A Pilar Manjón.
Señora, seguí ayer con emocionada atención su comparecencia como representante de la Asociación 11M Afectados del Terrorismo ante la comisión parlamentaria que investiga los atentados del 11 de marzo pasado en Madrid. Un hijo suyo murió asesinado aquel fatídico día, lo cual lamento profundamente. Comprendo su dolor y me solidarizo con él, aunque no pueda compartirlo, porque el dolor nunca se comparte, ni siquiera el dolor de las personas más cercanas, es siempre algo íntimo, personal, intransferible. Pero lo comprendo, porque yo también he sufrido pérdidas, quizá (y por suerte) no tan traumáticas como la suya, mas suficientes para entender el desgarro que provoca la desaparición de alguien querido, más aún cuando su muerte se produce en circunstancias especialmente terribles, como las que concurrieron aquel día.
Pero, más allá del dolor y de la emoción, usted leyó ayer en público, ante la comisión parlamentaria, un documento, al parecer consensuado con todos los miembros de su asociación, por el que fijan su posición ante los hechos sucedidos en España desde aquel 11 de marzo y en relación con el tratamiento que esos hechos han merecido de instituciones, medios y ciudadanos en general. Y entenderá que ese documento sea en sí mismo discutible y criticable, que el sentimiento de solidaridad que pueda sentir ante el sufrimiento de las víctimas no lleva aparejado la renuncia a analizar y juzgar sus actuaciones, procedimientos y manifiestos. Es por eso que me atrevo a comentar las grandes líneas de su discurso, que me provocaron sentimientos ambivalentes.
Comparto plenamente con usted la censura al tratamiento partidista que desde el mismo 11 de marzo los grupos políticos españoles dieron al atentado, y con él, a sus víctimas. Deploro tanto como usted el abusivo empleo por parte de la mayoría de los medios de comunicación nacionales de las imágenes de la tragedia, que han sobrepasado con mucho los límites del interés informativo. Lamento profundamente que se hurgue en su intimidad y que haya quienes aprovechen su expuesta situación pública para mercadear con su dolor. Respaldo calurosamente su petición de disolver la actual comisión de investigación parlamentaria para sustituirla por otra formada por expertos sin afiliación política alguna. Apoyo, por supuesto, cualquier medida que pueda arbitrarse para ayudar razonablemente a los supervivientes del atentado y a sus familiares a superar el trauma ocasionado. Y no puedo por menos que compartir fervientemente sus deseos de paz, de tolerancia y de unidad ante al terrorismo.
Sin embargo, hay algunos aspectos de su discurso que no sólo no puedo defender, sino que no tengo más remedio que combatir activamente (con la palabra, por supuesto). Saltando por encima de algunos matices menores, me gustaría fijar mi atención en algunas de sus afirmaciones, que entiendo absolutamente desacertadas. Así, cuando usted dice tender la mano a "todos los supervivientes de cualquier violencia política" no puedo evitar sentir un escalofrío subiéndome por la espalda. ¿Qué entiende usted por "cualquier violencia política"? ¿Qué tipo de equivalencia pretende establecer con el uso del indefinido "cualquier"? ¿Acaso pretende usted igualar la legítima violencia que ejercen los estados como garantes de la defensa y la seguridad de los ciudadanos con la ejercida por los grupos terroristas? ¿Y si no es así, porque esa inconcreción, justo en este punto, en un discurso plagado de alusiones directas? Fíjese bien a la hora de tender la mano, señora, no sea que algún verdugo vaya a incrustarse, abrazado, en las filas de las víctimas.
En su manifiesto, hace usted algunas otras alusiones que estimo de especial gravedad, como su insistente tendencia a responsabilizar a las autoridades españolas del atentado. Eso es sencillamente inaceptable. Afirma usted que "se han tomado decisiones de una gravedad extrema en su nombre [del Pueblo], sin consultarle y en contra de su voluntad" en clara referencia al apoyo político del Gobierno que presidía José María Aznar a la intervención armada en Iraq. Me parece inconcebible que hablando, como dice hacerlo, desde "la reflexión y el sosiego", pueda usted hacer este tipo de afirmaciones, poniendo en conexión la decisión, discutible pero legítima, de un gobierno democrático con la vileza cometida por un grupo de canallas. Quizá usted olvide, porque no puede no saberlo, que vivimos en una democracia representativa y que en su seno las decisiones tomadas por las autoridades están legitimadas por las consultas periódicas a los ciudadanos (o, si usted prefiere, al Pueblo). Y como verá no he perdido ni un segundo en analizar la supuesta conexión entre la guerra de Iraq y los atentados del 11-M, porque eso es algo sin relevancia para lo que nos ocupa. ¡Hasta ahí podríamos llegar, que las decisiones de un gobierno democrático las marcaran las amenazas explícitas o veladas de los terroristas!
En segundo término, me parecen igualmente rechazables sus continuas imputaciones a la supuesta imprevisión de los responsables políticos como causa de los atentados, hasta el punto de hacerlos responsables de ellos. Que hubo algunos mecanismos de control que fallaron parece evidente, que los jueces deberían depurar las responsabilidades por negligencia que se determinen en el curso de la investigación me parece necesario, como el hecho de que esa comisión de investigación independiente, que usted y yo deseamos, debería analizar lo que falló para mejorar en lo posible las medidas preventivas de cara al futuro. Pero no deja de resultar tremendamente demagógico el pretender que el atentado se habría evitado si los responsables políticos y policiales hubiesen tomado las medidas oportunas. No, señora Manjón, no. La previsión puede reducir el riesgo pero no acabar con él. No, en ningún caso, y menos en una sociedad abierta y democrática como la nuestra. Su dolor, su sufrimiento, su indignación no le dan derecho a hacer ese tipo de imputaciones a nadie. Los responsables de la muerte de su hijo y de las otras 191 personas que fallecieron como consecuencia de aquellos atentados son quienes pusieron las bombas y aquellos que los incitaron y que los protegieron, nadie más. No se confunda en algo tan importante como eso, señora Manjón. Porque su intachable demanda de justicia puede quedar herida de legitimidad por su actitud de no reconocérsela a los demás.
También hizo usted alusión a los incidentes que se produjeron en las puertas del Congreso el pasado 29 de noviembre, y cómo hubo alguien que llegó a decirles a un grupo de miembros de su asociación "que se metieran sus muertos por el culo". Entiendo y comparto su indignación y su amargura. Caiga sobre esa persona (o sobre esas, si fueron varias) el oprobio y la más firme de mis condenas. Pero me gustaría recordarle que usted se encontraba allí con las manos pintadas de rojo, simulando la sangre derramada, llamando asesino al anterior Presidente del Gobierno. ¿También lo hizo desde la reflexión y el sosiego? Entenderá que después de un episodio así dude de su declarada intención de aunar las voluntades de todas las víctimas, independientemente de su afiliación o sus simpatías políticas.
Señora Manjón, lamentablemente España sufre el azote terrorista desde hace más de tres décadas. Más de mil muertos y miles de heridos y afectados han causado los terroristas entre nosotros en ese tiempo. Yo comprendo perfectamente que para usted lo más importante sea su hijo. Cada uno de los afectados pondrá a su familiar, a su amigo, a su compañero, a su vecino por encima de los demás, porque, como usted decía bien ayer, cuanto más cercanas a nosotros más tienen las víctimas nombre, rostro e historia personal. Ignoro las razones por las cuales algunos de los afectados por los atentados de Madrid optaron por crear una asociación de víctimas del 11-M, al margen de la Asociación de Víctimas del Terrorismo, que existe y actúa en España desde hace años. Supongo que serían diferencias de criterio (políticas, por tanto) o acaso la consideración de que el atentado del 11-M fue tan peculiar que exigía una actuación claramente diferenciada del resto. Es posible que así sea, y supongo que con el paso del tiempo la mayoría de ustedes acaben por integrarse en la AVT, que, como sabe, ayer presentó ante la comisión un documento bien diferente al suyo. Me permito recordarle esto para que entienda que la ideología no es algo de lo que podamos despojarnos y dejar colgado en el perchero cuando nos apetezca. Nos acompaña siempre, y se entromete subrepticiamente en todos nuestros actos, a veces sin que podamos advertirlo. No me parece que sea malo reconocerlo. Su discurso de ayer ante la comisión parlamentaria tuvo un sesgo ideológico evidente, por más que se esfuerce en negarlo. Y le recuerdo que su condición de víctima le da exactamente la misma legitimidad para defender sus puntos de vista que la que yo tengo para combatirlos. La dignidad de los muertos queda muy por encima de eso.
Cordialmente.