viernes, 7 de mayo de 2004

Gerhard Hüsch y Heinrich Schlusnus

Continúo oyendo a Schubert en grabaciones históricas. El Viaje de invierno de Gerhard Hüsch es un prodigio de naturalidad, de lirismo. El caminante de Hüsch parece menos abrumado por el peso de la decepción, como si él no fuera en realidad el protagonista del ciclo, como si simplemente estuviera narrando las tribulaciones de una tercera persona y emprendiese su viaje a la busca del tañedor de zanfoña que pudiese acompañar su relato.

Otro de los grandes fue Heinrich Schlusnus, barítono de timbre luminoso y mágico dominio de las medias voces. Su An die Musik es el más melancólico que he oído jamás. En esos tres escasos minutos, Schlusnus captó toda la verdad del canto schubertiano. El tempo reposado, el legato milagroso, el silencio justo, la infinita delicadeza de cada acento, de cada sílaba hacen de esta canción un prodigio de expresividad y de sencillez. O Die forelle, cuyo tono intrascendente sitúa en el sereno ámbito de lo doméstico, evitando cualquier tentación de vulgarización. ¿Y qué decir de la ternura con la que dice la Ständchen de El canto del cisne? ¿O el sentido de lo nocturnal que imprime a la Nachtstück, sobre texto de Mayrhofer? Los lieder más dramáticos (Erlkönig, por ejemplo) se nos presentan además sin el exceso de énfasis que tanto popularizó Fischer-Dieskau, un exceso del que hoy algunos barítonos (Henschel) empiezan por fin a despojarse. Es una forma de confirmar que, definitivamente, Fischer-Dieskau no inventó el lied.