miércoles, 30 de junio de 2004

Apagones

No hace falta que parezcan apocalípticos, como los del año pasado en la costa este de los Estados Unidos, basta con que dejen sin ascensores, semáforos, frigoríficos, congeladores, lavavajillas, ordenadores, equipos de música, televisores, cajas registradoras, aires acondicionados, ventiladores... a varios miles de personas durante un par de horas seguidas, para que la fragilidad de nuestra civilización se nos presente en toda su crudeza. Los apagones de los últimos días en Sevilla nos muestran que la sociedad del bienestar en la que nos hemos instalado y su extensión universal tiene un coste, un precio del que la mayoría de personas no parece consciente.

La gente se levanta por las mañanas con el pitido del radio-despertador resonando aún en su cerebro, alarga la mano hasta un pulsador con el que se enciende una bombilla, va por la casa aún a tientas tocando otros pulsadores que encienden otras bombillas, se mete en la ducha y a un simple giro de un grifo consigue agua caliente. Luego pasa a la cocina, enchufa la tele para ver las noticias, enciende el tostador y la cafetera eléctricos y pone la leche a calentar en el microondas para prepararse el desayuno. Mientras, aprovecha para dejar puesta la lavadora y programar el aparato de aire acondicionado para que la casa esté fresca a su vuelta. Baja a la calle en ascensor, cruza un semáforo frente a su puerta y se mete en un coche que lo lleva a su centro de trabajo, allí enciende otras varias decenas de luces a lo largo de la mañana, se sienta ante un ordenador, responde a un número cada vez mayor de correos electrónicos y ejecuta cientos de acciones en las que consume energía, energía, energía y más energía... Una energía que obtiene apenas sin esfuerzo y que no valora en absoluto, parece tan natural... Hasta que un día el sistema se colapsa y la gente no sabe qué hacer (sin el aire acondicionado, sin el ordenador, sin el televisor, sin el ascensor, sin el semáforo...) salvo manifestar su disgusto ante el reportero que aparece siempre en el momento justo, dispuesto a pulsar el descontento popular.

Pero la luz vuelve, las incomodidades se olvidan y todo parece de nuevo tan normal, tan sencillo, girar una llave y conseguir agua caliente, coger un mando y pasar por cuarenta canales de televisión con un simple click antes de sintonizar el que le ofrecerá la Final de la Euro2004 como si estuviese en el estadio (mejor aún), abrir el congelador y prepararse un gin-tónic o servirse un helado sin salir de casa, conectar el aire acondicionado y reducir la temperatura de la calle a la mitad, así se puede vivir, todo tan natural, tan lógico que la gente se olvida y cuando recibe la factura de la luz ni se para un segundo a mirarla, en el fondo, resulta todo tan barato, y cuando le hacen una encuesta responde que por supuesto, que el no está dispuesto a cambiar sangre por petróleo, qué se cree el encuestador, que acaso él es un monstruo...

4 comentarios:

it dijo...

¿Y no le hace a Ud. ilusión eso de "estar de actualidad"?? -No hay un telediario que no esté hablando de Uds.... ¡si es que hay algunos que lo quieren todo, fama y electricidad! (avariciosos)

Saf ;-))

Paolo dijo...

Bueno, en realidad, de mí no ha hablado nadie, porque cuando los apagones yo no estaba, jejeje...

Anónimo dijo...

No se puede estar más que de acuerdo con la apostilla de Saf.

Anónimo dijo...

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