miércoles, 26 de abril de 2006

Monos

Madelman [elsotanoloco.com]
He aquí una iniciativa progresista, típicamente de izquierdas, me digo. Es imposible que el Gobierno de ZP la asuma tal cual. No tardó mucho la ministra Narbona en confirmármelo: nada de derechos, lo que apoya el Ministerio de Medio Ambiente es una proposición no de ley que aboga por "proteger los hábitats de los grandes simios, evitar su maltrato y que se utilicen en actividades circenses varias". Protección. ¡Cómo si no existieran ya cientos de leyes e iniciativas de protección! Convertidos en meros administradores de consignas que les permitan renovar sus cargos públicos, los progres españoles que nos gobiernan se dedican a defender aberrantes políticas de discriminación positiva, ficticios derechos colectivos, alianzas de la civilización con la barbarie, desarman moralmente a la sociedad en la lucha contra el terrorismo, apelan a difusos criterios culturalistas para limitar las libertades cívicas o agitan irresponsablemente ante los atónitos ojos de los adormecidos el mohoso espantajo de la Segunda República. Mientras tanto, se muestran incapaces de pilotar el rearme moral e intelectual, el coraje civil que requiere una sociedad que ha olvidado el coste de su libertad y de su bienestar.

El Proyecto Gran Simio es una iniciativa progresista porque apela al valor básico en el que se asienta el pensamiento de izquierdas: el progreso moral compartido y apoyado en la razón y el conocimiento. Hoy sabemos que nuestros valores como especie, nuestro universo espiritual y ético no proceden de ningún don divino ni sobrenatural, sino que forman parte del mismo proceso evolutivo que transformó nuestra apariencia externa hasta hacernos lo que somos. Los estudios científicos, los avances en genética han determinado de modo inequívoco que el ser humano comparte con el resto de especies vivas una historia común, codificada en unos genes que han sobrevivido y se han replicado durante millones de años, y que todo aquello que habíamos considerado específicamente humano (la autoconciencia, la imaginación, el sentido del humor, el lenguaje articulado, la creación y transmisión de culturas no instintivas...) es una realidad antes que nada biológica que, en mayor o menor grado, compartimos con el resto de las especies vivas. Gracias a la ciencia, hoy sabemos que algunas de esas especies están tan cercanas a la nuestra que cualidades muy concretas que consideramos durante mucho tiempo como superiores y exclusivas de los hombres caracterizan también a sus individuos.

Costó mucho llegar hasta la Declaración de los Derechos Humanos y, a fecha de hoy, su cobertura práctica no alcanza todavía ni a un tercio de los hombres. Las mismas resistencias, las mismas risotadas (y de los mismos: ese chistoso arzobispo de Pamplona, los medios ultraconservadores) que ha provocado este proyecto, radical pero perfectamente asumible hoy, acompañaron al proceso de emancipación de la razón frente a la tradición y la fe que desembocó en la Declaración Universal de los Derechos Humanos. La formación de una comunidad legal de iguales entre humanes, bonobos, chimpancés, gorilas y orangutanes no pretende, como se ha escuchado estúpidamente repetido, pretendiendo ridiculizar a sus impulsores (los ridiculizadores ridículos), que los hombres reciban el mismo trato que los simios antropoides, sino que se reconozca a éstos el derecho a la vida, la libertad y la integridad física, que incluye el derecho a no ser maltratado ni torturado en un circo, un parque zoológico o un laboratorio de investigación médica. Es decir, se trata simplemente de una fórmula de protección que va más allá, porque se convierte en una cuestión de principios y no de oportunidad coyuntural, de las que actualmente se emplean. Derechos humanos para los individuos de esas especies, es decir, los derechos que el hombre ha definido y se ha reservado hasta ahora para sí, significa reconocimiento en ellos de cualidades moralmente relevantes, no por el capricho de cuatro ecologistas chiflados, sino porque la ciencia nos ha descubierto una realidad que hasta ahora se nos había mantenido oculta. Y la política progresista consiste, en gran medida, en convertir cuanto antes el conocimiento científicamente asentado en norma legal que favorezca el progreso ético compartido de los individuos (ya llegarán los creyentes y los conservadores hasta aquí, ya llegarán, como llegaron a la abolición de la esclavitud o al uso del preservativo, paciencia). Bonobos, chimpancés, gorilas y orangutanes no se equiparan a los hombres, pues ellos tienen sus propios modelos de sociedad y de relación, y no se trata obviamente de integrarlos en el mundo de los humanos, sino de reconocerles esa chispa espiritual que hasta hace poco consideramos de nuestra exclusiva propiedad. Así, de camino, a lo mejor aprendemos a respetarnos también algo más entre nosotros.

12 comentarios:

Er Opi dijo...

Oiga, que siempre a sus pieses.

Un abrazo admirado,

Er Opi.

Portarosa dijo...

Qué sorpresa, este comentario (las etiquetas y los prejuicios, ya sabe).
Confieso que no conozco el proyecto más que por los titulares que unos y otros se han cruzado, así que no tengo ninguna opinión al respecto; pero lo que usted dice me parece de lo más razonable.

Un saludo (y gracias por el enlace).

Brian dijo...

A mí también me parece razonable, además de muy bien expuesto, y acreedor de una reflexión en profundidad. No es fácil enfrentarse con rigor y honestidad intelectual a una propuesta que, como esta, rompe de forma brutal nuestros esquemas mentales más interiorizados. Evitar un rechazo instintivo, y al mismo tiempo no dejarse llevar por un asentimiento acrítico, sólo porque es una propuesta progre, requiere un cierto esfuerzo. Pero creo que merece la pena hacer este esfuerzo. Es más, creo que la coherencia con las bases sobre las que se asientan nuestros más elaborados principios éticos nos obligan a este esfuerzo, aun frente a la incertidumbre acerca de hasta donde puedan llevarnos ese esfuerzo y esa reflexión.

La salida más fácil, como hemos visto por ahí, cuando alguien se enfrenta a ideas que le desbordan, no pasa por hacer el esfuerzo de asimilarlas, sino por la burla estúpida y soez. Después de todo, tampoco hemos evolucionado tanto...

Portarosa dijo...

Tras echar un vistazo muy por encima al proyecto, compruebo lo que ya sabía: que me faltan los conocimientos mínimos para formarme una opinión que no sea simplemente hacer mía la que más me convenza de las que leo.

Me pregunto, desde mi ignorancia, si para la Biología es tan clara la diferencia entre los grandes simios y todos los demás animales, si hay un criterio científico para trazar una frontera entre ellos y el resto, de manera que esté justificada una consideración tan especial. Leo datos sobre tantos por ciento de códigos genéticos y comentarios sobre su psicología, pero, al no dominar (!) el tema sigo preguntándome si estamos o no ante algo serio.

Un saludo.

Portarosa dijo...

Y también me pregunto qué significan esos Madelman ahí arriba.

Paolo dijo...

Da igual la diferencia que haya entre los simios homínidos (humanes, bonobos, chimpancés, gorilas y orangutanes) y los hilobátidos (gibones y siamangs), que son los más cercanos evolutivamente hablando. Es imposible determinar en qué punto las facultades cognitivas y espirituales de otras especies distintas a la nuestra merecerían un trato legal análogo al que se plantea para los homínidos. Los derechos son construcciones humanas y por tanto ese merecimiento estará siempre sujeto a designios humanos que evolucionan y cambian con el tiempo. Lo importante es que ahora hay muchos humanos que, apoyados en las evidencias científicas, están planteándose muy seriamente si nuestros parientes más cercanos merecen ese trato legal privilegiado.

Y los madelman son simples modelos. Modelos de humanes, es decir, de simios.

Luis Caboblanco dijo...

Una estupidez más, creo. De los simios pasaremos a los perros, de ahí al resto de los mamíferos y con suerte, acabaremos yendo a la cárcel por molestar a una lagartija pero no pasará nada si atropellamos a una persona en un paso de cebra...

Portarosa dijo...

Gracias.

Paolo dijo...

Caboblanco, demasiados saltos en el vacío, ¿no te parece?

Turulato dijo...

Cuando comienzo a tratar de Derecho, suelo partir de que este -ya lo expliqué aquí en un comentario anterior- no es otra cosa, valga la tautología, que Derecho.
Unos desearían que fuese una especie de desarrollo normativo de su moralidad, otros regla imperativa para todos los que no "comulgan" con sus ideas; a unos les gusta cuando les otorga derechos, a otros les irrita cuando se los niega....

El Derecho recoge simplemente un modelo de sociedad en un momento y lugar concretos, y, en consecuencia, protege sus valores, apoya sus ideas y castiga aquello que puede perturbar su existencia y desarrollo.

El Derecho puede ir por delante de la Sociedad, de forma que la aplicación de sus Normas vaya conformando paulatinamente aquel modelo social; y puede ir por detrás, de manera que capte las aspiraciones, los problemas, le mentalidad,..., de la sociedad que regula y procure satisfacer unas y resolver otros.
Es cuestión muy controvertida por la Doctrina (los estudiosos y tratadistas); sí va a remolque de la Sociedad no cumplirá su misión con eficiencia y sí va por delante puede convertirse con rapidez en un instrumento que represente a unos pocos e ignore a muchos -pues sí representase a la mayoría no iría por delante de la sociedad, ya que sería sociedad en si-.

¿Por qué decantarse?; ¿qué hacer?. Yo creo que no es tan importante, pues, sí hay tal o cual Acto de Cortes sino porqué se ha "puesto en marcha".
¿Recoge una necesidad social y percibida por la mayoría?. ¿Procura una mejora cualitativa de esa sociedad?. ¿Su prioridad legislativa es adecuada?.....

Que cada uno responda, pues antes que buscar la respuesta ajena creo que hay que creer con firmeza en la propia.
En mi opinión, la propuesta no es disparatada, aunque debería extenderse al tratamiento animal. Bien leida, y dejando de lado razonamientos extrajurídicos que pienso que se añaden para justificar lo que debe justificarse por su propio sentido, es razonable y complementa normas vigentes, que la dinámica práctica ha demostrado que tiene lagunas, que han tenido que ser suplidas en sede jurisprudencial.

Quizá, lo criticable resida en su "tempo" (discúlpenme por recurrir a un "mundo" en el que soy un ignorante). La Sociedad tiene muchisimas cuestiones a las que dar respuesta.. Sí graduamos sus prioridades -¡ojo!, no las mías sino las del común, que soy sólo uno más entre iguales-..., ¿debería haberse tramitado esta norma?.
Repasemos los "trabajos" pendientes en nuestras Cortes; hay ocasiones en las que no perturbe tanto el fondo como la preponderancia.

Paolo dijo...

Interesante acotación, como siempre, Turulato. Y creo que ahí esta buena parte de por qué yo considero que este proyecto es progresista y perfectamente asumible. En realidad su puesta en marcha no lesiona absolutamente ningún derecho, de nadie, y no presupone la paralización de ningún otro tipo de asunto. Como en el caso del matrimonio homosexual se trata sólo de una barrera mental (¿alguien puede realmente llegar a sentir su dignidad herida, como en ese otro caso?) y para romper este tipo de barreras mentales deberían servirnos los políticos progresistas, sí. ¿Es necesario recordar las cosas que se dijeron cuando Darwin?

Er Opi dijo...

Sobre este tema he estado discutiendo en el blog de cineypolitica.blogspot.com, por si les interesa.

Un abrazo,

Er Opi.