Morelliana
Puedo pasarme todo el día en la misma habitación, mirando por la ventana lo que pasa en la calle. Si me cierran la ventana, puedo tumbarme en la cama e imaginar que estoy asomado a la ventana mirando lo que pasa en la calle. Si me quitan la cama, me sentaré en el suelo soñando que estoy tirado en una cama imaginando que me asomo a una ventana por la que veo lo que pasa en la calle. Pero cuando me quitan el suelo me caigo. Y yo que creí haber superado hace tiempo la edad de la inocencia me sorprendo ahora, entre la incredulidad, la vergüenza, la rabia y la más devastadora de las tristezas, en plena caída libre, tratando de acertar con la dirección más benigna de los vientos. ¿Cómo se puede ser tan imbécil y seguir llamándose Paolo?
4 comentarios:
Hace poco escribí que las morellianas no eran mi palo; me alegra comporbar que sí son el tuyo (uno de los muchos tuyos).
Eso es bonito, mira. Poco en la línea del texto, nada Cortázar y menos Morelli. Un poco cursi, si nos ponemos jodíos (ustésabráperdonardonna). Pero bonito. O sea, te falla el suelo bajo los pies y te sostiene un abrazo. Me gusta, en serio.
Yo no me atrevía a decir nada, porque no hay confianza, pero ahora que Donna lo hace yo la apoyo.
Eso, eso, que actualice de una vez, que tío más pelma, joé...
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