viernes, 13 de julio de 2007

Vida de perro

Siento una mezcla de lástima y repulsión por su figura. El comercial joven. Con el guión que le han proporcionado en el ridículo curso de formación de la empresa bien aprendido, pateándose las calles con la carpetita negra bajo el brazo. Mal pagado. Aguantando las babas de los perros y las negativas de sus dueños. Deseoso de hacer méritos a los ojos de los jefes y de los comerciales veteranos, de crecer y llegar a ser un día como ellos...

Acabo de tener un interesante cruce de impresiones con una empresa que me ha cobrado un servicio que yo no solicité. Estoy calentito. Además pronto llegaremos a los 40º. Esa bolsa de aire sahariano que hará subir las máximas. Suena el timbre de la puerta. Cojo unos pantalones cortos y una camiseta y salgo a abrir. Noooo. Es él. Aún no ha cumplido los 20. Sonrisa. Pelo impecablemente cortado y peinado con gomina. Traje claro, corbata rosa de fantasía. Me cuenta no sé qué historia de un teléfono y una compensación, que estuvo la semana pasada y había hablado con todos los vecinos pero yo no estaba y... Le corto y le digo que no me interesa nada de teléfonos. "¡Ah!, ¿pero no tienes teléfono fijo?" (sí, me tutea). Le explico que sí, pero con otra compañía. Suena de fondo Haendel, de pronto un crescendo. Se ríe. "¡Ja, ja! La musiquilla" (¡La musiquilla!). "¡Ah! -sigue como si tal cosa- y a lo mejor también tienes Internet con ellos". Le digo que sí, que en efecto, que así es. "Pues verás, es que nuestro servicio incluye por 39,95..." Lo corto otra vez. "Gracias, pero no me interesa nada relativo a teléfonos ni Internet." "¡Ah! No te interesa ahorrar dinero." La impertinencia me invitaba a cerrarle la puerta en las narices con un sencillo y sincero "¡capullo!", pero mi natural hospitalidad me conduce a dejarlo todo en un tenue carraspeo. "¿Cómo te llamas?" No doy crédito. "¿Quéeeeeeeee?" "¿Que cómo te llamas? Tu nombre." Otro carraspeo, la mirada perdida en la puerta del vecino. La hospitalidad, Paolo, la cortesía. "Paolo." "Yo soy Jose. Encantado..." Y me tiende la mano izquierda (en la derecha, la carpeta), pero no de forma directa, sino en un escorzo, de una manera extraña que me recuerda cuando salíamos del colegio en fila de a dos para una excursión. E imagino la calor que está pasando el pobrecito, las instrucciones del monitor, ante todo, mantener la sonrisa y mostrarse campechano y abierto, no perder los nervios aunque nos reciban con hostilidad. Le tomo la mano, casi como si fuera la de una novia ante el altar, y le sonrío. El Aci, Galatea e Polifemo se ha terminado ya. Tengo que volver a escuchar el trío final.

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