Robin
Personaje de leyenda, Robin es, por uno de esos retruécanos de la historia de las artes, protagonista principal de una de las obras más singulares de toda la Edad Media, Le Jeu de Robin et Marion, una pastoral de unos 800 versos escrita para ser representada y cantada, por lo que muchos la consideran uno de los antecedentes más lejanos de la ópera. Considerarla de esta forma significa, desde luego, abusar del concepto de "ópera", pero no cabe duda de la vocación dramática de su autor, Adam de la Halle, conocido, sin motivo, como "el jorobado de Arrás".
Adam le Bossu había nacido en efecto en Arrás hacia el año 1240, y era jorobado, pero sólo de apellido (le Bossu), como él mismo dejó escrito: "On m'appelle Bossu, mais je ne le suis mie". Considerado uno de los últimos trovadores del siglo XIII, Adam de la Halle se diferenciaba de todos sus predecesores por su condición de universitario. En París se formó como clérigo, estudiando el trivium y el quadrivium, lo cual le dio una amplitud de miras que se refleja a la perfección en sus obras poético-musicales, al menos en las dos que se le conocen, Le Jeu de la Feuillée y Le Jeu de Robin et Marion.
La primera de ellas fue representada seguramente en Puy d'Arras en 1276, mientras que la segunda fue dada a conocer seis años después en Nápoles, adonde se había trasladado junto a Roberto II, conde de Artois, a quien servía. Algunas fuentes consideran que Adam murió en el transcurso de ese viaje, antes de 1289, pero sin embargo en 1306 su nombre es mencionado entre los músicos que dieron color a una fiesta organizada en Westminster por Eduardo I, como acción de gracias por la curación de su hijo, el futuro Eduardo II, de una grave enfermedad. En aquella ocasión, Adam de la Halle figuró como uno de los dos únicos participantes, de los casi doscientos ministriles que tomaron parte en los festejos, que tenían el título de "maestro", el máximo reconocimiento en la época.
Le Jeu de Robin et Marion nos ha llegado gracias a tres manuscritos de la primera mitad del siglo XIV, entre los cuales uno de ellos tiene un altísimo valor, ya que presenta simultáneamente el texto, la música y las imágenes de la representación (128 miniaturas en 11 folios, de donde he escogido la que puede verse al comienzo de este comentario). Los manuscritos ofrecen versiones muy diferentes de la obra, lo cual es coherente con el carácter de las representaciones medievales, en constante transformación. Considerada como obra fundamental de transición entre el Ars Antiqua y el Ars Nova, la obra incluye canciones en la mejor tradición trovadoresca y piezas polifónicas que anuncian los nuevos tiempos, no sólo en el terreno de la música, sino también en el de las mentalidades y la sociedad, pues no debe olvidarse que es un clérigo quien canta al amor y a la naturaleza, en un formidable ejemplo del desplazamiento de la figura de Dios del centro de las preocupaciones de los europeos, una transformación que tardaría aún siglos en afianzarse. Micrologus acaba de grabar para el sello Zig Zag Territoires una interpretación colorista y de gran fluidez dramática de Le Jeu de Robin et Marion, en la que se integran algunos motetes del Códice de Montpellier y otras fuentes que tratan el mismo tema (y acaso fueran compuestos por el propio Adam de la Halle), así como piezas instrumentales (entre las que se cuentan algunas estampies royales), lo que otorga gran verosimilitud a una música que hoy escuchamos con la misma naturalidad con la que de niños oíamos las canciones tradicionales de labios de nuestros abuelos.
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