martes, 11 de septiembre de 2007

Amami, Alfredo

J. no era un amante especialmente entregado de la ópera, que le parecía un género por completo anquilosado, con todos esos ridículos dramas de cartón piedra continuamente sobre la escena, que de tan falsos causaban risa, cuando no vergüenza ajena. Pero había un momento que lo emocionaba hasta las lágrimas. Literalmente. Uno solo. Y no podía evitarlo. Era identificar la triste melodía del clarinete y se sobresaltaba, escuchar a Violetta decir aquello de "Lo vedi?, ti sorrido" y el vello se le erizaba, el estómago se le encogía y la garganta se le secaba. Al llegar el estallido del "Amami, Alfredo" la vista la tenía ya, invariablemente, por completo nublada. Cuando estaba acompañado, su extremo pudor en materia de sentimientos le hacía disimular la emoción como buenamente podía, pero en cualquier caso en ese momento evitaba mirar a nadie, pues el brillo intenso de sus ojos vidriosos lo habría delatado. En cambio, cuando estaba solo, lloraba a lágrima tendida. Muchas veces había intentado racionalizar esa conmoción, absurda, irracional, preparándose mentalmente para el impacto, pero había sido del todo punto inútil. Ya sé lo que va a pasar, un efecto que está descrito en los tratados de psicología y del que han hablado los musicólogos. Y nada. Como mucho, conseguía frenar el torrente tumultuoso de las lágrimas, pero la humedad que le provocaba el estremecimiento era inevitable. Había terminado por resignarse. Y, sencillamente, huía. Por norma, evitaba ver o escuchar La traviata al completo. Aislado de su contexto, entendió, el fragmento era por completo inocuo, no tenía ningún poder sobre sus emociones. O eso al menos creía.

11 comentarios:

T dijo...

Usted conoce algunas de mis preferencias y también sabe de mis debilidades wagnerianas y sin embargo, confieso que si me viese en la indeseable situación de tener que salvar un solo disco de los muchos que tengo, ése sería una Traviata. Y entre todas las versiones, serían Callas y Kraus, en Lisboa, los agraciados.

Paolo dijo...

Yo creo que salvaría otro disco (el Don Quijote de Halffter, seguramente). Y no es que no me guste La Traviata (y por supuesto esa versión de Kallas y Craus), pero tampoco es una pasión irrefrenable, la verdad. Eso sí, se conoce que el J. este es un sentimental insoportable.

aldara san lorenzo dijo...

Stratas y Domingo, T.
Y el J. este es alguien.... sobre quien meditar.
Sí.
Definitivamente.


Conocí a alguien que le pasaba algo parecido. Solía decir, en ese momento, que se le había metido algo en el ojo, o que el picadillo de cebolla resultaba insoportable a su lacrimal, o aquello tan socorrido de la conjuntivitis... con la edad, quien estuviera presente dejó de tener importancia, aprendió a sacar con disimulo un pañuelo y "a pasar el mal rato" con la mayor discreción posible.

Si yo tuviera que elegir algún momento aún más mágico en la Traviata..... sin duda escogería...

;-))

T dijo...

¡¿Stratas y Domingo?! Si no la conociese pensaría que estaba usted loca pero que le vamos a hacer, sobre gustos no hay nada escrito.

Y lo de Halffter supongo que será una broma, Paolo.

Ginebra dijo...

Yo, que no lloro nunca, no tengo complejos en soltar el moco escuchando música. El nonrriter se lo puede corroborar.

T dijo...

A mí La Traviata me gusta muchísimo pero en la ópera lloro poco, tal vez en algun Liebestod del Tristan y poco mas. Y

Anónimo dijo...

Corroboro lo de gin, y enlazo graciosamente con ello una doble evocación de nuestro en el fondo añorado Caggeiga: de un lado el respingo que habría dado al ver salvado el disco del padre; de otro, el recuerdo de su crítica a la Butterfly que dirigió el hijo en Madrid: que a su lado (de Caggeiga) había dos jóvenes enamorados, y que no se besaban ni nada, y que ergo el director era un incompetente.

aldara san lorenzo dijo...

jajajajajjaaa....... ¡oh, mores! (yo a quien A-Ñ-O-R-O es al inolvidable Moreno y la "voz verde por los mocos" de la soprano aquella, de cuyo nombre no puedo acordarme, pero que era la obsesión de una loca que nos colgaba todos los créditos de los discos y funciones en los que había participado....)

Verdaderamente hemos vivido muchas cosas y se han desbordado ríos y ríos desde entonces.

Pero yo me pregunto... sin maldad ninguna (por supuesto)... querida gin... no será queeeeeeee... lo que a Ud. le producía lagrimeo era..... la...... compañía????

;-pppppp

Un beso a tots.
Transiten tranquilos.

Paolo dijo...

Pues anda que irse a la platea armado de cebolla y cuchillo..., pero vamos que yo de lo que haga la Stratas en Domingo non so nulla [entonces, vive, enredando como siempre, pero vive, hmmm, es bueno saberlo]...

Yo hablo siempre en dramático, querida T., y lo del Quijote es tan serio (¡unos lagrimones de la emoción la primera vez que la escuché!) como que acabo de hojear en una librería de cuyo nombre no quiero acordarme una cosa que firma César Vidal sobre los imprescindibles de la cultura universal y me ha descubierto que Richard Strauss escribió una ópera con ese mismo título, Don Quijote. No quepo en mí de gozo, con lo que a mí me gustan las óperas de don Ricardo, ¡¡un inédito!! A ver si la cantan Mischa Maisky y Martha Argerich, sería ya la repera...

¡Ah, Caggeiga, qué emoción también!, corroboro.

Anónimo dijo...

Yo me acuerdo de una versión que había en el quiosco de abajo de mi cole, pero ignaro como era entonces no sabría decir si era ópera, minueto o azione coreografica. El título es lo único que se me ha quedado grabado: Don Cipote y Sancho Picha.

Seguro que algún sabio contertulio me puede dar razón de tal chef d'oeuvre inconnu.

(Studer, era, Cheryl studer. la de los mocos, digo)

aldara san lorenzo dijo...

(y yo, ¡oh, alma de cántaro!, pensando que Ud. de niño TAMBIÉN se llamaba Ignacio....)
(y a estas alturas enterarse una de que no, que en la pila -donde no le ahogaron por piedad- lo que le pusieron fue Ignaro)
(Joé)
(A Septiembre y con rebajas de Mayo... ¡ay que ver cómo anda la cosa!)

Y sí, don arácnido, viva y enredada. Y quizá ahora con un poco más de tiempo para tener una trocha de vidilla virtual. ¡Échense a las trincheras que vuelvo en cualquier momento, meninhos!

;-))