sábado, 5 de noviembre de 2005

Salomé

Salomé de Andrea Solario
La Salomé de Wilde (y, por consiguiente, la de Strauss) es la mujer amoral y perversa que, libre de cualquier atadura que pueda regir su comportamiento, hace exactamente lo que tiene que hacer para conseguir sus propósitos, sin que en ello interfiera para nada la ética. Por ello, lo peor de la propuesta que Willy Decker presentó ayer en el Teatro de la Maestranza de Sevilla no fue la aburrida y tópica escalinata como marco único de la acción, ni siquiera la conversión de la escena de la seducción a Herodes (la célebre danza de los siete velos) en un juego ñoño carente de cualquier atisbo de carnalidad (yo te enseño el muslo y tú me tocas el hombro con cara de no haber visto una mujer en tu vida), no, lo peor fue la desnaturalización del personaje que supone el suicidio final de la protagonista. ¿Pero cómo se va a suicidar Salomé si acaba de decir mientras el verdugo se acerca al Bautista: "¡Ah! ¡Si alguien viniera a matarme, gritaría, me defendería, no lo toleraría!"? Con ese final absurdo, Willy Decker le da la vuelta por completo a la psicología del personaje. Una Salomé convertida en una niña caprichosa y tonta, pero que al final siente remordimientos, que presenta un comportamiento ético enfrentada a la muerte, no es la Salomé de Wilde y Strauss, es la Salomé de Decker. Pues para él. Porque no. Salomé no se suicida. No.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

No sabe lo de acuerdo que estoy con lo que dice...

Un saludo,

Anónimo dijo...

Pues llevamos ya dos Salomés en esta ciudad en tres meses...

Paolo dijo...

A mí, en principio, no me parece mal que los directores de escena busquen enfatizar determinados temas que están latentes en las óperas y que para ello cambien las ambientaciones, los vestuarios y hasta a los personajes, creo que es algo incluso necesario pues al tercer montaje tradicional de La traviata un buen aficionado a la ópera está hasta el gorro de las tosecillas, los rasos y los jardincitos. Y si eso se hace con inteligencia, la ópera puede adquirir perfiles complementarios y enriquecedores. Ahora bien, lo que no soporto es que se invierta por completo el sentido de lo que se nos cuenta, que los hechos queden oscuros y que los personajes trasmuten en sus opuestos y todo porque el director de escena ha tenido una idea. Si piensa que un personaje puede concebirse de forma absolutamente contraria a como está descrito que escriba él otra obra, que la haga representar y luego lo discutimos...