miércoles, 23 de mayo de 2007

El átomo del tiempo

El sexo en siete lecciones
I

Gozo y tortura
que el Tártaro y el Cielo
–uña de carne– desempeñan.

Al sexo y su desorden milagroso,
a su perfecto matrimonio
de beso y abrelatas, sucumbimos.

A la gloria del sexo,
a su desenfrenado latrocinio,
su avaricia impecable,
· alto cedemos.

II

Y por estar a flote,
por ser la superficie de la espuma en la piel,
por ser lo más visible y general,
por ser el más común lugar del paraíso visitado,
el sexo, lo evidente,
lo que a todos iguala,
lo esencial –sabia era Eva,
ingenuo Segismundo–,
por ser el sexo algo tan real,
lo único real acaso,
sólo se existe y vive a su merced.

No es reducible el sexo a números ni a ciencia,
no es cosa comprensible,
no es natural ni humano
y la divinidad lo desconoce.

Lo real no está sujeto a inquisición.

III

El tiempo escaso por costumbre
y, por la costumbre, frágil,
no basta para el amor
y es demasiado para el sexo.

Pero si en sexo se midiera el tiempo
si el sexo –el gozo, mejor dicho– fuera
una unidad de tiempo,
sería la más pequeña
que el reloj pudiera imaginar,
la apenas registrable,
el átomo del tiempo.

IV

Ni el denodado goce de los cuerpos,
ni el carnívoro roce de las bocas,
ni las fieras sensuales de los dedos,
ni las mejillas ardorosas,
ni el sudor refrescante de los pechos
–su rima encantadora–,
· ni el tacto delicioso de los muslos,
· ni la plata del pubis,
· ni las caudas azules y viriles,
son suficientes para el sexo.

La plena saciedad misma, no basta.
Lacios los cuerpos tras el goce, exhaustos,
bebidos uno a otro hasta las plantas,
sueñan, despiertos, con el sexo.
Sólo han probado, sólo empiezan a hervir.
La saciedad más absoluta
es siempre, apenas, el principio.

V

El cuerpo es siempre virgen para el sexo.
El cuerpo siempre, Paul, recomenzando.
Y el cuerpo eterno, el fiero eterno cuerpo
muere antes que el sexo.


VI

Y nada de que el sexo
sólo con amor es sexo.
El sexo es siempre amor,
nunca el amor es sexo.
El amor no es amor,
el sexo es el amor.
No hay sexo sin amor
pero hay amor sin sexo, y no lo es.
Todo amor sin sexo es corruptible.
Sólo una advertencia:
es ya desgracia conocida
que el sexo y el amor no sean posibles
sino con personas,
con almas y con cuerpos de cuatro dimensiones,
con seres existentes,
y nunca con fantasmas o sombras pasajeras,
mucho menos con plantas o gallinas.

VII Y ÚLTIMA

El sexo es una cosa
que se embellece cuando se la mira.
Y la prostitución es su magnífico revés,
su negación perfecta,
su ausencia depresiva.
El sexo es este Dios moldeado
por su más portentosa y vil creatura.

(Eduardo Lizalde)
En la humillante soledad del verano de sus 20 años, el sudor resbalando por las sienes, cada grieta de la pared, cada sombra proyectada sobre el techo memorizadas, J. se lo repetía una y otra vez. "El sexo es el amor." "El sexo es el amor." Y sus mayores siempre le habían dicho que todo en esta vida se consigue con amor propio, con el frecuente, tenaz y firme recurso al amor propio.

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