jueves, 29 de junio de 2006

Manipulación

Cecilio Gallego Alarias y Silvia Martínez Santiago no se conocían ni llegarían a conocerse nunca. Cecilio había nacido en Alcázar de San Juan y tenía una casa en Torrevieja. La casualidad quiso que el 4 de agosto de 2002 pasara por Santa Pola, localidad turística de la provincia de Alicante, y que sobre las ocho y media de aquella tarde estuviese esperando un autobús justo al lado de la casa donde vivía Silvia, una niña de seis años, hija de guardia civil. El otro día, leyendo el artículo de Tubau que enlazaba Arcadi (ese artículo que en otros sitios provocaba irritación a cuenta de su contenido flagrantemente manipulador) pensé en cuántos hijos de guardias civiles no han tenido nunca la ocasión de avergonzarse por serlo, como corresponde obviamente a alguien que tiene esa mancha infame marcada en los genes. Silvia es una de ellas. Aquella tarde de verano de 2002, estaba jugando, bailando una canción de moda en su habitación, cuando las paredes y los muebles se le vinieron encima y le causaron daños irreversibles que le provocaron la muerte. Sin edad para avergonzarse. Terrible. En ese preciso momento, en el justo instante en que el armario caía sobre la niña, el cuerpo de Cecilio Gallego, de 57 años de edad, quedaba despedazado sobre la acera. Y no, no es que se desplomara sobre él la fachada de la casa de Silvia, que habría sido una posibilidad bien plausible. Cecilio fue alcanzado por la onda expansiva de la misma explosión que causó el derrumbe de la casa de Silvia (y de otras muchas) y que provocó además 40 heridos (uno, un primo de Silvia de 5 años, de gravedad; ¿qué habrá sido de él?, ¿mirará la vida desde una silla de ruedas o sólo podrá usar un ojo para hacerlo?, ¿tendrá la ocasión de escuchar y bailar las canciones de moda de este verano?). Un coche cargado de explosivos y colocado y hecho estallar por un comando de ETA junto a la parada del autobús y delante de la casa de Silvia fue el causante de todo lo sucedido.

Cuatro años después yo me he acordado de aquella niña que tenía entonces la misma edad que mi hija pequeña cumplirá en unos meses. Y he venido hasta aquí a seguir manipulando un poco. Al fin y al cabo, cuando uno se sienta a negociar no sé qué con una banda de asesinos, lo normal es que los muertos acaben amontonados sobre la mesa.

8 comentarios:

Anónimo dijo...

No voy a entrar en los comentarios sobre lo de Tubau por razones que entenderás.

Pero no puedo evitar señalar, con sonrisa maléfica, el retintín con que el anfitrión descalificaba las quejas por el mensaje ¿institucional? del honorable Maragall en las vísperas. Resulta que la junta Electoral central (o el organismo que sea) ha sancionado con multa tal aparición, y yo, si fuera lector de ese blog, pediría algún comentario al respecto.

(Y bueno, perdón por orillar el contenido de tu post, pero es que sobre eso poco más hay que decir; ánimo, y procura no hacerte más mala sangre de la imprescindible)

Paolo dijo...

No, pero si yo no me hago mala sangre, de verdad que no. Simplemente hago esfuerzos por entender. Por ejemplo, eso de la memoria histórica, que no sé muy bien lo que significa, porque para mí la historia es una cosa y la memoria algo bien distinto. Y yo aquí no pretendo hacer historia, pero no puedo evitar que mi memoria deje de trabajar.

Y llegados a este punto, estoy convencido de que la única perspectiva posible para asomarse a lo que está pasando en España y luego poder seguir sintiéndose medianamente bien es ésta. Hay que imaginar a una niña de seis años (yo lo tengo muy fácil, lo reconozco) disfrutando de sus vacaciones de verano, en su casa, jugando con su primo pequeño, saltando, riendo y haciendo como la que canta. Y hay que imaginar luego los muebles y las paredes sobre los dos y a los padres retirando los cascotes, cubiertos de polvo y de sangre. Y a ser posible hay que imaginarlo en colores nítidos, no en blanco y negro, como esas grandes tragedias del pasado, que vistas de esa forma parecen siempre menores. Hay que procurar hacerlo así, con honestidad, y luego invitar a Pernando Barrena a tu programa, con el fin de respetar la pluralidad ideológica de la sociedad vasca (y escandalizarse luego, lógicamente, porque el PP cancele su presencia en el programa, que no saben ya qué hacer para crispar).

Jesús Miramón dijo...

También yo lo tengo muy fácil, es verdad, y soy capaz de imaginar. Tengo un hermano militar, y durante los años más sangrientos todos vivíamos preocupados por él y su familia. Sí, yo tampoco olvido. No me hace falta leer textos como el tuyo para recordar.

Pero negociar "no sé qué" no: acabar con eso, gestionar la rendición de quienes cometieron semejantes atrocidades, que no vuelvan a repetirse. Es verdad que sobre la mesa y, sobre todo, en el corazón de un lado de la mesa, están todos los muertos. Nadie podrá hablar nunca por ellos. Ni quienes en su nombre afirmen con la voz del dolor que cualquier diálogo es un insulto a su memoria, ni quienes se atrevan a imaginar que no desean más compañía.

Yo llegué a imaginar que asesinaban a mi hermano. En Zaragoza, en una de sus tantas salidas a comprar. Una bomba lapa. Un disparo en la nuca. ¿Sabes qué pensaba? Hacerme con un arma, conducir hasta el País Vasco, entrar en una Herriko Taberna y matar a unos cuantos hijos de puta.

Por qué entre los hermanos, hijos y padres de tantos cientos de víctimas nadie lo hizo es algo que siempre me ha causado perplejidad, lo confieso.

Desde esa perplejidad contemplo lo que está sucediendo. La sociedad, las personas, fueron capaces durante años nada menos que de no cobrarse una venganza a todas luces natural y comprensible. Dejaron eso en manos de la policía y el gobierno. La misma policía que ha llevado a ETA a donde está ahora. El mismo gobierno legítimo que tal vez acabe con esa lacra de una vez por todas.

Nadie puede hablar por los muertos. Ni tú ni yo ni Zapatero ni Alcaraz ni los familiares que, ellos también, están divididos. Pero si durante tantos años se creyó en la fuerza de las instituciones, por qué no hacerlo ahora. Si nadie cogió una pistola y se plantó en medio de una Herriko Taberna disparando a diestro y siniestro para vengar a su pequeña hija muerta, por qué no confiar ahora en que, desde la fuerza del estado en la que creimos durante mucho tiempo, el fin de ETA es posible sin olvidarles a ellos. Por qué no.

Anónimo dijo...

Una vez más, Jesús: ¿por qué no? Pues por los hechos y las palabras que ya han ocurrido y ya se han pronunciado.

No es cualquier diálogo el que denunciamos, es este diálogo. Yo estaba y estoy en contra de cualquier trato, es mi posición, pero no se me ocurriría oponerme con esta intensidad a lo que otros gobiernos hicieron, porque era su privilegio y lo que entendían por su deber. Como no les vi cruzar ninguna línea no dije nada.

Estos las cruzan todos los días, con un cinismo y una frivolidad en el doble lenguaje que tira de espaldas. Intenta entenderlo, Jesús: la mía (y estoy seguro que la de Paolo, y la de tantos que somos) es una repugnancia concreta a unas palabras y hechos concretos, no una cerrazón visceral y partidista.

Jesús Miramón dijo...
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Jesús Miramón dijo...

Queridos Nacho y Pablo, si me he animado a participar es, primero, porque os tengo afecto y respeto (me gustaría pensar que es un sentimiento mutuo); también porque sé, es mucho tiempo leyéndoos, que vuestras convicciones no responden, como bien dices, a una cerrazón partidista, si tal cosa hubiese pasado por mi mente no se me hubiera ocurrido opinar con la tranquilidad con la que lo hago con vosotros. Sé que vuestras opiniones responden a un análisis propio. No comparto las conclusiones, es obvio, pero lo valoro, me resulta pertinente, me interesa mucho.

Y entonces, ¿qué más puedo decir? Repetir una y otra vez qué hechos y palabras concretas me producen repugnancia a mí no llevarían a ninguna parte. Vemos la actualidad política de modo diferente, eso es lo que pasa.

Un abrazo sincero a los dos (y también a Opi).

Portarosa dijo...

Nada, que sigo estando de acuerdo con Jesús. También en el respeto que vuestras opiniones me merecen.

Paolo dijo...

Carta al Sr. Rodríguez Zapatero:

Quiero dirigirme a ustedes, ya que siento la necesidad de contar y transmitir a aquellas personas de bien, que puedan o quieran leer este artículo, como me siento en estos tristes momentos que estamos viviendo en nuestro país.

Soy Toñi Santiago, madre de Silvia, asesinada en Santa Pola (Alicante) el día 4 de agosto de 2002 por la banda terrorista ETA.

Sr. Zapatero, quiero que sepa que con su cobardía, con su desvergüenza, con su indignidad, con su maldito talante, con su pacto con los etarras, con su declaración del día 29 de junio para iniciar el proceso de dialogo, usted, transcurridos casi cuatro años, ha vuelto a asesinar a Silvia.

Usted sólo ha conseguido que los sentimientos que tuve que vivir aquella tarde del atentado, vuelvan a resurgir hoy en mí. Sentimientos que todavía trato de canalizar, después de casi tres años de ayuda psicológica y de un tratamiento médico contra la ansiedad.

Con su gestión en la política antiterrorista, ha conseguido que tenga el mismo desprecio por usted que siento por los asesinos de mi hija, de sus colaboradores y de quienes aplauden y festejan los atentados y que, para mí, son tan asesinos como aquellos que colocaron el coche bomba, cargado con 50 kgs. de explosivo, debajo del balcón de mi casa.

Usted se ha puesto de rodillas ante esos asesinos, usted y su gobierno han claudicado ante esos canallas, pero por favor no nos pida a las víctimas comprensión. Sr. Zapatero, usted no cuenta con mi autorización para negociar con la sangre de mi hija.

Usted que fue tan cobarde el pasado día 28 de junio de no querer mirarme a los ojos en el Congreso de los Diputados, usted que dio las ordenes oportunas para impedir que accediéramos a las proximidades del recinto con una corona de flores, humillándonos y tratándonos como si fuésemos delincuentes, usted no conseguirá silenciar mi voz.

En su anuncio de negociación, tan esperado por la banda terrorista ETA, usted nombra a las víctimas del terrorismo, a su memoria, a su dignidad y a su honor. Casualmente siempre olvida usted mencionar la palabra “justicia”. En los dos años y medio que lleva en el poder, nunca le he escuchado mencionar esta palabra cuando se refiere a las víctimas. Justicia es lo que espero conseguir contra los miserables que asesinaron a mi hija, aunque pacte usted con ellos o con el mismísimo demonio …

Por último le rogaría que no hable usted tan alegremente del dolor de las personas que hemos sufrido un atentado terrorista. A mí, como madre de Silvia, me ha demostrado que no le importa lo más mínimo el asesinato de una niña inocente. Sr. Zapatero, desgraciadamente para mí, todos los días 4 de agosto que me queden por vivir tengo que recordar que, ese fatídico día mi hija fue brutalmente asesinada.

En mi memoria quedará, que mientras usted celebra alegremente su cumpleaños ese día, en unión de sus dos hijas y de su esposa; a mi hija, con seis añitos no le permitieron cumplir ninguno más esos individuos con lo que usted ahora negocia. A Ella y a todas las personas que fueron asesinadas les va a tener que agradecer su continuidad en el gobierno. No me queda la menor duda de que esas ansías de poder es lo que le lleva a usted a traicionar la memoria de las víctimas inocentes.

Señor Zapatero, “NEGOCIACION EN MI NOMBRE NO”.

Toñy Santiago - Alicante

Otra manipulada...