Bach y Hogwood
En las notas de The secret Bach, el disco que ha grabado para el sello Metronome, Christopher Hogwood justifica la elección del clavicordio aludiendo a un texto de Forkel: "Su instrumento preferido era el clavicordio. Aunque permitían una gran variedad en la interpretación, los pianos à queue [claves] le parecían desprovistos de alma; en cuanto a los pianofortes, se encontraban en su época en un estado inicial y demasiado rudimentario como para que pudiera contentarse con ellos. Tenía entonces al clavicordio como el mejor instrumento para el estudio y el uso privado. Encontraba que era el que mejor respondía a sus más bellas ideas y no creía que el piano à queue o el pianoforte fueran capaces de ofrecer la gran variedad de matices que permitía ese pequeño instrumento, de sonoridad quizás débil, pero extraordinariamente dócil".
Aunque las noticias de Forkel haya que tomarlas siempre con gran cautela, el texto parece absolutamente inequívoco, tratándose de un tema como éste, que su informador (Carl Philipp en gran medida) debía de conocer perfectamente. Si resulta que en efecto Bach prefería el clavicordio para hacer música en privado y si tenemos en cuenta la gran cantidad de música doméstica escrita por el compositor, nos encontraríamos con la paradoja de que la tradición de utilizar el clave (o, antes, el piano) para presentar el grueso de la obra de tecla bachiana sería en el fondo una traición a sus deseos, a sus ideas, a su forma de concebir la sonoridad de su música. Escuchando a Hogwood en tres piezas del Clavier-Büchlein para Wilhelm Friedemann e incluso en la magnífica Partite diverse sopra il corale "O Gott, du frommer Gott" (concebida para el órgano), me pregunto si la melancolía que se desprende de la leve sonoridad del instrumento, de sus limitaciones de articulación y de dinámicas no prefigura mucho más de lo que nunca habíamos pensado la propensión nostálgica de los románticos en su estéril búsqueda de los mundos perdidos.
The secret Bach
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