domingo, 16 de septiembre de 2007

Vissi d'arte

Cuando nació, su madre no quiso verla. No era el varón que todos esperaban, como sustituto del hijo de tres años que había muerto sólo unos meses antes. Era miope, gorda y fea, tan distinta de su hermana Iacintha (a la que todos llamaban Jackie, curiosa fatalidad la de los nombres) que ella se sintió siempre como el patito feo. La necesidad de cariño marcó toda su vida, aunque muy pronto pareciera encontrar un sustituto ideal en la música. Sus especiales dotes se descubrieron pronto, y su madre cargó desde entonces con la tarea de convertirla en una estrella. Y estrella fue. La más grande. Lo cual no la hizo necesariamente feliz.

En la vida antes de hacer algo, se debe pensar en las consecuencias. Y si se es honrado, hay que pagar un precio elevado, aunque debería ser normal que la honradez formara parte de uno mismo. Pero toda la gente, honrada o no, debe saber que hágase lo que se haga hay que pagar un precio. Y pienso que siendo honrado se encuentra en la vida a mucha gente que no lo es, mucha gente débil que intenta arrastrarle a uno. Y luego, Dios mío, cuando pienso que soy una mujer, y quiero decir una mujer con todas sus debilidades, me siento indefensa. Toda mi vida me he sentido indefensa. Pero he querido ser honrada, y no lo puedo remediar, no puedo ser infiel a mí misma. "Bien, María —he pensado—, si eres así, deberás tolerar una serie de cosas; muchas veces no te comprenderán, te odiarán y te atacarán." Lo han hecho y no he podido defenderme. He tenido que callar y soportarlo en silencio.

Como lo de Roma. ¡Dios mío!, todavía siento las consecuencias de lo de Roma. Pero no podía seguir la representación. No podía matarme de aquella manera. Hubiera sido una estupidez. Si hubiera contado con mis recursos vocales y no hubiera estado enferma me hubiera quedado allí. Lo he hecho millares de veces en la Scala y en otros sitios. "La tigresa", me llaman. ¡Pero, si no tenía voz en Roma! Luchaba constantemente contra un público agresivo. Si hubiera estado bien hubiera continuado y les habría escupido a la cara. Nunca mataría a mis enemigos, pero me gustaría que se arrodillaran ante mí... Pero, si uno está enfermo, ¿cómo se puede ganar una batalla? ¿Dejarme crucificar o matar? No puedo hacer semejante estupidez.

Por ejemplo, Bing. ¿Qué necesidad tenía de decir: "¡Oh, qué persona tan imposible la Callas!"? ¿Por qué? Estoy convencida de que ha conocido a gente más imposible que yo. Lo que pasa es que tuve mala suerte con él. Creo que se irritó tanto que dijo: "Me voy a tomar el desquite con todos sus colegas". A esto le llamo yo mala suerte. Y ahora me respeta porque mis colegas le han tratado mucho peor. Estoy segura de que me quiere de verdad, lo que pasa es que es un hombre débil, y supongo que yo tuve que pagar por otros muchos. Fui la gota que hizo desbordar su vaso, y eso duele porque no es justo. El mundo está lleno de injusticias. Claro que hay personas que me quieren, pero, ¿por qué? ¿Porque canto una hermosa aria o una bella nota? Hay algo más que esto. ¿Quién soy yo? ¿Una máquina de cantar? No, yo soy un ser humano y necesito que me ayuden. Subconscientemente se me admira por lo que hay detrás de mi arte, pero no hay nada de especial en mi arte. Lo que hago musicalmente no procede de mi bravura. Debo hacerlo, es parte de mi trabajo.

La música tiene ciertas normas. La primera de todas es la perfecta musicalidad. A partir de ahí una ya puede actuar. Sólo existe un lenguaje para la música; lo mismo que en el amor. Se ama, se respeta y se honra. Nunca se debe mentir, ni traicionar. Naturalmente, hay que tener lealtad, y gratitud también, pero sin exagerar. Con dignidad. Hágase lo que se haga, siempre con dignidad. Hay una sola norma que sirve para todo. Cuando se es músico, uno debe conocer su música. No es que se haga nada especial: tengo las notas delante, están escritas en una página, ¿cómo puedo dejar de interpretarlas? Si no se puede es que algo anda mal, ¿qué tiene entonces de extraordinario lo que hago? Una madre debe ser una buena para sus hijos, ¿sí o no? No le queda otra alternativa; es su responsabilidad. No hace nada especial, es su deber. Todos los que hacen algo tienen el deber de perfeccionarlo. No hay nada extraordinario en que una madre sea una buena madre; debe serlo, de otra forma, que no tenga hijos. Pero si se tienen, se debe ser una madre maravillosa sin esperar ninguna recompensa por serlo.

Dicen que la vida es terrible. Lo es, ciertamente, si nosotros la hacemos así. La vida es dura, pero no se puede ir por el mundo sucio y desaliñado. Todo cansa y aburre, pero si hacemos que las cosas sean aún peor, ¿cómo podremos resistirlo? Hay cosas que debemos hacer como seres humanos que somos. No son realmente tan difíciles, pero nos creamos las dificultades nosotros mismos. Nunca nos preocupamos de los sentimientos de los demás. Nunca pensamos antes de actuar. He visto a tantas personas perjudicar a otras, que me han venido ganas de preguntar: "¿No podrían pensar un poco antes de hacerlo?". Reflexionen y digan: "Bueno, si hago esto, ¿qué consecuencias se derivarán para mí y para esa otra persona?". Dios nos ha dado un cerebro; no somos como los animales, tenemos juicio y deberíamos usarlo lo mejor posible. Pero no lo usamos, nada nos importa y hacemos lo que queremos. Vamos por el mundo apoderándonos de todo con el menor esfuerzo posible.

A mí también me gustaría descansar y gozar de mi fama y de mi dinero. Pero no puedo, debo velar por mí misma. Desde mi infancia sé que las personas que me han rodeado no tenían juicio, por lo tanto, nunca he tenido más que dos alternativas: actuar como ellos lo hacían o como yo creía que debía hacerlo. Si uno logra no hundirse el triunfo sólo radica en uno mismo. Pero entonces vienen las críticas que te acusan de ser duro, cruel y egoísta. Y uno no puede defenderse aunque duela. Se calla y se piensa: "Veamos qué es lo que pasará mañana, las cosas no pueden seguir siempre igual". Esto ha sido así desde que era pequeña. Mi vida ha sido muy solitaria. Toda mi obra ha sido creada en soledad. Cuando miro una partitura, en seguida sé qué es lo que sacaré de ella. En la mente se lleva este espíritu creador o interpretativo, como quiera llamárselo. Hay que estar solo para hacerlo, no puede haber distracciones. El día pasa fácilmente pero, ¿la noche? Cuando se cierra la puerta del dormitorio y una se encuentra sola, ¿qué puede hacer? ¿Sentarse entre cuatro paredes? Toda mi vida he tenido que hacerlo y estoy empezando a pensar si no sería mejor tener uno de esos enormes perros para que me hiciera compañía. Me resulta muy difícil dormir y me he acostumbrado a trabajar por la noche. También pienso, pero por la noche las ideas son pesimistas y me gustaría sacudírmelas. Pero, ¿qué puede hacer una mujer? ¿Puede pasear toda la noche hasta acabar exhausta, puede hacer algo ella sola?

Sería tan maravilloso tener a alguien en quien poder confiar de verdad. Llegué a pensar que mi marido sería un apoyo para mí, pero me equivoqué; la fama se le subió a la cabeza. Al principio, las cosas no iban del todo mal, al menos así lo creía yo. Mi horóscopo dice que miro las cosas a través de unos cristales de color de rosa. Pero si no se puede confiar ni en la madre ni en el marido, ¿a quién pedir ayuda? Cuando voy a París, la única persona que me cuida y con la que puedo contar es mi doncella Bruna, que me adora y que ha sido para mí una enfermera, una hermana y una madre. Cuando estuve en el hospital no dejó que me cuidara la enfermera y fue ella quien lo hizo. Pero personas así ya no existen, y de todas formas no era ella la que debía estar allí sino mi madre y mi hermana. Creen que no pienso y me pregunto: "¿Por qué?". Díos mío, ¡y cuántas madres hubieran deseado una hija como yo! Sin embargo, estoy sola. Tengo amigos que me ayudan pero tienen sus problemas. Y si se tiene una familia y esta familia la rechaza a una, ¿qué puede hacerse? Mi hermana me escribe: "Papá y mamá se están haciendo viejos". Claro que envejecen, yo también. Total: tenemos cuatro casas aisladas unas de otras. Por lo menos he realizado alguna cosa, es verdad. Pero lo he realizado sola, y ¿por qué debo estar ahora sola en casa? Deberíamos estar todos juntos para ayudarnos mutuamente. Los amigos sólo pueden ayudar hasta cierto punto. De otra parte hay gente que puede ayudar o hundir, y nunca he podido contar con el apoyo de las personas a quienes más he querido, que son muy pocas. Nunca me ha gustado desparramar mi afecto entre mucha gente. ¿Se me puede criticar por eso? En realidad, son las personas que más estrechamente han estado unidas a mí las que me han hecho más daño.

No debo hacerme ilusiones, la felicidad no es para mí. Hay personas que han nacido para ser felices y otras para ser desgraciadas. No tengo suerte. Aunque a menudo me pregunto: "¿Por qué debe ser así? ¿En qué me equivoco? ¿Tan mala soy? ¿Qué hay de malo en sentirse orgullosa de una misma? ¿Por qué se me combate siempre, si lo único que quiero es ser honrada? ¿Qué hay de malo en ello? ¿Es demasiado pedir que me quieran las personas que están a mi lado?". La consecuencia es que siempre debo estar a la defensiva. Me he puesto agresiva. Desde mi infancia me he sentido agresiva. ¿Es eso condenable? Pero, ¿ha pensado alguien cuando la crítica me ha destrozado?: "¿Qué pensará esta mujer? ¿Cómo lo tomará? ¿Tiene alguien que pueda tenderle una mano? ¡Debe ser terrible!". Claro que lo es. Por eso estoy tan exhausta cuando llego al escenario, por eso tengo dificultades con la voz. Del ser constructivo que era me he convertido en uno destructivo porque he perdido la fe. Cuando tengo que presentarme y persuadir al público de que todo es puro, honrado y maravilloso, el subconsciente me dice: "¿Estás bromeando?".

Creí que era necesario ser célebre para poder actuar mejor, en el mejor estado mental. Pues no es verdad, cuanto más famoso se es, más difíciles son las cosas y menos le quiere a uno la gente, especialmente si no se es un bebé llorón. Y las necesidades de la vida son muy sencillas: se debe respeto a uno mismo y se desea ser respetado, hay que comportarse bien y vestirse de la mejor forma posible. Conseguí rebajar mi peso pasando hambre durante dos años; fue cuestión de disciplina. Nada se me ha dado fácilmente, pero no me importa el sacrificio si con él puedo alcanzar el resultado apetecido. Lo fundamental es obtener el resultado, si no, es una pérdida de tiempo y no me gusta. Muchas veces he perdido el tiempo por otros, y lo cierto es que no se puede esperar nada de los demás. Tarde o temprano han fallado. A muchos la fama se les sube a la cabeza, y siempre acaban por traicionarme por una u otra razón. Mi destino es tan grande que me aterra.

Si he descubierto algo en estos años de sacrificio, es que yo no cambiaría por nada, ni por todo el dinero del mundo. No se puede. Mi religión es la integridad al precio que sea. Sin ella no se puede respirar. Pero hay personas próximas a uno mismo que no son así, y eso es algo que duele mucho. Me siento como un animal extraño, fuera de lugar y al que no se comprende. Soy orgullosa, no me gusta exhibir mis sentimientos. Me gusta que la gente me demuestre su interés, pero nunca pido nada por miedo a desilusionarme. No me gusta perder.

Desearía que existiera un medicamento que pudiera darme fuerza mental y física, sobre todo física. Empecé muy joven a luchar y no creo que mi salud pueda aguantar muchas tensiones más. Me gustaría poder volver a pasar tres años como los que he pasado. Si no puede ser, ya los he gozado. Todo el mundo me ha rendido honores. Así que aunque una revista hable mal de mí, no me importa. Enfrentémonos con la realidad: soy una mujer honrada, adorada y venerada, no una mujer que se acuesta con uno y con otro, sino al contrario, que dice "no" a todos. Es un milagro que hiciera carrera. Soy alguien de quien pueden sentirse orgullosas muchas personas, pero no sucede así. Soy un peso muerto. Y me pregunto: "Y ahora, ¿qué?". Cualquier cosa para poder sobrevivir, a ese punto he llegado.
En cualquier caso, quizá sea erróneo e injusto utilizar estas terribles reflexiones como el retrato de toda una vida, pues están hechas en un momento especialmente difícil para la mujer. 1968, el año de la dolorosa ruptura con Onassis, justo el día que habían convenido para su boda. Artísticamente, Callas era ya una mujer acabada. Quedaban unas clases magistrales en la Juilliard School, una célebre gira de conciertos con Giuseppe di Stefano y el retiro definitivo en París.

Pero antes había sido la gloria. 1958. El 2 de enero estalla el escándalo de Roma. El Teatro de la Ópera abría la temporada con Norma. Dos días antes del estreno, Callas estaba en cama con un resfriado que cogió durante los ensayos en un teatro que carecía de calefacción. Así lo cuenta ella:
Me vino a ver el empresario y dijo: "María, debes ponerte buena. Tienes que cantar". Mejoré algo, tomé medicamentos, llamé a una enfermera para que me cuidara. Sabía que no iba a estar en mis mejores condiciones, pero era una inauguración importante con la presencia del presidente de Italia; si lo hubiera aplazado, se me hubiera criticado de todas formas. Pensé que me las arreglaría. Pero no pude. La voz humana no es como un piano. Nunca se puede saber si responderá como una quiere que lo haga. Aquella noche en Roma canté el primer acto, pero sentía que me fallaba la voz. Siempre tuve enemigos en el público, y podía oírles diciendo groserías: "¡Vuelve a Milán!" "¡Nos cuestas un millón de liras!". Después se dijo que esa había sido la razón por la que había dejado de cantar. Los que me conocen saben que es ridículo, los gritos y los silbidos no me asustan, ya sé que siempre hay enemigos en el público y sabré que soy un fracaso cuando dejen de insultarme. Los gritos no hacen sino enfurecerme y me obligan a cantar mejor para que el público tenga que tragarse las groserías. Pero aquella noche en Roma no podía cantar. Mis colegas sabían que no podía continuar, pero después del primer acto el director de escena y todos los demás vinieron a mi camerino a decirme: "No puedes dejar de actuar". Incluso afirmaron que nunca había cantado mejor. Era absurdo, pero era la noche de la inauguración en Roma y el teatro no tenía ninguna suplente a punto... Muchos cantantes han actuado con un resfriado y han debido de ser sustituidos durante la representación. Eso es algo que pasa muchas veces. El teatro debe tener un suplente preparado o, en todo caso, asumir la responsabilidad. En Roma no se hizo. Al final del primer entreacto, en lugar de aceptar la responsabilidad y cancelar la representación, llevaron de nuevo al presidente a su palco, seguros de que podrían convencerme para que continuara. Cuando finalmente aceptaron que no podía cantar sin voz, dijeron: "Bueno, no cante. Pero usted es actriz. ¡Al menos, salga y actúe!". En algunas óperas puede hacerse esto, pero Norma con una soprano que no cante sería una parodia. Me fui a casa y me acosté.

Por la mañana vino un médico enviado por el teatro, me examinó y manifestó que tenía bronquitis y traqueítis pero que dentro de cinco o seis días estaría de nuevo en condiciones. La esposa del presidente llamó por teléfono y dijo: "Digan a María que sabemos que estaba enferma y que no podía continuar". Por desgracia no lo comunicó a la prensa. Los periodistas querían venir a hacerme fotografías en la cama, pero soy una artista seria y no permito que me retraten en la cama. Me negué y los periódicos decidieron entonces publicar que me encontraba en perfecto estado de salud, pero que me había enfurecido con los insultos. Me hizo mucho daño este incidente, y todavía encuentro injusto que una artista que durante once años ha trabajado con éxito en Italia, deba justificarse por un resfriado y sea condenada por ello.

No es difícil imaginar lo desesperada y dolida que me sentía ante tal injusticia. No podía leer un periódico sin encontrar insultos y críticas contra mí. Pero después de Roma sucedieron dos cosas que me emocionaron profundamente. Regresé a EEUU para cantar, primero en Chicago, luego en el Metropolitan. En ambos sitios, en el momento de salir a escena, preguntándome qué iba a suceder después de toda la publicidad adversa, el público me ovacionó antes de empezar a cantar. La ovación duró un largo tiempo en ambos casos mientras yo me preguntaba si cantaría lo suficientemente bien para corresponder. Nunca podré olvidar esas atenciones.
Y eso que no faltaron incidentes en sus estancias americanas, como el estallido de cólera en 1955 tras una Madama Butterfly en Chicago, que recogieron las cámaras de los fotógrafos y extendieron su fama de tigresa. Cuando al año siguiente debuta en el Metropolitan, su imagen fue portada de la revista Time, pero el artículo no la dejaba en muy buen lugar, pues hacía especial hincapié en sus reacciones temperamentales y airadas y recogía algunas supuestas afirmaciones suyas sobre Renata Tebaldi y sobre su propia madre que pusieron en su contra al público. De Tebaldi: "Cuando estoy enojada, no puedo hacerlo mal... Canto y actúo como si estuviera poseída. Pero la Tebaldi decae. No tiene carácter, no es como la Callas". De su madre: "Nunca la perdonaré por arrebatarme mi infancia. Durante todos los años que yo debería haber estado jugando y creciendo, cantaba y ganaba dinero. Di lo mejor de mí misma a mi familia, y no he recibido nunca nada a cambio...". Aquello ocurría en octubre. Al mes siguiente, cantaba Tosca, dirigida por Mitropoulos, y el show de Ed Sullivan, famoso magacín de la CBS, quiso guardar recuerdo de la presencia neoyorquina de la Callas. Así que se grabaron especialmente para la televisión unas escenas del segundo acto, con el Scarpia de George London, de donde este "Vissi d’arte" que puede servir de posible resumen no sólo de la carrera de la más grande actriz-cantante de la que haya memoria, sino de la mujer que hace hoy justo 30 años moría, sola, perdida y abandonada, en el populoso desierto parisino.




[Citas extraídas de Callas de John Ardoin y Gerald Fitzgerald, libro publicado originalmente en Holt, Rimbart and Winston, Nueva York, 1974, y editado en traducción al castellano por Ediciones Pomaire, Barcelona, 1979]

3 comentarios:

Unknown dijo...

¿Soy la única que no ha puesto cosas de la Callas en su blog?...
Es tan obvio decir que me gusta...
Además como todo dios habla sobre ella, trabajo que me ahorro.

aldara san lorenzo dijo...

Estremece leer esas reflexiones.
Estremece

Anónimo dijo...

Curioso... ese vídeo, esas palabras (para mí siempre han constituido un lema personal), los utilicé como despedida poco antes de mi última ruptura, hace escasamente quince días. Esa aria, en la voz de Maria, es absolutamente irrepetible. Vivir del arte, vivir del amor, sólo conduce a la infelicidad, Paolo. Y a una búsqueda silente que te acaba confinando en tu propio desván... Bonita y conmovedora entrada. Gracias y un abrazo.