miércoles, 22 de febrero de 2006

Holocausto

Es un hecho probado que durante el régimen nazi en torno a seis millones de judíos y varios millones de personas más pertenecientes a otro tipo de minorías étnicas o grupos políticos, nacionales o ideológicos fueron asesinados en cumplimiento de un siniestro plan de exterminio diseñado por los gobernantes alemanes. Las condiciones en que se ejecutaron aquellos perversos designios resultaron espeluznantes y agravaron con mucho el desamparo y el sufrimiento de las víctimas.

Es obligación ineludible de las generaciones que nacimos después de aquel horror mantener el recuerdo de los hechos y honrar la memoria y la dignidad de las víctimas, y no sólo para tratar de evitar que acontecimientos como aquellos puedan volver a repetirse, sino para salvaguardar nuestra propia dignidad como seres con capacidad para sentir y compadecernos por la suerte atroz de nuestros semejantes. Es por eso que en muchos países de Europa, especialmente en aquellos que vivieron más de cerca el azote del nazismo, existen leyes especiales que limitan cualquier tipo de propaganda o asociación que trate de recuperar y difundir los mensajes vinculados al movimiento nacionalsocialista e incluso castigan con la cárcel la negación de la existencia del holocausto. El negacionismo se ha convertido en los últimos años en una corriente ideológica (me niego a llamarla 'historiográfica') que pretende desmentir la existencia del plan de exterminio de los judíos e incluso de las cámaras de gas, afirmando que las cifras de muertos oficiales son desmesuradas e inverosímiles y que la mayor parte de ellos fueron causados por enfermedades contagiosas y no por su aniquilación sistemática y programada. Una infamia.

El pasado lunes, el historiador británico David Irving fue condenado por un tribunal austriaco a tres años de cárcel por haber sostenido tesis parecidas a éstas en un libro publicado en 1989. No he leído el libro y desconozco por completo los trabajos de Irving, que al parecer se dedica a ensalzar la figura política de Hitler, pero su condena me parece, como toda esa legislación que reprime penalmente el negacionismo, un error. Repito que desconozco la letra exacta del libro, pero si a lo que Irving se dedica en él es a defender, con mentiras más o menos veladas o con subterfugios dialécticos, que nunca existió nada parecido al holocausto, yo defiendo su derecho a hacerlo. Las ideas falaces y las mentiras (incluso en temas tan sensibles y delicados como éste) se combaten con argumentos y con ideas superiores y no mediante la censura. Cosa distinta sería que en ese libro (o en otros parecidos) se instara al exterminio de los judíos o que Irving se dedicara a financiar o a apoyar a grupos terroristas o violentos. Eso sería inaceptable y sin ningún género de dudas perseguible judicialmente. Cuando se condenó a un imán malagueño por escribir un libro en el que se describía cómo azotar a la propia mujer sin dejar rastro, yo estuve de acuerdo con la condena, pues se trataba de una incitación directa al maltrato, pero me parece que ese imán o cualquier persona tendría todo el derecho del mundo a pensar, escribir y publicar que las mujeres deben estar sujetas a la autoridad de un varón o que la teocracia es un régimen político más saludable que la democracia o que el hombre nunca pisó la luna o que Dios hizo el mundo en seis días hace aproximadamente 5000 años. A mí me parecen ideas deleznables y/o disparatadas, algunas, mentiras más que probadas, y, si lo considero necesario, las combatiré dialécticamente con todas mis fuerzas , pero mientras no se pase la línea de la incitación a la violencia o a la discriminación (y ya sé que esa línea es a veces poco nítida, pero existe, yo la veo) no dejan de ser ideas, cuya circulación no debería estar limitada en ningún caso. Y no sólo ya por una cuestión de principios (fundamental), sino también por razones prácticas. Una sociedad que se acomoda en la censura en lugar de en la lucha contra los disparates y las infamias es una sociedad mucho más vulnerable, desprotegida y amnésica.

5 comentarios:

Anónimo dijo...

He leído con interés la argumentación contraria de Arcadi Espada y no ha logrado hacerme cambiar mi opinión previa, que comparto contigo. Defiende Espada que debe ser penalizada la negación en cuanto que falta a la verdad, y trae a colación lo de Arendt, los hechos y las opiniones.

Pretender que se castigue con pena de cárcel la mentira evidente es un disparate, creo.

(Otra cosa sería el rayo automático del cielo, mecanismo cuya implantación llevo promoviendo hace años)

Además, como he dicho en otro sitio, si no confiamos en que la gente perciba una mentira evidente como tal, si presuponemos que cualquier idea disparatad y criminal va a tener éxito si permitimos su difusión, ¿como cojones defendemos el sufragio universal?

Paolo dijo...

Me ha sorprendido coincidir con el editorial de El País, que yo no había leído cuando escribí esto, y no con Arcadi. Arcadi viene a decir que al tratarse de una mentira que afecta a personas se convierte en una calumnia, pero yo eso no lo tengo tan claro. Lo que se niegan son unos hechos históricos (cercanos, es cierto, y muy sensibles para los vivos, es verdad), pero como tales hechos históricos (y subrayo el adjetivo, pues con 'históricos' quiero decir aquí que están sujetos a interpretación y corrección, luego pueden ser equiparables a las afirmaciones de carácter científico) sujetos (siempre) a discusión. Hay miles de casos muy similares a este, en que por razones de nacionalismo o de prestigio o de simple cabezonería algunos historiadores se niegan a aceptar realidades perfectamente contrastadas por la inmensa mayoría de la comunidad científica internacional. (Por cierto, que puedes ir añadiendo otro: unos arqueólogos han demostrado con argumentos que parecen muy consistentes que el tesoro del Carambolo no es tartésico, sino fenicio, es decir, no local, sino oriental. Pues ya han salido los defensores a ultranza de las esencias andaluzas afirmando que de eso nada, que tartésico, que por algo fueron los tartesios los fundadores de la patria)

Turulato dijo...

En principio para hablar de calumnia no sólo es necesaria la falsedad y acusar de ella a persona determinada, sino que debe hacerse con plena intención y asignar al calumniado la comisión de un delito.
Disculpe sí parezco suspicaz, pero en asuntos científicos, y creo que el Derecho es una ciencia, debemos procurar que la terminología sea precisa.
Sí se comienza siendo laxo en la base de la relación humana, el significado del lenguaje, difícilmente podrá tratarse con posterioridad a nivel científico cualquier asunto.
Seremos imprecisos, cuando no inexactos, como ocurre en España en estos momentos. El resultado será falso, siempre.

En consecuencia, no se puede calumniar jurídicamente a un pueblo -Fuenteovejuana lo sabe-, porque es materialmente imposible que todas ellas sean sujetos activos y por igual de un tipo delictivo.

Algo similar sucede cuando se dice que la fiscalidad de no se que comunidad es superior. La carga tributaria recae sobre cada sujeto pasivo concreto de manera individualizada. No hay impuestos sobre Andalucía sino sobre cada andaluz, que, en atención a sus circunstancias, soportará una carga diferente.

Aparte de esta matización, plantea un asunto muy controvertido.
Escribe que:Las ideas falaces y las mentiras (incluso en temas tan sensibles y delicados como éste) se combaten con argumentos y con ideas superiores y no mediante la censura.
De acuerdo; totalmente.
Pero pensemos que la censura es tanto un acto limitativo de un derecho como la ejecución material de una norma de derecho positivo.
En consecuencia, y tratando el asunto muy superficialmente, el derecho condiciona las conductas y modula a la sociedad que regula..

¿Cómo debe actuar el derecho?. ¿Antes.., buscando que las conductas se adapten a lo que legítimamente se considera conveniente?. ¿Educando, pues, en cierto sentido?. ¿Tipificando como ilegales aquellos actos u omisiones que nuestros representantes democráticos consideran que la sociedad a la que representan no desea que se produzcan en el futuro?.
¿Siendo previsor?.

¿O bien, esperando a que se consolide determinada forma de existir o ser para sancionarla porque hace daño a la sociedad?.
¿Sólo corrector y sancionador, nunca educador?.

No tengo respuesta. Nadie la ha dado. Pero pensar siempre es bueno..

Paolo dijo...

Absolutamente de acuerdo con la precisión sobre la cuestión de la calumnia.

Y sí, ya sé que es un tema que está muy en el límite de todo, pero sinceramente pienso que en el tema que tratamos (la libertad de decir o escribir cosas y de publicarlas) la apuesta de una sociedad como la nuestra debe de ser siempre por más libertad y no por el uso de la ley con carácter preventivo. Prefiero los excesos de la libertad que los de la censura. O por decirlo con palabras de Felipe González: preferiría morir apuñalado en el metro de Nueva York a vivir libre en Teherán.

Galufante dijo...

Señor mío, totalmente de acuerdo, en esto convengo en que se trata de una infamia, de una barbaridad sin nombre, de una desfachatez absoluta negar la evidencia del exterminio masivo premeditado de millones de seres inocentes por el hecho de pertenecer a una cierta confesión religiosa...
Y la magnitud de la barbarie hubiese sido la misma aunque sólo uno de esos judíos hubiese perecido en aras a la purificación de la raza humana...
No podemos, ni debemos olvidar las circunstancias que llevaron a cometer semejante crimen contra la humanidad, so pena, tal y como usted afirma, de rebajar la dignidad del individuo al nivel del suelo...

Dicen que de los errores se aprende, espero que hayamos aprendido algo de este fatal error...

Agur.