Elisabeth
Elisabeth Schwarzkopf cumple hoy 90 años. Si la música ha llegado a tener un significado verdaderamente profundo para mí es por gente como ella. No sé de qué manera, pero cuando llegué, su nombre ya me era familiar. Dicen que su voz era pequeña, sus agudos ásperos, su emisión demasiado artificial y que producía sonoridades entubadas. Es posible. Pero ante su canto quedo literalmente embelesado. Dicen también que su técnica era prodigiosa, y que por eso sus defectos no se notaban o que los convertía mágicamente en virtudes. Puede ser. Pero cuando la escucho cantar un lied de Hugo Wolf o un aria de Mozart es como un escalofrío que me recorre la espalda.
Nacida en Jarocin (hoy, Polonia), hubo un momento crucial en la vida y la carrera de Schwarzkopf. Fue justo después de la guerra (sí, también tuvo, como tantos otros, el carnet del Partido nazi, requisito indispensable para poder actuar en los teatros alemanes), cuando Walter Legge la invitó a una audición para La Voz de su Amo (hoy, EMI). Se inició entonces una de las relaciones más fructíferas de la historia del disco entre el productor inglés y la cantante germana, que además culminó en boda en 1953. No pudo encontrar Schwarzkopf mejor consejero. En sus primeros años, había hecho algunos papeles de ligera tanto en el repertorio alemán como en el italiano. Luego su voz fue evolucionando, ganando en cuerpo, haciéndose más densa, y Legge supo encauzarla hacia el territorio que iba a dominar de manera excepcional: las líricas de Mozart y Strauss (las Condesas de Las bodas de Fígaro y de Capriccio, la Doña Elvira de Don Giovanni, la Mariscala de El caballero de la rosa, la Fiordiligi de Così fan tutte), algo de oratorio (la Pasión según San Mateo de Bach, el Réquiem alemán de Brahms) y, por supuesto, el lied (Schubert y Schumann, extraordinarios; Strauss, maravilloso; Wolf, sencillamente sin competencia).
Elisabeth Schwarzkopf era una cantante sofisticada, sí, incluso un tanto afectada. Su canto no fluía con la naturalidad del de, por ejemplo, una Lisa della Casa, otra lírica maravillosa, que frecuentó su mismo repertorio. Pero tenía la virtud de que ese amaneramiento, esa forma de enfatizar el sentido de cada frase, de cada palabra, no causara una sensación de hartazgo ni de grandilocuencia innecesaria, sino todo lo contrario, era un canto absolutamente hipnótico, emocionante. Al lado de Legge, un perfeccionista nato, Elisabeth se convirtió en una obsesiva buscadora de hasta el matiz más ínfimo que pudiera esconderse en la última sílaba. Karajan comentaba aterrado que una vez la pareja trabajó durante más de una hora la grabación de una canción de Hugo Wolf que duraba poco más de un minuto. Para el director salzburgués, aquello era puro e incomprensible masoquismo. Existe un disco que publicó hace unos años el sello Testament en el que se documentan registros que Schwarzkopf y Legge hicieron entre 1946 y 1952 y que jamás se publicaron, pues los consideraron defectuosos o insuficientes. ¿Alguien puede decirme que defecto hay en este Der Musensohn de Schubert, grabado con el acompañamiento de Gerald Moore el 2 de diciembre de 1951?
Der Musensohn de Franz Schubert. Elisabeth Schwarzkopf y Gerald Moore (Testament)
No despreció en cualquier caso Elisabeth Schwarzkopf sus posibilidades en repertorios afines: así, fue una magnífica Alice Ford para el Falstaff de Verdi y se convirtió en la primera Anne Trulove, el personaje femenino de The Rake's progress de Stravinski, que estrenó en La Fenice de Venecia en 1951. Sin embargo, para su despedida de la ópera en 1971, Schwarzkopf recurrió a uno de sus papeles más emblemáticos, el de la Mariscala. Luego siguió ofreciendo recitales de canciones hasta finales de los 70 y más allá se dedicó a las clases magistrales, incluso con los 80 años ya cumplidos. Profesora implacable, incluso cruel, dicen quienes la conocieron, capaz de provocar el llanto en el joven más audaz, pero que supo igualmente encauzar vocaciones y atemperar expectativas.
Hoy celebro los 90 años de esta artista irrepetible escuchando muchas de las grabaciones que he ido acumulando a lo largo de los años. Y para escoger mi preferida, no voy a ser nada original: el cuarto de los Cuatro últimos lieder de Strauss en la versión que registrara junto a George Szell y la Orquesta de la Radio de Berlín en 1965. Estuve a punto de elegir su primer acercamiento a la obra (en 1953, con Otto Ackermann y la Philharmonia), acaso de emisión más pura y natural, pero al final me decanté por esta: una Schwarzkopf de 50 años, de voz ya crepuscular, fundida de forma absolutamente mágica con una orquesta pletórica, que de la mano de un inspiradísimo Szell pone el color y la opulencia precisos al hermoso y terrible poema de Joseph von Eichendorff.
[Al Atardecer: A través de la necesidad y de la alegría/ hemos caminado de la mano;/ de este vagar descansamos/ ahora, sobre el campo silencioso.// A nuestro alrededor declinan los valles/ y el aire ya se oscurece;/ sólo dos alondras alzan su vuelo,/ soñando, en la brisa perfumada.// Acércate y déjalas vibrar/ pronto será tiempo de dormir;/ que no nos perdamos/ en esta soledad.// ¡Oh, paz inmensa y silenciosa/ tan profunda al atardecer!/ ¡Qué cansados estamos de caminar!/ ¿Será esto acaso la muerte?]
Im Abendrot, de los Cuatro últimos lieder de Richard Strauss. Elisabeth Schwarzkopf. Orquesta Sinfónica de la Radio de Berlín. George Szell (EMI)
4 comentarios:
Pues brindo por ella mientras la escucho en este instante en Der Rosenkavalier; por ella, por sus ojos y por el don que lleva dentro.
¡Felicidades!
Ella y Lisa della Casa..... dos sopranos de canto elegante, personal, hipnótico -como Ud. dice-.
Un magnífico post, don Araña.
Como siempre.
¿Para cuándo un poco de animación hablando de la magnífica y excesiva Joan Sutherland???
....anda Ud. tocando tós mis iconos, señor mío.
Saf ;-))
Bueno.... ¿y?
¿Va a hablar de la magnífica, de la excelsa, de la estupenda, de la histriónica, de la... genial Sutherland????
(¡échele huevos, andeeeeeee!)
Saf XDDDDDDDD
Se la cedo. Demasiado stupenda para mí.
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