Satie
"Me llamo Erik Satie, como todo el mundo". He ahí la carta de presentación de uno de los grandes iconoclastas de la historia de la música. Solitario y bebedor toda su vida, ave nocturna en el bohemio ambiente de Montmartre, siempre a la caza de las bailarinas de los cabarets en los que subsistió como pianista, Satie nunca dejó de concitar la atención de los compositores más académicos de Francia, que estimaban que dilapidaba su talento, un talento que había demostrado con generosidad en su paso por el Conservatorio de París y que, a partir de 1903, quisieron reconducir D'Indy y Roussel desde la Schola Cantorum, adonde acudió tratando de acabar con la idea generalizada de que no dominaba las herramientas de su arte.
Amigo de Debussy, a quien conoció en L'auberge du clou, uno de los garitos en los que se ganó la vida, y después de 1910 de Ravel, que trató de ayudarlo organizando algunos conciertos con sus obras, su actitud profundamente antirromántica y contraria a las vanguardias que colonizaban Europa desde Viena, le costó el desdén generalizado hasta bien entrada la segunda mitad del siglo XX, cuando John Cage y otros empezaron a entender y difundir el sentido irónico, sardónico, ácido de una obra escrita básicamente por y para el piano. No deja de resultar paradójico que su rechazo de la trascendencia y la ampulosidad de los románticos fuera compatible con su interés por el ocultismo, un interés sincero a pesar del nombre con el que bautizó a su secta: Iglesia Metropolitana del Arte de Jesús Conductor, una broma más, como las que llenan su catálogo: Piezas frías, Fragmento en forma de pera, Sonatina burocrática, Embriones resecados, Horas seculares e instantáneas, 3 valses distinguidos de un dandy disgustado, Esbozos y cosquillas de un gordinflón, Cinco muecas para el sueño de una noche de verano, Preludio en tapicería, Capítulos revueltos y un largo etcétera.
Podría parecer que Satie se reía de todo y de todos, aunque su producción tiene también una faz que a menudo no se destaca lo suficiente: la de la ternura. Su música puede evitar intencionadamente el sentimentalismo, pero a menudo nos acaricia discreta y levemente, como ocurre con una de sus canciones más hermosas, escrita sobre un delicado ritmo de vals y un poema de Henry Pacory: Je te veux. ¡Ojo, vouloir (desear) y no aimer (amar)! Es justamente en el contraste entre la descarnada expresión de deseo y la amable dulzura de su melodía en donde esta piececita encuentra su significado más profundo.
Cher amoureux,
Et je cède à tes voeux:
Fais de moi ta maîtresse.
Loin de nous la sagesse,
Plus de détresse,
J’aspire à l’instant précieux
Où nous serons heureux:
Je te veux.
Je n’ai pas de regrets,
Et je n’ai qu’une envie:
Près de toi, là, tout près,
Vivre toute ma vie.
Que mon coeur soit le tien
Et ta lèvre la mienne,
Que ton corps soit le mien,
Et que toute ma chair soit tienne.
J’ai compris ta détresse,
Cher amoureux,
Et je cède à tes voeux:
Fais de moi ta maîtresse.
Loin de nous la sagesse,
Plus de détresse,
J’aspire à l’instant précieux
Où nous serons heureux:
Je te veux.
Oui, je vois dans tes yeux
La divine promesse
Que ton coeur amoureux
Vient chercher ma caresse.
Enlacés pour toujours,
Brûlés des mêmes flammes,
Dans des rêves d'amours,
Nous échangerons nos deux âmes.
J’ai compris ta détresse,
Cher amoureux,
Et je cède à tes voeux:
Fais de moi ta maîtresse.
Loin de nous la sagesse,
Plus de détresse,
J’aspire à l’instant précieux
Où nous serons heureux:
Je te veux.
6 comentarios:
Adora a Satie.
Adoro a Satie, quería decir.
Y yo.
Erik Satie me fascina... y me enternece.
Busqué sus partituras originales (después de leer sus "Memorias de un amnésico y otros escritos" publicado por Ediciones Ardora en 1998), quería ver sus dibujos y esas anotaciones que obligaban al intérprete a dejar de poner de "su cosecha" para limitarse a tocar o cantar lo que el músico había compuesto.
Leer sus opiniones musicales, sobre críticos, la vida o el arte en general es... encontrarse con un genio solitario y marginal.
Oir su música, dejarse llevar por ella es casi, casi como... mantener una conversación con él y oirle decir aquello de "Soy un hombre del tipo de Adán. Quiero llenar de adanismo la música, virginerarla de adherencias...".
¡¡Y qué decir de su manera de pelearse contra otros músicos de su tiempo. Hilarante!!
Saf;-))
Cuando era joven me decían: "Ya veras cuando tengas cincuenta años". Tengo cincuenta años y no he visto nada.
Erik Satie
Siempre me gustó Satie y me molestó enormemente cuando hace unos años la televisión se infló a promocionar un disco con temas suyos. Supongo que cuando nos gusta algo no queremos que los demás lo manoseen.
Gin
Pues a mí me gusta moderadamente. Ni tanto ni tan calvo. Píldoritas, sí. Un frasco entero de Satie de un trago, no, por favor (y sin anestesia). En cuanto a la popularidad de la Gymnopédie supongo que habría espantado al mismo Satie. Si lo sabe, no la escribe. Pero ese vals...
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