sábado, 28 de enero de 2006

Dolorosa

Dolorosa de MurilloEl dios incognoscible y terrible del Antiguo Testamento no habría tenido ninguna posibilidad de sobrevivir en el seno de una civilización que marchaba lenta pero imparable hacia un humanismo iluminado por la idea de la compasión. La gran ventaja del Cristianismo sobre las otras religiones monoteístas del Libro fue que Dios se hizo hombre, nacido de madre mortal, y sufrió entre los hombres, como un hombre. Tal vez haya que buscar ahí la causa de que la resistencia de la Iglesia a ser penetrada por ideas que acabarían derivando en el laicismo de la sociedad fuera menos tenaz e intransigente que la que presentan todavía hoy el Islam y el Judaísmo oficiales.

Muy pronto, la devoción popular fue alejándose de las ideas absolutas, insondables e innombrables, para fijarse en los detalles del dogma que mejor encarnaban sus propias angustias y preocupaciones. Es por ello comprensible que la figura de la madre de Jesús se convirtiese pronto en objeto de adoración. Y no serían las nociones más incomprensibles y misteriosas en torno a su imagen (la virginidad, la asunción), cuya imposición sería tarea de intelectuales, las que suscitaron la atención de la mayoría de los creyentes, sino la más humana, la más cercana a la realidad cotidiana, la del dolor, el sufrimiento de una madre ante la muerte del hijo, perfectamente comprensible para cualquiera en un tiempo en que la mortalidad infantil era elevadísima.

Así, frente al canto de una complicada y extensa salmodia que hacían semanalmente monjes y clérigos, los iletrados repetían una y otra vez el Ave María, dando poco a poco forma a lo que iba a ser el rosario. De igual forma, y en paralelo con la conmemoración de la Pasión y Muerte de Cristo durante el Viernes Santo, la devoción popular encontró una forma de expresión natural en el lamento de María, que a finales del siglo XIII iba a producir una de sus más hermosas realizaciones en el Stabat Mater, un poema de autor anónimo (aunque todos los dedos apuntan hacia Jacopone de Tode, un fraile franciscano que murió en 1306, como responsable) formado por diez estrofas de tres versos cada una en las que se glosaba el dolor de María junto a la cruz. El texto, que nos ha llegado en versiones diferentes, pues sufrió multitud de arreglos y modificaciones, sobre todo, en su última estrofa, se convirtió desde el principio en objeto predilecto de los músicos, que encontraron en él una forma de volcar lo más profundo y delicado de su sensibilidad artística.

Desde el siglo XV empezaron a escribirse melodías secuenciales para entonar el Stabat Mater. La que ha sobrevivido en los libros litúrgicos contiene diez melodías, cada una de tres frases, en justa correspondencia con la estructura del poema. Pero muy pronto, los compositores empezaron a utilizar el Stabat Mater (completo o no) para adaptarlo polifónicamente. Las primeras versiones datan de finales del siglo XV, son debidas a Richard Davy, William Cornysh y John Browne y se incluyen en el Eton Choirbook. Contemporánea de ellas es la de Josquin Desprez, a partir del cual los nombres de los compositores se suceden sin descanso: Palestrina, Lasso, Sances, Salvatore, Charpentier, Steffani, d’Astorga, Caldara, Scarlatti (Alessandro y Domenico), Vivaldi, Bononcini, Pergolesi, Boccherini, Brunetti, Haydn, Rossini, Liszt, Verdi, Dvorák, Szymanowski, Poulenc, Penderecki, Pärt... He probado a escribir Stabat Mater en la página de Amazon y me han salido 559 resultados. Entre ellos, hay una apreciable mayoría dedicados al Stabat Mater de Pergolesi, sin duda el más popular de todos.

Stabat Mater de Pergolesi (Mirare)Napolitano de nacimiento, Giovanni Battista Pergolesi (1710-1736) escribió la obra poco antes de fallecer, a los 26 años, por expreso encargo de la Cofradía de los Siete Dolores de Nápoles, que buscaba reemplazar con una adaptación más moderna la que les había dedicado Alessandro Scarlatti dos décadas atrás. Pergolesi habría de respetar el dispositivo de Scarlatti, con dos solistas (soprano y alto) acompañados por un conjunto de cuerdas y el bajo continuo, pero si la obra de Scarlatti buscaba subrayar el dramatismo del tema con una austeridad que hoy nos parece demasiado severa y alejada de la sensibilidad popular, Pergolesi consiguió articular en la misma obra la más delicada y pulcra sobriedad con las disonancias más expresivas y la mayor exuberancia del canto moderno, logrando una mezcla de atmósferas que se refuerzan expresivamente unas a las otras en un universo autosuficiente de claroscuros emotivos y palpitantes.

Muy bien representado en la discografía (como puede comprobar cualquiera que le eche un vistazo somero a la página de Amazon), acaba de aparecer una versión maravillosa del Stabat Mater de Pergolesi, interpretada por dos de los mayores talentos que en el mundo del canto han aparecido en España en los últimos años: la soprano Núria Rial y el contratenor Carlos Mena, que son acompañados por el Ricercar Consort dirigido por Philippe Pierlot. El disco aparece en el sello Mirare, que cuenta con distribución de Harmonia Mundi, y se completa con una Salve Regina para voz de alto (aquí, obviamente, la de Mena) que Pergolesi escribió por la misma época del Stabat Mater y con un breve Concierto a 4 de su paisano y contemporáneo Francesco Durante.

Stabat Mater dolorosa
Juxta crucem lacrimosa
Dum pendebat Filius.



Stabat Mater de Pergolesi. Núria Rial, Carlos Mena. Ricercar Consort. Philippe Pierlot (Mirare)

1 comentario:

it dijo...

La primera vez que oí a Nuria Rial... y la primera vez que oí a Carlos Mena, las tengo vívidamente grabadas en la memoria.
Este Pergolesi cantado por ellos, al unísono, es una experiencia.
La delicadeza de las modulaciones, la austeridad de los adornos, el fraseo, esos pianisimos impensables, la fidelidad a la partitura, y esa expresión hacen que a mí, como creyente, cobre la trascendencia de un rezo sublime, místico... como las volutas de incienso subiendo, en plegaria.
Es de admirar el perfecto empaste de estas voces.
Verdaderamente es una joya.
Gracias, Paoliño.

Saf