Todos contra el fuego (del PP)
Desde tiempo inmemorial, la llegada del verano ha coincidido con la intensificación de las campañas contra los incendios forestales. Desde aquel célebre lema del ICONA, "Cuando un monte se quema, algo suyo se quema" ("...señor Conde", que le añadió con genio Peridis), los mensajes de las autoridades siempre han tratado de incitar a los ciudadanos a luchar unidos contra la lacra del fuego (ya parezco hasta un político escribiendo). Pues bien, este verano el mensaje trata de concienciar a la sociedad para luchar unida contra un mal todavía peor que el del fuego: el Partido Popular. Ayer, en el Congreso, volvió a escenificarse la canción de la legislatura: el PP está solo, mientras el Presidente del Gobierno (el Estado es él) lucha tan denodada como generosa e inútilmente por la unidad y la concordia.
Al fin y al cabo, lo que el partido de Rajoy pretendía en el Parlamento era una auténtica infamia: nada más y nada menos quería que el Gobierno diera cuenta detallada ante los ciudadanos de sus contactos con una banda terrorista (habrase visto qué desfachatez) y, a la vez, que el Parlamento anulara el permiso concedido al ejecutivo para negociar con la misma banda, un permiso que dio lugar a uno de los episodios más hermosos y edificantes de la democracia española. Tenían razón todos los grupos cuando censuraron duramente las pretensiones del partido conservador. Lo mejor en estos casos es el silencio y la ficción.
Y se acabó la ironía.
Ha pasado un mes del anuncio por parte de ETA de la ruptura del "alto el fuego permanente" y sigo esperando. Aún no he escuchado ni leído absolutamente a ningún defensor del llamado "proceso de paz" reconocer que los que desde el principio nos opusimos a él teníamos razón, que no había un solo dato objetivo que hiciera pensar que ETA pretendía renunciar a la violencia a cambio de nada (su comunicado reclamaba exactamente lo mismo de siempre), que, en el mejor de los casos, todo fue un acto de fe en un Iluminado que no sabía de la misa la media, un acto de fe que a medida que pasaba el tiempo fue trufándose con mentiras, medias verdades y vergonzosos actos de apaciguamiento y humillación, que los adeptos asumieron con una normalidad sonrojante.
Ha pasado un mes, y estamos mucho peor que hace 30 días, muchísimo peor que antes de la famosa declaración del Congreso que, en lógica aplastante, pretendía anular el PP. Y estamos peor porque los ideólogos de la negociación (sector del PSOE liderado por Zapatero, IU y nacionalistas, los grandes beneficiados de la existencia de ETA, si no de cuándo iban a tener el poder que tienen) han conseguido hacer pasar el error del proceso, el bochorno de sus manejos y sus cesiones como un bienintencionado y deseable esfuerzo por ganar la paz, de cuyo fracaso no cabe hacer el menor reproche al Gobierno.
Entre los que, pese al fracaso del proceso y las mentiras evidentes de sus conductores, siguen defendiendo la necesidad de su puesta en marcha ("era una obligación", dicen falazmente), se han ido delimitando varios grupos. Todos coinciden en la buena fe del Presidente del Gobierno y la irresponsabilidad de la oposición realizada por el PP, pero sus justificaciones son de diversa índole. Repasémoslos:
1. Los amebas. "Yo, lo que diga Zapatero". Y no hay más.
2. Los cínicos. Niegan la evidencia: el Gobierno no ha negociado nada. Se ha ajustado escrupulosamente a la declaración del Congreso, rompiendo los contactos en cuanto tuvo la certeza de que ETA no abandonaba la violencia. Increíble, pero sí, muchos continúan afirmando esto, pasando incluso por encima del atentado del 30-D y la evidencia de los gestos apaciguadores del Gobierno después de esa fecha (por no hablar de todo lo anterior, esto es, la verificación fantasma, las cartas de extorsión a empresarios, la reunión pública PSE-Batasuna , las alusiones explícitas a la mesa de partidos, los zulos descubiertos, el robo de armas, etc., etc., siempre minimizados en pro del "noble objetivo de alcanzar la paz"; y ni siquiera entro en las muy verosímiles -por los hechos ya conocidos y el uso del lenguaje del Presidente- revelaciones de Gara).
3. Los utilitaristas. La mayoría provienen del grupo anterior. Son cínicos sin careta. Conscientes de que negar la evidencia tiene unos límites y de que hacer el ridículo de forma manifiesta acarrea una dosis importante de pérdida de prestigio (imprescindible para la supervivencia profesional de muchos de ellos), asumen que el Gobierno negoció, pero que eso en sí no es malo, que es aceptable plantearse cesiones políticas con tal de acabar con el terrorismo. Están muy bien retratados en la frase de Ignacio Sánchez Cuenca que reproducía hace unos días Ignacio en su blog:
Todo esto, francamente, es un disparate. No tiene mucho sentido decidir con criterios morales si negociación o derrota. En teoría, son dos medios para conseguir un mismo fin, la desaparición del terrorismo. Su uso debe venir dictado por las circunstancias.Es, sin duda, la postura de Zapatero y del sector del PSOE que domina el partido. Aparte de que esta postura me resulta éticamente deleznable (sobre todo, ¡40 años, más de 800 muertos y miles de heridos después!) ha demostrado ser por completo ineficaz. Lo más útil para combatir el terrorismo es negar absolutamente la posibilidad de la negociación. Sólo dejando claro que no se negociará en ninguna circunstancia y atacándolos desde todos los flancos de la lucha policial y jurídica, los terroristas se quedarán sin expectativas. Sobre esto volveré después más en extenso.
4. Los memoriosos. No dicen ni que sí ni que no. Ni afirman ni niegan. Pero insisten en que tienen memoria (muy flaca, desde luego, pero tenerla la tienen, claro). Muestran un relativismo cercano al del grupo anterior, pero lo que los distingue de ellos es su justificación de que los pasos dados por el PSOE son aceptables por el hecho de que "el PP hizo en su momento lo mismo". Es más, algunos incluso llegan a afirmar (y no los fulmina un rayo en el acto, lo cual es una nueva demostración de la inexistencia de Dios) que el PP cedió mucho más. La argumentación sólo se sostiene desde el cinismo más absoluto o desde la ignorancia. Siempre desde la indigencia intelectual más desoladora. Primero, porque en el caso de que fuera así, de que tuvieran razón y el PP hubiera hecho lo mismo, en ese caso su ejemplo tendría que haber servido de lección para no caer en el mismo error. Segundo, porque es radicalmente falso que el PP hiciera lo mismo. Cansa repetir las mismas cosas una y otra vez: lo del PP fue un error (UN ERROR), que, por otro lado, supieron reconocer (Mayor no se cansó de hablar de la tregua-trampa), pero las circunstancias eran por completo diferentes, partiendo del hecho, absolutamente fundamental, de que aquellos contactos se hicieron con el apoyo de la oposición y la aceptación de las principales asociaciones de víctimas. Y, una vez más, da igual quién rompiera el consenso (en mi opinión, es evidente que fue el PSOE, que dejó sin efecto práctico el Pacto Antiterrorista), lo único real es que es irresponsable emprender un proceso de esas características sin el apoyo del principal partido de la oposición.
5. Los absolutistas. Tienen puntos en común con los tres grupos anteriores. Aceptan que el Gobierno negocie de política con los terroristas (en esto, son utilitaristas), mientras no se les conceda las reivindicaciones máximas, esto es, la Independencia y Navarra. Es decir, van todavía más lejos que los propios terroristas, que no piden la independencia, sino el derecho de autodeterminación (o sea, un referéndum en el "ámbito vasco de decisión"), que no es lo mismo. Demuestran una supina ignorancia sobre la forma en que una banda terrorista pretende alcanzar sus objetivos y sobre la eficacia de sus métodos. ETA sabe perfectamente que no le resulta posible invadir Navarra con un ejército para terminar izando la bandera de la Gran Euskalherria Libre en el Ayuntamiento de Pamplona. ETA es consciente de que militarmente no puede ganar nunca. Su objetivo no es imponerse con las armas, sino a través del miedo. Lo que buscan es el amedrentamiento general de la sociedad para conseguir su desestimiento, lo que les permitirá imponer sus puntos de vista en una mesa. Su objetivo no es otro que el ser reconocido como interlocutor para la negociación, por lo que aceptar ésta es ya una forma de rendirse. Así que negociar no significa salvar vidas, como hemos tenido que oír machacona y simplistamente todos estos meses, sino ponerlas en peligro (salvo que se les dé lo que piden, claro está, pero eso se podría haber hecho hace 40 años y nos habríamos ahorrado mucho dolor y mucha miseria). Negociar supone alargar en el tiempo la existencia del terrorismo, así de simple. Cada reconocimiento (aun parcial) de su discurso, los terroristas lo consideran terreno ganado al enemigo. Cuando decimos (cuando digo) que ETA está más fuerte que hace dos años no es sólo porque se haya rearmado (en el sentido literal del término) y reorganizado, sino porque se ha rearmado en el sentido metafórico, esto es porque se han consolidado sus expectativas de lograr su gran objetivo (la NEGOCIACIÓN en pie de igualdad con el Estado), expectativas que había perdido casi completamente por la admirable rebelión cívica de una parte importante de los ciudadanos del País Vasco a finales del siglo pasado y por las medidas legislativas (Ley de Partidos, Pacto Antiterrorista) aprobadas en los primeros años del nuevo siglo y que la habían llevado a una situación cercana al colapso. ETA sabe hoy que siempre le será posible repetir la jugada de la última tregua, ya que hay una parte sustancial de la sociedad (encabezada por el PSOE de J. L. R. Zapatero) dispuesta a lo que sea con tal de que la dejen en paz. Y mientras ETA sepa eso, ETA seguirá existiendo, puesto que el asesinato, la extorsión y el miedo serán instrumentos eficaces para alcanzar sus fines. Ese es el gran legado real que nos deja el proceso de pazzzzzz y la responsabilidad de quienes, aun después de su rotundo fracaso, lo apoyan y lo justifican.
7 comentarios:
Precisamente vengo de escribir en el foro que a Rajoy, cuando le dicen eso de que está otorgando credibilidad al Gara, se muestra corto de reflejos, le basta con decir "no, si nos referimos a las informaciones de El País".
Yo me encuentro entre quienes opinan que el PP cedió, sin que eso me ponga entre quienes defienden lo que ha hecho el Gobierno, precisamente (y nunca he visto al PP reconocer que cometieron un error, sinceramente; de hecho, nunca he visto un error reconocido por los gobiernos de Aznar).
He recibido un libro con muy buena pinta, un índice muy bien estructurado y una edición interesante. Ya te contaré cuando le llegue el turno :-)
Abrazos,
Er Opi.
Opi, acabo de escribirlo. El PP concedió a ETA el privilegio de convertirlo en interlocutor, pero con la inmensa diferencia (aparte la ya señalada en el post) de que entonces todos (absolutamente todos) teníamos clarísimo que nada parecido a una mesa de partidos iba a aceptar el Gobierno. Fracasado el acercamiento, el PP se puso a la tarea de derrotar a ETA y, con el apoyo del PSOE, lo hizo fenomenal. Y por supuesto que reconocieron el error, no sólo porque Mayor advirtiera permanentemente de la trampa, sino porque cambiaron radicalmente de política.
A mí me trae sin cuidado que Zapatero pida perdón o reconozca explícitamente que se equivocó. Yo no quiero que se arrastre humillado ante quienes teníamos razón. Me conformo con que de una vez por todas deje de jugar al Gran Pacificador y se limite a aplicar la ley y a defender la Constitución, que es para lo que le pagamos.
(Y si no me das más pistas, puedo pensar que has comprado la Enciclopedia Álvarez de segundo grado). :-))
Añadiré sólo que he ido pasando de la rabia por no entender cómo nadie se percataba de los disfraces incompetentes bajo los que se enmascaraba la negociación política a la melancólica comprobación de que no es un problema de ceguera colectiva sino de falta de moral pública. El pueblo no es tonto, el pueblo se entera perfectamente del trile, lo que pasa es que se la pela.
Y si el gobierno tuviera la gentileza de poner esa negociación con claridad en su programa en lugar de seguir insultando nuestra inteligencia, tengo la impresión de que cosecharía con ella un gran número de votos.
Y más aún, Paolo, se trata de un gobierno de izquierda y amigo mío, eso es una patente de corso para cualquier cosa. Siempre se puede decir que el PP también lo hizo aunque como bien has escrito la situación no admite comparación. En España, si lo hace izquierda está bien hecho y no hay más que hablar.
Por eso estamos peor, Ignacio. Hoy sabemos que no era que la gente se hubiera dejado engatusar por un vendedor de humo. Es que a la gente le traen sin cuidado los principios que fundamentan el pacto social. Es que la moral pública (allá cada cual con la privada) está por los suelos, lo que habitualmente es el paso previo a que el poder termine en el arroyo, a espera de que un bigotudo se agache a recogerlo (casi nadie lee ya a Gibbon, una desgracia como otra cualquiera).
Y lo peor es que los terroristas también lo saben ya. Con mucho sacrificio y pasando por encima de lo que parecían insalvables complejos (muchos de ellos derivados de la guerra sucia, que retrasaron los acuerdos esenciales para la derrota de ETA al menos una década), habíamos llegado a convencerlos de lo contrario, de que los principios eran duros como rocas y podían pasarse otros cuarenta años reventándose sus cabezas contra ellos. Y todo, para esto...
Por cierto, extraordinario artículo de Miquel Porta Perales para la Tercera de ABC de hoy. El demiurgo demagogo.
Leo ahora el post que Carlos Martínez Gorriarán escribió en su blog el pasado lunes, y me parece relevante para la cuestión:
HAY QUIEN SE EMPEÑA EN NO ENTENDER NADA
Un párrafo elocuente del editorial de ayer de El País: “Fue un error de cálculo del Gobierno imaginar que una banda criminal no se aprovecharía de la desafección del primer partido de la oposición, y una irresponsabilidad de la oposición contribuir al acorralamiento del Gobierno.”
Veamos: el error del gobierno habría sido –concluye el editorialista- minusvalorar la maldad de los terroristas, y el de la oposición hacer lo suyo: oponerse al gobierno ¿Y dónde está el error?: ¡en que el PP se lo puso fácil a ETA! En este doble prejuicio anida toda la inanidad del “proceso” y lo ineluctable de su fracaso -por el momento sólo “político”, a la espera del atentado que estará al caer. También la explicación de por qué El País y otros medios y famosos periodistas han sido incapaces de entender que el “proceso” sólo podía fracasar –y menos mal, porque el gran fracaso y la auténtica calamidad habría sido que el “proceso” hubiera llegado al puerto buscado: un acuerdo político entre PSOE-Gobierno y ETA, nada menos, equivalente a dinamitar la democracia.
Así que vamos allá: el “proceso” tenía que fracasar porque partía de dos enormes falacias: una, que ETA no era realmente una banda terrorista, capaz de engañar al gobierno, sino una organización que sólo reclamaba reconocimiento y que, como contraprestación, estaba dispuesta a reconocer las reglas: ¡un gigantesco disparate, seguramente consecuencia de una interpretación emocional del terrorismo! (el terrorista no es malo, es que el mundo no le quiere lo suficiente). La segunda falacia: que el gobierno podía en cambio engañar a ETA, convenciéndole de que le convenía mucho un acuerdo político a la baja, como si la banda fuera la oposición… y la verdadera oposición –el PP- una banda inexistente, que no iba a ejercer con dureza –aunque con escaso acierto- su obligación política y derecho constitucional de exigir del gobierno responsabilidades y explicaciones, una vez que éste había roto todos los acuerdos previos y destruido por tanto la mutua confianza.
¿Cómo podían creer El País, la SER, la Cuatro, El Diario Vasco, El Periódico, La Vanguardia y tantos y tantos otros que algo tan estúpido como lo anterior podía tener el menor éxito? De nuevo volvemos a ese asunto que ha revoloteado por aquí tantas veces: que lo malo del autoengaño, de la mentira en general, es que no se limita al mal moral, sino que además empuja a tomar decisiones dañinas por esa destrucción del conocimiento previamente operada (los regímenes totalitarios proporcionan espléndidos y terribles ejemplos de esta lógica, desde la destrucción del Reich nazi por los disparates del propio Hitler y los demás alemanes, a la consecuencias calamitosas del Gran Salto Hacia Delante de Mao Zedong).
El País acaba refugiándose en la socorrida diatriba de la unidad ante todo: “La resolución de mayo de 2005 ha sido desmentida por los hechos, y el Pacto Antiterrorista entre PSOE y PP ya no refleja la realidad política frente a ETA. Tal vez no sea un nuevo pacto lo que se necesita, puesto que la circunstancia actual no exige acordar decisiones para cuando los terroristas dejen de matar. Lo que éstos han dicho es lo contrario, y frente a su renovada amenaza bastaría con el compromiso de que todos los partidos cierran filas en torno a la ley, la cooperación internacional y la justicia. No se trata de hurtar a los ciudadanos el debate, sino de encerrar a los terroristas en su burbuja criminal: por atroces que puedan ser sus crímenes, el Estado sólo debería dar una respuesta, siempre la misma, desde todos y cada uno de los ámbitos.”
La otra ilusión catastrófica de los partidarios del “proceso”: que el tiempo es de goma y siempre se podrá volver atrás, restaurando el punto de partida inicial. La termodinámica explica por qué es imposible que los platos rotos se reconstruyan espontáneamente volviendo atrás en el tiempo. También ahora es imposible volver a ese Estado que “debería dar una respuesta, siempre la misma, desde todos y cada uno de los ámbitos.” Sencillamente, fue el “proceso” el que rompió, como un plato, ese Estado que iba a dar siempre la misma respuesta: ocurrió cuando la excepción se convirtió en norma con los procesamientos fallidos de Otegi, el caso De Juana, la legalización de Batasuna y todo lo demás. No hay estado inicial al que volver para restaurar ese Estado implacable. Lo que hay que hacer es, justamente, reconstruirlo, renovarlo, darle un nuevo impulso constituyente. Y en esto, esa política y estas opiniones de esos periodistas son solamente un obstáculo, una rémora, una baraja grasienta de vanas ilusiones fracasadas.
Iba a comentar ese artículo en mi casa. Es la primera vez que veo escrito blanco sobre negro (implícito sí que estaba en muchas posturas, pero se agradece la rotundidad) que el éxito del proceso habría sido peor que su fracaso. Afirmación no por dura e impopular menos cierta.
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