Los demás
Der Hirt auf dem Felsen, una de mis canciones fetiche, en tres versiones curiosas, la de Dame Isobel Baillie, de pésimo sonido, pero capaz de provocar una extraña atracción (la fritura atrae; me atrae); la de Lotte Schöne, deliciosa, ligera, sensual, pese a la sustitución del piano por una orquesta (el sonido tampoco es bueno); finalmente, la de Margaret Ritchie, registrada en 1947, que suena mucho mejor y que me recuerda a la de Elly Ameling e, incluso, a la de Barbara Bonney, pese a que la voz de Ritchie vibra más (a veces, demasiado).
Majestuoso, soberbio Alexander Kipnis, sabiendo poner su imponente voz al servicio de la música (estupendo Erlkönig).
Y luego están Irmgard Seefried y Elisabeth Schwarzkopff, suficientemente conocidas, y la sorpresa de Sigrid Onégin, una contralto lírica, que ofrece un Das lied im Grünen cosquilleante, o de Dusolina Giannini, soprano que consigue una gran variedad de matices en Margarita en la rueca.
Y Martha Fuchs y Herbert Janssen y Julia Culp y Elisabeth Rethberg (fritura, más fritura) y Maria Olsezwska y Gérad Souzay (claro) y no Charles Panzéra, cuyo estilo enfático no me gusta (y además tiene el mal gusto de cantar en francés), ni Georges Thill (en plan don José, acompañado por un niño y una orquesta en Erlkönig, también en francés, ¡un disparate absoluto!)...
Y por encima de todos, Schubert.
Schubert
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