viernes, 31 de diciembre de 2004

Poema

Alegría de una muchachita ante el sol, de Joan Miró

Levanto mi copa de cava, agito mi cabellera al viento (es un decir), y mientras doy buena cuenta de mi simbólica docena de uvas, abandono 2004 con mi poema-fetiche:


Ir de nuevo al jardín cerrado,
Que tras los arcos de la tapia,
Entre magnolios, limoneros,
Guarda el encanto de las aguas.

Oír de nuevo en el silencio,
Vivo de trinos y de hojas,
El susurro tibio del aire
Donde las almas viejas flotan.

Ver otra vez el cielo hondo
A lo lejos, la torre esbelta
Tal flor de luz sobre las palmas:
Las cosas todas siempre bellas.

Sentir otra vez, como entonces,
La espina aguda del deseo,
Mientras la juventud pasada
Vuelve. Sueño de un dios sin tiempo.

Luis Cernuda

jueves, 30 de diciembre de 2004

Aldea

Si Marshall McLuhan hubiese conocido el caso español, no me cabe la menor dude de que habría modificado su exitosa fórmula: nada del mundo como una aldea global, la aldea (nuestra aldea) como el mundo. Resulta en verdad tragicómico acercarse a contemplar el espectáculo de un país en lucha permanente por profundizar en la atomización y la desintegración (incluida la morfológica). Tal vez sólo el caso patético de Polonia, ejemplarizante en su histórico y constante esfuerzo por autodestruirse, tenga parangón con la situación actual de España. En un reciente chat, Arcadi Espada afirmaba que en realidad la gente es cada vez menos nacionalista, que es el establishment de los partidos políticos el que causa esa falsa percepción de la realidad. No comparto su optimismo.

Hagamos el esfuerzo de alejarnos de la gran política (y mira que nos lo ponen difícil, con el aún reciente, pero seguro que ya antiguo -en estos días han tenido tiempo más que suficiente de tramar otro-, disparate del Archivo de Salamanca, un disparate al fin y al cabo "folclórico", en afortunada adjetivación de Fernando Savater) y bajemos a las comunidades autónomas, a las provincias, a los pueblos. En esta ola que nos arrastra, digna del mayor tsunami político-social del que yo tenga memoria, no hay presidente, regional o de diputación, ni alcalde que se precie, por pequeña que sea la clientela que administra, que no dedique buena parte de sus esfuerzos a buscar, con linternas, espectrógrafos y tuneladoras si es necesario, las señas de identidad propias que los singularicen con respecto a sus vecinos. No hay pueblo, por pequeño que sea, que no se crea con derecho a gestionar su propio teatro, su auditorio, su festival de música, sus cursos de extensión universitaria y hasta su equipo en primera. No existe villa ni parroquia, por minúscula que pueda parecer, que no aspire a tener su propio diccionario de modismos y expresiones locales, y eso cuando no pueden aplastar a sus vecinos con la lengua o el dialecto autóctonos, expresión última de la riqueza lingüística de la España plural.

El pretendido carácter anárquico de los españoles, que muchos viajeros románticos recogieron en sus libros de viaje por nuestro país y que supuestamente nos convertía en un pueblo ingobernable, ha alcanzado cotas dignas del esperpento en estos días de finales de 2004, en que no sólo los reyezuelos de taifas desafían, sin coste alguno, las leyes que a todos obligan, sino en que su fundamento se dinamita desde la propia administración central del Estado. La próxima invasión almohade, con su caudal dogmático e intolerante, nos la tenemos bien merecida. Pero no llegará de África, como muchos piensan. Se incuba lentamente en el interior de nuestra débil sociedad, intelectual y moralmente degradada.

miércoles, 29 de diciembre de 2004

Perros

Un perro andaluzYa que Saf ha traído el nombre de Juan Ramón, me gustaría recordar el enorme ascendiente que el poeta de Moguer tuvo sobre todos los escritores (y artistas en general) vinculados de uno u otro modo al 27, para quienes era un verdadero padre artístico. Hipocondríaco y bastante mezquino, Rafael Cansinos Assens lo retrata a la perfección, tanto en las anécdotas que cuenta en sus imprescindibles y magistrales Memorias, como en el retrato que nos pinta en su obra crítica. Escribe Cansinos: "Juan Ramón Jiménez es una esencia virginal. Su rareza está toda en el espíritu, en esa finísima voz no tenida hasta entonces por nadie, en esa mística pureza por la cual le atribuimos mentalmente vestes blancas y le identificamos con la poesía misma. Cuando viene a Madrid y vamos a verle, los domingos, en mística romería, Villaespesa, los Machado, Ortiz de Pinedo y algún otro olvidado, a aquel Sanatorio del Rosario, blanco y florido, donde él sueña tras los cristales de su ventana sobre el jardín, nos sentimos intimidados en su presencia. La voz atronadora de Villaespesa se hace aquí apagada; y nosotros procuramos sentarnos sin ruido en los nobles asientos. Juan Ramón es quieto y frío como una sombra, impasible hasta cuando nos muestra el retrato de Verlaine. Y pulcro como un mármol. Lleva ya la barbilla faunesca a lo Rubén, viste de obscuro, con la elegancia de un dandy, y es como un Musset juvenil, pálido y fino, el Musset galante de las cenas de Tortoni y los bailes en la Ópera. Todo es pulcro en él y a su alrededor. Todo, hasta las cuartillas que nos muestra, de un noble papel rígido, en que él escribe sus versos con una fina letra vertical, cuyos rasgos no olvidará Ortiz de Pinedo, ni tampoco la firma, con una simple raya por toda rúbrica. Algo nos defrauda en esta entrevista, como siempre que creemos encontrar un alma y hallamos también un cuerpo. Esta vez es la impasibilidad del que creíamos encontrar deshecho en lágrimas; la fría corrección mundana del hermano de la luna y la ligera ironía de esa sonrisa que nos descubre dientes blancos, cuando el poeta habla de algún pobre colega menos dotado de gracia sutil".

Esta admiración, que en Cansinos se trufa también de decepción, es la misma que sintieron todos los poetas de principios de siglo por JRJ. Pero, como Freud nos ha enseñado, si uno quiere crecer tiene que liquidar a su padre. Y eso hicieron, uno por uno, todos ellos. La ruptura con Juan Ramón fue un paso casi imprescindible para todos y cada uno de los miembros de una generación irrepetible. Aunque bien es cierto que en algunos casos el asesinato del padre fue cruel hasta lo psicopático:

"Sr. Dn. Juan Ramón Jiménez
Madrid

Nuestro distinguido amigo: Nos vemos en el deber de decirle -sí, desinteresadamente- que su obra nos repugna profundamente por inmoral, por histérica, por cadavérica, por arbitraria.
Especialmente:
¡¡MERDE!!
para su Platero y yo, para su fácil y mal intencionado Platero y yo, el burro menos burro, el burro más odioso con que nos hemos tropezado.
Y para V., para su funesta actuación, también:
¡¡¡¡MIERDA!!!!
Sinceramente.

Luis Buñuel y Salvador Dalí".

lunes, 27 de diciembre de 2004

Hinojosa

Manuel Altolaguirre, Baltasar Peña, Luis Cernuda y José María Hinojosa (Ronda, 1928)En mayo inauguré El festín de la araña con un comentario sobre José María Hinojosa. Leía por entonces La Flor de Californía y apenas sabía nada de él. Me sorprendió que una obra con unas imágenes de tanta fuerza expresiva pudiera ser tan desconocida y profundicé algo más en su personalidad artística. Descubrí a un escritor interesante, con una alta significación histórica por su papel en la difusión del surrealismo en España, acaso no un gran poeta (desde luego, inferior a Cernuda, Aleixandre, Alberti o Lorca), pero al fin y al cabo un hombre cuya actividad literaria no merecía el olvido absoluto al que había sido condenada.

Descubrí, claro está, su trágica muerte en la Guerra Civil, en una saca de los milicianos, y me pregunté cómo era posible que los vencedores de la guerra no hubieran usado su imagen para contrarrestar la propaganda republicana con el caso paralelo de García Lorca. Muchas de esas respuestas he empezado a conocerlas ahora, cuando he tenido acceso a una comunicación del profesor Julio Neira en un Congreso sobre Hinojosa y el Surrealismo español celebrado en San Roque en el año 2000. Su interpretación acerca de la actitud del franquismo con el poeta está llena de sentido: "...en el ambiente del nacional-catolicismo imperante en España durante la posguerra una literatura iconoclasta y transgresora en lo religioso, lo social y lo sexual como la que había publicado Hinojosa entre 1928 y 1931 contradecía de raíz los principios estéticos e ideológicos clasicistas y conservadores que auspiciaba la cultura oficial". Manuel Altolaguirre (3º por la izquierda), Luis Cernuda (5º) y José María Hinojosa (7º) en el Pantano del Chorro (1928)Cita también Neira la explicación que Guillermo Carnero ofreció en la revista Saber leer de abril de 2000 sobre las causas que provocaron el olvido del poeta malagueño, auspiciado incluso por quienes fueron sus compañeros: "1. La evidente falta de calidad de los tres primeros libros le privó del aprecio inicial de sus compañeros, tanto como su procedencia social y su señoritismo; 2. el hecho de que La Flor de Californía fuera, en términos de prioridad cronológica, el libro fundador del Superrealismo español hizo a otros sentirse amenazados en cuanto a su protagonismo en ese episodio de la trayectoria del 27; y 3. ante la muerte de Hinojosa sólo cabían dos posibilidades desvirtuar su pertenencia al 27 o enmascarar las circunstancias de aquella muerte".

Lo más terrible de todo es cómo sus propios compañeros y amigos lo negaron repetidamente a su muerte. La envidia (Hinojosa era no sólo rico sino generoso) ocupa un puesto en absoluto desdeñable en este triste episodio. El juicio de Neira es aquí implacable, y se fija para ello en tres personajes absolutamente cruciales: José Moreno Villa, Rafael Alberti y Manuel Altolaguirre. José María Hinojosa, Manuel Altolaguirre (detrás, casi oculto) y Luis Cernuda en el Pantano del Chorro (1928)Moreno Villa, con el que compartió amistad en Toledo, Madrid, Málaga y París y que fue el prologuista entusiasta de La Flor de Californía, se refiere a Hinojosa en sus Memorias en los siguientes términos: "El pobre José María, que en verdad era un poeta pardillo deslumbrado por una larga estancia en París". Mucho peor fue lo de Manuel Altolaguirre, malagueño como él, amigo de la infancia, compañero de pupitre, que tergiversa de esta forma las circunstancias de su muerte (que debió de conocer bien, pues perdió a dos hermanos en circunstancias semejantes): "Al iniciar su campaña política, en uno de los mítines en donde iba a contradecirse a sí mismo delante de los trabajadores explotados de sus propias tierras, fue víctima de un sangriento motín que le costó la vida. A cuchilladas mataron sus compañeros al poeta que había soñado durante su juventud con una sociedad más justa". Y absolutamente despreciable la actitud de Alberti (extraordinario poeta, pero al que cuanto más conozco, más execrable me parece como persona), que no sólo repitió en La arboleda perdida la información de Altolaguirre (según la cual, José María murió "...caído bajo las balas de sus propios campesinos en las confusas horas iniciales de la Guerra Civil"), sino que en sus últimos años afirmó haberlo apenas conocido. Y comenta rotundo Neira: "...bastan las cartas del gaditano a José María Chacón y Calvo publicadas por Zenaida Gutiérrez-Vega (Corresponsales españoles de José María Chacón, Fundación Universitaria Española, Madrid, 1986), de lectura incluso sonrojante por sus elogios y protestas de amistad, para conocer el intenso vínculo que les unía cuando en 1925 Hinojosa le visitó durante su retiro en el serrano pueblo de Rute, o cuando juntos subieron a Juan Ramón Jiménez sus libros primeros: Poesía de perfil y Marinero en tierra". Y el corolario terrible: "Pero la Guerra Civil rompió vidas, amistades y toda una sociedad, la española". Parece mentira que lo hayamos olvidado tan pronto.

domingo, 26 de diciembre de 2004

Demonios

El Infierno (Tríptico de El juicio final) de El BoscoMucho antes de que los curas agitaran la eternidad ante nuestros espantados ojos de niño, estaban ellos. Entre los cuerpos abrasados por el deseo de los bailarines paleolíticos, en medio de las bacanales y los orgiásticos rituales de la primavera. Te cercaron. Recuerda los susurros, la brisa tibia sobre los párpados y los minúsculos calambres en el abdomen. La belleza. Trataron de robársela transmutándolos en carneros enfurecidos y babeantes, desparramando en su torno efluvios sulfurosos, ataviándolos con fuegos, pústulas, colmillos y tridentes. Pero ahí siguieron, para que nunca olvidáramos que carne y sangre somos. Recuerda que te hicieron feliz, que fueron los únicos que pudieron detener el tiempo. Para ti. No les temas, pues el infierno nos acompaña en cada paso a nosotros y no a ellos.

Sí, tu niñez: ya fábula de fuentes.

sábado, 25 de diciembre de 2004

Ángeles

Coronación de la Virgen de Ghirlandaio (detalle)

Nos precedieron. En el lamento de Isis, en las ánforas griegas encalladas en nuestras costas, con la espada flamígera expulsando a nuestros primeros padres del Paraíso, en las Inmaculadas de Murillo, tañendo laúdes y arpas celestiales. Te escoltaron. Recuerda que naciste a su amparo y creciste por su incorpórea mano vigilada, en los incendios, en lo profundo de las cavernas y en medio de las olas como rascacielos del Mar del Norte. Te guiaron. Y se hicieron parte de ti, para que sintieras el privilegio de alumbrarlos. Los miras con asombro, viendo cómo crecen sus alas. Algún día no muy lejano volarán libres, para custodiar y crear otras vidas. Jamás se detienen. Y aunque se marchen, seguirán para siempre revoloteando sobre tu cabeza, fijas las miradas en tu corazón. No temas, pues sabes bien que sólo son terribles en las elegías de Rilke.

Sí, tu niñez: ya fábula de fuentes.

jueves, 16 de diciembre de 2004

Víctimas

A Pilar Manjón.

Señora, seguí ayer con emocionada atención su comparecencia como representante de la Asociación 11M Afectados del Terrorismo ante la comisión parlamentaria que investiga los atentados del 11 de marzo pasado en Madrid. Un hijo suyo murió asesinado aquel fatídico día, lo cual lamento profundamente. Comprendo su dolor y me solidarizo con él, aunque no pueda compartirlo, porque el dolor nunca se comparte, ni siquiera el dolor de las personas más cercanas, es siempre algo íntimo, personal, intransferible. Pero lo comprendo, porque yo también he sufrido pérdidas, quizá (y por suerte) no tan traumáticas como la suya, mas suficientes para entender el desgarro que provoca la desaparición de alguien querido, más aún cuando su muerte se produce en circunstancias especialmente terribles, como las que concurrieron aquel día.

Pero, más allá del dolor y de la emoción, usted leyó ayer en público, ante la comisión parlamentaria, un documento, al parecer consensuado con todos los miembros de su asociación, por el que fijan su posición ante los hechos sucedidos en España desde aquel 11 de marzo y en relación con el tratamiento que esos hechos han merecido de instituciones, medios y ciudadanos en general. Y entenderá que ese documento sea en sí mismo discutible y criticable, que el sentimiento de solidaridad que pueda sentir ante el sufrimiento de las víctimas no lleva aparejado la renuncia a analizar y juzgar sus actuaciones, procedimientos y manifiestos. Es por eso que me atrevo a comentar las grandes líneas de su discurso, que me provocaron sentimientos ambivalentes.

Comparto plenamente con usted la censura al tratamiento partidista que desde el mismo 11 de marzo los grupos políticos españoles dieron al atentado, y con él, a sus víctimas. Deploro tanto como usted el abusivo empleo por parte de la mayoría de los medios de comunicación nacionales de las imágenes de la tragedia, que han sobrepasado con mucho los límites del interés informativo. Lamento profundamente que se hurgue en su intimidad y que haya quienes aprovechen su expuesta situación pública para mercadear con su dolor. Respaldo calurosamente su petición de disolver la actual comisión de investigación parlamentaria para sustituirla por otra formada por expertos sin afiliación política alguna. Apoyo, por supuesto, cualquier medida que pueda arbitrarse para ayudar razonablemente a los supervivientes del atentado y a sus familiares a superar el trauma ocasionado. Y no puedo por menos que compartir fervientemente sus deseos de paz, de tolerancia y de unidad ante al terrorismo.

Sin embargo, hay algunos aspectos de su discurso que no sólo no puedo defender, sino que no tengo más remedio que combatir activamente (con la palabra, por supuesto). Saltando por encima de algunos matices menores, me gustaría fijar mi atención en algunas de sus afirmaciones, que entiendo absolutamente desacertadas. Así, cuando usted dice tender la mano a "todos los supervivientes de cualquier violencia política" no puedo evitar sentir un escalofrío subiéndome por la espalda. ¿Qué entiende usted por "cualquier violencia política"? ¿Qué tipo de equivalencia pretende establecer con el uso del indefinido "cualquier"? ¿Acaso pretende usted igualar la legítima violencia que ejercen los estados como garantes de la defensa y la seguridad de los ciudadanos con la ejercida por los grupos terroristas? ¿Y si no es así, porque esa inconcreción, justo en este punto, en un discurso plagado de alusiones directas? Fíjese bien a la hora de tender la mano, señora, no sea que algún verdugo vaya a incrustarse, abrazado, en las filas de las víctimas.

En su manifiesto, hace usted algunas otras alusiones que estimo de especial gravedad, como su insistente tendencia a responsabilizar a las autoridades españolas del atentado. Eso es sencillamente inaceptable. Afirma usted que "se han tomado decisiones de una gravedad extrema en su nombre [del Pueblo], sin consultarle y en contra de su voluntad" en clara referencia al apoyo político del Gobierno que presidía José María Aznar a la intervención armada en Iraq. Me parece inconcebible que hablando, como dice hacerlo, desde "la reflexión y el sosiego", pueda usted hacer este tipo de afirmaciones, poniendo en conexión la decisión, discutible pero legítima, de un gobierno democrático con la vileza cometida por un grupo de canallas. Quizá usted olvide, porque no puede no saberlo, que vivimos en una democracia representativa y que en su seno las decisiones tomadas por las autoridades están legitimadas por las consultas periódicas a los ciudadanos (o, si usted prefiere, al Pueblo). Y como verá no he perdido ni un segundo en analizar la supuesta conexión entre la guerra de Iraq y los atentados del 11-M, porque eso es algo sin relevancia para lo que nos ocupa. ¡Hasta ahí podríamos llegar, que las decisiones de un gobierno democrático las marcaran las amenazas explícitas o veladas de los terroristas!

En segundo término, me parecen igualmente rechazables sus continuas imputaciones a la supuesta imprevisión de los responsables políticos como causa de los atentados, hasta el punto de hacerlos responsables de ellos. Que hubo algunos mecanismos de control que fallaron parece evidente, que los jueces deberían depurar las responsabilidades por negligencia que se determinen en el curso de la investigación me parece necesario, como el hecho de que esa comisión de investigación independiente, que usted y yo deseamos, debería analizar lo que falló para mejorar en lo posible las medidas preventivas de cara al futuro. Pero no deja de resultar tremendamente demagógico el pretender que el atentado se habría evitado si los responsables políticos y policiales hubiesen tomado las medidas oportunas. No, señora Manjón, no. La previsión puede reducir el riesgo pero no acabar con él. No, en ningún caso, y menos en una sociedad abierta y democrática como la nuestra. Su dolor, su sufrimiento, su indignación no le dan derecho a hacer ese tipo de imputaciones a nadie. Los responsables de la muerte de su hijo y de las otras 191 personas que fallecieron como consecuencia de aquellos atentados son quienes pusieron las bombas y aquellos que los incitaron y que los protegieron, nadie más. No se confunda en algo tan importante como eso, señora Manjón. Porque su intachable demanda de justicia puede quedar herida de legitimidad por su actitud de no reconocérsela a los demás.

También hizo usted alusión a los incidentes que se produjeron en las puertas del Congreso el pasado 29 de noviembre, y cómo hubo alguien que llegó a decirles a un grupo de miembros de su asociación "que se metieran sus muertos por el culo". Entiendo y comparto su indignación y su amargura. Caiga sobre esa persona (o sobre esas, si fueron varias) el oprobio y la más firme de mis condenas. Pero me gustaría recordarle que usted se encontraba allí con las manos pintadas de rojo, simulando la sangre derramada, llamando asesino al anterior Presidente del Gobierno. ¿También lo hizo desde la reflexión y el sosiego? Entenderá que después de un episodio así dude de su declarada intención de aunar las voluntades de todas las víctimas, independientemente de su afiliación o sus simpatías políticas.

Señora Manjón, lamentablemente España sufre el azote terrorista desde hace más de tres décadas. Más de mil muertos y miles de heridos y afectados han causado los terroristas entre nosotros en ese tiempo. Yo comprendo perfectamente que para usted lo más importante sea su hijo. Cada uno de los afectados pondrá a su familiar, a su amigo, a su compañero, a su vecino por encima de los demás, porque, como usted decía bien ayer, cuanto más cercanas a nosotros más tienen las víctimas nombre, rostro e historia personal. Ignoro las razones por las cuales algunos de los afectados por los atentados de Madrid optaron por crear una asociación de víctimas del 11-M, al margen de la Asociación de Víctimas del Terrorismo, que existe y actúa en España desde hace años. Supongo que serían diferencias de criterio (políticas, por tanto) o acaso la consideración de que el atentado del 11-M fue tan peculiar que exigía una actuación claramente diferenciada del resto. Es posible que así sea, y supongo que con el paso del tiempo la mayoría de ustedes acaben por integrarse en la AVT, que, como sabe, ayer presentó ante la comisión un documento bien diferente al suyo. Me permito recordarle esto para que entienda que la ideología no es algo de lo que podamos despojarnos y dejar colgado en el perchero cuando nos apetezca. Nos acompaña siempre, y se entromete subrepticiamente en todos nuestros actos, a veces sin que podamos advertirlo. No me parece que sea malo reconocerlo. Su discurso de ayer ante la comisión parlamentaria tuvo un sesgo ideológico evidente, por más que se esfuerce en negarlo. Y le recuerdo que su condición de víctima le da exactamente la misma legitimidad para defender sus puntos de vista que la que yo tengo para combatirlos. La dignidad de los muertos queda muy por encima de eso.

Cordialmente.

miércoles, 15 de diciembre de 2004

Tesis

Anton Webern fue el compositor más influyente de todo el siglo XX. En sus Seis bagatelas Op.9 para cuarteto de cuerdas está concentrada toda la música del futuro. En esos seis aforismos, construidos casi con la técnica del haiku, alienta una poética nueva, un lirismo que sólo será entendido después de la Segunda Guerra (para contradecirlo con miles de horas de música innecesaria, todo ha de ser dicho).

Continuar un concierto con el sentimentalismo de folletón de los Crisantemi de Puccini (¡ay, Amadeo de Saboya, qué rey perdió España!) puede ser un auténtico disparate. O no. Baricco le añade un par de vacas y se escribe toda una tesis sobre la estética del Novecientos.

martes, 14 de diciembre de 2004

Comisiones

Ya dijimos algo de eso por aquí (en plural mayestático, que queda más in y más académico y más todo). Que algunos de los que consideraban la comisión de investigación poco menos que sinónimo de la democracia empiecen a decir lo mismo no está mal: "Cabe preguntarse, a la vista de la postura de cada una de las fuerzas políticas, si la Comisión de investigación ha servido para algo más que reafirmar las posiciones de partida. Porque si las revelaciones y los datos ofrecidos durante meses por los distintos comparecientes sucumben a apriorismos y a interesados juicios de valor, la verdad que salga de la comisión será una verdad a la medida de cada una de las partes, pero no la que merecen las 192 víctimas mortales del 11-M." (ABC. Editorial, 14-12-04)

Schütz

Heinrich Schütz (1585-1672)La tristeza en la mirada tiene un profundo significado. Heinrich Schütz fue no sólo el más importante compositor alemán del siglo XVII (y uno de los más longevos: murió con 87 años cumplidos), sino también uno de los más desdichados. Vio morir a su esposa en plena juventud, a sus hijas superada ya la infancia, pero no aún mujeres, sufrió directamente la desolación que la Guerra de los Treinta Años causó en su país y que no sólo se llevó por delante las vidas, las casas, los bienes, las cosechas y las ilusiones de varias generaciones, sino que también afectó gravemente a la vida cultural y musical de Alemania, arrasando palacios, archivos, bibliotecas, colecciones, instrumentos y obras (entre ellas, su Dafne, la primera ópera germana de la historia), dejando vacías las capillas y las orquestas, tanto las vinculadas a las iglesias y a las catedrales como las de los príncipes. Como maestro de capilla del Elector de Sajonia dio siempre la cara por sus subordinados, exigiendo los atrasos (que en ocasiones sobrepasaban el año), desviviéndose por su bienestar, buscando siempre alternativas para los casos de desamparo más urgentes. Como pago, recibió el desprecio del príncipe heredero, que, finalizada ya la guerra, prefirió promocionar al castrato Bontempi antes que seguir confiando en su magisterio de más de treinta años en Dresde. Soportó la afrenta por lealtad al príncipe Johann Georg, pero cuando este falleció en 1655 decidió que su tiempo se había consumado, y se retiró a Weissenfels, aunque conservó su antiguo cargo y su sueldo, que eso no se atrevieron a arrebatárselo. Con 70 años cumplidos ni él mismo pensaba que sobreviviría mucho tiempo, pero vivió aún 17 largos y productivos años.

En su juventud, hijo de una familia acomodada, exquisita educación, nada hacía prever ni la extrema longevidad ni el cúmulo de desgracias que lo acompañarían. Como culmen a su formación, pasó tres años en Venecia junto a Giovanni Gabrieli, uno de los compositores de moda, que había popularizado el empleo de la policoralidad aprovechando el singular espacio de la Basílica de San Marcos. En 1611, cuando llevaba dos años ya con Gabrieli publica su primera colección, los Madrigales italianos, y... sorpresa: nada de Gabrieli en las primeras dieciocho piezas de la obra, que son madrigales tradicionales a cinco voces, sólo en el decimonoveno y último, Schütz emplea la técnica del doble coro típica de su maestro, pero curiosamente se trata del punto más débil de toda la colección...

Gabrieli estará presente en cualquier caso en muchas de sus obras: así en la exuberancia y majestuosidad de los Salmos de David (1619), su segunda obra, y la primera de contenido religioso.Symphonia Sacrae IIEn la segunda mitad de los años 20, cuando la guerra asfixiaba ya a la economía de Sajonia, Schütz volvería a Venecia, en esta ocasión para conocer a Claudio Monteverdi, el nuevo maestro de San Marcos, uno de los mayores talentos artísticos que haya parido jamás hembra humana. De Monteverdi, Schütz aprendió el estilo concitato, el cantar parlando, el recitativo, la declamación... Sus nuevos descubrimientos los pondrá rápidamente en práctica, en su primer libro de Sinfonías sacras, editado en 1629. 18 años después Schütz publicaría un segundo volumen de Symphoniae Sacrae (y en 1650 un tercero), una selección del cual acaba de grabar un grupo que responde al nombre de La Chapelle Rhénane, cuya existencia desconocía, aunque sí me era familiar Benoît Haller, tenor y director del conjunto, así como algunos cantantes e instrumentistas (entre ellos su primer violín, el sevillano José Manuel Navarro).

Como para dejar clara la influencia monteverdiana en la colección, Haller decide abrir con Es steh Gott auf, concierto espiritual en el que Schütz utiliza no sólo el bajo ostinato, sino el material melódico del célebre Zefiro torna de Monteverdi. Por supuesto que la presencia del gran maestro italiano va mucho más allá de la cita puntual, impregnándolo todo de una luminosidad melódica arrebatadora. Tampoco pudo evitar Schütz la sugestión de La Monica, que emplea tal cual en Von Gott will ich nicht lassen. Nueve motetes más componen el disco, sin duda, el mejor de los dedicados a Schütz en este año 2004. No sólo la selección de la música está hecha con mano maestra, sino que la interpretación es soberbia, de una plasticidad, una intensidad sonora y una capacidad para emocionar absolutamente extasiadoras. Calurosamente recomendado.

sábado, 11 de diciembre de 2004

Suicidas

"No hay más que un problema filosófico verdaderamente serio: el suicidio. Juzgar que la vida vale o no vale la pena de que se la viva es responder a la pregunta fundamental de la filosofía." (El mito de Sísifo. Albert Camus)

Hay suicidas:

"(Renovigo, Nº 5)
OTRO SUISIDA
Ingrata sorpresa fue leer en 'Ortográfiko' la noticia de aber fayesido en San Luis Potosí el 1º de marzo último, el teniente koronel (asendido a koronel para retirarlo del serbisio), Adolfo Abila Sanhes. Sorpresa fue porke no teníamos notisia de ke se ayara en kama. Por lo demás, ya ase tiempo lo teníamos katalogado entre nuestros amigos los suisidas, i en una okasión se refirió 'Renovigo' a siertos síntomas en él obserbados. Solamente ke Abila Sanhes no eskojió el rebólber komo el eskritor antiklerikal Giyermo Delora, ni la soga como el esperantista fransés Eujenio Lanti.
Abila Sanhes fue un ombre meresedor de atensión i de apresio. Soldado pundonoroso onró a su institusión en la teoría i en la práktika. Tubo un alto konsepto de la lealtad i fue asta el kampo de bataya. Ombre de kultura, enseñó siensias a jóbenes i adultos. Pensador, eskribió bastante en periódikos i dejó algunas obras inéditas, entre ellas 'Máximas de Kuartel'. Poeta, bersifikaba kon gran fasilidad en distintos jéneros. Artista del lápis y la pluma, nos regaló barias beses kon sus kreasiones. Linguista, era muy afekto a tradusir sus propias produksiones al inglés, esperanto i otros idiomas.
En konkreto, Abila Sanhes fue ombre de pensamiento y aksión, de moral i de kultura. Esto son las partidas de su aber.
En la otra kolumna de su kuenta, ai kargadas barias, i es natural titubear antes de lebantar el belo de su vida pribada. Pero komo no la tiene el ombre públiko i Abila Sanhes lo fue, inkuriríamos en la falta ke antes señalamos okultando el reberso de la medaya. En nuestro karákter de biógrafos e istoriadores debemos romper kon los eskrúpulos.
Konosimos personalmente a Abila Sanhes ayá por 1936 en Linares, N. L., i luego en Monterei lo tratamos en su ogar, ke paresía próspero y felis. Años después ke lo bisitamos en Samora, la impresión fue totalmente opuesta, nos dimos kuenta de ke el ogar se derrumbaba, i asi fue semanas más tarde, lo abandonó la primera esposa i después se dispersaron los ijos. Posteriormente, en San Luis Potosí, enkontró a una joben bondadosa ke le tubo simpatía i aseptó kasarse kon él: por eso kreó una segunda familia, ke abnegadamente soportó más ke la primera i no yegó a abandonarlo.
Ké ubo primero en Abila Sanhes, el desarreglo mental o el alkoolismo? No lo sabemos, pero ambos, kombinados, fueron la ruina de su vida y la kausa de su muerte. Un enfermo en sus últimos años, lo abíamos desausiado sabiendo ke era un suisida kaminando rápidamente asia su inebitable fin. El fatalismo se impone kuando obserba uno a personas tan klaramente dirijidas asia un serkano y trájiko okaso.
El desaparesido kreía en la vida futura. Si lo konfirmó, ke aya en ella la felisidad ke, aunke kon distintas karakterístikas, anelamos todos los umanos." (Rayuela. Julio Cortázar)

...y suicidas:

"Una patrulla de la Guardia Civil estuvo a punto de evitar el accidente provocado por un conductor que circuló en dirección contraria por la A- 1 en Madrid y que causó la muerte de un matrimonio la medianoche del miércoles. Los agentes lograron pararse frente al kamikaze -que también falleció en el siniestro- y le ordenaron que se detuviera cuando llevaba menos de cinco minutos circulando, pero éste logró esquivar el control tras golpear levemente el vehículo policial. Poco después se estrelló contra el Renault Safrane en el que viajaban los fallecidos y sus dos hijos, que salvaron la vida.
Federico Nieto de la Madrina, de 40 años, empleado de banca y vecino de Alcobendas, entró a las 23.40 del miércoles con su Seat Ibiza en el sentido Irún de la autovía que une la ciudad vasca con Madrid, pero lo hizo en dirección contraria.
La Guardia Civil se preguntaba ayer aún por qué, sin hallar respuestas convincentes. Hasta que no se efectúe la autopsia no puede descartarse que condujera bebido, pero los testigos aseguran que no hacía ningún tipo de maniobras extrañas y que incluso esquivó él mismo varios vehículos. No hay tampoco ninguna prueba ni indicio de que participara en alguna siniestra apuesta.
La hipótesis de una conducta voluntariamente suicida, la que ayer tenía más peso entre los investigadores, choca con otra constatación: iba con el cinturón abrochado. " Toma esa precaución alguien que quiere morir?", se preguntó uno de ellos.
Fuera cual fuera la razón, Federico Nieto entró en la A-1 por el Molar (kilómetro 43) y a las 23.42, el 112 recibió la primera llamada de alerta realizada por Santiago Mero, el camionero que luego salvaría la vida a los niños. El servicio de emergencias recibiría luego 40 llamadas más de conductores asustados que habían salvado la vida de milagro.
El Ibiza recorrió casi 12 kilómetros por el carril izquierdo a una velocidad de unos 90 km/h. La mayoría de coches lograron esquivarlo, aunque un Opel Astra tuvo que lanzarse a la cuneta para lograrlo. El camionero lo persiguió haciendo luces desde la calzada contraria. La Guardia Civil cruzó la mediana y alertó a los vehículos para que se colocaran en el carril derecho.
Los agentes detuvieron el coche patrulla entre los dos carriles y se apearon para ordenar sin éxito al kamikaze que se detuviera. Unos 800 metros después colisionó con el Safrane y ambos ardieron. Gracias al camionero los niños se salvaron de las llamas en que quedaron envueltos los dos vehículos. El niño, de 4 años, sufre una quemadura de tercer grado en el pie izquierdo y la niña, de 6, la fractura del fémur y de dos muñecas." (La Voz de Asturias.es)

Adolfo Abila Sanhes, ombre de pensamiento y aksión, de moral i de kultura.

Federico Nieto de la Madrina, un soberano hijo de puta, con carnet y cinturón de seguridad, por mucho déficit de serotonina que tuviese.

viernes, 10 de diciembre de 2004

Don

Estudié en un colegio de niños, con don Antonio, don Carlos, don Eloy, don Francisco, don Celestino, don José María, don Juan, don Enrique, don Valentín y algunos otros profesores cuyo nombre he olvidado. El don, por supuesto, no los hacía mejores (y anécdotas guardo que pondrían en duda parte al menos de su competencia), pero los colocaba a la distancia suficiente de nosotros como para convertirlos en la fuente de autoridad que todo niño necesita para crecer.

Cuando llegué al Instituto me encontré en una situación nueva. Quedaban los viejos maestros de los que hablaba con una mezcla de respeto, temor y admiración mi hermano, pero había empezado también la renovación, con profesores jóvenes. Así, estudié con don Justo, don Teófilo, don Eduardo o don Francisco, pero también con Concha, Victoria, Wenceslao, Miguel, Obdulia, Manolo y Mari Pepa. El tuteo no los convertía necesariamente en peores profesores, como el tratamiento de usted no hacía a la fuerza más hosco y distante el carácter de los mayores. Entre los adolescentes de mi generación, el tuteo tampoco significó nunca necesariamente colegueo (aunque lo hubo, con los profesores de los que, justamente, y a la distancia, guardo el peor recuerdo) ni la abolición de la necesaria jerarquía que exige todo proceso educativo.

Es cierto que la disciplina se relajó, que nos reíamos de todo y de todos, que nos gustaba la juerga, la jarana y el alcohol, pero reconocíamos la autoridad de nuestros profesores y sabíamos valorarlos en función del nivel de exigencia que nos planteaban. Aprendíamos, porque no hacerlo habría sido renunciar a nuestra propia dignidad dentro del grupo, porque nos habían enseñado a apreciar el conocimiento como un instrumento fundamental para nuestro futuro, porque veíamos a nuestros maestros como los representantes de un mundo que un día sería el nuestro, y lo deseábamos lustroso y reluciente. Y siempre que podíamos copiábamos en los exámenes, claro que sí, y buscábamos cualquier excusa para no dar un palo al agua, por supuesto, y cada vez que nos era posible organizábamos una excursión, para dejar de mirar por un rato las paredes mugrientas de la clase. Pero éramos conscientes de todo lo que eso significaba. Asumíamos responsablemente las consecuencias de nuestro bajo rendimiento y lo que ello suponía, el suspenso, las clases extra (acaso, Campillo), la repetición de curso, quedarse sin beca, olvidarse de la Universidad, qué se yo, cada cual tenía su propia motivación…

Los veo y los escucho cada día frente a mi ventana. La media hora del recreo (o del segmento de ocio, ya no sé muy bien). Adolescentes de quince o dieciséis años de un colegio de monjas situado en uno de los barrios con más alto nivel socioeconómico y educativo de la ciudad. En piara. Y me dan ganas de llorar. Incapaces de enlazar tres frases seguidas sin emplear cuatro tacos y cinco expresiones hechas, dejando las aceras a su paso repletas de bolsas, papeles, latas, escupitajos y orines (la mierda como gran divisa de nuestros jóvenes), tratando con una desvergüenza y una falta de respeto insólitas a personas que podrían ser sus bisabuelos, ensoberbecidos, engreídos, irresponsables, impunes, dueños de un tiempo y un espacio que nadie osa defender como parte esencial de la convivencia pública, so pena de sufrir su ira desatada.

Hace dos años visité una docena de centros de secundaria en un programa de charlas sobre literatura, pintura y música. Me encontré casi de todo, pero la norma era desesperanzadora. Alumnos de 1º de Bachillerato (o sea, 3º de BUP) que clavaban en ti su mirada estólida cuando citabas el nombre de Borges o el de Bach, que no habían visitado en su vida el Museo de Bellas Artes (ni siquiera sabían de su existencia), incapaces de redactar un simple párrafo sobre cualquier tema sin faltas de ortografías, apáticos, indolentes, insolentes (curiosamente, los centros religiosos eran los peores: fue mi experiencia)...

Y quienes se dedican a la docencia me dicen que la situación no hace sino empeorar, que hace dos cursos el nivel era algo más alto. Y lo dicen como si ellos no fueran parte del problema. Qué sencillo es tener un culpable para cada cosa. El culpable del fracaso de nuestra sociedad (porque así, ni más ni menos, es como yo lo veo) es ahora la LOGSE, una normativa con sus luces y sus sombras, pero que parece que ha sido capaz de entontecer a generaciones enteras de españoles y rebajar el nivel de educación, de cultura y de civismo hasta la altura del subsuelo (y amenaza con seguir ahondando en él) en apenas una década. Gracias por la explicación, pero no. La pérdida de la excelencia como valor de referencia, la degradación de la convivencia cotidiana en los espacios públicos va más allá de unas determinadas normas publicadas en el BOE (por nefastas que estas puedan ser). Tiene que ver con nuestra sociedad de nuevos ricos, con el olvido del coste de la libertad y el progreso, con la proclama de la felicidad y la bondad universales, la creencia en el limbo de las equivalencias multiculturales y la renuncia explícita a la defensa beligerante de valores esenciales para garantizar la seguridad y la integridad de las personas. Y eso es un fracaso colectivo, que la LOGSE puede confirmar y hasta visar, pero que en absoluto explica por sí sola.

El futuro se me antoja aterrador. Basta ver cada fin de semana a manadas de universitarios (¡¡universitarios!!) vagando por las calles, botellas y vasos en bolsas de plástico, protegidos por la policía, rodeados por brigadas completas de basureros, desparramados como cerdos por las plazas que anegarán con sus vómitos y sus meadas (¡y es que hasta para emborracharse hay que tener clase!). Lo que en cualquier país civilizado del mundo sería un simple problema de gamberrismo, aquí se ha convertido en un grave problema de orden público, dominado por el chantaje, la prepotencia y el matonismo. Dicho lo cual, y en medio del pesimismo más absoluto, me pregunto: ¿sería todo distinto si don Justo siguiera siendo don Justo y Manolo fuese don Manuel?