Apariencias
Aún asombrado por el descubrimiento del Artificiosus Concentus pro Camera, una colección de seis suites para violín solo del compositor austriaco Johann Joseph Vilsmayr, un alumno de Biber, asisto anoche al concierto del Trío Wanderer y descubro un perfil para mí prácticamente inédito de Aaron Copland.
Hasta hace apenas tres años, se consideraba que a la obra de Vilsmayr (depositada en la Biblioteca Británica) le faltaba el bajo continuo y por eso jamás se había interpretado. En un estudio recentísimo, hecho para su edición facsimilar, un tal P. H. Nobes ha llegado a la conclusión categórica de que en realidad la obra jamás tuvo continuo y que la indicación "Con Basso bellè imitante" debe de ser entendida en el contexto de la conducción de las voces polifónicas en el violín solo. Gunar Letzbor se ha atrevido ya a grabar la colección y el resultado es fascinante. Publicadas en 1715, por tanto poco anteriores a las sonatas y partitas de Bach, estas seis suites (formadas por entre 9 y 11 movimientos muy breves: el más largo dura poco más de tres minutos) conectan a la perfección el mundo de Biber (en el mejor estilo de la escritura para violín de los compositores austriacos de su tiempo, Vilsmayr emplea la scordatura en cuatro de las suites, recurre a temas populares y hace de la sorpresa, del contraste, del virtuosismo el motivo más profundo de su música) con el del Cantor. Acaso Bach no estaba tan solo como a menudo se piensa y tengamos que recomponer muchas de nuestras ideas sobre él y sobre su entorno.
Por lo que hace a Copland, la imagen que ha perdurado de él, la del compositor que abrió una vía popular en la música americana, representada por sus obras orquestales y sus ballets de toque puramente neoclásico y conservador escritos a partir de 1935, se hace añicos escuchando sus obras de los años 20. Conocía su Concierto para piano, escrito en 1926 que, más allá de los toques jazzísticos característicos de aquel tiempo, tampoco me causó mayor impresión. Sin embargo, anoche el Trío Vitebsk me dejó verdaderamente impresionado. Escrito en aquel mismo 1926 (o 1927), la obra, de apenas 13 minutos e inspirada en una canción popular judía, tiene auténtica garra, fuerza expresiva, intensidad y es de una modernidad sorprendente, que el compositor deja claro con un comienzo disonante y en el que recurre incluso a la microtonalidad. El desarrollo de la pieza no deja de ser original en ningún momento y concluye con un elegíaco canto del violonchelo que, por otro lado, tan bien se ajustaba al resto del programa (Smetana, Chaikovski).
No deja de resultar inquietante cómo nuestros juicios se asientan casi siempre en un mundo de apariencias que constantemente creamos (acaso por pereza o, quién sabe, por pura necesidad de supervivencia) y re-creamos. Y ese universo, que elaboramos a partir de la imagen deforme de la realidad, es el que guía nuestros comportamientos y nuestras relaciones. Cuántos errores no cometeremos diariamente por su culpa. Cuántas injusticias que afecten a personas reales, sufrientes, como nosotros encerradas en un mundo de apariencias incontrovertibles.
3 comentarios:
No se acelere, don paolo. Si supiéramos, siempre, todas las circunstancias de todo desde todos los puntos de vista, seríamos Dios, y estaríamos como él reducidos a la inacción absoluta -esto es, a la inexistencia.
Pero si llevo varios meses en frenada continua... Ya sé que la vida es eso. Simplemente que ayer comprobé que mi juicio sobre Copland se basaba en una parte (pequeña) de la realidad y me di cuenta de que eso pasa siempre, absolutamente con todo. Y eso me hizo pensar que a lo mejor tengo que ser más indulgente con lo que me irrita de los demás, y no crea que no me cuesta...
excelente blog el suyo(si me permite "la crítica" que tanto desaprobaba en el post anterior. a mi me pasa un poco esto con BRAD MEHLDAU...paciencia)
en cuanto a lo de los prejuicios, no seamos tan pesimistas y veamoslo como una invitación a la sorpresa.
porque puestos a cuestionarnos procesos tambien habría que ser indulgente con los cambios de la gente. la gente cambia y a veces no somos capaces de asimilarlo o permitirlo...
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