martes, 31 de mayo de 2005

Morelliana

Puedo pasarme todo el día en la misma habitación, mirando por la ventana lo que pasa en la calle. Si me cierran la ventana, puedo tumbarme en la cama e imaginar que estoy asomado a la ventana mirando lo que pasa en la calle. Si me quitan la cama, me sentaré en el suelo soñando que estoy tirado en una cama imaginando que me asomo a una ventana por la que veo lo que pasa en la calle. Pero cuando me quitan el suelo me caigo. Y yo que creí haber superado hace tiempo la edad de la inocencia me sorprendo ahora, entre la incredulidad, la vergüenza, la rabia y la más devastadora de las tristezas, en plena caída libre, tratando de acertar con la dirección más benigna de los vientos. ¿Cómo se puede ser tan imbécil y seguir llamándose Paolo?

sábado, 28 de mayo de 2005

Alucinaciones

Me disponía a escribir sobre el Don Giovanni que Paco López presentó ayer en su Teatro Villamarta de Jerez cuando acabo de leer en un inteligente comentario al Don Giovanni de Giancarlo del Monaco en La Coruña, ese que ha contado con el estridente vestuario de Ágatha Ruiz de la Prada (y es que, sinceramente, a Don Juan no le pegan los colorines), la referencia (para muchos, parece que inevitable) a la trasposición ambiental y escénica de las óperas a épocas diferentes a la originalmente prevista por sus autores, algo que molesta muchísimo a gran parte de los aficionados al género, pero no a mí . La gente va a la ópera por la música (dicen, y es muy posible que así sea), pero eso no quita para que la ópera sea teatro. Es cierto que muchos registas buscan llamar la atención sólo a través de la extravagancia más desconcertante, que algunos no conocen la música ni a los cantantes, por lo que los obligan a cantar en posiciones inverosímiles y antimusicales, que otros aprovechan cualquier argumento para psicoanalizarse a sí mismos o a los espectadores, pero en manos de dramaturgos inteligentes y bien formados ese tipo de trasposiciones permite seguir puntos de vista diferentes sobre las ideas contenidas en la obra original (aunque aceptemos que la parte musical de la ópera sea la fundamental, no estamos hablando de música abstracta: en la ópera se transmiten ideas, algo que parecen no entender los que sólo van a escuchar a los cantantes), enfatizando algunos aspectos y desdeñando otros, lo que nos ayuda a profundizar en su sentido. De hecho, las más grandes obras de arte son aquellas que admiten un mayor número de interpretaciones. ¿Cuánto se ha escrito, desde posiciones incluso divergentes, sobre el Quijote, y de qué modo esos análisis han enriquecido nuestra visión del texto de Cervantes? Una ópera encierra en sí misma muchas posibilidades, muchas formas de mirarla, y lo más importante es que el realizador sea capaz de contárnosla y explicárnosla de forma coherente, sólida, sugerente. El mayor o menor realismo de la puesta en escena me parece completamente secundario.

Paco López ambienta su Don Giovanni a principios del siglo XX, aunque la escenografía es bastante convencional y apenas hay elementos (exceptuado el vestuario y las pistolas) que nos hagan sospecharlo. Como todos los mitos, el del burlador sevillano admite interpretaciones muy diversas. López nos ofrece la imagen de un Don Juan brutal y depravado, heroinómano, irreverente y sacrílego, que termina sus horas fornicando sobre una mesa convertida casi en altar (por cierto, que la beneficiaria del fornicio era una compañera y amiga, ya le preguntaré que tal es Carlos Álvarez visto tan de cerca), mientras se enfrenta a la figura de un Comendador que se presenta envuelta en las alucinaciones que al Don le provocan las drogas, quizá eso explique su triple presencia en el cementerio (la del personaje que se mueve lentamente por la escena mientras canta -o al menos, lo intenta, sin mucho éxito, para qué engañarnos; obviaremos por pudor el nombre del cantante- , la de la estatua, situada fuera de la vista del espectador, y la de su impresionante sombra proyectada sobre uno de los muros del decorado). Hasta ahí, todo transcurre de manera sobria y podríamos hablar incluso de una narración convencional, pero desde ese momento, López opta por una puesta en escena mucho más arriesgada y audaz, que ofrece algunos momentos de notable impacto visual, como el muy sugerente ambiente orgiástico de una cena plagada de símbolos (aunque escasa de figurantes). Da la impresión de que López rehúye la idea de lo sobrenatural actuando sobre la naturaleza depravada de Don Juan. Son las alucinaciones las que parecen hacerle ver al Comendador que llega dispuesto a vengarse, y en ese punto, López tiene una idea interesante, incluso brillante, pero que no termina de desarrollar. En medio del fragor de la escena, mientras se ocupa del placer de una dama de negro, Don Juan toma una pistola en sus manos. Los excesos con las drogas le provocan visiones extrañas, estatuas que aparecen a su espalda, sombras que le tienden la mano exigiéndole el pago de una deuda, y de pronto él se ve ahí, tiene una pistola, la mira, se apunta con ella a la sien, todo da vueltas, pero aquella parece en efecto la única forma de cumplir su palabra, él, que no conoce el miedo, enfrentado a sus propios fantasmas, el suicidio lo llevará a la mesa del Comendador... Y sin embargo, de repente se levanta, hace un gesto extraño, deja caer la pistola y es engullido por una fuerza exterior. Qué lástima de idea desaprovechada: desalojar a los espíritus hasta del Don Juan de Mozart.

viernes, 20 de mayo de 2005

Porqué

En realidad, si uno se fija, es bien fácil:

- porqué (junto y con tilde) es un sustantivo que significa 'motivo' o 'causa' y que va siempre precedido de artículo o cualquier otro determinante. Como sustantivo que es, admite el plural.
Cada cual tiene un porqué para justificar sus fracasos.
No me explico los porqués de su extraña decisión.

- porque (junto y sin tilde) es una conjunción causal. Su misión es la de introducir oraciones subordinadas que explican la causa de otra principal.
No voy a ver la Guerra de las Galaxias porque no soporto a George Lucas.

- por qué (separado y con tilde) se utiliza para preguntar. Puede usarse entre signos de interrogación o no.
¿Por qué han vuelto a abrir una zanja delante de mi puerta?
No sé por qué tienen que podar los árboles de mi calle justo en la primavera.

- por que (separado y sin tilde) se compone de la preposición por y el pronombre relativo que, que equivale a 'el cual, la cual, los cuales, las cuales'. El que se refiere pues a un antecedente y lo reproduce.
Hallaron el túnel por que [por el cual] se fugaron los presos.
Esas son las facturas por que [por las cuales] nos denunciaron.

A mí me resulta fascinante que las instituciones se esfuercen por hacernos escribir cada vez mejor. Un magnífico ejemplo de este esfuerzo es el lenguaje administrativo. Así, si el Ayuntamiento de Cantillana (un poner) tiene que solicitar a la Delegación de Educación reparaciones urgentes para un colegio del pueblo, podría redactar un documento más o menos así:

"Señora Delegada:
Como le manifestamos el pasado tal del tal en reunión celebrada conjuntamente con los padres y las madres de los alumnos y las alumnas y los delegados y delegadas sindicales del Colegio X, la situación del centro se ha deteriorado tanto en los últimos años a causa de las filtraciones de agua, que los alumnos/as, profesores/as y otros/as trabajadores/as del Centro/a se exponen a diario a situaciones que ponen en peligro su integridad física.

Como ha pasado un mes desde aquel encuentro y no se ha tomado ninguna medida para paliar los daños, en tres asambleas simultáneas celebradas ayer mismo en el centro, los alumnos/as, los profesores/as y el resto de trabajadores/as del mismo/a han decidido iniciar una huelga indefinida, huelga que cuenta con el apoyo de todos y todas los ciudadanos y ciudadanas del pueblo y por supuesto de esta alcaldía/o.
Cordialmente, etc., etc., etc."

Bien. Esto está ya asumido. Es así. Lo bueno es que ahora hay administraciones, extraordinariamente preocupadas por nuestra capacidad de expresión, que consideran que ese tipo de lenguaje debe extenderse a nuestra realidad cotidiana. Por ejemplo, si usted va a una oficina municipal a solicitar una licencia de obras, podría decir más o menos así: "Disculpe, me gustaría que un/a administrativo/a me informara del papel que tengo que rellenar para que un grupo de trabajadores/as inicien en mi vivienda una serie de reformas: intervendrán albañiles/as, fontaneros/as, pintores/as, soldadores/as y electricistas/os". Entonces desde la ventanilla correspondiente el/la administrativo/a de turno podría responderle: "En este momento, los/as administrativos/as que podrían atenderlo/a han salido a tomar el desayuno/a, pero puedo informarle de que para los/as fontaneros/as debe rellenar un formulario amarillo, para los/as albañiles/as, uno rosa, y para las/os electricistas/os uno de esos grises que tienen una/o calavera/o impresa/o en el/la margen izquierdo/a oé oé".

Una suerte que el Ayuntamiento de Sevilla se haya puesto a la vanguardia de iniciativas tan innovadoras y provechosas con campañas como ésta:

Por qué

El cartel trata de reproducir un anuncio en prensa en el que puede leerse:
"IMPORTANTE GRUPO PROMOTOR-CONSTRUCTOR PRECISA:
Arquitecta o arquitecto
Técnica o técnico de promociones
Técnica o técnico de control de coste
Jefa o jefe de obra
Encargados o encargadas y capataces o capatazas
Administrativas o administrativos
Limpiador o limpiadora"
y luego en letra blanca claramente destacada sobre el recorte de prensa un significativo: ¿Porqué no?

Son éstos los que pretenden enseñarnos a escribir...

miércoles, 18 de mayo de 2005

Winterreise

Schubert puso música al ciclo del Viaje de invierno de Wilhelm Müller el año que cumplía los 30, cuando sólo le quedaba uno de vida. Ciertamente en toda la obra puede detectarse, como suspendida, una premonición sobre la muerte cercana, y es que nunca antes la soledad, la desesperanza, la desolación más absolutas habían sido capturadas por la música como aquí.

El viajero avanza por caminos nevados y desiertos, plagados de símbolos y objetos que a menudo le recuerdan los momentos felices pasados junto a su amada (para los que Schubert reserva, con maestría, los modos mayores), pero en realidad lo que se nos presenta es un viaje interior, justo el final del proceso de autodestrucción de alguien que ha perdido por completo la esperanza.

Pero, ¿es eso posible?, ¿puede perderse por entero la esperanza? En el último lied del ciclo (y frente a la abrumadora opinión contraria de todos los especialistas que conozco) siempre he intuido que se esconde un postrer esfuerzo por volver a la vida, por renacer, siempre he sentido el íntimo convencimiento de que la presencia humana, aun de alguien tan solo y despreciado como el propio protagonista, no era sino un símbolo más, una guía por la que regresar del invierno a la luz de la primavera, acaso para encontrar un mundo distinto, sí, un mundo en el que dejar "las cosas marchar como ellas quieren", alejado de las ciudades y los caprichos de los otros hombres, una esperanza a la que aferrarse, al fin y al cabo.

El tañedor de zanfoña

Más allá de la villa
hay un tañedor de zanfoña.
Con sus dedos ateridos
toca lo mejor que puede.

Descalzo sobre el hielo
va vacilante aquí y allá;
y su platillo
queda siempre vacío.

Nadie quiere escucharlo.
Nadie lo mira.
Y los perros gruñen
alrededor del viejo.

Él deja las cosas marchar
como ellas quieren,
sigue tocando su zanfoña.
Nunca calla.

Extraño viejo,
¿iré contigo?
¿Tocarás tu zanfoña
para mis canciones?

Winterreise en la versión de Hans ZenderEn ese viejo músico callejero que sigue tocando sin que nadie le preste la menor atención se oculta, como símbolo, la resistencia última del ser humano a sucumbir, el instinto puramente animal de la supervivencia, el aferrarse a la vida aun en los momentos más terribles. Es la conclusión a la que llegaba esta mañana mientras oía la espléndida versión que de la obra de Schubert hizo Hans Zender. En medio del frondoso jardín de timbres y colores con el que Zender envolvió las melodías schubertianas, en el fragor de las sonoridades y las disonancias con que capturó magníficamente el espíritu del compositor vienés, muchas ideas e imágenes empezaron a bullirme por la cabeza, el horror de Mathausen y de Buchenwald, el juicio de Adorno sobre la imposibilidad del arte después de Auschwitz, la estupefacción de las víctimas de ETA ayer por la tarde en el Congreso, el error de la evolución al concedernos la conciencia sobre nuestro propio dolor y nuestra muerte, a mí mismo, en los momentos de mayor abatimiento y melancolía, oyendo la música más melancólica jamás escrita y sintiéndome con ella reconfortado.

domingo, 15 de mayo de 2005

Madre

Soy incapaz de escribir sobre mi madre, que ha cumplido 80 años.

Hablo con mi madre

Mamá: ahora eres silenciosa como la ropa
del que no está con nosotros.
Te miro el borde blanco de los párpados
y no puedo pensar.

Mamá: quiero olvidar todas las cosas
en el fondo de una respiración que canta.
Pasa tus manos grandes por mi nuca
todos los días para que no vuelva
la soledad.

Yo sé que en cada rostro se ve el mundo.
No busques más en las paredes, madre.
Mira despacio el rostro que tú amas:
mira mi rostro en cada rostro humano.

He sentido tus manos.
Perdido en el fondo de los seres humanos te he sentido
como tú sentías mis manos antes de nacer.

Mamá, no vuelvas más a ocultarme la tierra.
Ésta es mi condición.
Y mi esperanza.

(Antonio Gamoneda. Blues castellano)

viernes, 6 de mayo de 2005

Lacosa

Desde que se planteó lacosa apenas duermo. Y los pocos minutos en que consigo hacerlo mis sueños no conocen otro horizonte. Lacosa, siempre lacosa. Cuando, cansadísimo por el insomnio, logro cada mañana poner un pie fuera de la cama, mi primer tema de conversación es lacosa. Mi mujer me escucha con paciencia, y me dice que tenga cuidado, no sea que me pase lo de a aquel Alonso Quijano, que se volvió loco por sus fantasías, pero yo sé que en el fondo ella también está preocupada, que su vida es otra desde que lacosa se nos coló en el salón un mediodía de telediarios sin bombas ni fútbol, con todo el tiempo dedicado a lacosa. Por las calles, veo que la gente no habla de otro tema. Cuando me tomo un café con los compañeros, al pie de la oficina, todas las miradas se dirigen hacia ella, hacia lacosa, y nadie puede pasar más de cinco minutos sin citarla o discutir sobre su sustancia y sus esencias. Esta misma mañana, mientras contemplábamos con los ojos derrotados por el sueño cómo crecían en el plato nuestras tostadas de aceite cordobés, no he escuchado ni un solo comentario sobre el derbi de mañana, nadie hablaba de Matalascañas ni de la comunión del domingo, nadie se quejó por la hipoteca ni hizo la menor alusión al socavón del metro, taciturnos pero excitados, cruzábamos nuestras miradas casi sin hablar, ya sabíamos que era lacosa la que estaba ahí, entre nosotros, desafiante y esperanzadora al mismo tiempo. Desde que salió a la luz, la gente ha resuelto, como por arte de magia, todos sus problemas, o al menos eso parece, porque toda su atención ha pasado a centrarse en lacosa. En la frutería nadie se queja del precio de los tomates, en el supermercado nadie comenta que las barras de pan han doblado el suyo en apenas dos años, en el parque y a la puerta de los colegios el fracaso escolar y el precio de la vivienda han dejado de tener la menor importancia. Es más, el otro día vi una concentración frente al Ayuntamiento y pensé que eran unos vecinos que protestaban por la movida, pero no, lo que hacían era acercarse a pedir más información sobre lacosa. Se ha desatado la histeria y nadie duerme ya. Las ONG's reparten propaganda por las calles, los diarios gratuitos hace semanas que no le dedican la portada a otra noticia, todas las manifestaciones de los últimos meses, desde que lacosa salió a pasear, no buscan más que profundizar en la necesidad de llegar a un acuerdo para encauzar lacosa. Hasta las pateras cargadas de inmigrantes se han multiplicado desde entonces. ¿Por el buen tiempo? No. Ellos también quieren saber, están ansiosos por conocer el futuro de lacosa. No sé cómo hemos podido vivir hasta ahora, cómo las generaciones han podido sucederse en nuestras ciudades durante siglos. Hemos descubierto que nuestra existencia carecía de todo sentido. Y ese descubrimiento, crucial para la especie humana, debemos agradecérselo a ellos, a nuestros benémeritos políticos, siempre cercanos a la ciudadanía, siempre dispuestos a resolver los problemas de su vida cotidiana. Se han enfrascado en la discusión definitiva, en desvelar los más arcanos y profundos significados de nuestro discurrir por la Historia, en descifrar dónde se encuentra el meollo de nuestra felicidad y la de nuestros hijos y la de los hijos de nuestrs hijos. Nosotros, votantes irresponsables, no lo habíamos advertido, pero ellos estaban, como siempre, al quite. Lo reconozco: desde que en el Parlamento autonómico los partidos discuten acaloradamente sobre si los andaluces formamos una nación, una nacionalidad, una comunidad nacional o una comunidad histórica apenas duermo. Y los pocos minutos en que consigo hacerlo...

jueves, 5 de mayo de 2005

Chalumeau

Chalumeau


El parámetro más físico de la música, el más sensual: el timbre. Muchas veces es sólo eso, la belleza del timbre de un instrumento o de la combinación entre varios lo que provoca la sensación de bienestar, incluso la emoción. A mí me ocurre con el chalumeau. Es raro que no me sienta conmovido allí donde aparezca el sonido dulce y delicado de un chalumeau.

El término se ha usado a lo largo de la historia para designar instrumentos diferentes. En su estupendo Diccionario de instrumentos musicales, Ramón Andrés recoge en concreto cinco acepciones: 1. Instrumento rústico de viento, propio de pastores, hecho de caña. 2. Tubo melódico de la gaita. 3. Aerófono de pequeñas dimensiones provisto de siete orificios. 4. Instrumento de viento de madera, provisto de lengüeta sencilla y con siete orificios, dos llaves de latón en la parte superior, cerca de la embocadura, y un orificio doble adicional en la parte inferior. 5. Registro grave del clarinete.

Yo me refiero al instrumento que describe la cuarta acepción, que es el que figura en la ilustración de arriba. En apariencia no es sino una flauta con una llave, aunque en lugar de la embocadura de la flauta, el chalumeau incorpora una lengüeta entallada en la misma caña, por lo que puede considerarse un híbrido entre las flautas y los instrumentos de lengüeta y a menudo se lo tiene por un antecedente directo del clarinete. Lo cierto es que su sonido está mucho más cercano al del clarinete que al de la flauta, no sólo por la potencia sonora, sino también por su tesitura, y por ese algo indefinible que es la esencia pura de la tímbrica.

Cantatas de ContiRevisitando hace unos días un disco que tiene ya unos tres años largos, me reencontré con el chalumeau. Es un disco formidable de un compositor que este año está de moda, ya que es el autor de una de las primeras óperas escritas sobre el personaje de Don Quijote. Me refiero a Francesco Bartolomeo Conti (1681-1732), compositor, en efecto, de un Don Quijote en Sierra Morena. Pero no es por esa obra por la que lo traigo aquí, sino por una serie de ocho cantatas que se conservan en la Biblioteca Nacional de Viena en estado de manuscrito y de las cuales las cuatro primeras fueron grabadas en julio de 2001 por Bernarda Fink y el conjunto Ars Antiqua Austria de Gunar Letzbor para el sello Arcana. Son obras de tema arcádico, en cuyas instrumentaciones Conti añade siempre un chalumeau y un laúd (como parte independiente del bajo continuo). Como recurso retórico, de referencia al mundo de los pastores, no está mal, pero lo verdaderamente maravilloso es la sonoridad del instrumento, esa dulzura indescriptible que en la primera cantata (Lontananza dell'amato) empasta de forma casi irreal con la voz increíblemente cálida de Bernarda Fink, los violines con sordina de Ars Antiqua Austria, un traverso y un laúd misteriosos, como llegados desde otra dimensión.

Lontananza dell'amato
piange fida Filomena
e sì destra forma il pianto
che allor è più dolce il canto
quando è più crudel la pena.


Y de pronto tuve un deseo irreprimible de compartir esta música con la gente a la que más quiero.