lunes, 17 de octubre de 2005

Lourié

Arthur Lourié retratado por Petr Mituric (1915)En febrero de 1914, Marinetti visitó Petrogrado con la esperanza de ganar a la esquiva vanguardia rusa para la causa futurista. El momento parecía ciertamente muy oportuno. La autocracia zarista se afanaba en apretarse con precisión el nudo corredizo con el que habría de acabar suicidándose. Con su entrada en la guerra en aquel mismo verano, el régimen quedaba condenado ("El zar hace el más hermoso regalo a la revolución", gritaba exultante Lenin desde Alemania). Pero Marinetti se encontró con una respuesta que no esperaba: un grupo de artistas rusos consideraba que la paternidad del movimiento futurista le correspondía, y para ello enarbolaban un manifiesto que precedía en el tiempo al del propio Marinetti.

Entre aquellos poetas y pintores rusos que despacharon sumariamente al gran hombre italiano se encontraba un músico apenas recordado pero que tuvo notable importancia en los ambientes pianísticos de los años 10 del siglo pasado, Arthur Vincent Lourié. Compañero de Vladimir Mayakovsky, Anna Ajmatova, Alexander Blok y Nikolay Kulbin, Lourié se consideraba la cabeza del futurismo en música. Seguramente él nunca llegó a conocer el Manifiesto de los músicos futuristas publicado por Francesco Balilla Pratella en octubre de 1910, en el que se animaba a luchar contra la tradición y el academicismo con arengas como ésta:

El Futurismo, la rebelión de la vida, la intuición y el sentimiento, estremecedora e impetuosa primavera, declara la guerra inexorable a las doctrinas, individuos y trabajos que repiten, prolongan o exaltan el pasado a expensas del futuro. Proclama la conquista de la libertad amoral, de la acción, la consciencia y la imaginación. Proclama que el Arte es desinteresado heroísmo y rechaza el éxito fácil.

Yo despliego a la libertad del aire y del sol la bandera roja del Futurismo, llamando a su símbolo incandescente a esos jóvenes compositores que tienen corazones para amar y luchar, mentes para imaginar, y rostros libre de cobardía. Y grito con alegría al sentirme libre de todas las cadenas de la tradición, duda, oportunismo y vanidad.


(Mirado desde hoy, no deja de resultar curioso el objeto principal de las iras de Balilla Pratella: Strauss, Debussy, Puccini. ¿Quiénes son Strauss, Debussy y Puccini? ¿Quién es Balilla Pratella?)

Para entonces, Lourié, que había nacido en San Petersburgo en 1892, no pasaba de ser un aprendiz de compositor, que se limitaba a extender un barniz debussysta sobre su estro indudablemente romántico. Es todo ello bien apreciable en los Préludes fragiles Op.1 (1908-1910) o en Estampes Op.2 (1910), piezas que recoge un curioso disco publicado por el sello Col Legno hace ya tres años, y en el que el pianista Daniele Lombardi interpreta obras juveniles del músico. Con los Quatre Poèmes Op.10 de 1912, la obra de Lourié evoluciona hacia un mundo mucho más personal, pese a que la sombra de Scriabin y del propio Debussy sigue pesando de forma considerable. Al año siguiente, Masques (Tentations) Op.13, colección de siete piezas breves (una de las cuales puede escucharse al final de este artículo) supone ya un logro importante, por la deformación a la que Lourié somete a la armonía tradicional y la forma de organizar la música mediante fragmentos perfectamente aislados unos de otros, un estilo que se consolida en Synthèses (1914) y en Formes en l'air - à Pablo Picasso (1915), en el que el compositor juguetea sin ambages con el dodecafonismo. Son sus obras pianísticas más importantes. Después, poco más.

Desde el retrato que le hizo Petr Mituric justamente en 1915 y que encabeza este artículo, Lourié nos mira con frío y lejano, acaso despreciativo, dandismo, un poco a lo Gabriele D'Annunzio. El atildamiento afrancesado de Lourié (su auténtico nombre ruso era Lur'e) no desembocó en cambio en ninguna forma de fascismo. Fue un hombre de la revolución, que llegó a recibir el nombramiento de Comisario de la Música en 1918, pero en 1921 se marchó a Berlín, donde entraría en contacto con Busoni. Luego conoció en París a Stravinski, a quien acompañaría en su exilio estadounidense. Con el tiempo, la música de Lourié acabó refugiándose en el pasado, pero no en el neoclasicismo de corte stravinskiano, sino en un modalismo muy cercano a la tradición litúrgica de su país. Lourié escribió algunas sinfonías y un par de óperas, que hoy no se tocan ni se representan nunca. Falleció en Princeton el 12 de octubre de 1966.


"Caché, avec une ironie suave". Masques (Tentations) Op.13 nº2, de Arthur V. Lourié. Daniele Lombardi, piano (Col Legno)

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