miércoles, 16 de junio de 2004

El día de Bloom

Mi lectura:

"Richie Goulding y la cartera de expedientes. Goulding, Collis y Ward le llama al bufete. Sus chistes están ya algo manidos. Menudo era. Bailando en Stamer Street con Ignatius Gallaher un domingo por la mañana, con los dos sombreros de la patrona prendidos en la cabeza. De francachela toda la noche. Empieza a dar la cara ahora: ese dolor de espaldas que tiene, me temo. La mujer tomándole el pelo sin parar. Piensa que se lo va a curar con píldoras. Todo migajas que son. Alrededor de un seiscientos por ciento de beneficios.
- Se junta con gentuza, refunfuñó Mr. Dedalus. Ese apestoso de Mulligan es un jodido rufián de cuidado lo cojas por donde lo cojas. Su nombre apesta por todo Dublín. Pero con la ayuda de Dios y de su Santa Madre me voy a encargar yo de escribirle una carta un día de estos a su madre o su tía o lo que sea que le va a abrir los ojos como platos. Lo voy a joder vivo, créanme.
Gritó por encima del repiqueteo de las ruedas:
- No voy a dejar que ese bastardo de su sobrino arruine a mi hijo. El hijo de un dependiente de poca monta. Vendiendo cordones en donde mi primo, Peter Paul M'Swiney. De ninguna manera.
Enmudeció. Mr. Bloom desvió la mirada del enfurecido bigote a la cara apacible de Mr. Power y a los ojos y la barba de Martin Cunningham, gravemente agitándosele. Bocazas testarudo. Poseído de su hijo. Tiene razón. Algo que dejar. Si el pequeño Rudy hubiera vivido. Verle crecer. Oír su voz en la casa. Caminando al lado de Molly con traje de Eton. Mi hijo. Yo en sus ojos. Extraña impresión sería. De mí. Sólo por chiripa. Tuvo que ser aquella mañana en Raymond Terrace estando ella en la ventana mirando a los dos perros que estaban haciéndolo al lado de la pared del dejad de hacer el mal. Y el sargento con sonrisa bobalicona. Llevaba aquel vestido crema con el rasgón que no llegó a coserse nunca. Dame un achuchón, Poldy. Dios, me muero de ganas. Cómo empieza la vida.
Se quedó preñada entonces. Tuvo que renunciar al concierto de Greystones. Mi hijo dentro de ella. Yo le podría haber ayudado en la vida. Podría. Haberle hecho independiente. Aprender alemán también.
- ¿Vamos tarde?, preguntó Mr. Power.
- Diez minutos, dijo Martin Cunningham, mirando el reloj.
Molly. Milly. Lo mismo pero aguado. Sus tacos de marimacho. ¡Por Júpiter jorobado! ¡Rayos y truenos! Aun así, es una niña preciosa. Pronto una mujer. Mullingar. Queridísimo papi. Joven estudiante. Sí, sí: una mujer también. La vida, la vida."

Ulysses de James Joyce. (Traducción de Francisco García Tortosa y María Luisa Venegas. [6. 77-123])

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