domingo, 20 de junio de 2004

Memoria

Reivindico la memoria. Desde siempre. Incluso ahora en que la Historia ha dejado de tener, entre algunos intelectuales, buena prensa. La memoria, no sólo como modo de evitar los errores del pasado (algo que estimo más una noble aspiración que una realidad), sino para honrar a las generaciones que nos precedieron y nos hicieron posibles. Ya sé que es un tópico, pero cuando alguien muere, sólo el recuerdo de quienes lo conocieron supone una forma (insatisfactoria, claro está, pero es lo que tenemos) de triunfo sobre la muerte. Y pienso, por ejemplo, en Paul Marshall Johnson, el ingeniero estadounidense decapitado antes de ayer por un grupo terrorista en Arabia Saudí, y me parece que el hecho de que su nombre aparezca ya en una enciclopedia virtual (como el de su compatriota asesinado recientemente en Iraq, Nick Berg) es una reparación del crimen, la menor que le debemos. Aunque no crea que eso vaya a evitar otros asesinatos similares, ni crea, como en cambio piensa Arcadi Espada, que mirar las imágenes de su cuerpo destrozado sea un paso para ganarle la guerra al terror. No olvidar es para mí una forma de culto que debemos a nuestros muertos, una forma de preservar su dignidad entre nosotros, una forma de quitarles la máscara (de terror, de impotencia, de dolor) impuesta por sus asesinos.

Hace años que trabaja en España una asociación llamada Foro por la memoria, que reivindica la recuperación de los los restos de fusilados y represaliados durante la Guerra Civil Española y la inmediata posguerra. Luchar por limpiar y rescatar del olvido los nombres de tantos miles de seres humanos que murieron de forma tan injusta me parece una lucha noble, que lo sería aún más si la politización no les hiciera buscar sólo en las fosas comunes cavadas por una de las partes de los contendientes. Escucho esta mediodía en Tele 5 que el grupo cordobés del Foro por la memoria ha iniciado excavaciones en Santaella para rescatar los restos de 36 asesinados en septiembre del 36. Se nos informa de que, para tal fin, al pueblo se han desplazado arqueólogos, antropólogos, psiquiatras [sic], psicólogos [sic], historiadores y documentalistas adscritos al Foro, desde Sevilla, Madrid, Granada y la propia capital cordobesa. Algunas de estas personas aparecen en las imágenes con que se acompaña la información, junto a breves, emocionantes testimonios de familiares de los fusilados. Sobre la luz macilenta del atardecer el reportaje se cierra mientras el grupo pasa, en perfecta formación, por delante de la cámara. Uno de sus miembros lleva una camiseta de color naranja, adornada con la efigie juvenil del Che Guevara, un experto en fusilamientos. No podrá reprochársele falta de coherencia.

2 comentarios:

it dijo...

¿Represaliados y fusilados... por las dos partes??
Porque... verá... mi abuelo fue el arquitecto encargado de exhumar, abrir y reordenar las fosas de Paracuellos...

Y no sé, la verdad, si reivindicar la memoria de los queridos restos de tantas personas (de uno y otro lado) será aumentar la pena y el rencor de todos.
Las actuaciones penosas habría que relegarlas al olvido, sin apartarlas del todo -para que sirvan de enseñanza y ejemplo- pero sin revivirlas.

Eso creo yo.

Saf ;-))

Anónimo dijo...

En El Mundo Andalucía del viernes 25, estupendo artículo sobre el tema de J. A. Gómez Marín, pero no lo encuentro online y me da una pereza enorme copiar.