viernes, 16 de febrero de 2007

Diego Ortiz en Nápoles

Diego Ortiz nació en Toledo en fecha inconcreta que hasta hace poco solía situarse en torno al año 1510 y ahora algunos retrasan hasta 1525. Poco se sabe de su juventud, que muy posiblemente pasó en España. Su figura empieza a ser conocida cuando en 1553 acepta el puesto de maestro de capilla del virrey de Nápoles, Fernando Álvarez de Toledo, tercer duque de Alba. En aquel mismo año aparece en Roma su famoso Trattado de glosas sobre clausulas y otros generos de puntos en la musica de violones, la obra por la que es fundamentalmente conocido hoy, que no era otra cosa que un estudio sobre la manera de glosar (esto es, de disminuir) con la viola da gamba, para lo cual ofrecía una serie de ejemplos sobre determinados bajos (la Spagna, Doulce Mémoire, O felici occhi miei, folía, passamezzo antico y moderno), algunos de los cuales se han hecho tan populares que no hay melómano medio que no los conozca.


Recercada II sobre el passamezzo moderno
de Diego Ortiz. Jordi Savall y amigos. (Astrée)

El Trattado de glosas aparecía como "nuevamente puesto en luz", lo cual hace pensar en una edición anterior por completo perdida y compromete esa fecha tan tardía de nacimiento que ahora algunos aventuran. Al parecer la estancia de Ortiz en Nápoles no fue todo lo amable que el compositor hubiera deseado, pues su conservadurismo musical fue abiertamente desafiado por una generación de músicos jóvenes. El propio compositor reflejaría las controversias en la segunda y última edición aparecida con su música,Musices liber primus hymnos, Magnificas, Salves, motecta, psalmos, que editó Antonio Gardano en Venecia en 1565, en cuyo prefacio dice explícitamente: "Hoc tempore magna est inter musicos recentiores controversia" ("Hoy día existe una gran discordia entre los músicos más jóvenes"). Si tenemos en cuenta que las referencias musicales que el propio Ortiz reconoce como propias son las de Josquin y Ockeghem parecía claro que él era punto de mira principalísimo de las discordias fomentadas por los compositores más jóvenes. ¿Fueron estas discordias las que le costaron el puesto? Difícil resulta saberlo. Ortiz dirigió la capilla virreinal hasta 1570, en que fue sustituido por el aragonés Francisco Martínez de Loscos. Después la pista se le pierde por completo y ni la fecha de su muerte es hoy conocida.

El Musices liber primus contiene 69 piezas sacras entre himnos, magnificats, salmos y antífonas, por lo que parece evidente que estaba pensado para los oficios de vísperas que tendrían lugar en la corte virreinal española en Nápoles, que solía engalanar sus actos con notable magnificencia. Conviene recordar que en 1562 había terminado el Concilio de Trento con unas disposiciones que, por lo que hacía a la música religiosa, eliminaba cualquier elemento que pudiera profanar el culto sagrado, esto es, que pudiera entenderse como característico de la música profana, lo cual incluía tanto los instrumentos como cualquier rasgo que pudiera entenderse como teatral o que ocultara el sentido de los textos en pro del embellecimiento puramente sonoro. En esas circunstancias, cómo puede entenderse esta frase extraída de la dedicatoria de la edición:

¿No es verdad que en el Antiguo y el Nuevo Testamento el culto divino de la Iglesia católica se dirigía al Buen y Gran Dios no sólo a través de las voces humanas, sino también con instrumentos musicales, siguiendo el precepto divino y la indicación de los Santos Padres? ¿Qué puede encontrarse más admirable y magnífico en esta circunstancia?
¿Un desafío a las disposiciones tridentinas? Es muy posible que la música editada en el Musices liber primus hubiera sonado ya en Nápoles en los años anteriores a su publicación y Ortiz quisiera simplemente dejar constancia de que esa música nació en un entorno determinado en el que lo normal era la participación instrumental (está confirmado el uso de cornetas, sacabuches y violas da gamba más el preceptivo órgano). Por otro lado, es desde luego seguro que las disposiciones salidas de Trento irían imponiéndose con cierta lentitud, tanto más extendida en el tiempo cuanto más alejado estuviera el centro en cuestión (lejanía física y espiritual) de la sede papal.

Sea como fuere, Marco Mencoboni se agarra a esa frase para ofrecer una interpretación muy singular de esta música. Escoge Mencoboni los salmos típicos de las Vísperas para la Virgen (Dixit Dominus, Confitebor, Beatus Vir, Laudate Pueri, Laudate Dominum ), todos ellos escritos en un sencillo estilo homorrítmico a cuatro voces y en alternatim (esto es, alternando versos gregorianos y polifónicos), alternancia que se encuentra también en el himno Ave Maris Stella y en el Magnificat. Más singulares (y modernos) son los motetes que se emplean como antífonas (tras los salmos, pues para la antífona que los precede se usan las tradicionales en canto llano), escritos a 4, 5, 6 y 7 voces y en los que Ortiz mezcla el contrapunto más puro y tradicional, con las tendencias imitativas y también con la homorritmia.

Mencoboni ha grabado estas Vísperas distribuyendo a su equipo en seis coros: tres de polifonía (dos compuestos por los habituales de su grupo, Cantar Lontano; y un tercero que forman los miembros del Ensemble Vocal Calixtinus), uno de canto llano (Schola Aurora Surgit) y dos instrumentales (uno formado por una corneta y cuatro sacabuches; otro por el cuarteto de vioilas Il suonar parlante, con Vittorio Ghielmi al frente). Lo más singular de la interpretación de Mencoboni no es, en cualquier caso, el empleo de instrumentos, sino el uso de una forma de emisión vocal cercana a la música popular, tan imbricada con la creación culta en el entorno de Nápoles, que puede recordar a las formas del Ensemble Organum o del conjunto Graindelavoix. La conjunción de esta forma ornamentalmente exuberante de canto con la intensidad que imprimen los conjuntos instrumentales y con la serenidad del canto llano crea una atmósfera sugerente y especial, que realza el valor de una música que interpretada de un modo más convencional quizá no sea gran cosa, de ahí la falta de interés que había hasta ahora por ella.

El disco nace de una curiosa confluencia entre el peculiarísimo sello del propio Mencoboni, E lucevan le stelle, la magnífica revista de Francesco Maria Ricci, esto es FMR, y el sello Alpha que es quien definitivamente lo acoge en su catálogo con el nº108 de su exquisita colección Ut pictura musica.


Dixit Dominus de Diego Ortiz. Cantar Lontano. Marco Mencoboni. (Alpha)

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