Música y política
¡Qué lejanos quedan hoy los días del compromiso político de los compositores! Un compromiso que se sustanciaba siempre en la asunción, la mayoría de las veces acrítica, de las tesis revolucionarias. ¡Qué vacuas resultan hoy obras como A floresta è jovem e cheja de vida o ¿Dónde estás hermano? de Luigi Nono! El mosaico musical, basado en una polifonía de voces y electrónica, de A floresta conserva intacta la fuerza y la intensidad expresiva de las mejores obras del compositor, pero su mensaje nos llega vacío, fofo, inútil como herramienta de transformación social (¡falaz utopía de los compositores y los escritores de los 60, que no leyeron a Rimbaud o, peor aún, lo leyeron fatal!).
Voices of Protest
La caída del muro, con la consiguiente democratización de los países de aquel lado del telón, colocó a muchos intelectuales en una situación ciertamente comprometida: de repente, su compromiso se veía como aliado de una de las más crueles formas de opresión conocidas. O se seguía apoyando a los nostálgicos que deseaban frenar los anhelos de libertad de una sociedad mayoritariamente prooccidental y procapitalista o se dirigía la mirada hacia China, Cuba y los restos (poco aceptables intelectual y éticamente) del naufragio o se hacía como que la defensa de la "libertad" había sido siempre el fundamento de su "lucha"... Pero lo que los "intelectuales comprometidos" no pueden hacernos creer es que ellos no sabían. No pueden alegar ignorancia, cuando ya en 1940 Manuel Chaves Nogales remataba su Agonía de Francia con unos párrafos que no me cansaré de repetir ni de releer:
"La caída de Francia no es, sin embargo, el drama lamentable de un pueblo cobarde que no ha querido batirse. No. Francia, durante los meses de la guerra, que han sido su agonía, lucha, no contra el enemigo exterior, sino consigo misma. El proceso de su caída es una verdadera tragedia con todos los elementos de la tragedia clásica. Es la lucha de lo consciente contra lo inconsciente, del hombre contra el mito, del héroe contra la divinidad. Nuestra época, por extraño que nos parezca, es gran creadora de mitos y este del Estado totalitario, del Estado-Moloch, ha sido la divinidad bárbara a la que Francia ha sido sacrificada por sus propios hijos.
El nudo de esta tragedia de Francia radica en la sugestión fatal que sobre el hombre francés contemporáneo han ejercido esos mitos bárbaros que tenía que combatir, no ya porque combatirlos fuera un deber moral de ser civilizado, sino porque para seguir existiendo físicamente tenía que vencerlos, ya que esa divinidad del totalitarismo sólo había sido creada en su daño y para su perdición. Esta lucha interior que se desarrolla entre su conciencia de pueblo culto, ni un solo momento adormecida, y la fascinación que sobre él han ejercido las fuerzas de destrucción puestas en juego para aniquilarle, es lo que provoca el patético desgarramiento interior en el que Francia sucumbe.
Francia había llegado a enamorarse de su verdugo. Esta aberración, que en el ser humano aislado no es más que un caso de perversión sexual, al dominar a un pueblo y sobre todo a un pueblo superior como el de Francia, ha dado origen a una de las tragedias más hondas de la historia.
Tragedia, naturalmente, sin solución, sin más desenlace posible que el aniquilamiento del protagonista. Porque, a pesar de la fascinación que ha padecido, el pueblo francés, en el fondo de su conciencia insobornable, sabe que en ese mito bárbaro del totalitarismo al que se ha sacrificado, no hay nada, absolutamente nada más que una rudimentaria y bestial expresión biológica. Francia sabe, y no ha podido olvidarlo, que hasta ahora no se ha descubierto ninguna forma de convivencia humana superior al diálogo, ni se ha encontrado un sistema de gobierno más perfecto que el de una asamblea deliberante, ni hay otro régimen de selección mejor que el de la libre concurrencia: es decir; la paz, la libertad, la democracia.
En el mundo no hay más."
Ahora la fascinación de Occidente se llama multiculturalismo. Sus efectos pueden ser parecidos a los provocados por la rendición de Francia ante el Estado-Moloch del que hablaba Chaves. Hoy, cuando, como entonces, el único compromiso aceptable es con la libertad y con la democracia...
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