domingo, 30 de enero de 2005

Insurgentes

 El País.es, 30-01-05. Acualizado a las 15:55Un tipo se acerca a un colegio electoral con un explosivo adosado a su cuerpo. Cuando considera que hay un número de individuos terroristamente aceptable en su torno hace estallar el explosivo. Mueren cerca de veinte personas. Y para El País es un insurgente.

Demos un salto con la imaginación en el tiempo. Vayamos a 1966. O, mejor aún, a 1947, cuando Franco ratifica en referéndum su jefatura vitalicia del Estado. Imaginemos a un miembro del Partido Comunista acercándose a un colegio electoral con un explosivo adosado a su cuerpo. Imaginemos que espera a estar rodeado por un número de individuos terroristamente aceptable en su torno. Imaginemos que hace estallar el explosivo. Mueren cerca de veinte personas. Imaginemos ahora el titular de El País.

Y recordar esta frase de Arcadi: "El énfasis sobre las causas del terrorismo es directamente proporcional a la distancia entre el lugar del terrorista y el lugar del enfático. A mayor distancia de las bombas mayor insistencia en las causas".

Sí, desde ahora, la prensa enfática.

sábado, 29 de enero de 2005

Esfera

Esfera armilarUna de las imágenes más recurrentes de la mística de todas las culturas para expresar la idea de perfección absoluta es la de la esfera. En la filosofía oriental la encontramos, por ejemplo, en la rueda cósmica del taoísmo, cuyos movimientos debe seguir, sin inmutarse, el Sabio, pues sólo así será completamente libre. La tradición filosófica occidental resulta especialmente rica en el empleo de metáforas que recurren a la forma esférica. Y es que desde los pitagóricos, las corrientes más influyentes del pensamiento griego consideraron la esfera como la más perfecta de las figuras geométricas. Así, Parménides concibió el ser como perfecto en todas sus partes, comparable a una redondeada esfera, idea que tomó posiblemente siguiendo el ejemplo de Jenófanes quien, en opinión de algunos autores, fue el primero en concebir a Dios en forma esférica. Quien sin duda alguna lo imaginó así fue Empédocles, para quien la divinidad era "una realidad esferoide llena de alegre orgullo en su dominador reposo". Según Empédocles, la esfera es la imagen del mundo "cuando el Amor lo penetra enteramente", la etapa final que ha de volver necesariamente.

Platón y sus seguidores (muy especialmente, Plotino) fueron también fervorosos defensores de la esfera como metáfora suprema de la perfección, y a través de su corriente filosófica la idea llegó hasta la Baja Edad Media. Así, en el Liber XXXIV Philosophorum, un libro pseudohermético del siglo XII, aparece la siguiente fórmula: Deus est sphaera cujus centrum ubique, circumferentia nusquam (“Dios es una esfera cuyo centro está en todas partes y cuya circunferencia no se halla en parte alguna”), definición de la divinidad que cita Tomás de Aquino y que Pascal tomaría tal cual, seguramente a través de Montaigne. En el siglo XIII, la metáfora es empleada también por Roberto Grosseteste, para quien "Dios es también luz y el universo una esfera luminosa que se expande desde un punto central en las tres dimensiones del espacio". La idea se encuentra en otros muchos autores: Leibniz, Rabelais, Tauler, Eckhart, Marsilio Ficino, Nicolás de Cusa, Kepler, Paracelso, en la cábala protorrenacentista y hasta en los antiguos himnos órficos y, por supuesto, no es ajena al idealismo alemán. Así, la encontramos en Fichte, Schelling, Oken o van Baader, a través de los cuales llega incontaminada hasta el siglo XX.

Pero un hombre NO es una esfera. Así que está decidido. El lunes me pongo a dieta.

(No puedo sino expresar mi eterna gratitud a José Ferrater Mora y su excepcional Diccionario de Filosofía, que me acompaña desde hace muchos años y sin el cual este post habría sido completamente imposible)

jueves, 27 de enero de 2005

Eros

Junto al lago, por Thomas Scalf

Me he convertido en pastor de tus ausencias
De tu piel sembrada de caricias y de fuentes
tan lejana
Cómo puede ser
te preguntas
que a la distancia
cotidianamente
yo te recorra
atravesando lomas y llanuras
remontando el cauce de los ríos
salvando las crestas más altivas y perdiéndome
umbroso
en los cálidos desfiladeros del deseo
Pero yo tampoco lo sé
Sólo que cuando caen las hojas
cuando las hojas del otoño caen
y el cielo es tan azul que hasta mirarlo duele
se me clava la nostalgia de tus labios
y sobre tu vientre
con mis dedos desnudos
dibujo flechas azules
y amapolas rojas
Una brisa leve me devuelve a la tarde tormentosa
Y entonces bailo
bailamos hasta caer exhaustos sobre las piedras húmedas
la gran luna naranja flotando sobre las olas
y una nube de estrellas atravesando nuestra carne
sin herirla

He regresado a los latidos del invierno
Y no me gusta
Pastoreo los sueños y sus monstruos

Amor

Junto al lago, por Thomas Scalf

Me he convertido en pastor de tus ausencias. De tu piel sembrada de caricias y de fuentes, tan lejana. Cómo puede ser, te preguntas, que a la distancia cotidianamente yo te recorra, atravesando lomas y llanuras, remontando el cauce de los ríos, salvando las crestas más altivas y perdiéndome umbroso en los cálidos desfiladeros del deseo. Pero yo tampoco lo sé. Sólo que cuando caen las hojas, cuando las hojas del otoño caen y el cielo es tan azul que hasta mirarlo duele, se me clava la nostalgia de tus labios, y sobre tu vientre, con mis dedos desnudos, dibujo flechas azules y amapolas rojas. Una brisa leve me devuelve a la tarde tormentosa. Y entonces bailo, bailamos hasta caer exhaustos sobre las piedras húmedas, la gran luna naranja flotando sobre las olas y una nube de estrellas atravesando nuestra carne sin herirla.

He regresado a los latidos del invierno. Y no me gusta. Pastoreo los sueños y sus monstruos.

miércoles, 26 de enero de 2005

Apariencias

Artificiosus Concentus pro Camera de Vilsmayr por Gunar LetzborAún asombrado por el descubrimiento del Artificiosus Concentus pro Camera, una colección de seis suites para violín solo del compositor austriaco Johann Joseph Vilsmayr, un alumno de Biber, asisto anoche al concierto del Trío Wanderer y descubro un perfil para mí prácticamente inédito de Aaron Copland.

Hasta hace apenas tres años, se consideraba que a la obra de Vilsmayr (depositada en la Biblioteca Británica) le faltaba el bajo continuo y por eso jamás se había interpretado. En un estudio recentísimo, hecho para su edición facsimilar, un tal P. H. Nobes ha llegado a la conclusión categórica de que en realidad la obra jamás tuvo continuo y que la indicación "Con Basso bellè imitante" debe de ser entendida en el contexto de la conducción de las voces polifónicas en el violín solo. Gunar Letzbor se ha atrevido ya a grabar la colección y el resultado es fascinante. Publicadas en 1715, por tanto poco anteriores a las sonatas y partitas de Bach, estas seis suites (formadas por entre 9 y 11 movimientos muy breves: el más largo dura poco más de tres minutos) conectan a la perfección el mundo de Biber (en el mejor estilo de la escritura para violín de los compositores austriacos de su tiempo, Vilsmayr emplea la scordatura en cuatro de las suites, recurre a temas populares y hace de la sorpresa, del contraste, del virtuosismo el motivo más profundo de su música) con el del Cantor. Acaso Bach no estaba tan solo como a menudo se piensa y tengamos que recomponer muchas de nuestras ideas sobre él y sobre su entorno.

Aaron CoplandPor lo que hace a Copland, la imagen que ha perdurado de él, la del compositor que abrió una vía popular en la música americana, representada por sus obras orquestales y sus ballets de toque puramente neoclásico y conservador escritos a partir de 1935, se hace añicos escuchando sus obras de los años 20. Conocía su Concierto para piano, escrito en 1926 que, más allá de los toques jazzísticos característicos de aquel tiempo, tampoco me causó mayor impresión. Sin embargo, anoche el Trío Vitebsk me dejó verdaderamente impresionado. Escrito en aquel mismo 1926 (o 1927), la obra, de apenas 13 minutos e inspirada en una canción popular judía, tiene auténtica garra, fuerza expresiva, intensidad y es de una modernidad sorprendente, que el compositor deja claro con un comienzo disonante y en el que recurre incluso a la microtonalidad. El desarrollo de la pieza no deja de ser original en ningún momento y concluye con un elegíaco canto del violonchelo que, por otro lado, tan bien se ajustaba al resto del programa (Smetana, Chaikovski).

No deja de resultar inquietante cómo nuestros juicios se asientan casi siempre en un mundo de apariencias que constantemente creamos (acaso por pereza o, quién sabe, por pura necesidad de supervivencia) y re-creamos. Y ese universo, que elaboramos a partir de la imagen deforme de la realidad, es el que guía nuestros comportamientos y nuestras relaciones. Cuántos errores no cometeremos diariamente por su culpa. Cuántas injusticias que afecten a personas reales, sufrientes, como nosotros encerradas en un mundo de apariencias incontrovertibles.

lunes, 24 de enero de 2005

Crítica

No resulta difícil escuchar en los corrillos de melómanos juicios contrarios a determinada música actual por abstrusa e incomprensible. Y en esos casos siempre me pregunto lo mismo: ¿pero realmente entienden el Ricercar a 6 de la Ofrenda musical, la Hammerklavier o el final de la Júpiter? Pienso que más bien se trata de un error de enfoque. Aquellos que no consiguen disfrutar con Atmósferas, Pli selon Pli o incluso con la Turangalila no deberían referirse a su incapacidad para entender estas obras, sino a su imposibilidad de sentirlas. Es indudable que las piezas musicales tienen una organización interna, y que la capacidad para comprender en profundidad el tipo de organización (diríamos, el estilo) escogido por el creador puede llegar a favorecer su disfrute; y, de hecho, creo que, en la mayoría de los casos, lo favorece, aunque, en determinadas condiciones, también consigue perturbarlo. Pero antes que nada la música (y el arte en general; acaso no la literatura, poesía aparte) nos atrapa y nos seduce por el impacto sensual y las emociones que ese encuentro con su materia puramente física nos provoca.

En el siglo XIX, y pensando en la pintura, John Ruskin se refería así a la función del artista y al carácter intuitivo que en los hombres provoca el disfrute de las obras de arte:

La función del artista en este mundo consiste en ser una criatura que ve y vibra, un instrumento tan delicado y tan sensible que ninguna sombra, ningún color, ninguna evanescente y fugitiva expresión de los objetos visibles que le rodean y ninguna emoción que llegue a su espíritu pueda ser olvidada o desvanecida en el libro de la memoria. Su tarea no es pensar, juzgar, argumentar o conocer. Ninguna de tales cosas concilia con él, su razón de ser sólo posee dos objetivos: ver y sentir.

Pedimos al arte que fije lo huidizo, que plasme lo incomprensible, que dé cuerpo a lo que no tiene dimensiones y que inmortalice las cosas efímeras. El verdadero fin del gran arte es lo infinito y lo maravilloso, que el hombre puede constatar sin comprender y amar sin saberlo definir.

A menudo comparto este antirracionalismo aplicado al mundo del arte. Nada más patético que encontrarse con alguien que antes de expresarte sus sensaciones sobre el concierto al que acaba de asistir espera a escuchar el juicio infalible de la crítica. Abandonemos la crítica. Hagámonos todos diletantes.

domingo, 23 de enero de 2005

Espejos

Los últimos descubrimientos parecen conducir a la conclusión de que la célebre Toccata y Fuga en re menor BWV 565 atribuida a Bach es en realidad una obra escrita para violín solo por algún contemporáneo cuyo nombre no ha perdurado. Es más que posible que Bach utilizara la pieza en su juventud para la prueba de algún órgano, tarea que le encomendaban de forma habitual, tal era el reconocimiento que había alcanzado, desde muy pronto, su pericia con el instrumento.

Escuchando el reciente registro en el que Alessio Bax toca al piano música barroca en versiones de compositores e intérpretes de los siglos XIX y XX, y que incluye la versión que Ferrucio Busoni hizo de la BWV 565, la realidad se me presentaba como reflejo de un reflejo, Baroque Reflections por Alessio Baxel que se obtiene al colocar dos espejos enfrentados, pero también como una sucesión de capas que hay que ir eliminando para alcanzar un núcleo originario que, a medida que avanzamos, parece alejarse más y más. Es el mismo principio que el de las muñecas rusas. Alguien compuso una obra para violín, que Bach escuchó y trasladó al órgano en una versión que Busoni llevó al piano, que un pianista llamado Alessio Bax tocó en mayo de 2004 ante unos micrófonos que permitieron la grabación de un disco que yo escucho hoy en mi casa. Capas de realidad. ¿Pero podemos llegar al principio? ¿Qué hay antes del violinista imaginando, escribiendo, tocando la tocata y fuga? O reflejos. Yo mismo situado entre dos espejos, colocados en el ángulo exacto que me permite ver a la vez mi espalda y mi rostro indefinidamente repetidos, perdiéndose hacia atrás hasta un principio imposible de identificar. Como si colocásemos la obra original para violín ante un espejo cóncavo que nos devolviese la imagen que de ella creó Bach y esta a su vez se reflejase en el espejo convexo de Busoni, que se reflejase en el espejo deforme de Bax, que se colocase entre los míos, los que me permiten verme a la vez por delante y por detrás, como si lo que escucho contuviera todas las posibilidades de una música que ni el violinista (pieza acaso no última de la Matrushka) imaginó.

Reflejos que a menudo se producen cuando leo algún texto que me conmueve y que reproduce con una exactitud inquietante mis propios y más profundos sentimientos, los que soy incapaz de ordenar. Eso me ocurrió ayer. Y basta un simple, leve giro de los espejos, para que, colocados en líneas perfectamente paralelas, las dos imágenes coincidan a la perfección y no sea posible ver más que una cara, la verdaderamente deseada, de la realidad. Reflejo de un reflejo. Sueños paralelos que, sin embargo, nunca coincidirán, porque, más allá de un ajuste fugaz y deslumbrador, los espejos jamás mantendrán el paralelismo riguroso de sus líneas que esa realidad (ese deseo) requeriría.

jueves, 20 de enero de 2005

Condones

Son un invento útil, lo reconozco. Y además se presentan en formas, texturas, colores y hasta sabores variados, variopintos y variexóticos, para que cualquiera pueda escoger según su gusto y su conveniencia. Pero resultan un fastidio, una incomodidad, una fatiga, un coñazo. Así que entiendo a la perfección que a los obispos no les gusten. Pero de ahí a convertirlos en un problema moral...

Ayer los titulares de los periódicos españoles rezaban exultantes por la apertura de miras que demostraba la Iglesia patria al aceptar, en boca del Secretario de la Conferencia Episcopal, el uso del preservativo dentro del "contexto [de] una prevención integral y global del sida", que la frasecita también requería un explicador simultáneo. El contexto... Interesante. Pues los jefes del Secretario no han tardado ni 24 horas en poner sordina a sus palabras, con estas otras afirmaciones: "Es necesario hablar con claridad. Existen cuarenta [¡¡¡40!!!] métodos para evitar el sida, pero no todo lo que producen los laboratorios se puede utilizar. Es necesario tener en cuenta los aspectos morales. La conciencia y la fe deben intervenir. Un católico deberá escucharlas para ser coherente y rechazar el recurso al preservativo, un medio que la moral católica condena". Es José Luis Redrado, secretario del Consejo Pontificio para la Pastoral de la Salud, quien habla.

Cuarenta métodos para evitar el sida. Urge que la política de comunicación del Vaticano se haga más fluida, porque conociendo cuarenta métodos para evitar el sida, que se los tengan callados puede ser tenido por un auténtico delito de genocidio. Cuarenta. A ver si me salen. Abstinencia, fidelidad, abstinencia, fidelidad, abstinencia, fidelidad, abstinencia, fidelidad, abstinencia, fidelidad, abstinencia, fidelidad, abstinencia, fidelidad, abstinencia, fidelidad, abstinencia, fidelidad, abstinencia, fidelidad, abstinencia, fidelidad, abstinencia, fidelidad, abstinencia, fidelidad, abstinencia, fidelidad, abstinencia, fidelidad, abstinencia, fidelidad, abstinencia, fidelidad, abstinencia, fidelidad, abstinencia, fidelidad, abstinencia y fidelidad. ¡¡¡Cuarenta!!! Pues tienen razón. Aunque veinte de ellos no parecen demasiado científicos, porque si yo le soy fiel a alguien con Sida, ya me dirán...

Si no fuera por el daño que ha causado a millones de personas durante milycientos de años, la doctrina de la Iglesia Católica en materia sexual sería para tomársela a risa. Hace mucho, por fortuna, que la inmensa mayoría de los (que se llaman) católicos, no atienden a la jerarquía en materia de moral sexual (por el bien de sus cuerpos y de sus mentes, dicho sea de paso) y sin embargo ellos (el clero y sus exégetas) siguen ahí, encerrados en su corralito particular, haciéndose sus pajas mentales (disculpen los monseñores la expresión, empleada sólo con el objeto de favorecer la mayor difusión del mensaje, otro día les hago la exégesis), que si masturbarse es un desorden de naturaleza x, pero que no alcanza el nivel de desorden de las relaciones prematrimoniales, que serían xx, y no digamos ya el uso de los condones, que sobrepasan todos los niveles hasta llegar a la categoría xxx, orgías y bestialismo aparte.

Parece que el deseo, el sexo hace a los individuos libres e incontrolables, y eso no debe estar previsto en el capítulo 69 de su escatalogía. Amén.

miércoles, 19 de enero de 2005

Vacío

Hay un poema de Kavafis, eterno nostálgico de Alejandría, que me pareció siempre la expresión última de la desesperanza. Se titula La Ciudad:

Dijiste: "Me iré a otra tierra. Me iré a otro mar.
Encontraré otra ciudad mejor que ésta.
Cada intento mío se ve condenado al fracaso
y mi corazón está enterrado, como un muerto.
¿Hasta cuándo se mantendrá mi mente en este marasmo?
A donde vuelvo la mirada, a donde miro,
sólo veo las desgraciadas ruinas de mi vida, aquí,
en donde he pasado, arruinado y corrompido tantos años".

No encontrarás nuevos parajes. No encontrarás otros mares.
La ciudad te seguirá. Recorrerás las mismas
calles y en los mismos barrios envejecerás.
Y te saldrán canas en estas mismas casas. Para ti,
no hay barco hacia otro sitio. Ni lo esperes. No hay camino.
Y, de la misma forma en que aquí, en este pequeño rincón,
has arruinado tu vida, la has destrozado también en toda la tierra.


Leídos a la distancia, estos versos me causaron una incómoda congoja, la sensación de que la fatalidad puede instalarse en nuestras vidas en cualquier momento y ya no dejarnos nunca. Ahora, que me asomo con frecuencia al vacío, se han convertido casi en un bálsamo, la constatación dichosa de que en la derrota también pueden encontrarse la belleza y la poesía, y el consuelo de que ahí jamás estaremos solos.

sábado, 15 de enero de 2005

Victoria

Victoria de los Ángles y Franco Corelli, fallecido también recientementeFue una Carmen tan angelical que casi parecía Micaela, pero así la quiso Thomas Beecham, y la voz era tan pura, el fraseo tan refinado, la pronunciación tan exquisita y la sensualidad estaba tan perversamente camuflada, tan esquivamente dosificada, que uno no tenía más remedio que caer de rodillas ante esta gitana de Barcelona, hija del pueblo, aristócrata del canto. Maltratada a menudo por la vida, tuvo que alargar su carrera más allá de lo razonable, pero eso permitió que algunos tuviéramos ocasión de escucharla en directo, aunque fuese en recitales. Y, pese al desgaste ocasionado por el tiempo, qué impresión la de oírle pronunciar “chez Lilas Pastia”, alargando la ché como si hubiese nacido en Triana, o escucharle su Mimì, que de tan delicada era como si se quebrara y volviera a recomponerse en cada frase, o sentir al teatro enardecido por esas Sevillanas del siglo XVIII que nadie en la ciudad habría cantado jamás mejor y con más gracia. Timbre cálido, expresión franca, emisión natural, articulación de seda, nunca nadie tanto ese ángel del cielo que invocase Musetta.

Triunfó en París y en Londres, en el Metropolitan y en Bayreuth, pero jamás se plegó a los caprichos de nadie. Pese a lo que he podido leer en algunos obituarios acelerados, fue una soprano lírica pura, que evitó siempre papeles que exigieran voces dramáticas (Cio-Cio San acaso fuera su límite) y que incluso rechazó la Mariscala, que seguramente le habría ido muy bien, porque después de Schwarzkopff, ¿quién iba a poder decir nada nuevo de ese personaje, uno de los más fascinantes de la historia de la ópera? Liederista excepcional, compartió escenarios con Dietrich Fischer-Dieskau, Irgmaard Seefried o Elisabeth Schwarzkopff, en veladas inolvidables, de las que han quedado algunos registros para escuchar genuflexos. Admirada por Callas casi hasta la adoración, fue siempre tremendamente crítica con lo que ella entendía como banalización del arte: salían sapos y culebras de su boca cuando le citaban a los tres tenores, se enfrentó al clan Caballé, negándose a participar en la Gala Lírica de inauguración del Teatro de la Maestranza y luego en los espectáculos de la Expo, controlados por Domingo y por Luis Andreu, aunque sí lo hizo en la apertura de los Juegos Olímpicos del 92 (¿en qué situación no se encontraría y qué oferta no le harían?). Fue también la única que se atrevió a protestar cuando se cometió la tremenda indelicadeza y la estupidez de conceder el premio Príncipe de Asturias de las Artes conjuntamente, como si formasen un coro, a los siete cantantes españoles de ópera más célebres, algunos de ellos enfrentados entre sí. Se quedó sola en su grito.

Victoria de los Ángeles (nacida Victoria López García) ha muerto esta mañana en un hospital de Barcelona. Tenía 81 años.

jueves, 13 de enero de 2005

Torres

GiraldaEn 1172, el arquitecto Ahmed ben Baso inició la construcción de la nueva mezquita mayor sevillana, ya que la anterior, denominada de Ibn Adabbas, se había quedado pequeña. Doce años después, el sultán Abu Yacub Yusuf instó al alzado de un alminar, que se inició empleando sillares procedentes de monumentos cordobeses. La muerte del sultán provocó un giro en la construcción, ya que su hijo y heredero encomendó la dirección de la obra a Alí Gomara, que prefirió emplear ladrillo en lugar de la sillería. La torre fue rematada en marzo de 1198 con la colocación de cuatro manzanas doradas, que se desplomaron con el terremoto de 1356, cuando la ciudad ya había pasado a manos cristianas, reconquistada por Fernando III algo más de un siglo antes. Para sustituir el remate, se hizo con urgencia un pequeño campanario que sería sustituido a partir de 1558, cuando el arquitecto Hernán Ruiz se encargó de levantar el actual cuerpo de campanas, en un prodigio de equilibrio entre el estilo original de la torre y su nueva función, como campanario adosado a la catedral, aquella que se empezó a construir después de que el 8 de julio de 1401 el Cabildo catedralicio sevillano aprobara hacer un templo tan desmesurado "que en los siglos venideros nos tomen por locos".

Durante mucho tiempo se creyó que la cimentación de la Giralda ocupaba un área extensísima, que subía incluso Mateos Gago arriba. No de otro modo habría podido resistir el gran terremoto de 1755 (conocido como "de Lisboa", pero que afectó a muchas construcciones andaluzas), argumentaban algunos. Sin embargo, recientemente se descubrió que de cimentación extensa nada de nada, que la Giralda estaba virtualmente clavada en la tierra sevillana, exactamente igual que se clava una sombrilla en la arena de la playa. Un gesto audaz. Y es que los constructores almohades sabían que estaban levantando una torre y no un castillo...

Triple

Ayer tuvo lugar una reunión de representantes de todas las federaciones regionales de Izquierda Unida para tratar la llegada del Plan Ibarreche al Congreso de los Diputados. Javier (¿Xabier?) Madrazo explicó en el desarrollo de la sesión que su apoyo al Plan en el País Vasco era sólo una estrategia para hacer que fuera debatido, mientras que Gaspar Llamazares explicó al final del conciliábulo que algunos diputados de IU votarían que no al Plan y que otros se abstendrían. O sea, que se lo juegan a 1X2. Si a mí me dejaran rellenar así las catorce casillas de la Quiniela, acertaba siempre. Pero no me dejan. Será por algo. A lo mejor es que en el Patronato de Apuestas Mutuas Deportivo Benéficas (porque se sigue llamando así, ¿no?) hay más coherencia que en el seno del Partido Comunista (que está más partido que comunista, ya saben).

miércoles, 12 de enero de 2005

Castillos

Le enseñé a poner los bloques perfectamente alineados. Lo más importante de un castillo es siempre la base. ¿Ves? Hay que ir imbricando los bloques para que formen un muro sólido; si no, se caen, como te ha pasado a ti... Y aquí ponemos las piezas curvas, para levantar la torre, desde el mismo suelo, pero bien soldada con las paredes. Luego, si quieres, podemos ponerle otras torres más pequeñas, como adorno... También habrá que pensar en dejar algunos huecos para las ventanas. Todos los castillos tienen ventanas, si no serían muy oscuros, ¿no te parece? Me miraba con sus ojos grandes y dulces, muy abiertos, mientras sostenía en sus manos la torre altísima y tambaleante que había estado construyendo antes de que yo la interrumpiera con mis reglas arquitectónicas. ¿Y cuándo terminemos el castillo qué? Pues... lo tiramos y hacemos otro, este sin torres y sin ventanas, qué te parece. No dijo nada. Simplemente se dio la vuelta y siguió añadiendo bloques a su torre ruinosa, mientras yo colocaba un torreón verde en el ala oeste, menudo triunfo. Sí, nos dedicamos a construir castillos sólidos, adornados y con múltiples ventanas para luego derribarlos y empezar otra vez desde el principio. Sólo los intrépidos optan por las torres altas, inestables y tambaleantes. Parecen decir, con Epicuro, qué más da si se cae, dónde estoy yo no habita la muerte... Me encantaría. Ser constructor de torres.

Asociados

Los partidos nacionalistas vascos pretenden convertir las actuales provincias de Guipúzcoa y Vizcaya en un estado libre asociado, pero mi duda es: ¿asociado con quién? Siempre preocupado por la salud de nuestros amigos Ibarreche, Ternera, Madrazo y Lasagabaster pretendo contribuir a resolver sus cuitas con algunas sugerencias:
1) Alfa
2) Beta
3) Gamma
4) Delta
5) Épsilon
6) Dseta
aunque yo pienso que la opción más razonable y conciliadora puede ser ésta:
7) Eta [¡caramba, qué coincidencia!]

(Razón: aquí)

martes, 11 de enero de 2005

Scelsi

Pues por fin está disponible en la red el último ABC Cultural que incluye, como dije en un comentario a Catarsis, un artículo de Steffano Russomano sobre Giacinto Scelsi, quien habría cumplido el sábado pasado justo un siglo de vida. Dice así Russomano:

"Viaje al centro del sonido

Resulta curioso celebrar el centenario de un artista que renunció voluntariamente a tener una biografía. Cuando el nombre de Giacinto Scelsi empezó a circular con insistencia a finales de los años setenta en los ambientes musicales, muy poco se sabía de él. Hasta se desconocía su cara, pues el compositor se negaba a hacerse fotografiar y, si se le pedía una imagen suya, enviaba en su lugar un símbolo Zen: un círculo vacío con una línea recta abajo. Sobre su vida circulaban informaciones nebulosas y fragmentarias. Scelsi había nacido en La Spezia un 8 de enero de 1905, hace exactamente cien años, en el seno de una familia aristocrática del sur de Italia. A una primera formación académica en el Conservatorio de Roma, siguieron muchos viajes: Viena –donde estudió con Walter Klein, un alumno de Schoenberg–; Suiza –en Ginebra se familiarizó con la música de Scriabin a través de Egon Köhler– y París, donde entabló amistad con Salvador Dalí, Pierre Jean Jouve, Paul Éluard y Henri Michaux, entre otros.

A comienzos de los años cincuenta, se instaló en Roma pero sus esfuerzos por integrarse en la vida musical italiana fueron inútiles. Sus composiciones eran ignoradas cuando no rechazadas incluso en los círculos de la vanguardia por la novedad que suponían con respecto a las estéticas vigentes. Desde entonces y hasta su muerte en 1988, Scelsi condujo en su casa romana una existencia apartada y solitaria. La mayoría de sus piezas estaban aún manuscritas y sin estrenar, cuando a comienzos de los años ochenta su obra fue convirtiéndose progresivamente en objeto de culto para las nuevas generaciones de músicos, sobre todo en Francia y Alemania.

La originalidad del lenguaje de Scelsi guarda relación con un cambio radical ocurrido en su vida a mediados de los años cincuenta. Al caer en una profunda depresión, como medida curativa el compositor recurrió a una curiosa terapia: sentarse al piano y tocar siempre la misma nota. Esta escucha prolongada y obsesiva fue el punto de partida para un viaje místico en las entrañas del sonido. Scelsi descubrió entonces que el sonido es esférico, que está dotado de vida propia y tiene una naturaleza tridimensional que es posible recorrer y atravesar: «Si buceamos en el sonido, éste revela tres, cinco sonidos o más; un solo sonido se despliega en una melodía y en una armonía que conducen directamente al mundo de la espiritualidad». Las Cuatro piezas para orquesta «cada una sobre una nota», de 1959, son la emblemática expresión de semejante experiencia. Cada una de ellas describe circunferencias fantásticas alrededor del sonido, hechas de condensaciones tímbricas asombrosas y variaciones microinterválicas, capaces de explorar la energía y los recovecos de la materia sonora en sus mínimas gradaciones.

Scelsi se sentía más cercano al universo oriental que al occidental (aún no está claro cuándo y cuántas veces viajó a Asia). Sus investigaciones sobre la naturaleza microscópica del sonido poseen una mística lentitud y un recogimiento metafísico que encontramos en la música de India o Japón. A la década de los sesenta se remontan algunas de sus mejores piezas, a las que se puede incluir entre los mayores logros de la música de los últimos cincuenta años. Obras tan maravillosas como Anahit (1965) para violín y 18 instrumentos, o Yliam (1964) para coro, poseen una belleza inmaterial y atemporal, propia de una modernidad que trasciende las épocas. Tampoco hay que olvidar Pranam (1972); el Cuarto Cuarteto (1964) y la Trilogía para violonchelo (1957-1961), donde el sonido se manifiesta como una unidad dotada de múltiples capas móviles; o Knox-Om-Pax (1968), para coro y gran orquesta, que a pesar del impresionante despliegue de efectivos ofrece la impresión de una grandiosa amplificación de lo minúsculo. La divulgación del Scelsi «oriental» tampoco debe ocultar el valor de sus anteriores etapas, con un comienzo enmarcado en el Futurismo (Rotative), una fugaz adhesión al dodecafonismo (Primer Cuarteto) y la exploración durante la década de los cincuenta de la dimensión monódica de los instrumentos de viento y de cuerda a través de un virtuosismo a menudo brillante y extravertido. Es sorprendente notar cómo algunas obras del compositor italiano anticipan recursos explotados más tarde por Ligeti, Xenakis, o los espectralistas. Fruto de una mirada esotérica y visionaria, la obra de Scelsi reivindica, junto con la de otros músicos contemporáneos muy distintos de él (Takemitsu, Feldman), la cualidad más espiritual del sonido."

La lentitud. Profundizar en el sentido profundo de ese concepto en nuestras vidas, y acaso leer la novela de Kundera, que se me quedó colgada en su momento.

viernes, 7 de enero de 2005

Citas

Un magnífico relato de Cortázar y un precioso post de la chica de la falda roja me han devuelto a una antigua y nunca concluida discusión de foro sobre la posibilidad de enamorarse a distancia, más en concreto, a través de las distintas posibilidades que hoy nos brinda la informática. La realidad es lo suficientemente compleja y la casuística tan amplia que no seré yo quien se atreva a responder categóricamente en sentido negativo, aunque de partida crea que la química de nuestro cerebro necesita de la presencia y del contacto físico, real, para disparar hormonas y activar conexiones sin los cuales el enamoramiento no pasa de la mera elucubración autocompasiva. En cualquier caso, es una evidencia que tras las máquinas están las personas, que al otro lado de la red hay siempre alguien, por lo que no puede resultarnos extraño que un contacto meramente virtual provoque una fascinación mutua, tan cercana siempre del enamoramiento (y, en su otra cara, de la decepción) que no parece complicado confundirlos. Hay que tener, por supuesto, mucho cuidado de que esa fascinación no sea el producto de una simple proyección de nuestras necesidades, fantasías o deseos sobre alguien a quien la distancia convierte en sujeto fácilmente moldeable a la medida de nuestros ideales. Pero, al fin y al cabo, ¿no hacemos eso constantemente en todas nuestras relaciones? Tal vez sí, tal vez sea esa la trampa que nos tiende permanentemente la naturaleza y, por tanto, la conclusión más razonable consista en aceptar que estamos hechos de puro fuego, que somos como las ascuas de los planetas en formación, y que, en el fondo, necesitamos de tan poco para enamorarnos...

Misa

Misa de Leonard Bernstein por Kent NaganoTiendo a pensar que es el salto en la secularización de las sociedades europeas y no la evolución del estilo lo que provocó desde la segunda mitad del siglo XVIII una progresiva y casi imparable trivialización de la música religiosa. Es cierto que Mozart y Haydn son capaces aún de encontrar ese punto en el que convergen emoción y misterio, ingredientes fundamentales para ajustar la expresión musical al carácter de lo sagrado. Pero incluso en la soberbia música que escribieron estos dos compositores, el oyente tiene que poner de su parte para provocar ese encuentro. Tenemos que saber, que, por ejemplo, el Agnus Dei de la Misa de la Coronación o el Et incarnatus est de la gran Misa en Do menor forman parte de una celebración litúrgica y no teatral para convencernos a nosotros mismos de que es el aura inefable del misterio sagrado el que nos provoca el pálpito de la emoción, algo que no resulta en absoluto necesario al enfrentarnos a una misa de Josquin o Victoria, a un motete mariano de Guerrero, a un aria de Bach o incluso a un salmo de Monteverdi.

Esa confusión de los planos (la iglesia y el teatro), que hasta Bach no solía pasar de anecdótica (ahí están los grandes motetes de tantos y tan diversos barrocos franceses, hechos para alabar a sus dioses, los Luises), se convierte en sustantiva con la llegada del Clasicismo. Menos proclive aún a la música religiosa fue el gran siglo romántico, con sus grandilocuentes requiems (exímase obviamente a Fauré, pero Fauré merece un cielo aparte) y sus motetes supuestamente bachianos pero que hoy nos suenan huecos, vacíos, innecesarios. Es cierto que en el siglo XX parece haber una recuperación del sentimiento religioso en música (Messiaen o Poulenc, Penderecki o Pärt quizá sean prueba suficiente para algunos), pero, salvo en contadísimas ocasiones, hay algo en sus obras formal o específicamente sacras que no termina de funcionar en tanto que expresión de la religiosidad, algo que falla, como si el punto de encuentro entre misterio y emoción se hubiese desplazado definitivamente del imaginario del oyente medianamente avisado, que ya no está capacitado para escuchar el Stabat Mater de Szymanowski o la Pasión de Wolfgang Rihm como si fuesen los de Vivaldi o Schütz.

Sólo en ese contexto es entendible que Leonard Bernstein fuese capaz de proponer en 1971, para la inauguración del Centro de Artes Escénicas John Kennedy, una Misa como la que grabó en noviembre de 2003 Kent Nagano en Berlín: A Theatre Piece for Singers, Players and Dancers, como la subtituló el compositor y director estadounidense, es una obra que, en su lenguaje próximo al collage de los musicales de Broadway, ha sido despojada de toda su capacidad para penetrar los misterios de lo sagrado, sea eso lo que sea .

martes, 4 de enero de 2005

Currículum

Tienen vida propia. Uno los rellena un día, inflando allí la importancia de los cursos y camuflando allá el tiempo de experiencia, sin convencimiento alguno, más por contentar a quienes te insisten en que es necesario para encontrar o mejorar de trabajo que por necesidad propia. Y ellos solos crecen, se ramifican y multiplican como las enredaderas que cubrían el patio de mi tía Valentina, mi queridísima tía Valentina, un punto apenas ya en la memoria.

Me llamaron de una empresa que no conocía para una entrevista. Tenían un currículum mío, necesitaban un profesor para un curso y creían que yo daba el perfil requerido. Ya sabía que les iba a decir que no, pues el curso versaba sobre algo que traté en otro tiempo, hace demasiado, y siempre de forma tangencial. Pero me podía la curiosidad. Aparqué mal, esperé poco. Me atendieron dos chicas jóvenes, más jóvenes que yo, un curioso cambio de perspectiva, cuando buscaba trabajo los entrevistadores siempre me miraban desde la autoridad que da no sólo el poseer la capacidad de aceptarte o rechazarte, sino también la que proporciona la edad. Ahora los dos factores jugaban de mi lado. Sí, curioso cambio de perspectiva. La que hablaba era alta y guapa, con una sonrisa que la hacía aún más joven, se la notaba desenvuelta, acostumbrada a tratar diariamente con gente de todo tipo. La otra, bajita y con una cara casi de porcelana, parecía más tímida, o acaso era su papel, observarme sin perder ni un detalle de mi barba de dos días, mi pelo desordenado, la camisa por fuera del pantalón, esas cosas...

Les pregunté cómo había llegado mi currículum hasta allí. Me dieron el nombre de una tercera persona, a la que, recordé, yo le había dejado uno hace varios años, he olvidado para qué. Me contaron lo que estaban buscando. Yo lo que hacía y que no creía cumplir con el perfil que ellas precisaban. Insistieron. Asombrado, me di cuenta de que en realidad no me encontraba en una entrevista de selección de personal, sino que me estaban ofreciendo ya el puesto: un curso de 700 horas, muy bien pagado. Dependía de mí. Y les dije que no, que tenía demasiadas cosas entre manos, que organizarme en apenas un mes para preparar algo como eso me superaba, que en realidad ya sabía que iba a decir que no, que había acudido sólo por curiosidad, por conocerlas (a ellas, tan simpáticas), por salir de casa una mañana como ésta, que me disculparan si les había hecho perder el tiempo. Sonríen y me hablan entonces de otros cursos que a lo mejor se ajustan mejor a mi perfil, y tal vez puedan interesarme. Les pido que por favor no dejen de avisarme y mientras nos despedimos compruebo que la más baja cojea ostensiblemente, parece algo congénito, y entiendo algunas cosas, la cojita.

Cuando salgo a la calle el frío de la mañana ha desaparecido por completo. Tengo que lavar el coche, que ese ignominioso "guarro, lávalo" de la luna trasera desaparezca por fin, que mis hijas no se rían cada vez que pasamos por su lado. Pongo la radio, y Wish you where here de Pink Floyd. Me clava al asiento. Mientras doy vueltas para salir de un barrio que no conozco siento cómo el vacío se va apoderando de mí, un vacío ridículo, innecesario, absurdo, una nostalgia que se dirige hacia algo que en realidad nunca tuve, que es la peor de las nostalgias, la de las fantasías y los deseos eternamente insatisfechos, la que te deja la sensación de fracaso y estrépito más desoladores. Y decido que esto tengo que escribirlo, para fijarlo en alguna parte, para despegarlo de mí y tratar de evitarlo otra vez en el futuro, aunque ya sé que será inútil, pues ha habido otras veces, otros textos muy parecidos a éste fijados en papeles hace años olvidados. Además que en ese momento ni siquiera sé si sabré trasmitir por escrito lo que de verdad siento. Y no lo sé.

lunes, 3 de enero de 2005

Gasolina

No he escuchado aún a los opinadores de la prensa socialdemócrata ni a sus políticos aplicar a la situación creada en el País Vasco el análisis con el que nos han venido machacando sistemáticamente en los dos últimos años, esto es, que la invasión de Iraq ha dado motivos y justificación para el incremento del número de terroristas islámicos y de sus actividades criminales en todo el mundo. Sí se lo he leído a Pedro J., en un párrafo justamente alabado ayer por Arcadi: "Suceda lo que suceda, ETA siempre podrá alegar a partir de ahora que el 30 de diciembre de 2004 un parlamento elegido democráticamente por los vascos acordó liquidar el Estatuto de Guernika y emprender el camino de la autodeterminación. Si Ibarretxe no lo consigue por las buenas, ellos se sentirán expresamente legitimados para seguir intentándolo por las malas. Ésta y no otra es la verdadera dimensión de la tragedia". Este es, en efecto, el regalo que el PNV, EA e IU hacen al terrorismo de ETA: gasolina para al menos otras tres décadas de cócteles molotov, bombas lapa, coches-bomba y tiros en la nuca. (O, antes, un referéndum a la checa.) (... supongo que Pilar Manjón disculpará lo de IU, al fin y al cabo Gaspar Llamazares les cedió el despacho el día de su comparecencia en el Congreso, qué simpático...)

domingo, 2 de enero de 2005

Catarsis

Anagrama de Giacinto ScelsiPaso de la retórica barroca de Biber en el violín ágil pero no siempre vigoroso de Pavlo Beznosiuk al universo singularísimo de Giacinto Scelsi en los arcos siempre excitados y tremendistas de los Arditti, y todo ello mientras leo, entre incrédulo y apesadumbrado, la prensa en la pantalla del ordenador.

Scelsi merece sin duda pasar a la historia como uno de los creadores verdaderamente revolucionarios de la música del siglo XX. Más allá de esa orla de extravagancia y exclusivismo con que supo ataviarse, aristócrata retirado en su mansión romana, que no se dejaba entrevistar ni fotografiar, más allá de ese personaje inexpugnable, concienzuda y altivamente construido, tan a propósito para un reportaje de dominical a todo color de los que supuestamente aborrecía, queda el minucioso forjador de una obra sin precedentes ni consecuentes conocidos, que se plasma en una búsqueda dramática que llenó casi toda su vida, la de la esfericidad del sonido: "El sonido es esférico, pero escuchándolo, nos parece que posea sólo dos dimensiones: altura y duración. La tercera dimensión, la profundidad, sabemos que existe, pero en un cierto sentido se nos escapa. Los armónicos superiores e inferiores, que son los que menos se oyen, nos dan a veces la impresión de conformar un sonido más vasto, complejo que el de la duración o la altura, aunque nos es difícil percibir su auténtica complejidad. En pintura se cuenta con la perspectiva que da la impresión de profundidad, pero en música, hasta el presente, a pesar de todas las experiencias estereofónicas, no se ha conseguido escapar a las dos dimensiones, duración y altura, ni ofrecer la impresión de la real dimensión esférica del sonido".

Antes de eso están por supuesto sus viajes a la India, su matrimonio con una joven miembro de la realeza británica, su separación y su célebre crisis de personalidad, a la que sólo sobrevivieron dos obras, entre ellas el poderoso, descomunal Cuarteto nº1, escrito aún en el lenguaje de la más reconocible tradición. Después de pasarse cinco años tocando diariamente durante horas una única nota en el piano, como nos cuentan sus exégetas más proclives al sensacionalismo y a la meditación oriental, el conde d'Ayala Valva superó su depresión convertido en un hombre (en un músico) nuevo. Desde ese momento (1952) y hasta su muerte, treinta y seis años después, dedicó su existencia a una búsqueda artística incesante, que le permitió crear una música pretendidamente mística y trascendente ("No soy un compositor, porque ser compositor significa unir una cosa con otra. [...] Yo proyecto imágenes en la materia sonora"), estática y extática. Uno puede escuchar pasajes completos de Khoom, de Pranam II, de Aion, de las Quattro pezzi o del Trío de cuerdas sin que pase absolutamente nada, hasta que de pronto hay algo que te atrapa, como en un raga hindú (y la comparación no es ociosa), que gira en torno a ti una y otra vez sin dejarte escapar, clavado ante ese despliegue de glissandi, de microtonos, de fluctuaciones minúsculas que causan sensación de plenitud, de tiempo estancado, en el que uno se sumerge para olvidarse de todo (hasta de la directora de la Biblioteca Nacional). Es la liberación, la catarsis, que pregona el último movimiento, hipnótico, omnicomprensivo, del mágico Cuarteto de cuerdas nº3.

Con esta música, inconfundible y absolutamente única, Scelsi consiguió la liberación que buscaba, sobreponiéndose incluso a la leyenda que creó en torno a su persona y que a veces amenaza con convertirlo en un esperpéntico personaje del más barato y despreciable orientalismo novelesco. Y es que fue embebido por el espíritu del budismo tántrico como pasó sus últimos años este excéntrico encantador de serpientes, que llegó incluso a predecir la fecha de su muerte: “Cuando los ocho coincidan en el calendario, dejaré este mundo”. La Parca, desdeñosa, lo desmintió por unas pocas horas: falleció en la madrugada del 9 de agosto de 1988.