Lacosa
Desde que se planteó lacosa apenas duermo. Y los pocos minutos en que consigo hacerlo mis sueños no conocen otro horizonte. Lacosa, siempre lacosa. Cuando, cansadísimo por el insomnio, logro cada mañana poner un pie fuera de la cama, mi primer tema de conversación es lacosa. Mi mujer me escucha con paciencia, y me dice que tenga cuidado, no sea que me pase lo de a aquel Alonso Quijano, que se volvió loco por sus fantasías, pero yo sé que en el fondo ella también está preocupada, que su vida es otra desde que lacosa se nos coló en el salón un mediodía de telediarios sin bombas ni fútbol, con todo el tiempo dedicado a lacosa. Por las calles, veo que la gente no habla de otro tema. Cuando me tomo un café con los compañeros, al pie de la oficina, todas las miradas se dirigen hacia ella, hacia lacosa, y nadie puede pasar más de cinco minutos sin citarla o discutir sobre su sustancia y sus esencias. Esta misma mañana, mientras contemplábamos con los ojos derrotados por el sueño cómo crecían en el plato nuestras tostadas de aceite cordobés, no he escuchado ni un solo comentario sobre el derbi de mañana, nadie hablaba de Matalascañas ni de la comunión del domingo, nadie se quejó por la hipoteca ni hizo la menor alusión al socavón del metro, taciturnos pero excitados, cruzábamos nuestras miradas casi sin hablar, ya sabíamos que era lacosa la que estaba ahí, entre nosotros, desafiante y esperanzadora al mismo tiempo. Desde que salió a la luz, la gente ha resuelto, como por arte de magia, todos sus problemas, o al menos eso parece, porque toda su atención ha pasado a centrarse en lacosa. En la frutería nadie se queja del precio de los tomates, en el supermercado nadie comenta que las barras de pan han doblado el suyo en apenas dos años, en el parque y a la puerta de los colegios el fracaso escolar y el precio de la vivienda han dejado de tener la menor importancia. Es más, el otro día vi una concentración frente al Ayuntamiento y pensé que eran unos vecinos que protestaban por la movida, pero no, lo que hacían era acercarse a pedir más información sobre lacosa. Se ha desatado la histeria y nadie duerme ya. Las ONG's reparten propaganda por las calles, los diarios gratuitos hace semanas que no le dedican la portada a otra noticia, todas las manifestaciones de los últimos meses, desde que lacosa salió a pasear, no buscan más que profundizar en la necesidad de llegar a un acuerdo para encauzar lacosa. Hasta las pateras cargadas de inmigrantes se han multiplicado desde entonces. ¿Por el buen tiempo? No. Ellos también quieren saber, están ansiosos por conocer el futuro de lacosa. No sé cómo hemos podido vivir hasta ahora, cómo las generaciones han podido sucederse en nuestras ciudades durante siglos. Hemos descubierto que nuestra existencia carecía de todo sentido. Y ese descubrimiento, crucial para la especie humana, debemos agradecérselo a ellos, a nuestros benémeritos políticos, siempre cercanos a la ciudadanía, siempre dispuestos a resolver los problemas de su vida cotidiana. Se han enfrascado en la discusión definitiva, en desvelar los más arcanos y profundos significados de nuestro discurrir por la Historia, en descifrar dónde se encuentra el meollo de nuestra felicidad y la de nuestros hijos y la de los hijos de nuestrs hijos. Nosotros, votantes irresponsables, no lo habíamos advertido, pero ellos estaban, como siempre, al quite. Lo reconozco: desde que en el Parlamento autonómico los partidos discuten acaloradamente sobre si los andaluces formamos una nación, una nacionalidad, una comunidad nacional o una comunidad histórica apenas duermo. Y los pocos minutos en que consigo hacerlo...
4 comentarios:
¡Ajá! O sea que lacosa es lo que desde hace unos días ronda por mi casa y pone nerviosas a las tortugas... ya me parecía a mi que no era nada bueno.
Pues las peras no sé en su tierra, pero en la mía están a 2' 50 euros. Vamos a ver, se dice pronto, ¿2´50 euros un kilo de peras? ¿Casi 500 pesetas media docena de piezas de fruta, pequeñas? A mí ésto me preocupa mucho más que lacosa, con perdón, y estoy dispuesta a comerme las que compré ayer, vestida de gala y con los cubiertos y mantelería buena. Si la hubiere.
De todas formas, mi voto va para nacionalidad histórica.
(ay, mobilette modelo siete)
¿Me invitas? (¿y cuchillo de plata?)
Y lo de "nacionalidad histórica" no se les ha ocurrido todavía. Lo sugeriré. El problema es que me parece que no quedan partidos en el Parlamento para defenderla. Aunque siempre podemos provocar una escisión, que la cuestión es de tan vital importancia que creo yo que merece la pena.
Ah, pues os dejamos unos cuantos políticos valencianos. ¿Me cambias dos defensores del nacionalismo histórico por un cuadro flamenco para la comunión de esta tarde, a falta de políticos con las ideas más claras?
No respondas, no...
La invitación está en alto. Apuntaré tu nombre en el carnet de baile de esta noche, hoy toca high society´s comunion. De arriba, a abajo, sálvame :-))))
(Sitaaaaaaaaaaa, el vestido divino! Y sin rotulador ni nada... La adoro!)
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