domingo, 14 de mayo de 2006

Gloria

Alguien dijo una vez: "Vivaldi no compuso seiscientos conciertos, sino seiscientas veces el mismo concierto". Unos atribuyen la frase a Stravinski, otros a Dallapiccola, aunque yo siempre he creído que semejante bobada merecería pertenecer a Borges, esforzado especialista en sonoras boutades, siempre que éstas fuesen suficientemente brillantes o eufónicas. Fuera quien fuese el chistoso, de existir hoy no tendría más remedio que vivir escondido debajo de la alfombra. Qué manera de hacer el ridículo. Uno puede entenderlo, desde luego. Eran otros tiempos. La obra vocal de Vivaldi apenas se conocía y los conciertos que se escuchaban (casi siempre los mismos) eran interpretados con unos criterios poco adecuados, que ocultaban bajo un apolillado manto de oscura uniformidad los mil y un detalles llenos de vitalidad, luz, ternura y pasión previstos por un compositor maravilloso, uno de los más variados y pródigos en recursos de la historia (y ahí está el uso que hacía de los instrumentos obligados en las arias de sus óperas para demostrarlo: ¿algún maestro del barroco teatral era más imaginativo y diverso en el empleo de la tímbrica?).

Con Vivaldi, la capacidad de asombro no termina nunca. En este disco, que debería procurarse cualquier amante (aun no muy entusiasta) de la belleza del sonido organizado en el tiempo, uno se encuentra con el motete In furore iustissimae irae, en el que Vivaldi contrasta de forma magistral la primera aria, que podría haber salido de cualquier pasaje de bravura de la ópera más exitosa de su época, con la delicada efusividad, elegante, distinguida y piadosa, de una segunda aria que por su turbadora sensualidad debió de levantar a más de un miembro de la curia en la Venecia del XVIII. Luego uno descansa de tantas emociones en la Sinfonía al Santo Sepolcro, obra evanescente, casi impresionista, como bien comenta Russomano en las páginas de Diverdi, y se lanza con otro talante, relajado, transfigurado en Cristo y por Cristo, al Laudate pueri RV 601. Para entonces piensas que Sandrine Piau ya no podrá seducirte más, que el cupo está ya completo, que es imposible que haya más saltos, más escalas, más adornos, más susurros, y que por tanto podrás dejar de imaginar esos labios y esos ojos ardientes mientras te abrasas en el infierno, y de repente, en "A solis ortu", ella sube al cielo, directa y simplemente, como quien coge la escalera para cambiar una bombilla, y continúa machacándote y machacándote y en "Ut collocet eum" sabes que será imposible vencer la tentación y que para cuando termine el disco estarás en pecado mortal y tendrás que ir a confesarte, pero de pronto descubres que, como el más perverso de los libertinos de su siglo, Vivaldi lo sabía todo, el mujeriego cura pelirrojo era perfectamente consciente del efecto que causaba (y que causaría en el futuro) su música y ordena aplacar la lujuria, lo que en el fondo es sólo una forma de alargar el deseo e incrementar el placer de su consumación; así que el "Gloria" irá en Larghetto y con un traverso obligado. Y entonces no puedes evitar ya convertirte en un charquito, que cuando llega el "Amen" está en rugiente ebullición. Los dos últimos conciertos no los escuchas tú, sino tu vapor de agua.


"Gloria" del Laudate pueri RV 601 de Vivaldi. Sandrine Piau, soprano; Marcello Gatti, traverso. Accademia Bizantina. Ottavio Dantone (Naïve)

11 comentarios:

Jesús Miramón dijo...

Sí. En el Diario de Sevilla, por decir algo.

Jesús Miramón dijo...

Bueno, fuera bromas y a pesar de que sospecho que no te gustan los cumplidos, no puedo evitar volver a decirte que eres un verdadero lujo, Paolo.

Paolo dijo...

Muchas gracias, Donna. En realidad es mi sueño. Por eso cuelgo a veces estas cosas por aquí, protegido por la luz de la luna, como los maletillas, en espera de una oportunidad que nunca termina de llegar.

Jesús, ¿quién te ha dicho que no me gustan los cumplidos? El problema es que engordan demasiado, y no es cuestión de recuperar en unos minutos los kilos perdidos a base de incontables sacrificios realizados durante meses y meses de estrictas dietas y jornadas interminables en los gimnasios, ejem. Espera por lo menos unas semanas, que me ponga en mis números... :-)

R, una confesión: en realidad me las dicta el propio Prete desde el Infierno...

Er Opi dijo...

¡¡¡¡CRÍTICO!!!!

=:-o

Abrazos,

Er Opi.

Portarosa dijo...

En Concierto barroco, Carpentier se lo hace decir a Stravinski, si no recuerdo mal; pero no sé si se lo atribuye porque se le atribuye, o se le atribuye a Carpentier por haberlo dicho en el libro.

Me ha gustado mucho el texto. Y si puedo haré caso a tu recomendación.

Paolo dijo...

Sí, pero la respuesta de Vivaldi fue contundente: "Por lo menos, yo no escribí una polca para los elefantes de Barnum"

Portarosa dijo...

Es verdad. Aunque sospecho que esa respuesta sí es cosa de Carpentier.

Anónimo dijo...

Gracias.

azuldeblasto dijo...

Una pura delicia...

it dijo...

Desconcertante, de pura perfección.
(Debería Ud. hacerse con las Arie d'Opera de Modo Antiquo por Federico Maria Sardelli.....)

;-))

Paolo dijo...

¿Arie d'opera y Sardelli? Te haré caso, te haré caso...