sábado, 30 de octubre de 2004

Televisión

Mi cultura televisiva es insignificante. Salvo para las contadas películas que me interesan (que grabo, no hay quien soporte cortes de hasta 20 minutos seguidos de publicidad) y algunas retransmisiones deportivas, mi minúsculo aparato de 14 pulgadas no pasa de ser un trasto del que me quejo constantemente porque me quita espacio para los libros. Como Jesús dijo una vez aquí, lo que de verdad me gustaría sería que TVE (la que pagamos todos) se convirtiera en un aburridísimo canal de documentales científicos e históricos, ciclos de cine en blanco y negro, retransmisiones de óperas (no se me ha olvidado que en tiempos de Pilar Miró llegó a ofrecerse una Lulú de Alban Berg en directo desde la Zarzuela), entrevistas a poetas y neurocirujanos, programas sobre historia de la música, debates sobre literatura y arte egipcio, etc., etc., etc.

Estoy convencido de que esa televisión sería mucho más barata. Y la otra (la que hoy domina por doquier) ya la ofrecen las privadas. La sacrosanta libertad de elegir mierda para comer quedaría así resguardada. Una de las grandes falacias del debate sobre la televisión pública en España en los últimos años es el de su financiación. TVE pierde cada año cantidades ingentes de dinero, y para tratar de evitarlo se endeuda, paradójicamente, cada vez más con programaciones carísimas que pretenden competir por la publicidad con las cadenas privadas. Este círculo vicioso es, sin embargo, fácil de romper. Se trata simplemente de renunciar a la competencia y utilizar la televisión que pagamos entre todos para ofrecer el servicio público para el que en principio está destinada. Pero resulta evidente (y aquí está el meollo del asunto) que así perdería el carácter de propagandista del partido en el gobierno que ha tenido siempre en España, independientemente de las siglas y los nombres de quienes manden. Algunos ya ni se callan en público las estrategias que utilizan para facilitar el control ideológico. Hace algo más de un año asistí a una reunión en la que con todo el desparpajo del mundo un directivo de Canal Sur Televisión afirmaba que Andalucía Directo era un buen programa, pero que hacía perder audiencia. Por eso, media hora antes de que empezara el informativo de la noche, se había metido, como si fuera una cuña para ganar audiencia, otro programa, un resumen de lo mejor del día en uno de esos concursos infames con gente (infame) dentro. Así. Tan claro como lo cuento ahora. Era la única forma de asegurarse de que cuando el gobierno andaluz emitiera el parte diario, el índice de audiencia fuera políticamente aceptable.

Esta semana ha tenido lugar una reunión entre enviados del gobierno de Zapatero y de las televisiones privadas para pactar una serie de puntos que supuestamente protejan a los niños de la basura televisiva, todo ello con la amenaza de fondo del gobierno socialista de que si no se llegaba a un acuerdo, estos puntos serían impuestos. Niños. Nada mejor que hablar de ellos como ejemplo de la progresiva puerilización de nuestra sociedad. Resulta terrible asistir al derrumbamiento, una por una, de las ideas que sustentan nuestra civilización. En este caso, se trata de la responsabilidad (y de su otra cara, la libertad). Como si la televisión fuera obligatoria, los padres parecen exigir del Gobierno que regule sus contenidos. Como si no hubiera más remedio que enchufar a los niños. Que el Gobierno decida lo que mis hijos pueden ver en la tele, que yo no tengo tiempo. Que decida lo que yo puedo ver y lo que no, lo que tengo que votar cada cuatro años.

jueves, 28 de octubre de 2004

Ondas

Que una emisora de radio conceda unos premios anuales para premiarse a sí misma y a su hinterland, haciendo en cada edición un pequeñito esfuerzo por parecer ecuánime y más políticamente correcta que los institutos de la mujer, resulta en verdad sonrojante, pero este año la desfachatez ha alcanzado niveles difícilmente superables:

RADIO

Mejor programa o mejor tratamiento informativo de un acontecimiento:
SERVICIOS INFORMATIVOS DE LA CADENA SER, por el tratamiento informativo durante el 11-M.


¡Y no se les cae la cara de vergüenza!

martes, 26 de octubre de 2004

Órgano

ÓrganoTriste sino el de los órganos, durante siglos orgullosos emperadores entre los instrumentos de la música y hoy durmientes sombras desvencijadas en miles de templos que los prefieren callados. Apartados, en la abrumadora mayoría de los casos, de sus funciones litúrgicas de antaño, de vez en cuando los órganos recuperan su voz y se presentan ante un pueblo que ya no va a escuchar la palabra de Dios, sino a oír el fulgor de sus registros de lengüeta, la profundidad de sus violones y el brillo exuberante de sus trompeterías. Curiosa situación la que se vive en un concierto de órgano. Sobre todo si, como el de la Iglesia del Convento de San Clemente de Sevilla, se sitúa al pie de la nave, en el coro, con el público sentado mirando hacia el altar mayor. Como ir en un tren en dirección contraria a la de la marcha.

En esos casos, mejor evitar los ordenados bancos de madera y tomar una silla. Esperar obedientemente sentado a que comience el recital. Y entonces girar la silla hacia la consola del organista, ante la sorpresa de quienes te rodean, que no se atreven a alterar la disposición geométrica que un día imaginó un sacerdote para infundir a sus acciones el respeto reverencial que sólo es capaz de procurar el misterio del sonido imposible de ubicar. Uno puede estudiar psicología contemplando los rostros complacidos, serenos, relajados, aburridos, expectantes, arrobados, que parecen no saber dónde mirar... ¡Y vaya si hay sitios en San Clemente a los que mirar!

Retablo Mayor de San Clemente. Felipe de Ribas

Pasan los minutos pausada, lentamente, se desgranan fugas, corales y tientos, los flautados han dado inusitada luz a las pinturas murales, y en el centro justo de las exuberantes fantasías que Sweelinck creó sobre el hexacordo, la chica pelirroja apoya la cabeza en el hombro del amante, la niña se revuelve inquieta en el regazo de su madre, el cincuentón calvo bosteza ostentosamente, la mujer del broche de oro, a su lado, esboza una tenue sonrisa, el joven de barba y pelo largo gira el cuello y clava sus ojos en los míos medio segundo. De pronto, todo cobra un sentido que trasciende la música y el espacio que alguien, un día, concibió para el culto divino. Es lo sagrado. Y es mortal. Acaso el hombre inventó a Dios porque no soportaba ese peso sobre sus espaldas.

sábado, 23 de octubre de 2004

Subdirector

El crítico de música es enviado a cubrir el último espectáculo de Carles Santos. Vuelve al periódico y empieza a escribir su crítica. "La parodia y el pastiche son más antiguos que la ópera. En su última farsa, Carles Santos...". Está en esas cuando se le acerca el subdirector: "¿Qué? ¿Cómo ha estado eso?" "A mí no me ha gustado." "¿No?" "No. Nada, en absoluto." "¿Tú habías visto algún otro espectáculo de Carles Santos?" "No." "Es que habría sido importante para contrastar." "Ya." El subdirector se va, y el crítico retoma el hilo: "...Carles Santos los emplea para cocinar un sardónico espectáculo con música propia (sus tradicionales estructuras repetitivas) y de Rossini, que se atraganta a la primera degustación. Hombre sin duda inteligente, el showman valenciano juega con la fragmentación del discurso, en una pose posmoderna que empieza a cansar. Con el agua como elemento destacado de su montaje (no sabemos por qué) y un imaginario surrealista que nos resbala ya como si llevásemos un impermeable puesto (hay referencias buñuelianas y dalinianas claramente reconocibles), los gags se suceden, unos con alguna gracia y otros con ninguna, exigiendo de los cantantes y de los figurantes un indudable y muy estimable esfuerzo físico". De pronto se detiene. El titular le ha llegado fulgurante, como un rayo de luz que lo iluminase, igual que ocurre algunas (pocas) veces. Terminará pronto esta noche, y eso le hace sentir bien. Se sitúa en el espacio adecuado y lo escribe: "Rossini asado y deconstruido". Luego baja y continúa: "Sí, la parodia y el pastiche son tan antiguos como la ópera, y la han acompañado a lo largo de los últimos cuatro siglos. Solían utilizarse con desparpajo en espectáculos populares, en los que el mal gusto actuaba como un condimento esencial. Santos nos hace probar el condimento, pero lo envuelve en una sofisticación de referencias argumentales que sólo parecen al alcance de los iniciados, aunque, a la vista del éxito, no pareció que eso (lo que querían contarnos) le importase realmente al público". Ya está. Manda una copia a la impresora y mientras la lee vuelve el subidrector. "¿Cuántas estrellas le has dado?" "Una." "¿Nada más?" "¿Qué quieres? Ya te dije que no me ha gustado." "Pero una..." "¿Y por qué me has mandado?"

Cualquier parecido con la realidad es obviamente pura coincidencia, pero esto podría haber pasado perfectamente en un periódico cualquiera de una ciudad cualquiera una noche de otoño cualquiera.

viernes, 22 de octubre de 2004

Pasolini

Mamma Roma de PasoliniPor razones profesionales, he visto en la última semana un par de veces Mamma Roma, segunda película de Pier Paolo Pasolini, producción del año 1962. Mi acercamiento al mundo del cine es demasiado fragmentario y poco riguroso como para atreverme a establecer categorías y emitir juicios de validez general. Además mi principal interés era no tanto la película en sí cuanto la música barroca (Vivaldi) que utiliza Pasolini para acompañar las imágenes. Sin embargo, me creo en condiciones de afirmar que difícilmente se encontrará en toda la historia del cine una película más emotiva que ésta, con una carga ética tan profunda y un acercamiento al concepto de lo sagrado (y digo lo sagrado y no lo religioso, que no son necesariamente sinónimos) tan sutil y lúcido.

Sagrada es auténticamente la relación que Pasolini traza entre Mamma Roma, la prostituta que acaba de desligarse de su proxeneta y ha conseguido un puesto de verduras en el mercado, y su hijo Ettore, un adolescente de 16 años y un carácter entre soberbio y ensismismado, que viene marcado por un pasado seguramente turbulento de hospicios y reformatorios. Pasolini recurre a la iconografía de la mejor pintura del manierismo italiano para desarrollar esta intensa y singular relación materno-filial: Caravaggio, Massacio, Mantegna... son adoptados con una puesta en escena que en muchas ocasiones recurre a la inmovilidad, a la que se le otorga un puro sentido pictórico. El mismo Pasolini reconoció que escogió a su protagonista masculino (Ettore Garofolo), después de encontrarlo trabajando en una taberna de Roma y aparecérsele como un personaje de Caravaggio. Además muchas de estas alusiones a la pintura del manierismo están cargadas de alusiones sagradas. Basta ver el principio, con las referencias evidentes a la Santa Cena, o la conmovedora imagen de Ettore atado a la camilla, en una mezcla entre un crucificado y el Cristo muerto de Mantegna

Ettore y el cristo Muerto de Mantegna

o la escena final, con los personajes inmóviles, la vista de Mamma Roma clavada en la cúpula del fondo, como si posasen para un cuadro o simulasen ser ese mismo cuadro.Anna Magnani
En este planteamiento, la elección de la música alcanza un significado profundo. El Largo del Concierto para viola d’amore y mandolina RV 540 de Vivaldi impregna toda la película. La elección del timbre pastoso, afectuoso, grave, melancólico de la viola d’amore (ideal para ser escuchado en “la paz vespertina”, como diagnosticó Leopold Mozart) termina de completar la mirada profundamente ética y compasiva de Pasolini sobre sus personajes, mirada que eleva el drama de la protagonista, una Anna Magnani como nunca la había visto, sencillamente espectacular, a un plano trascendente, capaz de representar el drama humano en toda su extensión. La utilización en un par de escenas del Largo del Concierto para fagot RV 481 crea una sensación de continuidad con la atmósfera general de la obra. No así el movimiento lento del Concierto para flauta sopranino RV 443, que se asocia a la irrupción con absoluta crudeza de Carmine, el antiguo proxeneta de Mamma Roma (y acaso el padre de Ettore), en la vida de la protagonista. No es casual. Pasolini conocía a la perfección los efectos perturbadores que el timbre de un instrumento agudo puede ocasionar en un entorno de sonoridades graves. Se trata simple y llanamente de la profanación de lo sagrado.

jueves, 7 de octubre de 2004

Telediario

Por simple ética profesional, los informativos de todos los canales de televisión que emiten en España (tanto públicos como privados) deberían optar por una de estas tres alternativas:

1) Contratar a un equipo de críticos de arte, cine, música, literatura, teatro, danza, etc.

2) Sobreescribir la palabra "publireportaje" cuando dan informaciones referentes al estreno de películas, obras de teatro, óperas o a las novedades discográficas, bibliográficas, etc.

3) Obviar este tipo de noticias.

Porque las secciones de cultura de los telediarios dan auténtica vergüenza...

miércoles, 6 de octubre de 2004

Viola

violaEn 1740, Hubert Le Blanc publicó un tratado que respondía al curioso título de Defense de la Basse de Viole Contre les Entréprises du Violon Et les Prétentions du Violoncel. La obra aparecía cuando la viola da gamba, instrumento que, junto al clave y al laúd, había reinado incontestablemente en la música francesa durante casi un siglo, estaba en absoluta decadencia y había sido sustituida en el imaginario de los compositores y en el gusto del público por los instrumentos de la familia del violín, de sonido más potente, más adecuado para llenar los salones cada vez mayores dedicados a la música.

En aquel tratado, Le Blanc hizo una comparación que se ha hecho célebre entre dos de los mayores maestros de la viola del pasado: Marin Marais y Antoine Forqueray, aquél que tocaba "como un ángel" y éste que lo hacía "como un diablo". Marais y Forqueray pertenecieron, en efecto, a diferentes generaciones de violistas. Marais estudió con Monsieur de Sainte Colombe, para quien lo verdaderamente importante era la delicadeza del sonido de la viola, su capacidad para el matiz y para penetrar en la esencia misma de la música. (Cómo olvidar Tous les matins du monde, la película que Alain Corneau filmó en 1991 sobre la novelita de Pascal Quignard, que hizo populares durante algún tiempo no sólo a Sainte Colombe y a Marais, sino también a Jordi Savall, quien recopiló, arregló e interpretó la banda sonora.) Forqueray, en cambio, hombre al aparecer irritable y colérico, pertenecía a la generación de los jóvenes virtuosos, que antes que nada buscaban deslumbrar a los oyentes con la potencia de su sonido (se decía que Forqueray hacía sonar la viola tanto como un violonchelo) y la agilidad de su arco.

En esta historia, cuya sustancia mitificadora no se oculta a nadie, existe un fondo de verdad, que parece cumplirse casi como una ley histórica. Lo hemos comprobado con la resurrección de la viola da gamba en los últimos cuarenta años. Los primeros maestros (y después de August Wenzinger sólo se puede hablar de Jordi Savall y de Wieland Kuijken) privilegiaron por encima de todo, como Sainte Colombe, la dulzura del sonido, la flexibilidad del instrumento, la capacidad para matizar de la forma más íntima posible. Sus discípulos más directos (pienso en Paolo Pandolfo) mantuvieron el espíritu intimista del instrumento, aunque sin por ello renunciar a un virtuosismo que funcionaba a modo de contraste. En cambio, la nueva generación de violistas (representada muy especialmente por Vittorio Ghielmi) apuesta desde el principio por el aprovechamiento intensivo de todos los recursos de la viola, y ya no tienen ningún empacho en tocar como los virtuosos del violín o del violonchelo.

La alemana Hille Perl, acompañada, como siempre, por el tiorbista americano Lee Santana, parece haber interiorizado hasta tal punto la obra de Le Blanc que en este disco curioso, que nos ofrece algunas de las obras inéditas que Marais regaló al principio de la década de 1680 al aristócrata escocés Harie Maule, asume por completo la perspectiva del ángel y nos ofrece un recital de un refinamiento y una dulzura exquisitos, pero a la vez de una falta de vigor y de profundidad de sonido no muy comunes hoy.



Hille Perl Posted by Hello

lunes, 4 de octubre de 2004

Arte

Maurizio Cattelan es un provocador. Te lo dicen así, los mismos organizadores de la BIACS (Bienal Internacional de Arte Contemporáneo de Sevilla) y se quedan tan anchos. Un provocador financiado con dinero público, habría que concretar. Y es que la trangresión artística ya no es lo que era. Gauguin se marchó a las islas del Pacífico en busca de su paraíso personal y por el camino se inventó la pintura de un nuevo siglo. Duchamp presentó su Fuente (el famoso urinario) en un momento en el que no se sabía adónde podían conducir las revolucionarias transformaciones que afectaban a las artes plásticas, para preguntar(se), qué era lo que hacía que algo se convirtiera en una obra de arte. Cage hizo lo mismo en música con 4'33''. Todos ellos (y muchos otros) actuaron desde la más absoluta independencia y libertad y sabedores de que la transgresión tiene sentido artísticamente como gesto concreto y puntual opuesto al pensamiento dominante.

Hoy la transgresión se financia con dinero público y consiste en enfatizar con pésimo gusto una de las líneas de pensamiento que gobiernan nuestra existencia cotidiana. Como el niño ahorcado que Maurizio Cattelan ha traído hasta el Monasterio de la Cartuja.


El niño de Cattelan Posted by Hello

Es curioso analizar mínimamente lo ocurrido este fin de semana. El viernes, el mismo día en que se abría la Bienal, la Consejería para la Igualdad y Bienestar Social de la Junta de Andalucía pedía a los organizadores la retirada del niño de Cattelan por considerarlo una imagen de una extremada violencia que podía herir la sensibilidad de los espectadores. La Bienal responde en sentido negativo, y la Consejería de Cultura de la Junta se alinea con su postura. Hasta aquí, obviando la falta de coordinación de la administración andaluza, todo más o menos normal.

Lo verdaderamente alucinante del asunto son las justificaciones de los organizadores. Harald Szeeman, comisario, afirma que bueno, que realmente no es una imagen tan violenta, que, en el fondo, si la gente se fija bien, el niño tiene los ojos abiertos y una expresión de sonrisa, es como un crucificado triunfante...


Detalle Posted by Hello

Sin comentarios.

Pero quien sobrepasa todos los niveles de la estulticia es la directora-gerente del certamen, la insigne Juana de Aizpuru (esa que para inaugurarlo organiza un concierto con música de Mozart, Schumann y Ravel). "La obra viene a hacer un llamamiento de atención a una sociedad hipócrita que se indigna y sorprende por un muñeco colgado de un palo, pero que es capaz de ver por televisión cómo muere de inanición un niño en brazos de su madre sin fijarse en él.". Échale guindas al pavo. La directora-gerente del certamen no sólo le dice a la gente (la que le paga los caprichos a los cattelanes de turno) que es insensible ante el sufrimiento de los niños (algo tan demagógico como rigurosamente falso), sino que le resta valor a la oferta que ella misma nos propone, al convertir la supuesta obra artística en "un muñeco colgado de un palo", negándole así al arte su esencial valor simbólico, sin el cual no tendría ningún sentido, no existiría. Pero continúa: "Cattelan pone el muñeco en esta situación para que veamos aunque no queramos hacerlo, [y así consigue unir] ética y estética". ¿Para que veamos qué, a un muñeco colgando de un palo? En las ferias de muchos pueblos, todos los años. Aunque allí habitualmente no se jactan de unir ética con estética, se conforman con divertirse. Y termina: "[Ante la polémica generada], Maurizio Cattelan ha conseguido lo que quería. [Su obra] ha tenido el efecto que buscaba: abrir un debate y denunciar la hipocresía de Occidente". De verdad que esto causa tanta risa, que no sé muy bien por dónde empezar. Ha conseguido lo que quería. Coño, claro. Si yo me meto en el Covent Garden el día de estreno de La Traviata y me cago sobre la alfombra del foyer, habré conseguido lo que quería, conmover las conciencias de los asquerosos burgueses occidentales, que no se preocupan por las miles de personas que mueren de cólera todos los años en el mundo. En cuanto a considerar que lo de Cattelan abre un debate, es indicador claro de que tantos años pasados en Sevilla han hecho que la señora de Aizpuru no pueda poner control al sentido de lo hiperbólico.

¿Mi opinión? Pues si no ha quedado clara, que esto es sólo una muestra del fraude en el que se revuelcan y del que se alimentan (en su sentido más literal) centenares de artistas actuales. Denunciar la situación de pobreza e injusticia en la que viven muchos niños es una labor noble. Hacerlo a través de la creación artística merece todos mis elogios, pero es algo que resulta extremadamente difícil. Las (buenas) intenciones de desplegar un discurso ético a través de una obra de arte conducen con frecuencia al sermón o al panfleto más astringentes, moralina sin menor categoría ni ética ni estética. Sí, definitivamente escribir Oliver Twist o pintar el Guernica es mucho más difícil que colgar a un muñeco de un palo.

[Cuando tenía ya las imágenes escogidas y colocadas en su sitio e iba a empezar a escribir esta reflexión, he descubierto que Arcadi Espada se hace eco hoy también de la cuestión. Me complace la coincidencia. El retraso en su publicación sólo se debe a problemas con Blogger]