Vittorio Ghielmi
El mundo de la viola da gamba sigue despertando fascinación entre los aficionados que se incorporan al ámbito de la música antigua. Tras deshacer el primer y natural equívoco y comprobar que el instrumento no tiene ninguna relación con el violonchelo, uno va descubriendo que la sonoridad dulce y la flexibilidad de esta familia de instrumentos permite transmitir una extraordinaria gama de matices musicales y expresivos. Dotadas especialmente para la nostalgia y la melancolía, las violas da gamba son capaces de producir también sonidos profundos, cavernosos, que pueden recrear sensaciones y sentimientos tan variados como el dolor, el miedo, la congoja y la más exultante jovialidad.
Tras August Wenzinger, un pionero que ayudó a difundir la viola da gamba desde la Schola Cantorum Basiliensis, los violagambistas se separaron en dos escuelas fundamentales: la de Jordi Savall y la de Wieland Kuijken. La línea de Savall se continúa en músicos del talento de Paolo Pandolfo o Guido Balestracci. La de Kuijken en gambistas como Marianne Müller. Pero hace unos años, irrumpió en el panorama de la viola un italiano singular, que ha sido capaz de crear una escuela totalmente nueva: su nombre, Vittorio Ghielmi.
Si hasta hace bien poco, todo el mundo aceptaba que la viola era un instrumento de sonoridad débil, que jugaba sus bazas en la sutileza de los pianissimi, Ghielmi expresó su disconformidad con esta idea, afirmando que las violas podían sonar tan fuertes como los violonchelos (al fin y al cabo, eso se decía del insigne Antoine Forqueray, que tocaba tan fuerte como los violonchelistas), y que no había ninguna razón para no utilizar todas sus posibilidades, incluida la potencia. Con él, la figura del virtuoso de la viola ha adquirido perfiles nuevos. Y no es que antes no hubiera virtuosos (ahí están Pandolfo y Balestracci o el mismo Savall), pero sí que con Ghielmi se han hecho más apasionados, extravertidos y vehementes, más interesados por atrapar a los oyentes con el primer acorde y no soltarlos hasta el último.
Ghielmi había registrado un par de celebrados discos con el laudista suizo Luca Pianca y ahora se ha decidido a grabar uno en solitario en el singular sello de Stefan Winter. El resultado es un apasionante recorrido por la música inglesa del siglo XVII, que se acerca igual a la obra de John Jenkins, Tobias Hume o William Corkine que a las piezas populares editadas por John Playford. La interpretación, con cuatro violas diferentes (soprano, tenor, baja y lyra-viol), no da tregua al oyente ni un solo segundo. La música fluye con un ímpetu, una brillantez, una variedad de matices y de colores, una profundidad de sonido y una capacidad para la expresión de los más variados afectos verdaderamente impresionante. Con este disco, Vittorio Ghielmi traza una raya en el suelo, que nos advierte de que, a partir de este momento, su peculiar y polémico estilo interpretativo habrá de ser muy tenido en cuenta para el futuro.
Ghielmi
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