Son un invento útil, lo reconozco. Y además se presentan en formas, texturas, colores y hasta sabores variados, variopintos y variexóticos, para que cualquiera pueda escoger según su gusto y su conveniencia. Pero resultan un fastidio, una incomodidad, una fatiga, un coñazo. Así que entiendo a la perfección que a los obispos no les gusten. Pero de ahí a convertirlos en un problema moral...
Ayer los titulares de los periódicos españoles rezaban exultantes por la apertura de miras que demostraba la Iglesia patria al aceptar, en boca del Secretario de la Conferencia Episcopal, el uso del preservativo dentro del "contexto [de] una prevención integral y global del sida", que la frasecita también requería un explicador simultáneo. El contexto... Interesante. Pues los jefes del Secretario no han tardado ni 24 horas en poner sordina a sus palabras, con estas otras afirmaciones: "Es necesario hablar con claridad. Existen cuarenta [¡¡¡40!!!] métodos para evitar el sida, pero no todo lo que producen los laboratorios se puede utilizar. Es necesario tener en cuenta los aspectos morales. La conciencia y la fe deben intervenir. Un católico deberá escucharlas para ser coherente y rechazar el recurso al preservativo, un medio que la moral católica condena". Es José Luis Redrado, secretario del Consejo Pontificio para la Pastoral de la Salud, quien habla.
Cuarenta métodos para evitar el sida. Urge que la política de comunicación del Vaticano se haga más fluida, porque conociendo cuarenta métodos para evitar el sida, que se los tengan callados puede ser tenido por un auténtico delito de genocidio. Cuarenta. A ver si me salen. Abstinencia, fidelidad, abstinencia, fidelidad, abstinencia, fidelidad, abstinencia, fidelidad, abstinencia, fidelidad, abstinencia, fidelidad, abstinencia, fidelidad, abstinencia, fidelidad, abstinencia, fidelidad, abstinencia, fidelidad, abstinencia, fidelidad, abstinencia, fidelidad, abstinencia, fidelidad, abstinencia, fidelidad, abstinencia, fidelidad, abstinencia, fidelidad, abstinencia, fidelidad, abstinencia, fidelidad, abstinencia, fidelidad, abstinencia y fidelidad. ¡¡¡Cuarenta!!! Pues tienen razón. Aunque veinte de ellos no parecen demasiado científicos, porque si yo le soy fiel a alguien con Sida, ya me dirán...
Si no fuera por el daño que ha causado a millones de personas durante milycientos de años, la doctrina de la Iglesia Católica en materia sexual sería para tomársela a risa. Hace mucho, por fortuna, que la inmensa mayoría de los (que se llaman) católicos, no atienden a la jerarquía en materia de moral sexual (por el bien de sus cuerpos y de sus mentes, dicho sea de paso) y sin embargo ellos (el clero y sus exégetas) siguen ahí, encerrados en su corralito particular, haciéndose sus pajas mentales (disculpen los monseñores la expresión, empleada sólo con el objeto de favorecer la mayor difusión del mensaje, otro día les hago la exégesis), que si masturbarse es un desorden de naturaleza x, pero que no alcanza el nivel de desorden de las relaciones prematrimoniales, que serían xx, y no digamos ya el uso de los condones, que sobrepasan todos los niveles hasta llegar a la categoría xxx, orgías y bestialismo aparte.
Parece que el deseo, el sexo hace a los individuos libres e incontrolables, y eso no debe estar previsto en el capítulo 69 de su escatalogía. Amén.