sábado, 23 de junio de 2007

Síntomas

Aún no salgo de mi asombro.

El juez archiva las actuaciones sobre el caso de las sedaciones en el hospital de Leganés "ya que, por más que pudiéramos profundizar y proseguir, no se llegaría en ningún caso a encontrar elementos bastantes para, por dolo eventual o por culpa, responsabilizar criminalmente a los imputados por las muertes de sus pacientes tras las sedaciones" [aclaro: no se puede profundizar más porque no hay autopsias], y a pesar de que "varios pacientes han muerto tras mala práctica médica a la hora de sedarles, (...) no se puede asegurar, al menos con lo que hasta ahora se ha recopilado, que el fallecimiento deviniera exclusivamente por los fármacos prescritos por los doctores". "Se ha practicado mal la Medicina, pero no consta que las muertes sean consecuencia de ello, pues hay una duda que no puede despejarse: los pacientes pudieron morir o por la sedación indebida o por su enfermedad inicial y esto, para exigir responsabilidad penal, ha de quedar claro".

Y el responsable del servicio hospitalario, un tal Luis Montes, saca pecho. Impresionante.

Más terrible aún es el editorial que El País dedica hoy al asunto, preocupado por la política y no por las implicaciones morales del caso. Y que, además, incurre en una falsedad repugnante al aludir a que el auto del juez recoge sólo cuatro casos de mala praxis. Mentira. Esos cuatros casos son aterradores, ya que el juez determina que en los cuatro se administró sedación terminal cuando "no quedó documentada suficientemente una enfermedad terminal" y "debería haberse intentado un tratamiento específico de la causa de ingreso". [Recordemos que se trataba de ciudadanos que entraban en el hospital por el servicio de urgencias.] Es más, "fueron pacientes que, si tenían alguna posibilidad de superar el evento que generó su ingreso, fue suprimida por la sedación, que eliminó la posible expectativa de supervivencia". Pero es que el juez recoge 30 casos más de mala práctica médica: en 20 se sedó "innecesariamente" a pacientes que estaban en coma profundo, "lo que constituye una mala práctica médica". Otros diez pacientes fueron sedados terminalmente "sin identificar el síntoma refractario", lo que también constituye mala praxis médica, por lo que el juez estima que, a la vista del informe de los peritos, "a los referidos pacientes se les sedó indebidamente y se puso en riesgo su vida, si bien no se puede descartar que fallecieran de su enfermedad inicial".

Y el tal Luis Montes es un héroe para la izquierda de este País.

Definitivamente, la mañana que salí de casa con la sonrisa puesta fue porque descubrí que de lo progre no me quedaba ya ni la pose, que no necesitaba fingir progresía delante de nadie. Ese ha sido sin duda uno de los mejores y más provechosos días de toda mi vida.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Yo lo que no acabo de entender es por qué. Por qué la progresía toma partido por este hombre, qué hay de especialmente progresista en sus (malas) prácticas.

Puedo entender la maniobra de los políticos, es leña al contrario, lo de siempre: pero ¿cómo prende en el público, cómo se convierte en Causa, por qué mecanismos?

Paolo dijo...

La condición del progre (que nada tiene que ver con el hombre de izquierdas clásico, el progresista de los manuales de pensamiento político, categoría típica del siglo XIX, y que correspondía al liberal, como opuesto al conservador o tradicionalista) es la de ajustarse milimétricamente a un esquema preestablecido por decantación, un esquema en el que se siente cómodo porque le permite tomar postura sobre todo aquello que ha pasado el filtro de "lo progre" sin necesidad de cuestionarse nada en profundidad; para su guía basta el aroma o el eco de "lo progre" (y cuando hay alguna duda, se espera el dictamen del medio o el gurú adoctrinante y listos).

En la creación de ese esquema tuvo mucho que ver el sueño del mayo francés del 68, pero sobre todo el hundimiento del socialismo real en Europa, cuando desde muchos sectores de la izquierda menos dogmática y radical se trataron de poner a salvo los muebles de la ideología apuntando hacia otras direcciones: ecologismo, feminismo, pacifismo, etc. Una serie de consignas, de ideas estereotipadas, de medias verdades y de mentiras flagrantes empezaron entonces (junto a ideas nobles y análisis más o menos discutibles pero basados en lo real, desde luego) a conformar una especie de caldo espeso, de sopa primigenia en la que importaba menos la realidad que su adaptación al guión de lo previamente escogido como útil para la supervivencia de los náufragos ocasionados por el estrépito del hundimiento al otro lado del telón: en esa famosa bullshit, asentada en un ideario filosófico de nuevo cuño (el relativismo posmoderno) y convenientemente agitada y difundida desde medios muy poderosos (verbigracia, Prisa en España) dejó pronto de tener importancia la correspondencia entre lo real y la imagen socialmente aceptable de esa misma realidad. Se construyó sin más una realidad paralela, una verdad relativa, cuyo fundamento había dejado de ser epistemológico para convertirse en social (las cosas eran más o menos verdad, o sea, más o menos reales, dependiendo del contexto social en que se juzgaran) y desde ella se trazó un dibujo maniqueo y simplista de los sucesos cotidianos de devastadoras consecuencias morales, y del que se alimenta todo progre que se precie.

En el fondo, las categorías son simples y están perfectamente delimitadas por parejas. Para el progre hispánico valen por ejemplo las siguientes: ejército, malo / ong, buena; israelí, malo / palestino, bueno; Estados Unidos, malo / Europa, buena; república federal de los Estados Unidos, mala / república centralista francesa, buena; centralismo para España, malo / federalismo para España, bueno; trasvases, malos / desaladoras, buenas; curas, malos / teólogos de la liberación, buenos; aparcamientos, malos / carriles bici, buenos; campos de golf, malos / parques eólicos, buenos; OTAN, mala / ONU, buena; globalización, mala / antiglobalizadores, buenos; energía nuclear, mala / energías renovables, buenas; PP, malo / PSOE, bueno; ultraderecha, mala, deslegitimadora de cualquier acción política que cuente con ella / ultraizquierda, fuerza con la que se puede pactar, reinsertable en el sistema... Luego existen otras categorías sin opuestos claros, pero que se asumen también de manera acrítica, por ejemplo: multiculturalismo (y todo lo que suene a diverso), bueno; aborto, bueno; células madres, buenas; España plural (idea divertidísima ésta), buena; "papeles para todos", buenos; eutanasia, buena...

El caso del doctor Montes es fácilmente insertable en este juego, y así lo hizo desde el primer momento la prensa afín (aún resuenan en mis neuronas los vivas a los médicos del hospital de Leganés con los que llenó toda una columna Maruja Torres, cuando el asunto estaba aún por aclarar). Ha sido el propio Montes el que en estos días se ha encargado de crear la dicotomía maniquea que el progre precisaba para tenerlo ya todo absolutamente claro: Lamela, el consejero de salud de la Comunidad de Madrid que le abrió expediente y lo apartó de su puesto, es responsable de que ahora "la gente muera peor". Además se da la circunstancia de que el consejero y su gobierno son del PP, qué más necesita el progre para posicionarse. La realidad (la mala praxis médica comprobada) y sus implicaciones morales han dejado de importar: el asunto se ha llevado al terreno de las categorías rígidamente establecidas sobre las que no queda más opción que escoger: buena muerte (representada por el doctor Montes y su equipo) / mala muerte (encarnizamiento terapéutico de una secta religiosa y ultraconservadora enquistada en la profesión médica). Amigo Ignacio, ante esa dicotomía ¿qué opción le queda al pobre progre?

Paolo dijo...

Mira, por ejemplo, este caso palmario de pensamiento progre. El entrevistador espera que su entrevistada ofrezca a la parroquia progre el juicio que le merece un político; le extraña no conseguirlo a la primera ("parece pasar por alto a...", dice), pero insiste y al final, la entrevistada termina cayendo, interrumpiendo incluso al entrevistador: "Por cierto que quede claro que...".

De libro.

Anónimo dijo...

"Si alguien como John Waters hiciera ahora una película como Pink Flamingo seguramente lo enviarían a la cárcel, con alguna excusa, como la de ser un conspirador."

¿Recuerdas el ensayo de Tom Wolfe con Gunther Grass, en plenos 70, hablando en un auditorio californiano de policías armados de knuts tocando a las puertas?

Hoy he visto a unos del orgullo gay lamentándose de la persecución que sufren.

Esta gente de verdad cree esas cosas. Y yo extrañándome de los católicos.