lunes, 4 de septiembre de 2006

Sefarad (3)

Romances Séfarades. Accentus Austria. Thomas Wimmer
Como a menudo ocurre al tratar con la Historia, no hay acuerdo acerca de las cifras: entre 50 y 200 mil judíos, dependiendo de las fuentes, debieron abandonar Castilla y Aragón en 1492. Es posible que la aproximación más acertada se mueva entre los 100 y los 150 mil individuos, en torno al 2% de la población de ambas Coronas, aunque el número de judíos aragoneses era en realidad muy reducido. La mayoría pasó sin duda a Portugal y Navarra, reinos de los que también serían expulsados en breve, un pequeño porcentaje se aventuró al otro lado de los Pirineos y otros se instalaron en el Norte de África o marcharon lejos, a las orillas más orientales del Mediterráneo.

La memoria nos habla de calamidades sin cuento...

Pero he ahí que por todas partes encontraron aflicciones, extensas y sombrías tinieblas, graves tribulaciones, rapacidad, quebranto, hambre y peste. Parte de ellos se metieron en el mar, buscando en las olas un sendero, también allí se mostró contraria a ellos la mano del Señor para confundirlos y exterminarlos pues muchos de los desterrados fueron vendidos por siervos y criados en todas las regiones de los pueblos y no pocos se sumergieron en el mar, hundiéndose al fin, como plomo.
Salomón Ibn Verga. La Vara de Judá
En las grandes ciudades del Imperio de la Sublime Puerta (Constantinopla, El Cairo, Salónica) las comunidades sefarditas encontraron la protección de los sultanes otomanos y prosperaron con rapidez, hasta el punto de que cuando la región es visitada por Nicolas de Nicolay en 1552 se encuentra con que

La cantidad de judíos que habitan en las ciudades de Turquía y Grecia, principalmente Constantinopla, es tan grande que es cosa maravillosa e increíble. Ellos se dedican a los cambios de moneda, prestan dinero y trafican con toda clase de mercancías, oro, plata, etc., que gracias a ellos llegan de todas partes, tanto por mar como por tierra. Se puede decir con propiedad que ellos tienen en sus manos todos los grandes tráficos de mercancías que se hacen en Levante. En las tiendas de Constantinopla se pueden encontrar toda clase de mercancías. Los judíos son especialistas en todas las artes, en las manufacturas son excelentes, especialmente los marranos que hace bien poco tiempo abandonaron España y Portugal. Esto ha perjudicado a la cristiandad y ha dado a los turcos muchos beneficios, como invenciones de máquinas de guerra, piezas de artillería, arcabuces, pólvora para los cañones, balas y otras armas.
Les navigations, pérégrinations et voyages faicts en la Turquie par Nicolas de Nicolay (Amberes, 1576-77)

Un juicio parecido es el que ofrece Imanuel Aboab en su Nomología (Amsterdam, 1629):
Muchos destos desterrados passaron a Levante, los cuales fueron acariciados de la casa Othomana, maravillándosse todos los Reyes sucessores della, de que los españoles que hacen professión de prudentes, echassen de sus reinos tal gente. Antes Sultán Bayazit, y Sultán Soleiman, los recibieron muy bien, y les fue gratísima la venida de dichos Hebreos y ansí lo hicieron todos sus sucessores viendo de cuan grande utilidad y beneficio les era la estancia de ellos en sus estados.
Los olfatos más finos y advertidos en la Historia de España no dejarán de detectar en estos comentarios cierto tufillo ideológico y propagandístico, pues, a pesar del énfasis que en muchas ocasiones se pone en destacar la catástrofe económica que supuso para la España de comienzos del Renacimiento la expulsión de los judíos, su impacto debió de ser en realidad muy pequeño, pues ni los judíos formaban la elite burguesa que a menudo se ha dicho ni su influencia social era decisiva. Cierto que el país perdió algunos talentos intelectuales de primer orden y que los conflictos religiosos lejos de atenuarse se agudizaron, creándose una mentalidad en torno a la idea de la pureza de sangre de larga y compleja evolución, pero la economía, contra lo que en muchas ocasiones se ha insistido, no debió de sufrir trastornos de importancia.

Los exiliados conservaron a Sefarad en la memoria. Siguieron hablando su lengua, el judeoespañol, que tuvo obviamente un desarrollo autónomo al del castellano peninsular, y transmitieron sus experiencias de siglos mediante la melodía y la palabra, a través de romances, canciones y coplas que, con el paso de los días y de las leguas, sufrieron permanentes transformaciones y adaptaciones. Aquí, el conjunto Accentus Austria de Thomas Wimmer se acerca a la tradición sefardita del Mediterráneo oriental, haciendo de ella una mezcla entre la realidad musical del medievo europeo (de ahí las fídulas y las flautas, el salterio y el arpa) y el imaginario oriental, que recrean las percusiones turcas. María Luz Álvarez y César Carazo le ponen voz y cualquiera puede prestar su biografía, si no le asusta quedar atrapado por la universalidad de la temática.


A la una yo nací. Accentus Austria. Thomas Wimmer (Arcana)

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