martes, 31 de mayo de 2005

Morelliana

Puedo pasarme todo el día en la misma habitación, mirando por la ventana lo que pasa en la calle. Si me cierran la ventana, puedo tumbarme en la cama e imaginar que estoy asomado a la ventana mirando lo que pasa en la calle. Si me quitan la cama, me sentaré en el suelo soñando que estoy tirado en una cama imaginando que me asomo a una ventana por la que veo lo que pasa en la calle. Pero cuando me quitan el suelo me caigo. Y yo que creí haber superado hace tiempo la edad de la inocencia me sorprendo ahora, entre la incredulidad, la vergüenza, la rabia y la más devastadora de las tristezas, en plena caída libre, tratando de acertar con la dirección más benigna de los vientos. ¿Cómo se puede ser tan imbécil y seguir llamándose Paolo?

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Hace poco escribí que las morellianas no eran mi palo; me alegra comporbar que sí son el tuyo (uno de los muchos tuyos).

Anónimo dijo...

Eso es bonito, mira. Poco en la línea del texto, nada Cortázar y menos Morelli. Un poco cursi, si nos ponemos jodíos (ustésabráperdonardonna). Pero bonito. O sea, te falla el suelo bajo los pies y te sostiene un abrazo. Me gusta, en serio.

Portarosa dijo...

Yo no me atrevía a decir nada, porque no hay confianza, pero ahora que Donna lo hace yo la apoyo.

Anónimo dijo...

Eso, eso, que actualice de una vez, que tío más pelma, joé...