona en el vacío. En la práctica, se asienta siempre en unos principios que ningún gobernante puede romper, por muy grande que sea la mayoría que le respalde. Porque si esos principios se rompen, el poder queda automáticamente deslegitimado y, por el camino de la demagogia, la democracia deviene tiranía. De esto advirtieron hace más de 2000 años los filósofos griegos, y en los últimos años nos lo repiten machaconamente desde las páginas de los periódicos pensadores como Fernando Savater o Aurelio Arteta. Si mañana una mayoría de ciudadanos de Andorra decide que los protestantes mayores de 30 años no pueden votar en las elecciones, esa será una medida antidemocrática por muy numerosos que sean quienes la respalden. Parece claro.

¿Y cuáles son esos principios a los que me refiero? Hay uno básico. El de soberanía. Toda democracia se constituye y se asienta sobre un sujeto soberano, la nación, entendida como el conjunto de ciudadanos que, por razones históricas, forman una comunidad política y deciden dotarse de un régimen democrático a través de un sistema legislativo que parte de una declaración básica de principios, eso que se llama Constitución. Todos los poderes del régimen democrático quedan así vinculados al sujeto soberano y a las leyes constitucionales, que no pueden aplicarse en función de la conveniencia de los gobernantes sin que aquel que lo haga quede automáticamente deslegitimado, porque aquellos que ejercen el poder no lo hacen sobre el vacío, sino sobre el mandato y las reglas del juego establecidas en la Constitución. ¿Eso significa que las leyes y la Constitución no pueden cambiarse? No, en absoluto. Todos los regímenes democráticos contemplan la posibilidad de la reforma de sus constituciones, pero, por razones obvias, todas determinan que para variar aspectos que afectan directamente a la soberanía se requieren unas condiciones muy especiales y, por supuesto, la consulta directa al conjunto de ciudadanos, que son los que sustentan la soberanía. De no hacerlo así, un gobernante pasaría de ejercer el poder a detentarlo, es decir, a ocuparlo ilegítimamente, ya que se atribuiría facultades que no está autorizado a usar, y esto independientemente de las mayorías que tenga detrás. Dicho de otro modo, si en las próximas elecciones legislativas Zapatero obtuviese el 100% de los votos, eso no lo legitimaría para cambiar la Constitución saltándose los procedimientos de reforma previstos en ella.

Y aquí enlazo con la actualidad y el tema de fondo. Y lo hago para declarar que un Gobierno no puede negociar absolutamente nada con una banda de delincuentes porque no está legitimado para ello. Por muchos apoyos parlamentarios que pueda conseguir, el mandato constitucional que recibe un partido que gana unas elecciones no incluye el de saltarse las leyes, y negociar lo que sea con quien se dedica a chantajear a la comunidad política que ostenta la soberanía constituye una flagrante ruptura del espíritu de las leyes. Para acabar con el terrorismo no hay atajos. Ninguno. Ni el GAL ni la negociación. Si se acepta lo contrario, yo propongo acabar con la mafia rusa pasándole una pensión a cada uno de los capos asentados en la Costa del Sol. Los mafiosos matan por dinero; démosles dinero y habremos terminado con el problema.

Si el Gobierno no puede negociar sin deslegitimarse, ¿qué puede hacer si hay un grupo terrorista que le anuncia que quiere dejar las armas? Pues atender ese anuncio, lógicamente. No hacerlo sería desde luego una irresponsabilidad. Ya lo escribí otra vez. Si hay un tipo subido a una cornisa con la pistola con la que acaba de matar al amante de su mujer en la mano y dice que quiere entregarse, yo le mando a la policía (y a los bomberos, para que no se haga daño), pero no al alcalde ni al ministro de justicia para negociar una reducción de su previsible condena, porque ni el alcalde ni el ministro de justicia están legitimados para negociar sobre ese asunto en particular. La policía sí puede negociar, las condiciones de la entrega, y punto.

¿Es legítimo el acercamiento de presos a cárceles del País Vasco? Por supuesto. Por mí puede empezar mañana. La política penitenciaria es un instrumento que el Gobierno usa para favorecer la convivencia y el mejor cumplimiento de la ley, pero dejará de ser legítimo en el momento en que se acerquen presos porque se haya negociado así con los asesinos. Y es que en todo este asunto, el cómo se hacen las cosas tienen incluso más importancia que el qué cosas se hacen. Lo dijo espléndidamente hace unos días Joseba Arregi en un artículo (¿Qué, cuándo, cómo?) que reproduje en el Pabellón. (En cualquier caso, me gustaría recordar, porque algunos parecen haberlo olvidado (¡esas hemerotecas virtuales!), que la dispersión de presos etarras no se llevó a cabo para someterlos a un mayor castigo, sino para favorecer la reinserción de aquellos condenados que querían dejar las armas y a quienes la presión del entorno se lo hacía imposible.)

¿Y por qué es tan importante el cómo? Muy simple, porque los crímenes de ETA no son crímenes comunes. Son crímenes políticos. ETA se ha dedicado a asesinar y a atentar en los últimos cuarenta años porque pretendía obtener así un rédito político. Pretendía, ni más ni menos, chantajear mediante el amedrentamiento a toda la sociedad española para conseguir su desestimiento en la aplicación de la ley, para lograr que esos principios en los que se asienta la democracia fueran quebrantados a cambio del ofrecimiento de la paz, una paz ignominiosa, indigna, ya que basada en el chantaje violento. Las víctimas de ETA lo han sido en cuanto sujetos políticos que representaban a la legitimidad de la soberanía española, y por eso reconocer a ETA un papel de interlocutor mediante una negociación es ya pagar un precio político y una traición a las víctimas, que nunca hay que olvidar que lo fueron por nada. A ETA hay que decirle que los 800 y pico de muertos murieron por nada, que pueden seguir matando otros cuarenta años y acumular otros 800 muertos y seguirán siéndolo por nada. Ese es todo el mensaje que un Gobierno que se quiere legítimo podría transmitir a la banda. Aquí estamos nosotros, con nuestra policía, nuestras cárceles, nuestras leyes y nuestros jueces, y allá ellos, y a ver hasta dónde llegan.

¿Por qué pienso que el Gobierno de Zapatero ha roto ya límites y quebrantado principios? Porque ha aceptado que se puede negociar con ETA y que está dispuesto a hacerlo, porque piensa que la ley es estirable como el chicle y da lo mismo celebrar reuniones con un grupo ilegal si total en unos meses la situación va a ser distinta (y no da lo mismo, en absoluto da lo mismo), porque está sobrepasando una a una todas las líneas que él mismo trazó solemnemente en una declaración parlamentaria en mayo de 2005, porque a cada amenaza de ETA o Batasuna responde con un gesto cómplice de distensión, porque su discurso de ayer es por completo vacío si no se le da la interpretación que ya le han dado los batasunos y el PNV y que Ignacio destripó de forma admirable e impecable en su Ventana al patio, partiendo de una declaración anterior, que viene a significar en el fondo prácticamente lo mismo. No me queda mucho que añadir a lo que dice Ignacio allí. Si el presidente afirma solemnemente que el Gobierno respetará las decisiones de los vascos según las leyes vigentes es porque ahora no lo hace. Si no, ¿qué necesidad tendría de reafirmarse en algo que no ha dejado de cumplirse desde 1976? Como puede constatarse que las decisiones de los vascos se han respetado siempre (desde el Gobierno de España; desde el nacionalismo vasco radical, nunca), que los vascos han escogido libremente a sus representantes en todas las consultas electorales democráticas (libremente desde nuestro lado, pues la libertad ha estado siempre amenazada justamente por los chantajistas de ETA y su entorno) y que las instituciones vascas sólo han estado amenazadas por el terrorismo y el nacionalismo radical, pero nunca por el Gobierno de España, entiendo que la declaración es por completo innecesaria. Salvo que la interpretación correcta sea la de Batasuna y el PNV, es decir, que el Gobierno de Zapatero esté dispuesto a saltarse la legalidad vigente y, justificándose en la mayoría, a someter a refrendo, restringido a la comunidad vasca, lo que sólo puede ser refrendado por el sujeto soberano que le da legitimidad a su poder, la nación española. Y si no es así, que me explique de qué piensa hablar con la ETA que viene anunciándose últimamente en Gara, Cuatro y la Audiencia Nacional.

jueves, 29 de junio de 2006

Manipulación

Cecilio Gallego Alarias y Silvia Martínez Santiago no se conocían ni llegarían a conocerse nunca. Cecilio había nacido en Alcázar de San Juan y tenía una casa en Torrevieja. La casualidad quiso que el 4 de agosto de 2002 pasara por Santa Pola, localidad turística de la provincia de Alicante, y que sobre las ocho y media de aquella tarde estuviese esperando un autobús justo al lado de la casa donde vivía Silvia, una niña de seis años, hija de guardia civil. El otro día, leyendo el artículo de Tubau que enlazaba Arcadi (ese artículo que en otros sitios provocaba irritación a cuenta de su contenido flagrantemente manipulador) pensé en cuántos hijos de guardias civiles no han tenido nunca la ocasión de avergonzarse por serlo, como corresponde obviamente a alguien que tiene esa mancha infame marcada en los genes. Silvia es una de ellas. Aquella tarde de verano de 2002, estaba jugando, bailando una canción de moda en su habitación, cuando las paredes y los muebles se le vinieron encima y le causaron daños irreversibles que le provocaron la muerte. Sin edad para avergonzarse. Terrible. En ese preciso momento, en el justo instante en que el armario caía sobre la niña, el cuerpo de Cecilio Gallego, de 57 años de edad, quedaba despedazado sobre la acera. Y no, no es que se desplomara sobre él la fachada de la casa de Silvia, que habría sido una posibilidad bien plausible. Cecilio fue alcanzado por la onda expansiva de la misma explosión que causó el derrumbe de la casa de Silvia (y de otras muchas) y que provocó además 40 heridos (uno, un primo de Silvia de 5 años, de gravedad; ¿qué habrá sido de él?, ¿mirará la vida desde una silla de ruedas o sólo podrá usar un ojo para hacerlo?, ¿tendrá la ocasión de escuchar y bailar las canciones de moda de este verano?). Un coche cargado de explosivos y colocado y hecho estallar por un comando de ETA junto a la parada del autobús y delante de la casa de Silvia fue el causante de todo lo sucedido.

Cuatro años después yo me he acordado de aquella niña que tenía entonces la misma edad que mi hija pequeña cumplirá en unos meses. Y he venido hasta aquí a seguir manipulando un poco. Al fin y al cabo, cuando uno se sienta a negociar no sé qué con una banda de asesinos, lo normal es que los muertos acaben amontonados sobre la mesa.

martes, 27 de junio de 2006

Verdades

Va llegando la hora de decir que si el proceso de paz fracasa va a haber un responsable claro. Sin duda es la dirección del Partido Popular y toda una serie de fuerzas que le están siguiendo...Hace falta que los españoles vayan dándose cuenta que el señor Otegui, cualquiera que sea su pasado, y los dirigentes de ETA, que han hecho la propuesta de negociar la paz...cualquiera que sean sus crímenes están mostrando más sentido de la responsabilidad que esos dirigentes del Partido Popular que quieren que a toda costa que en España siga asesinándose, matándose y que no haya paz.
Santiago Carrillo, ayer en la Cadena Ser.
He aquí, sucintamente resumidas, las verdades de los pacificadores.

lunes, 19 de junio de 2006

Mentiras

MENTIRA TRAS MENTIRA

Son agredidas personas de la oposición. Se incendian bienes de los partidos constitucionalistas y de entidades. Recientemente ha sido asesinado un dirigente político. La persona que exprese públicamente lo que piensa puede sufrir serias incomodidades; también su familia. El aparato coercitivo del Gobierno no asegura el ejercicio de las libertades. El Parlamento funciona por las iniciativas de la oposición. Es insultada y acusada de pretender destruir el autogobierno, de armar ruido para desestabilizar. Se ha sellado la continuidad del Pacto de Estella. La retirada de EH del Parlamento no va a ser tal. El Ejecutivo de Ibarretxe queda atrapado. Falta por ver si el PNV y EA, para que todo siga igual, pagan el precio de tragar los zarpazos de ETA. En ese cuadro, para el nacionalismo, el reclamar elecciones anticipadas es agudizar la crispación. Las teme. La política vasca chapotea en la mentira.

Diversos portavoces nacionalistas han venido diciendo que sus formaciones comparten los mismos fines que HB, pero que discrepan en los caminos a seguir. Todo el nacionalismo coincide que paz es igual a construcción nacional. Lo mezcla. Para eso se hizo el Pacto de Estella. Por eso lo sostienen tanto el PNV como EA. Entre sus componentes se dan acusadas diferencias. Unos quieren avanzar a campo abierto. A los otros les da miedo introducirse, sin brújula, en zonas desconocidas. Les amarran muchos intereses. Lo suyo es viajar en coche cama. Otegi les ha dicho con toda claridad: "ETA plantea que haya un compromiso definitivo de PNV y EA en determinada dirección política, abandonen el autonomismo y apuesten por un marco nacional democrático como marco de decisión". Asegurada la "confrontación" con España y Francia, no habría problemas para una tregua definitiva.

Dice el poliédrico Otegi que el nacionalismo se encuentra en "fase de clarificación del proceso". Las concesiones políticas que ha hecho el nacionalismo institucional al mundo de ETA no son suficientes para superar el terrorismo. Lo quieren todo. Lo han venido afirmando los comunicados de esa organización y ahora lo ha confirmado el portavoz de EH: la tregua definitiva de ETA depende del PNV y de EA. Es el precio de su chantaje. Sería comprensible que los partidos destinatarios de la propuesta no aceptaran meterse en una revolución imposible. Ahora bien, un mínimo de coherencia y de dignidad les debería obligar a no acusar a los demás de inmovilistas. Hace unos días, en una radio, escuché cómo Rafael Larreina se refería al bloqueo que España y Francia someten al "proceso". Aturde que personas, a las que hay que suponer inteligentes y no mal intencionadas, puedan contemplar la situación en términos tan irreales. ¿Pensarán acaso que un cambio de las fronteras europeas es algo baladí? Para ver si cuelan se doblan los argumentos. La mentira lo emponzoña todo. Dícese que habría que abrir un diálogo con las cartas boca arriba. No hace falta descubrirlas, todas están marcadas.
Esta columna de opinión fue publicada por el diario El Mundo en su edición del País Vasco el 18 de marzo del año 2000. La firmaba el antiguo y viejo militante del PCE José Luis López de la Calle, quien, si pudiera, comprobaría hoy el buen estado del "proceso" que a él le toco describir en su fase de engorde, seguidas escrupulosamente las directrices de ETA, engrosadas las filas nacionalistas con el inestimable concurso del Partido Socialista y acogotada, disminuida y criminalizada la oposición. Pero no puede. José Luis López de la Calle fue asesinado por ETA 50 días justos después de la publicación de este artículo, el 7 de mayo de 2000.

jueves, 15 de junio de 2006

Softly

A veces pasa que me quedo enganchado a una melodía. Suelen ser canciones antiguas, muy antiguas (de trovadores medievales, franco-flamencas del siglo XV, isabelinas, lieder románticos...), aunque también ocurre en ocasiones con clásicos del pop. Es lo que me pasó el viernes pasado con este Killing me softly, original de Charles Fox y Norman Gimbell. En los últimos días me he dejado vencer por su incitante sensualidad y habré escuchado no menos de 30 versiones distintas de la balada. Las ha habido de todo tipo: cantadas por hombres y por mujeres, en inglés, en italiano y hasta en checo, a ritmo de rap, hip-hop y acid house, corales a cappella e instrumentales, empalagosas y golfas, fantasiosas y medidas, delicadas y apabullantes, frenéticas y acariciantes. Nadie ha logrado conmoverme como Roberta Flack en su inolvidable grabación de 1973.


Killing me softly (with his song), Roberta Flack.

domingo, 11 de junio de 2006

Anclado

Anoche pasé por casualidad por el sitio en el que asesinaron a Alberto Jiménez-Becerril y Ascensión García Ortiz. Y no pude evitar los recuerdos de aquellos días. Todo empezó en la madrugada del martes 30 de enero de 1998. Alberto era Delegado de Hacienda y Portavoz del Grupo Popular en el Ayuntamiento de Sevilla y Ascensión, su esposa, era abogada. Unos terroristas de ETA estuvieron siguiendo durante meses los pasos de Alberto y entendieron que aquella noche era especialmente adecuada para cometer un atentado contra él. Lo vieron entrar, en compañía de su esposa y unos amigos, en un conocido bar de la calle Argote de Molina y supieron que tendrían tiempo de sobra para ir a por las armas y esperar tranquilamente a que el matrimonio abandonase el local en dirección a su domicilio, que estaba muy cerca de allí. Al ser un día entre semana y además de invierno, el Barrio de Santa Cruz estaría desierto a aquellas horas, y como Alberto no llevaba escolta, sería un objetivo fácil, casi sin riesgos. Así fue. Cuando doblaban hacia la calle Don Remondo, Alberto y Ascen fueron acribillados a balazos por dos sicarios de ETA. Ambos tenían 37 años. Sus tres hijos (el mayor de 9) dormían apenas a 100 metros.

Cuando fue detenido, uno de los asesinos declaró que él simplemente trataba de hacer bien su trabajo, y cuando lo conseguía, lo celebraba. Así que aquella noche hubo cena especial y hasta brindis en el piso que los terroristas tenían alquilado en Sevilla, por cierto a unos 200 metros de donde yo vivía. Al día siguiente, también hubo celebraciones en varias prisiones de España, pues algunos reclusos de ETA entendieron que aquel era un motivo estupendo para invitar a una ronda a los colegas de patio. Mientras, en el País Vasco, al menos entre 150.000 y 200.000 ciudadanos debieron de exclamar al enterarse de la noticia algo así como: "¡Bah! Bueno, ya se sabe, el conflicto", y siguieron con lo suyo. Recuerdo que yo me enteré justo cuando, como todos los días por entonces, me despertaron las señales horarias de las 7 seguidas de la voz de Iñaki Gabilondo. Pasé temprano por delante del Ayuntamiento y vi a políticos de todos los partidos y todos los colores que se abrazaban, hacían gestos de pesadumbre y hablaban en voz baja. Luego me acerqué hasta el puente de Triana. El día era frío y gris y dos gaviotas cruzaron majestuosas en dirección a Sanlúcar.

Han pasado casi ocho años y medio, y aquí sigo, reafirmándome en la promesa que me hice aquella mañana de no olvidar ni perdonar jamás. Según muchos, anclado en el pasado y en el rencor. Asfixiado por la incontenible sensación de asco.

Actor

Malin Hartelius y Karl Maria Brandauer en 'El rapto en el Serrallo' de Mozart. Ópera de ZúrichTodos sabíamos ya que Konstanze estaba realmente prendada del pachá Selim y que si termina aceptando el plan del cursi de Belmonte y marchándose con él es sólo por una cuestión de honor mal entendida. Pero esta verdad nunca se había presentado tan desnuda ante mis ojos como en este montaje de Jonathan Miller para la Ópera de Zúrich, con Karl Maria Brandauer haciendo de Selim. Jamás un papel hablado dominó tan abrumadoramente una ópera.

sábado, 10 de junio de 2006

Principios

Ángel contaba hace unos días cómo transcurrió la entrevista que le tocó mantener con dos testigos de Jehová que se presentaron de improviso en su casa:

Desde hacía tiempo tenía preparada la estrategia que coincide sinceramente con mi forma de ver este asunto. El diálogo fue más o menos así, empezando por una pregunta de ellos a bocajarro:
- Buenos días ¿cree usted en Dios?
- ¿Perdón? No entiendo de qué me habla.
- Le preguntaba que si cree usted en Dios.
- Sigo sin entender ¿me explica qué quiere decir?
- Dios es nuestro padre, el creador del mundo, el que nos premia o castiga por nuestros actos...
- Ahora sí que no entiendo nada, disculpe ¿quién dice que es mi padre?
Así más o menos ando yo últimamente cada vez que entro en un blog o en un foro de política. Leo palabras y expresiones como "proceso de paz", "diálogo", "negociación", "conflicto", "mesa de partidos", "indultos" y otras por el estilo y no me entero de nada. No sé de qué hablan. Como si hubiera pasado una temporada en Marte y estuviese recién aterrizado. Me gustaría preguntar, en plan socrático, sin malos rollos, pero como veo los ánimos un tanto excitados prefiero dejar mis preguntas para mejor ocasión. No puedo imaginar que todo eso que leo esté referido a la banda terrorista ETA, no es posible, no puede ser, porque yo sé perfectamente que los principios democráticos en que se asienta nuestro sistema político hacen innecesarios esta prostitución del lenguaje, y en caso de que alguien estuviera tentado de saltárselos, la ley saldría inequívocamente en su (nuestra) defensa. No. No puede ser. Todos sabemos que en el País Vasco no hay ningún conflicto político diferente al que pueda haber en Extremadura o en Cantabria, es decir maneras diferentes de entender la forma de organizar la convivencia, y hace mucho que encontramos la solución para ese conflicto: se llama democracia. No. No puede ser. Es imposible que haya nadie entre nosotros que desee compensar políticamente a ETA negociando con ella. Inimaginable que alguien haya pensado eso de una "mesa de partidos", porque ya existe esa mesa y nuestra democracia se fundamenta en ella. Solemos llamarla Parlamento. Así que no. Es imposible que nadie, y mucho menos el Gobierno de España, esté tentado de saltarse o de suspender la ley, porque, como dijo Agnes Heller, eso no sería sólo legalmente, sino moralmente erróneo. Y la legitimidad de un Gobierno se basa no sólo en la escrupulosa atención a la legalidad de sus actuaciones, sino también en su contenido moral. Así que no puede ser que cuando alguien avisa al Gobierno de que tenga cuidado, de que no vaya a saltarse con una simple decisión a la vez la ley y la ética, sea acusado de actuar de forma irresponsable, de no querer la "paz", de guerracivilista, de ser enemigo del diálogo y todas esas cosas que he leído por ahí. Eso es por completo inimaginable. Un día de estos me animo y pregunto de qué hablan tantos. O mejor me vuelvo a Marte.

viernes, 2 de junio de 2006

Muertos

Una noche de hace un par de meses llegué al periódico y leí sobre una impresora la noticia de que Rocío Jurado había muerto. Como la actividad en la redacción era completamente normal y en la sección de cultura no quedaba ya nadie, entendí enseguida que aquello no era una noticia, sino sólo su anticipo, así que me fijé en la cabecera de la página para confirmar que, en efecto, la aún no-noticia figuraba en Adelantos.

Hay gente que no lo sabe, pero cuando los famosos alcanzan cierta edad o se hace público que padecen enfermedades graves, para los medios de comunicación se convierten oficialmente en muertos. Es entonces cuando un equipo de redactores, cuyo volumen y categoría depende de la importancia social del finado, empieza a dedicar parte de su tarea diaria a la recopilación de documentación, tanto gráfica como biográfica, relacionada con el personaje y a la preparación de un número de páginas, fijado también de antemano según la relevancia del cadáver, para la glosa de su actividad pública y privada, dependiendo obviamente de la naturaleza de la labor conocida (profesional o no) del aspirante a muerto. Por ejemplo, para cuando un médico firmó su certificado de defunción, Juan Pablo II llevaba en realidad muchos años muerto en las redacciones de los periódicos, que le habían dedicado ya docenas y docenas de páginas. Cada vez que el Papa hacía un nuevo viaje, publicaba una nueva encíclica o superaba una nueva operación, un jefe de sección encargaba a algún redactor la revisión del reportaje, para añadir la última hazaña del fiambre. Así, el día en que la aún no-noticia se convirtió en noticia, se trató simplemente de estar atento a recoger la información que mandaban las agencias contratadas o, en su caso, la crónica del enviado especial de turno, porque la mayor parte del periódico del día siguiente estaba ya hecha. Recuerdo que algo parecido pasó con Alberti, un cadáver menos exquisito que el de Su Santidad, por lo que ocupó un espacio más pequeño en las informaciones de los diarios.

Esta mañana, en mi visita cotidiana a los quioscos cercanos, he visto ediciones especiales de las revistas hemoglobínicas y hasta una edición de un DVD con la actuación de Rocío Jurado en aquel vetusto programa de Lauren Postigo titulado Cantares, y no he podido evitar pensar en cuánto tiempo llevarían esas páginas preparadas en un ordenador madrileño, cuánto tiempo se habrá pasado esa grabación perfectamente editada, maquetada, retractilada y empaquetada en un almacén ignoto, esperando simplemente que la noticia, que se produjo realmente hace dos años, pasara de la página de Adelantos a la del día.