martes, 2 de noviembre de 2004

Mercado

Edward GibbonEl mercado ha democratizado la cultura hasta niveles impensables hace apenas cien años. Basta con acercarse a algunos quioscos (un placer cotidiano): al alcance de cualquiera un despliegue con las grandes obras del pensamiento, la poesía, la novela, los clásicos de Grecia y Roma, la historia, la ciencia, la música o el cine, por precios que puede permitirse la abrumadora mayoría de la población. Y sin embargo, la alta cultura sigue siendo cosa de minorías. ¿Qué falla? Quizás nada. Pero a mí me gusta echarle la culpa al sistema educativo.

Por cierto, esta mañana he visto en un quiosco el primer volumen de una nueva colección de RBA titulada "Grandes obras de la cultura" y lo he comprado. Se trata de la Historia de la decadencia y caída del Imperio Romano de Edward Gibbon (versión abreviada, desde luego), que leí hace muchos años, cuando estudiaba Historia, en una edición prestada. Lo que se anuncia es impresionante: la Historia de la cultura griega y La cultura del Renacimiento en Italia de Jacob Burckhardt, la Historia del arte de Gombrich, la Historia de las creencias religiosas de Mircea Eliade, la Historia de la literatura de Martín de Riquer y José María Valverde, La revolución francesa de Michelet, la Historia social de la literatura y el arte de Arnold Hauser, el Diccionario de Mitología de Pierre Grimal, la Historia de la filosofía occidental de Bertrand Russell, el Diccionario de filosofía de Ferrater Mora y muchas otras obras fundamentales de nuestra civilización.

¡Ah! Olvidaba decir que el libro de Gibbon me ha costado 4,95 euros (bueno, 5, me he negado a coger el cambio).

2 comentarios:

it dijo...

La generosidad le acabará matando...

Saf ;-p

Y, sí, todo está en venta: la música (la música más desconocida y escondida), el pensamiento. Todo una inmensa gran superficie de arte y filosofía.
No está mal.
No.

Anónimo dijo...

Yo me alegro. Estaba harta de ir al kiosco y encontrarlo lleno de reproducciones de sartenes de principio del siglo XIX, dedales japoneses de la dinastía quéseyo, redecillas de pelo de emperatrices famosas, etc., y toooooodas las colecciones imaginables de libros de color rosa o lila con florones primorosamente fileteados de color dorado en las portadas. Ahora podré comprar yo también.
Gin