martes, 23 de octubre de 2007

Órficas (1)

Orfeo de MOnteverdi. Rinaldo Alessandrini

El problema fundamental de Alessandrini es que, por mucho que se empeñen, Furio Zanasi no es Orfeo.


La voz es baritonal, puede que adecuada por color para el tránsito por el Infierno, pero demasiado poco flexible para el cantar passaggiato del "Possente spirto" o del dúo final con Apolo. Exactamente el mismo problema que Gabriel Garrido tuvo con Víctor Torres. Emmanuelle Haïm supo resolverlo bien: elevó el diapasón y le dio el papel a Ian Bostridge, un prodigio de agilidad. En último término, prefiero a Mirko Guadagnini con Cavina, quien además en los actos pastoriles hace trizas a Zanasi. El problema de Cavina es su incapacidad para mantener la tensión dramática en el Hades. Ahí se le cae todo Monteverdi (y no sólo Orfeo). Garrido abrió la vía para los Orfeos mediterráneos, apasionados y ardientes, con continuos riquísimos y sonoridades luminosas y esplendentes, pero ¿por qué Torrres, Gabriel, por qué? Por esa grieta fueron desfilando luego todos, incluidos Cavina y Alessandrini, los últimos en llegar. Rinaldo, a ti hasta te perdono lo de Zanasi, a lo mejor es que no hay otro, quizá es que desde Francesco Rasi no ha habido cantante capaz de combinar las disminuciones en los agudos (de tenor) con esa tesitura que por los graves es en realidad la de un barítono, pero, de verdad, ¿hacía falta que en el baile los pastores batieran el récord del mundo de velocidad? Por ejemplo, en "Vi ricorda o boschi ombrosi", Orfeo contrasta su felicidad de enamorado con los tormentos de despechado de antaño, no trata de llegar a parte alguna. Está gozando y regodeándose en su estado y con la contemplación de la naturaleza que lo rodea, no tiene ganas de que su canción se acabe (y el oyente tampoco, la melodía es tan bella y sugerente...).


En lontananza, el viejo Harnoncourt se mantiene subido al pedestal, contemplando los campos de Tracia, quién sabe si sonriéndose y pensando, ¡ay, si yo hubiera tenido estos instrumentistas!

Sol per te, bella Euridice,
benedico il mio tormento:
dopo il duol si è più contento,
dopo il mal si è più felice.

5 comentarios:

Anónimo dijo...

Tiene usted la deliciosa crueldad de Arturo Reverter en su Ars Canendi (adoro sus puñaladas en la noche: "Magnífica interpretación la de XXX, si no fuera porque se desmorona en ese si natural, escuchemos:..."). El disco, no obstante, no tiene mala traza. Un abrazo.

Alberich el Negro dijo...

¿Todavía sigue en antena Ars Canendi? Madre mía...

Tengo grabado el programa desde su inicio, allá por 1998, pero no he podido continuar con la iniciativa y hace unos meses que lo he dejado. Se había convertido en una empresa titánica...

En cuanto a lo del Orfeo, en gran medida el problema radica, efectivamente, en esa voz de tipo mixto que requiere el rol principal, y que era muy característica de una época donde todavía no se habían fijado las tipologías vocales que operan en la actualidad. Voces usadas en los siglos XVII-XIX, como la del baritenor o el barítono Martin, que no son frecuentes hoy día, en que se exigen (como en la Plaza de las Ventas) voces-morlaco de una pieza: grandes, potentes, musculosas… No importa que se cante o no con gusto (y el rol de Orfeo requiere mucho); lo fundamental es que se haga alto y fuerte. Ya lo dijo Celletti, cuando habló de la escuela del mugido y del alarido, para referirse, respectivamente, a los barítonos y tenores aparecidos después de imponerse el canto verista. Algo parecido a lo que ocurre con ciertos personajes de Mozart, de Rossini… Es lo que tiene haber sido pionero o haber compuesto en una época de transición y para un arte que no dejaba de evolucionar. De todas formas, estoy convencido de que muchas veces nos desilusionaría oír ciertos papeles tal como fueron cantados por sus intérpretes originales, pues nos sonarían muy, muy raros.

Pero volviendo a L'Orfeo monteverdiano, ya veremos lo que nos depara en esta temporada el programado por el Teatro Real (dirigido por William Christie y con Les Arts Florissants). La oferta se hace más apetecible y tentadora por cuanto en torno a él se ha organizado un nuevo ciclo Contextos, para el que están programados también el Orphée et Eurydice de Gluck y su homónimo compuesto en época ya contemporánea por el austríaco Ernst Krenek (Orpheus und Eurydike). Lo dicho, ya veremos…

P.D.: He leído muy buenas críticas de la versión de Cavina y La Venexiana, cuyo valor se incrementa, además, por la edición realizada totalmente en castellano por Glossa, que debe ser una preciosidad (con artículos y traducción del libreto a cargo de Martínez Miura). ¿Podrías decirme, Paolo, si quizá merece la pena comprarlo sólo por esto último?

Saludos desde el Nibelheim.

Paolo dijo...

El Orfeo de Cavina puede escucharse sin desdoro, en especial los dos primeros actos, pero se desmorona un poquito en cuanto Orfeo se enfrenta a Caronte. El librito de Glossa tampoco está mal, sobre todo por el bonito ensayo de Alberto Bernabé sobre el mito. Russomano colabora también con la excelencia habitual y Stefano Aresi justifica con argumentos discutibles pero bien fundados las opciones escogidas por Cavina para su interpretación.

En mi opinión, el que tenga el Orfeo de Garrido puede prescindir tranquilamente de Cavina y Alessandrini (no vienen mal en cualquier caso), aunque haría bien en hacerse con el histórico y antológico Orfeo de Harnoncourt (¡grabado en 1968! Hay que frotarse los ojos antes de entender el alcance de la aportación de Harnoncourt a nuestra comprensión de esta música)

Alberich el Negro dijo...

Thanks.

SDEN.

gelly y obes dijo...

Sos un marxista de la música. Tus categorías tan rígidas te impiden escuchar la música libre de prejuicios. Así, te ves obligado a decir que el mejor cantante del mundo hoy por hoy, y quizás de toda la historia, el Maestro Víctor Torres, no está bien para el papel, o cosas así, cuando la versión del Orfeo de Garrido quizás sea la mejor de todas, y especialmente gracias a Torres.