viernes, 13 de abril de 2007

Soleá

A J. le producían urticaria los haikus, los tankas y en general todas esas formas breves de la poesía oriental, con sus cielos siempre demasiado azules, sus aborrecibles lunas de oro y plata, sus bosques eternamente susurrantes y la tibieza acariciadora de los pútridos labios de la amada. Y para colmo, la defensa del pedantuelo de Borges. Pero una vez topó con un poema de Aquilino Duque, una soleá, que es el haiku de los gitanos, y se replanteó absolutamente todas sus fobias. Decía así:

Reloj de arena
tu cuerpo.
Te estrecharé la cintura
para que no pase
el tiempo.

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