sábado, 5 de mayo de 2007

Jiga

A veces J. se sentía fuera, barrido por un viento cuyo origen no acertaba a desvelar, desconcertado y vulnerable. Entonces trataba de racionalizarlo todo, de ahondar en la raíz misma de los hechos, en la esencia de lo que sentía y de aquello que le hacía sentir así y no de otra forma, lo ponía todo en duda, todo lo rastreaba, lo destapaba y lo sometía a crítica. Volvía sobre sus pasos, sobre lo ya vivido, lo retorcía, le daba la vuelta, lo miraba desde las sombras, dejando que creciera en una luz y a una distancia nunca antes contempladas. Buscaba la verdad o el consuelo. Rasgar el tul de las apariencias o dejarse mecer en la quietud inconsciente del delirio. Porque había un desajuste entre la realidad como los demás decían verla y como él la veía, un desajuste que alcanzaba a todo aquello que pasaba aun rozándolo, las nubes negras que traían fuego y no lluvia, el silencio ensordecedor de la sierra, el equívoco título de una canción o de un poema, las obras tantas veces recorridas y hasta memorizadas, de pronto irreconocibles, como si fueran nuevas, donde él leía placer, era el dolor, si sentía frío el cantor decía abrasarse...

Échame un vistazo al menos de arriba abajo
mírame cómo estoy de cabo a rabo enamorado
tengo enamorados los ojos
y tengo la boca enamorada
y tengo el pie izquierdo enamorado
y mucho más el pie derecho
tengo también enamoradas las espumosas ingles
y el pene conmovido enamorado como los niños de sus maestras
y los testículos al borde de las lágrimas de puro enamorados
tengo las manos pesadamente enamoradas
tengo enamorado el pecho combatiente
tengo con delirio enamorada la saliva
tengo la vieja cabeza altanera perdidamente enamorada
y enamoradas como vírgenes ridículas todas sus ideas
y todas mis palabras enamoradas hasta la tartamudez
y tengo enamorada la memoria
y enamorada hasta la abyección la imaginación
tengo el día y la noche enamorados
tengo enamorada cada hora con una herida roja y un sexo violeta
tengo enamorados los oídos y todo lo que oyen
y enamorada la lectura de cada línea que leo y cada idea que pienso
tengo la inteligencia magníficamente enamorada como una estúpida
y tengo enamorado este dedo meñique
y enamorado el gesto con que escribo estas líneas
tengo la voz con que te llamo enamorada
y enamorada la paciencia milagrosa en que te espero
porque te espero enamorado y no me dejes así
junta apretadamente todo esto en tu abrazo
dueña de los enjambres y de las cataratas reúneme
recoge fuertemente en tu abrazo de hermana insensata
apretados contra tus pechos más claros que los himnos
calmados en tu seno de cauce de las fiebres caudales
todos estos pedazos doloridos.
(Jiga, Tomás Segovia)
La misma voz del poeta, que se arrastraba lenta y pesada, desmentía a su modo de ver el título escogido para los versos. Nada en ellos había de la jubilosa carnalidad de la giga, sino más bien la desesperación del que se siente fuera ya del mundo, la cadencia casi líquida y etérea de una zarabanda profunda y dolorida.

1 comentario:

Gatita suicida dijo...

Hola, una pregunta es Tomas segovia el autor del poema que publicaste?