Chalumeau
El parámetro más físico de la música, el más sensual: el timbre. Muchas veces es sólo eso, la belleza del timbre de un instrumento o de la combinación entre varios lo que provoca la sensación de bienestar, incluso la emoción. A mí me ocurre con el chalumeau. Es raro que no me sienta conmovido allí donde aparezca el sonido dulce y delicado de un chalumeau.
El término se ha usado a lo largo de la historia para designar instrumentos diferentes. En su estupendo Diccionario de instrumentos musicales, Ramón Andrés recoge en concreto cinco acepciones: 1. Instrumento rústico de viento, propio de pastores, hecho de caña. 2. Tubo melódico de la gaita. 3. Aerófono de pequeñas dimensiones provisto de siete orificios. 4. Instrumento de viento de madera, provisto de lengüeta sencilla y con siete orificios, dos llaves de latón en la parte superior, cerca de la embocadura, y un orificio doble adicional en la parte inferior. 5. Registro grave del clarinete.
Yo me refiero al instrumento que describe la cuarta acepción, que es el que figura en la ilustración de arriba. En apariencia no es sino una flauta con una llave, aunque en lugar de la embocadura de la flauta, el chalumeau incorpora una lengüeta entallada en la misma caña, por lo que puede considerarse un híbrido entre las flautas y los instrumentos de lengüeta y a menudo se lo tiene por un antecedente directo del clarinete. Lo cierto es que su sonido está mucho más cercano al del clarinete que al de la flauta, no sólo por la potencia sonora, sino también por su tesitura, y por ese algo indefinible que es la esencia pura de la tímbrica.
Revisitando hace unos días un disco que tiene ya unos tres años largos, me reencontré con el chalumeau. Es un disco formidable de un compositor que este año está de moda, ya que es el autor de una de las primeras óperas escritas sobre el personaje de Don Quijote. Me refiero a Francesco Bartolomeo Conti (1681-1732), compositor, en efecto, de un Don Quijote en Sierra Morena. Pero no es por esa obra por la que lo traigo aquí, sino por una serie de ocho cantatas que se conservan en la Biblioteca Nacional de Viena en estado de manuscrito y de las cuales las cuatro primeras fueron grabadas en julio de 2001 por Bernarda Fink y el conjunto Ars Antiqua Austria de Gunar Letzbor para el sello Arcana. Son obras de tema arcádico, en cuyas instrumentaciones Conti añade siempre un chalumeau y un laúd (como parte independiente del bajo continuo). Como recurso retórico, de referencia al mundo de los pastores, no está mal, pero lo verdaderamente maravilloso es la sonoridad del instrumento, esa dulzura indescriptible que en la primera cantata (Lontananza dell'amato) empasta de forma casi irreal con la voz increíblemente cálida de Bernarda Fink, los violines con sordina de Ars Antiqua Austria, un traverso y un laúd misteriosos, como llegados desde otra dimensión.
Lontananza dell'amato
piange fida Filomena
e sì destra forma il pianto
che allor è più dolce il canto
quando è più crudel la pena.
Y de pronto tuve un deseo irreprimible de compartir esta música con la gente a la que más quiero.
4 comentarios:
¿¿¿Y qué le dijeron al oirla???
Lo ha contado Ud. de una manera que se hace no solo necesario ¡¡sino URGENTE!! el conocer esa música.... ¡Ay, que stresss, ahora a lanzarse a la calle otra vez a encontrar el CD! -Porque si de algo estoy segura, conociéndole a Ud., es de que esa primera cantata será un placer-
Saf ;-))
¡Ay!
No encuentro la forma de sustraerme a los encantos de sus recomendaciones!!
Ignorante que es una, ignorante y sorda. Sá ;)
Saf, ya lo sabes.
Artaher, en todo caso sería una flauta dulce, pero no, su sonido se parece al del clarinete, sólo que más leve, más tenue y más dulce.
Oruga, no tiene ninguna necesidad de sustraerse, que luego sumarse es mucho más difícil...
¡Oh, no-no, para nada, olvida Ud. que soy gallega: NO sé nada! (antipático)
Saf ;-((
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