Nación
Las fachadas del Oratorio de San Felipe Neri de Cádiz están repletas de lápidas que conmemoran la promulgación de la primera Constitución española, que tuvo lugar solemnemente en este edificio neoclásico de planta elíptica el 19 de marzo de 1812. La mayoría de las placas de piedra datan del Centenario de aquel acto histórico, aunque las hay posteriores, y en su mayor parte son recordatorios ofrecidos por ciudades españolas, o por países integrados en la corona de España que tuvieron representación en las Cortes gaditanas, a sus diputados. Entonces, nadie dudaba de que Cataluña, León o las Vascongadas fueran España. También tenían clara su ciudadanía española los cubanos, los uruguayos o los filipinos, pues como disponía el artículo 1, "la Nación española [era] la reunión de todos los españoles de ambos hemisferios". En cualquier caso, no dejaba de resultar diáfano para la mayoría de los diputados a Cortes que la situación de las colonias americanas y asiáticas era muy particular, que a no tardar mucho la desvinculación de la metrópoli sería inevitable (y deseable) y que la cita expresa de "los españoles de ambos hemisferios" sólo significaba otorgar a todos los individuos que habitasen en territorio español las garantías legales de la ciudadanía.
En todas las Constituciones que se han aprobado en España desde entonces (1837, 1845, 1869, 1876, 1931 y 1978), sean conservadoras o progresistas, monárquicas o republicanas, no había tampoco la más mínima duda acerca de la existencia de la nación española y del carácter "irreductible de su territorio actual" (Constitución de 1931. Artículo 8). Sin embargo, el actual Presidente del Gobierno no parece tenerlo tan claro. En una de las declaraciones más bochornosas que hemos tenido ocasión de escuchar en los siete meses de su mandato (y han sido unas cuantas), la semana pasada José Luis Rodríguez Zapatero se permitió afirmar que el Partido Popular haría bien en no hacer afirmaciones "fundamentalistas" al referirse a la nación española, pues esa era una categoría sujeta a discusión intelectual. Toreno y Azaña lo habrian fusilado en el acto. Por delito de lesa traición.
Él sin embargo se muestra ufano, de tanta tolerancia y talante tan progresista como va prodigando por el mundo. Por supuesto que el concepto de "nación" está en permanente discusión (intelectual, que no legal). Como todos los que tienen que ver con la organización de los seres humanos, como el de "democracia", el de "monarquía" o el de "autonomía". Lo que no debería estar en discusión para un Presidente de Gobierno es el escrupuloso respeto al ordenamiento jurídico vigente. Resulta absolutamente descorazonador que, prisionero de sus socios independentistas, el Presidente del Gobierno de España sea incapaz de afirmar la existencia de la Nación española, realidad muy anterior a la misma creación del concepto de "nación" que hoy se emplea para tratar de destruirla. Porque lo que hoy entendemos por "nación" es algo que ha ido evolucionando a lo largo de la historia. Los independentistas catalanes y vascos utilizan una idea germinada en la segunda mitad del siglo XIX (que, dicho sea de paso, difícilmente podría aplicárseles), cuando España existía ya como realidad política unificada e indiscutible al menos desde un siglo y medio atrás, con las reformas administrativas de los Borbones. Pero antes, cuando esa idea decimonónica de "nación" no se podía ni vislumbrar en los tratados políticos ni en la realidad social cotidiana, también existía España. Durante la Edad Moderna, en los diferentes reinos peninsulares absolutamente nadie lo ponía en duda. El elemento de cohesión era entonces la monarquía, que, para el caso, tenía el mismo valor que hoy concedemos al Parlamento o al Gobierno, categorías entonces inexistentes. Exactamente igual que el término "nación", cargado de connotaciones bien distintas a las actuales. Pero ni un sólo habitante de Cataluña o de Galicia o de Navarra o de Mallorca ponía en duda su españolidad. La identificación con la "nación española" era absoluta. Algo que no puede afirmarse de los italianos o los flamencos que vivían en posesiones de dominio español. Ellos se sabían "no españoles". La diferencia parece meridianamente clara, y no conviene insistir en ella.
La realidad es insoslayable. Desde los reyes visigodos, existe una continuidad en la idea de España, idea que hasta el siglo XV hacía referencia a toda la Península, y que, pese a los acontecimientos históricos ocurridos por entonces, se mantuvo durante siglos en el imaginario colectivo, hasta el punto de que los descubridores portugueses no tenían ningún reparo en afirmar que ellos eran "españoles de Portugal". Cuando a fines de ese siglo XV surgen los primeros estados modernos (en terminología historiográfica), la Península se reordenó políticamente en dos realidades que subsisten hasta hoy. Sin embargo, los independentistas de Cataluña y las Vascongadas se acogen (en el arranque del siglo XXI) a una idea de "nación" aparecida en el siglo XIX (en términos históricos, antes de ayer) para reclamar la secesión de una realidad de convivencia milenaria y de organización política con varios siglos a sus espaldas. Patético.
Y ya sé que hay muchos tontos útiles que a este discurso le llaman "nacionalismo español". Jamás pude pensar que el mismísimo Presidente del Gobierno de España se encontrase entre ellos.
2 comentarios:
La próxima vez que viaje a Cádiz prometo no dejar de visitarlo.
merece la pena hacerlo, ademas dentro hay una maqueta de la ciudad grandisima y un cuadro de murillo, merece la pena, la gente olvida que forma parte de lo mas importante de la historia de España....la union incondicional de ésta.
emilio (liebre2@hotmail.com)
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