domingo, 10 de septiembre de 2006

Sefarad (6)

Canciones sefardíes del siglo XX
Louis Saguer siempre fue un hombre optimista, mordaz e irónico. Había nacido en Alemania como Wolf Simoni, pero en 1933 se estableció en París y ya permaneció en Francia, naturalizándose francés tras la Segunda Guerra Mundial. A menudo gustaba de jugar con sus posibles intérpretes y con sus oyentes, usando su nombre de nacimiento como si fuera en realidad un seudónimo. Así publicó sus Cuatro cánticas sefardíes. Aquí la melodía original se ha esfumado, apenas puede intuirse en algunos acordes del piano. Saguer-Simoni ha recurrido al Cancionero judeoespañol, y se comprobará que el texto parece un híbrido, una mezcla (¿realizada dónde, cuándo, por quién?) de los dos que ya conocíamos. ¿Qué ocurre cuándo muchas memorias tratan de reconstruir un pasado que no conocieron?

Esta memoria no es mía, decía la muchacha, sino la memoria del tiempo de antes de mi nacimiento (¿cuánto tiempo había estado ausente?); aquellos sonidos, aquellas voces, aquellas canciones, deben rondar, deben rodar ahora por alguna parte; algunos temerarios o presuntuosos (se les llamaba entonces músicos, y hasta compositores) quisieron recordar e incluso recrear la verdad perfumada del lugar que permanece viva, sin darse cuenta que era ella quien les creaba y recreaba; habían empezado a ordenar, codificar y anotar el pasado persiguiendo -ellos, los fugitivos cambiando de nombres (Wolf, Louis, Eliahu...) a cada partitura en un continuo intento de fuga- persiguiendo la frase hipnótica -A la una yo nasí-, compleja -a las dos m'engrandesí-, llena de paréntesis -a las tres tomí amante-, la frase que aparece y desaparece por el dédalo de las callejuelas de Alejandría (ya Diodoro de Sicilia situaba en Egipto el prototipo del laberinto), entrecruzándose los nombres, mezclándose los sones con las azaleas y las acacias, los sicomoros de Majmudieh, el jazmín y las higueras entre las mansiones en ruinas, volviendo sobre sus pasos, una frase llena de sobrentendidos, de malentendidos, que camina hacia una meta presentida, su meta inesperada, más inesperada todavía, deslizando, ligeramente oblicua... Intentaban -los más ilusos- bailar las canciones de Sefarad con ritmos aksak ásperos como el arak, seducirlas imitando la dulzura del arrullo de un 'ud o de un santur para, debajo de la última seda, alcanzar el pudor de los pechos nudos, domos de la ciudad perdida...
Pierre Élie Mamou (esto es, Pedro Elías) en las notas a este disco.

Alma y vida y coraçón de Wolf Simoni. Elena Gragera, soprano; Antón Cardó, piano. (Columna Música)

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