miércoles, 30 de junio de 2004

Apagones

No hace falta que parezcan apocalípticos, como los del año pasado en la costa este de los Estados Unidos, basta con que dejen sin ascensores, semáforos, frigoríficos, congeladores, lavavajillas, ordenadores, equipos de música, televisores, cajas registradoras, aires acondicionados, ventiladores... a varios miles de personas durante un par de horas seguidas, para que la fragilidad de nuestra civilización se nos presente en toda su crudeza. Los apagones de los últimos días en Sevilla nos muestran que la sociedad del bienestar en la que nos hemos instalado y su extensión universal tiene un coste, un precio del que la mayoría de personas no parece consciente.

La gente se levanta por las mañanas con el pitido del radio-despertador resonando aún en su cerebro, alarga la mano hasta un pulsador con el que se enciende una bombilla, va por la casa aún a tientas tocando otros pulsadores que encienden otras bombillas, se mete en la ducha y a un simple giro de un grifo consigue agua caliente. Luego pasa a la cocina, enchufa la tele para ver las noticias, enciende el tostador y la cafetera eléctricos y pone la leche a calentar en el microondas para prepararse el desayuno. Mientras, aprovecha para dejar puesta la lavadora y programar el aparato de aire acondicionado para que la casa esté fresca a su vuelta. Baja a la calle en ascensor, cruza un semáforo frente a su puerta y se mete en un coche que lo lleva a su centro de trabajo, allí enciende otras varias decenas de luces a lo largo de la mañana, se sienta ante un ordenador, responde a un número cada vez mayor de correos electrónicos y ejecuta cientos de acciones en las que consume energía, energía, energía y más energía... Una energía que obtiene apenas sin esfuerzo y que no valora en absoluto, parece tan natural... Hasta que un día el sistema se colapsa y la gente no sabe qué hacer (sin el aire acondicionado, sin el ordenador, sin el televisor, sin el ascensor, sin el semáforo...) salvo manifestar su disgusto ante el reportero que aparece siempre en el momento justo, dispuesto a pulsar el descontento popular.

Pero la luz vuelve, las incomodidades se olvidan y todo parece de nuevo tan normal, tan sencillo, girar una llave y conseguir agua caliente, coger un mando y pasar por cuarenta canales de televisión con un simple click antes de sintonizar el que le ofrecerá la Final de la Euro2004 como si estuviese en el estadio (mejor aún), abrir el congelador y prepararse un gin-tónic o servirse un helado sin salir de casa, conectar el aire acondicionado y reducir la temperatura de la calle a la mitad, así se puede vivir, todo tan natural, tan lógico que la gente se olvida y cuando recibe la factura de la luz ni se para un segundo a mirarla, en el fondo, resulta todo tan barato, y cuando le hacen una encuesta responde que por supuesto, que el no está dispuesto a cambiar sangre por petróleo, qué se cree el encuestador, que acaso él es un monstruo...

viernes, 25 de junio de 2004

Los antojos de Hermes

El sugerente título es el del nuevo libro del antropólogo Pedro Cantero, que estará dedicado al comercio tradicional sevillano, un renovado ejercicio de nostalgia, trufado con esencias de catastrofismo. Puedo compartir la mirada nostálgica, pues el filtro del tiempo endulza siempre el pasado, y los olores de las viejas tiendas de ultramarinos me asaltan aún a veces, cuando a los asépticos supermercados de nuestros días se les escapan los aromas inconfundibles de embutidos y quesos. Pero la sensación de catástrofe ante los nuevos modos de sociabilidad que han traído consigo las arquitecturas y hábitos de consumo modernos me coge ya con el paso cambiado y en la acera de enfrente.

Y no es fácil evitar la sensación de catástrofe, sobre todo cuando uno lee en el primer prólogo del libro la importancia crucial de la subsistencia del comercio tradicional, avalada por informes y tratados respetabilísimos, o cuando en el segundo se encuentra con "Consumo y territorio", texto que firma un colectivo que se hace llamar alt-q. arquitectura (¿por qué será que los arquitectos tienen esa machacona tendencia a opinar colectivamente?). Interesante discurso, que merecería un análisis más pormenorizado del que ahora puedo hacer. Partiendo de una premisa que luego no cumple ("El presente texto se construye como intento de superación, tanto de actitudes nostálgicas en torno a la progresiva desaparición de las formas tradicionales de intercambio comercial, como de ilusiones fundadas en la exuberante parafernalia que acompaña a las nuevas formas del ocio-consumo" [Obsérvese la sutileza de la distinción terminológica, y cómo "desaparición" y "tradicional" se oponen a "exuberante parafernalia" y "ocio-consumo"]), alt-q. arquitectura se limita a aplicar doctrina a la problemática ("problematicidad" le llaman ellos) de la relación entre los hábitos de consumo, la sociabilidad y la arquitectura que sostiene y nutre las nuevas necesidades, inducidas, obviamente, por la búsqueda del máximo beneficio que caracteriza al sistema capitalista, de manera que "a medio plazo nuestro sistema social de quinientos años de recorrido no parece viable. Muere de éxito, la racionalización y abstracción extrema que ha promovido en su incesante capacidad de generar y mover riqueza, no le permite desviar por mucho más tiempo la mirada del destrozo ecológico y de las terribles desigualdades que lleva aparejadas".

Unas desigualdades que son mucho menores allí donde el capitalismo se ha impuesto de modo más incontrovertible, cabría añadir, pero esto parece poco importante, porque nos desvía de la tesis general, que pretende convencernos de que los ciudadanos del mundo occidental estamos alienados a causa de los mundos paralelos creados en las grandes superficies comerciales para causarnos la sensación de que somos felices. Y yo que jamás he sido capaz de diferenciar la sensación de ser feliz con el ser feliz en sí...

martes, 22 de junio de 2004

Orphée et Eurydice

La ópera había nacido producto del esfuerzo de un grupo de intelectuales por recuperar la liturgia de la tragedia griega. Partiendo de un buen número de conjeturas y de ideas nebulosas, los humanistas de la Camerata Fiorentina llegaron a la conclusión de que la función de la música en el teatro griego era la de avivar los sentimientos y afectos contenidos en el texto. Nacieron de estos planteamientos obras en las que el canto se plegaba a los requerimientos últimos de la palabra, y la acción teatral se desplegaba fluida y verosímil.

Pero el nuevo género, que llegaba de la mano imprescindible de la monodia, parecía traer consigo una progresiva imposición del individualismo en la música. Pronto, los cantantes devinieron en divos y, poco a poco, los espectadores comenzaron a ver los espectáculos líricos como el espacio en que las gargantas más profundas y versátiles competían por domeñar a sus rivales en el dominio de las dificultades virtuosísticas, que los compositores se vieron obligados a incluir cada vez más en sus partituras. Mediado el siglo XVIII, había empezado a producirse cierto hartazgo por esta forma de concebir el teatro musical, que en Inglaterra Pepusch y Gay habían sabido reflejar de forma especialmente mordaz en su sarcástica y por tantas razones memorable The Beggar’s Opera (1728).

El ambiente parecía pues favorable a un nuevo golpe de timón y el responsable histórico de producirlo fue el alemán Christoph Willibald Gluck, a quien se le atribuye la responsabilidad última de la reforma de la ópera. Gluck había escrito ya muchas óperas de acuerdo a los cánones más tradicionales de su tiempo, pero en 1762 se asoció con el poeta Rainiero de Calzabigi y entre ambos dieron vida a Orfeo ed Euridice, cuyo mismo título parecía querer conectar con las raíces del género operístico. Estrenado en el Teatro del Palacio Imperial de Viena el 5 de octubre de aquel año, el Orfeo de Gluck tuvo entonces un moderado éxito, pues no todo el mundo entendió ese esfuerzo por naturalizar el lenguaje operístico, eliminando las largas arias da capo, sustituyendo los recitativos seccos por acompañados y buscando una verosimilitud y una penetración psicológica que se habían perdido entre las floridas ornamentaciones de los castrati más célebres de cada momento.

Doce años después, Gluck presentó en la Academia Real de Música de París una versión de la ópera que serviría para popularizar su nombre y obtener un amplio reconocimiento entre el público parisino. La nueva ópera se presentaba traducida al francés por Pierre-Louis Moline con el título de Orphée et Eurydice y con algunos cambios sustanciales, para adaptarla al gusto del nuevo auditorio. La obra primitiva, breve y con la acción muy concentrada, había de transformarse en un espectáculo mucho más suntuoso y espectacular. Los recitativos fueron traducidos libremente, pero las arias y los coros conservaron su línea melódica, por lo que los nuevos textos hubieron de adaptarse al ritmo italiano original.

Gluck también adaptó las tesituras a lo que era habitual en Francia, pasando las partes de contralto a haute-contre (tenor agudo), lo cual afectó fundamentalmente al protagonista, pero también al coro. Adaptó igualmente la orquestación, añadiendo además un aria para Orfeo y otra para Eurídice y un trío e incrementando la parte destinada al ballet. Producto de todos estos cambios es una partitura absolutamente nueva, menos íntima que la de Viena, pero en la que subsiste el nuevo espíritu naturalista que orientaría la ópera durante algunas décadas (el triundo del bel canto no tardaría en arrumbar los progresos de la reforma gluckiana).

De la versión de París no había demasiadas versiones discográficas anteriores (Rosbaud en los años 50, Gardiner en 1989 y Donald Runnicles en 1996 son los antecedentes que hoy están accesibles). Marc Minkowski suma este título a las otras dos óperas francesas del compositor que ya había registrado: Armide e Iphigénie en Tauride. La versión es formidable. El director francés consigue un dramatismo, una fuerza expresiva y un ardor soberbios. El tenor norteamericano Richard Croft domina absolutamente al protagonista, merced a un canto tan sutil y elegante como efusivo e intenso, imponiéndose tanto en "L’espoir renaît dans mon âme", el aria añadida por Gluck, de notable dificultad, como en la célebre "J’ai perdu mon Eurydice". También extraordinaria Mireille Delunsch, voz bellísima, penetrante, cálida, solar. No canta la nueva aria escrita por Gluck para París, "Cet asile aimable et tranquille", que Minkowski asigna a uno de los espíritus bienaventurados, una deliciosa Claire Delgado-Boge. El reparto lo completa la jovencísima Marion Harousseau, quien a pesar de sus 17 años está ya en posesión de una voz lírica, amplia y de muy peculiar vibración natural, que emplea con un gusto exquisito y con una personalidad impropia de sus pocos años. Habrá que seguirla muy de cerca.


Orphée et Eurydice Posted by Hello

lunes, 21 de junio de 2004

Homeópatas

Mi vecina B. trabajaba como médico de familia en un centro de salud de Carmona y a la vez pasaba en su casa una consulta privada como homeópata (lo que viene a ser más o menos lo mismo que si un físico nuclear del CERN regentase en sus ratos libres un gabinete de tarot egipcio). Imagino que sería mi madre la que le comentó que en un control médico rutinario me habían detectado una hipertensión leve. “Eso se lo soluciono yo con unos globulitos”, le comentó espontáneamente B., y como por aquel entonces yo era incapaz de decirle que “no” a nadie, pero menos que a nadie a B., allí que me fui a su consulta, gratuita por supuesto.

Yo había estado anteriormente en aquella casa, pero cuando en ella no vivía todavía B., sino un matrimonio de ancianos que se había mudado hacía un par de años a un piso más cómodo y puso aquél en alquiler hasta que lo ocupó la homeópata. Me sorprendió comprobar que B. apenas tenía muebles. Una simple mesa de madera, lo que parecía un sofá-cama, dos sillas y un televisor colocado sobre una mesita demasiado pequeña era todo el mobiliario que adornaba el salón. Hizo que me sentara en una silla y ella cogió la otra, frente a mí, su melena morena suelta sobre los hombros, sus ojos oscuros clavados en un punto inconcreto de mi rostro. Tras los datos personales rutinarios, empezó pidiéndome mi historial médico, vacío hasta ese momento, todo lo cual anotó en un simple folio en blanco, con una letra redonda y voluminosa, letra típica de niña, seguro que hasta corona las íes con un circulito, pensé.

Luego comenzó el interrogatorio. Primero me preguntó por los estudios. Que cómo iban. No tuve que mentirle. Bien. Después por las relaciones familiares. Que cómo me llevaba con mi madre y mis hermanos. No supe muy bien qué contestar. Normal. “¿Cómo normal? Aquí no hay normal ni anormal. Cada persona es un mundo”. Le dije que ya me entendía. “No. No te entiendo”. Que bien, cómo iba a ser, eran mi madre y mis hermanos, cómo quería que me llevase con ellos. Me insistió. “¿Eso que tiene que ver?” Pues… no sé, lo normal es que la gente se lleve bien con su familia. A veces discutimos, pero… “¿Por qué discutís?” Por cosas… “¿Qué cosas?” Cosas sin importancia. “¿Sin importancia? ¿Seguro? ¿Y si son sin importancia por qué me las cuentas?” No sé, tú preguntaste. “No, yo no pregunté. Tú me dijiste espontáneamente que discutís. Eso será porque las discusiones te afectan. ¿En qué grado te afectan?”…Y así era todo, de modo que ahora no recuerdo exactamente lo que acabé confesándole, pero no me extrañaría que le dijera que en el fondo lo que yo quería era irme de misionero a Etiopía para que mi madre me dejase en paz de una vez o que ardía en deseos de asesinarlos a todos poniéndoles arsénico en el café, qué sé yo. “¿Qué relación tuviste con tu padre? Y no me digas otra vez que normal”. Supongo que le expliqué que no conocí nunca bien a mi padre, que murió cuando yo tenía catorce años, y apenas paraba en casa, todo el día en la tienda y luego se pasaba por el casino a charlar un rato con los amigos y tomarse una caña, y cuando volvía muchos días yo estaba ya durmiendo y…

Ahí debí parecerle sincero, porque no insistió y pasó a otro tema. Que le hablara de mis amigos. Lo hice, mientras ella me sonsacaba poco a poco. Quiénes eran, qué estudiaban, qué cosas solíamos hacer cuando estábamos juntos, con quién me llevaba mejor... “¿Y a ti qué te gusta?” Supongo que me puse colorado. “¿Que qué cosas te gusta hacer?”. Le hablé del baloncesto, de los libros, de la música. “Pero qué es lo que te hace sentir mejor?” No sé, depende… “¿Y las mujeres?” Me puse coloradísimo, seguro. También. “¿También qué?” Que me gustan también. “¿Y qué relaciones has tenido con ellas?” Recuerdo que temblaba, porque mientras me preguntaba aquello la hijaputa sonreía, como regocijándose por dentro, como vengándose por mis miradas cuando nos cruzábamos en la escalera o por aquella vez que ella subía delante mía y llevaba puesta la minifalda más mini que yo había visto en mi vida. Algunas, pocas, reconocí. “Cuéntame”, y se reía, seguro que por dentro se reía. En aquel momento yo ya no sabía por que razón había ido allí, si estaba en la consulta de una homeópata, de una psiquiatra o de una homeopsicópata que gozaba viéndome sufrir. Le conté lo que hacíamos en verano, en el pueblo, con las pandillas de niñas, las fiestas en casa de mi amigo E., y luego cuando conocí a M. y… “¿Pero tienes relaciones sexuales frecuentes?” Apretaba y apretaba y apretaba y hasta empezó a faltarme el aire, y balbuceé algunas sílabas inconexas, que querían decir que no, que muy frecuentes no… “¿Te masturbas mucho?” Y recuerdo que aquella pregunta me sirvió para volver a la realidad. Me incorporé en la silla y le dije que por qué quería saberlo, que para qué necesitaba saber eso, que eso en qué afectaba a mi hipertensión leve (enfaticé el adjetivo). “Tengo que conocerte bien antes de preparar el globulito. La homeopatía no funciona igual que la medicina tradicional. Aquí los medicamentos son individualizados. Necesito conocer cuáles son tus preocupaciones, tus deseos, tus aspiraciones, si eres feliz con tu vida o no… pero si te da corte, lo dejamos, puedes escribirme en un folio todo lo referente a tu vida sexual”, lo soltó casi sin mirarme, como diciendo, tampoco será tanto lo que tengas que contar, y volvió a sonreír, la muy cabrona, la habría estrangulado en aquel momento, pero no lo hice y acabé respondiéndole que sí, que eso sería lo mejor. Creo recordar que me preguntó alguna trivialidad más, que ya no se molestó ni en anotar en el papel, y me dijo que estaba bien, que no se me olvidara traerle el relato de mi vida sexual, que contara todo lo que se me ocurriera y yo considerase que era importante para mí, que aquello sería confidencial por supuesto, que era una profesional, y que una vez terminara su trabajo me lo devolvería si yo quería, y entonces se agachó para coger el boli, que no sé si se le había caído o ella mismo lo tiró, y no pude evitar mirar y darme cuenta de que en realidad estábamos en verano y su casa no tenía aire acondicionado y toda la ropa sobraba… y alzó la cara y me sonrió otra vez, antes de levantarse de la silla y de acompañarme hasta la puerta, que cuanto antes tuviera mi relato, antes me prepararía el globulito y antes tendría resuelto ese problema de hipertensión leve, concluyó, enfatizando el adjetivo.

No hace falta decir que en los días siguientes mi actividad sexual se incrementó de forma considerable, no así la ampliación de mi círculo de amistades femeninas, que eso tardó todavía en llegar. Mientras, preparaba el relato de mis hazañas sexuales, que se convirtió en una mezcla de realidades y fantasías (más fantasías que realidades, para ser completamente sincero), que, no me cabía la menor duda, B. detectaría al primer vistazo. Se lo acerqué una tarde en la que el calor había superado todo lo imaginable. Me recibió vestida con una camiseta ancha que le cubría hasta la mitad del muslo. Yo sudaba. Me sonrió, cogió el papel y me despidió con un significativo gesto de los dedos de su mano izquierda. Menudo chasco. Yo me había imaginado sentado frente a ella, como el primer día, y el bolígrafo resbalando hasta el suelo una y otra vez. Comprobé amargamente que mi imaginación iba demasiado deprisa y que ella era mucho más perversa de lo que alguien como yo habría podido nunca sospechar.

Al día siguiente, cuando volví por la noche a casa, me encontré en la mesa de mi dormitorio un pequeño sobrecito con lo que supuse serían los globulitos (eran) y una hoja de instrucciones, por lo que sospeché que aquello había sido preparado varios días antes de que yo terminase mi patético relato, y que si me lo había pedido había sido sólo para divertirse y humillarme. Definitivamente tenía que matarla. Sólo me faltaba encontrar el método más apropiado, que hiciera compatible mi seguridad y mi impunidad con que ella fuera perfectamente consciente de todo lo que le estaba pasando, mira cómo te mató. Pero en ese instante aquello no me preocupaba. Tenía toda la noche por delante para pensarlo, porque estaba seguro de que aquella noche yo no pegaría ojo.

A la mañana siguiente desperté con una visible erección y un deseo tremendo de estrangular ipso facto a mi vecina, pero ambos accidentes se me pasaron casi enseguida, cuando leí la forma en que tenía que tomarme los globulitos. Durante tres meses debía renunciar a fumar (no fumaba), al alcohol (¡duro!), el café (un pequeño esfuerzo, pero quizá podría), la colonia (!!!), el desodorante (!!!!), la pasta dentífrica (!!!!!) y cualquier otro producto excitante o/y que supiera a menta. De sexo no decía nada. Menos mal. Cuando mi madre me preguntó, le respondí que había decidido no tomarme nada, que aquello era una tontería, que qué podía tener que ver la pasta de dientes y el desodorante con mi tensión, y así lo hice. En cuanto a B., apenas volví a cruzarme con ella en la escalera, y las veces que lo hice no me preguntó, como si supiera que su receta no había logrado superar la barrera de mi escepticismo, y al final del verano se mudó de casa. En su lugar, llegaron unos estudiantes de Cádiz que hablaban de una forma que a mi madre le hacía mucha gracia y que se quedaron en el piso hasta el final de sus respectivas y aburridas carreras.

Este fin de semana estuve en casa de mi madre recogiendo unos viejos apuntes que llevaba meses pidiéndome que me llevara, porque le ocupaban un sitio que necesitaba para meter no sé qué cosa que regalaban en el banco. Entre unas gráficas climáticas y unos folios amarillentos encontré el sobre con los globulitos intactos y el pliego de instrucciones con la letra ancha y vertical de B., las íes sin circulito. Pensé en ella, que a saber dónde estará ahora, y recordé esta (demasiado ya, ¡ay!) lejana historia, que seguro que el tiempo y la imaginación han acomodado, mientras escribía, a mis deseos.

domingo, 20 de junio de 2004

Memoria

Reivindico la memoria. Desde siempre. Incluso ahora en que la Historia ha dejado de tener, entre algunos intelectuales, buena prensa. La memoria, no sólo como modo de evitar los errores del pasado (algo que estimo más una noble aspiración que una realidad), sino para honrar a las generaciones que nos precedieron y nos hicieron posibles. Ya sé que es un tópico, pero cuando alguien muere, sólo el recuerdo de quienes lo conocieron supone una forma (insatisfactoria, claro está, pero es lo que tenemos) de triunfo sobre la muerte. Y pienso, por ejemplo, en Paul Marshall Johnson, el ingeniero estadounidense decapitado antes de ayer por un grupo terrorista en Arabia Saudí, y me parece que el hecho de que su nombre aparezca ya en una enciclopedia virtual (como el de su compatriota asesinado recientemente en Iraq, Nick Berg) es una reparación del crimen, la menor que le debemos. Aunque no crea que eso vaya a evitar otros asesinatos similares, ni crea, como en cambio piensa Arcadi Espada, que mirar las imágenes de su cuerpo destrozado sea un paso para ganarle la guerra al terror. No olvidar es para mí una forma de culto que debemos a nuestros muertos, una forma de preservar su dignidad entre nosotros, una forma de quitarles la máscara (de terror, de impotencia, de dolor) impuesta por sus asesinos.

Hace años que trabaja en España una asociación llamada Foro por la memoria, que reivindica la recuperación de los los restos de fusilados y represaliados durante la Guerra Civil Española y la inmediata posguerra. Luchar por limpiar y rescatar del olvido los nombres de tantos miles de seres humanos que murieron de forma tan injusta me parece una lucha noble, que lo sería aún más si la politización no les hiciera buscar sólo en las fosas comunes cavadas por una de las partes de los contendientes. Escucho esta mediodía en Tele 5 que el grupo cordobés del Foro por la memoria ha iniciado excavaciones en Santaella para rescatar los restos de 36 asesinados en septiembre del 36. Se nos informa de que, para tal fin, al pueblo se han desplazado arqueólogos, antropólogos, psiquiatras [sic], psicólogos [sic], historiadores y documentalistas adscritos al Foro, desde Sevilla, Madrid, Granada y la propia capital cordobesa. Algunas de estas personas aparecen en las imágenes con que se acompaña la información, junto a breves, emocionantes testimonios de familiares de los fusilados. Sobre la luz macilenta del atardecer el reportaje se cierra mientras el grupo pasa, en perfecta formación, por delante de la cámara. Uno de sus miembros lleva una camiseta de color naranja, adornada con la efigie juvenil del Che Guevara, un experto en fusilamientos. No podrá reprochársele falta de coherencia.

viernes, 18 de junio de 2004

Notas

El eterno debate entre absolutistas y referencialistas. Para los primeros una obra musical se agota en sí misma, en su propio lenguaje, su significación proviene de la correcta percepción de las relaciones musicales que en ella se despliegan. Los referencialistas consideran, en cambio, que la música también tiene poder para comunicar significados que se refieren al mundo extramusical de los conceptos o las emociones. No se dan demasiados casos extremos ni de absolutistas (Stravinski a la cabeza) ni de referencialistas (Deryck Cooke acaso), pues si la postura de los primeros parece en un primer momento inatacable, la realidad de la gente que escucha música y que encuentra en ella emociones que nada tienen que ver con sus reglas intrínsecas impulsa a mantener al respecto una respetuosa prudencia.

Para Stravinski, el único comentario posible a un fragmento musical era otro fragmento musical. Pero es evidente que la cosa no funciona así. Necesitamos contar cómo están construidas las obras musicales, a qué parámetros de orden histórico o social responden, y eso lo hacemos con palabras, en muchos casos empleando metáforas, que serán tanto más válidas cuanto su significado sea compartido por más gente. Leonard B. Meyer, cercano a las posturas absolutistas, considera, en su imprescindible Emoción y significado en la música, que cuando las asociaciones entre música y significado extramusical se dan en un grupo amplio de personas es porque responden a unas pautas culturales que han sido asumidas por el grupo, pero que fuera de él dejan de funcionar. Llama a ese proceso connotación, y pone algunos ejemplos palmarios: un gong siempre nos recordará a Oriente; el modo pentatónico se utilizó en el siglo XIX para representar ambientes pastoriles; una quinta disminuida está asociada desde el Barroco al pesar o la angustia... Es evidente que a un bantú el sonido del gong no tiene por qué recordarle a Kung-Fu, que para los árabes el modo pentatónico dista mucho de sugerir ambientes pastoriles y que las quintas disminuidas no tendrían para los incas nada que ver con la angustia y la pena.

Las connotaciones, las metáforas nos ayudan pues a transmitir información en nuestro entorno cultural acerca de un arte en esencia abstracto que de otro modo quedaría reducido al estrecho círculo de los verdaderamente iniciados. Son mecanismos culturales que funcionan de modo inconsciente (las connotaciones, no las metáforas que hagamos a partir de ellas), y eso a pesar de que sepamos que un fragmento musical está regido pura y exclusivamente por sus reglas internas, pues, en el fondo, absolutismo y referencialismo no se excluyen.

Entre los modos que nos permiten hoy hablar y leer sobre música pocos más codificados que el de las notas en los programas de mano de los conciertos, espacio ideal para que absolutistas y referencialistas se den amistosamente la mano . Nada más patético que un texto de estas características escrito por un absolutista extremo. Tratará con cada frase de transformar el lenguaje musical en palabras (¡pero es imposible!), y todo serán séptimas disminuidas, tetracordos, dominantes, acordes perfectos, hemiolias y cadencias frigias. Una jerga que al lector común al que van destinadas las notas sólo produce estupor y rechazo (cuando no, rendida admiración, por lo que debe de saber de música alguien que escribe así). Obviamente, caer en el vicio contrario no merece mejor juicio. Por ejemplo, anoche en el concierto de la ROSS, notas firmadas por José Bolaños (no tengo el gusto).

Respecto a la Kammersymphonie Op.9b de Schönberg, Bolaños nos habla de la importancia que tuvo para la difusión de la música de Schönberg en España la edición de un disco que incluía la Op.9 (no lo dice, pero creo que se trata de la versión original para quince instrumentos) y la Noche transfigurada. Y a continuación un primer juicio gratuito: "Schönberg siempre es denso, trascendente, profundo. En pocas ocasiones escribe música placentera [¿qué es música placentera?] y cuando lo hace (la Suite, por ejemplo) su inspiración decae [según qué criterios]". A continuación, la única referencia de orden musical de todo el comentario: la obra emplea un cromatismo exacerbado. Vale. Pero inmediatamente: "El patetismo, presente en la mayor parte de la producción schonbergiana, elimina los sentimientos que evoca la partitura. [¿Qué sentimientos? Podríamos discutirlo con la Noche, pero esta obra de Schönberg es pura abstracción] Se puede imaginar como la aventura de un hombre que afronta situaciones angustiosas con escasos intervalos de serenidad y que pese a su lucha valiente acaba sucumbiendo. [¡Cielos, carácoles, recórcholis y repámpanos! Yo lo imagino como la aventura del tejón que se enfrenta a situaciones extremas con algún intervalo de placidez antes de acabar dando saltitos de alegría sobre una piedra a la vera de un río a las siete y media de la mañana]. Cabe [sic] por supuesto interpretaciones más optimistas [lo que yo decía]. La música siempre o casi siempre es polisémica. [¿Siempre o casi siempre? Los dos términos se excluyen mutuamente] Pero en cualquier caso, la expresividad del discurrir sonoro, la indudable belleza de la partitura, consuelan al oyente del sentimiento de tragedia que puede provocar. [No encuentro palabras]".

Y pasamos trágicamente a la 6ª Sinfonía de Bruckner. Encabeza Bolaños su comentario con una cita, para negarla a continuación. Y después la bomba: "Anton Bruckner fue un músico eximio y un pobre hombre. [Arrea] Capaz de crear sinfonías tan maravillosas como la que vamos a escuchar hoy y de darle una moneda de propina al director Nikisch, el más famoso de su tiempo, acaudalado por supuesto, en agradecimiento por lo bien que había conducido su 4ª Sinfonía. De convencer a Wagner de la calidad excelsa de la 3ª Sinfonía que le había dedicado y de lucir una ropa tal que sus amigos decían que le vestían carpinteros en vez de sastres". Queda claro por qué lo consideraba un pobre hombre, pero con lo de músico eximio nos quedamos con las ganas, salvo que una cualidad por la que se distinguen los músicos eximios sea la de ser capaces de convencer a otros de la bondad de sus propias obras.

Sigue una serie de consideraciones biográficas y de recepción de su obra, con ejemplos concretos del éxito cosechado por determinados directores en determinadas interpretaciones. Y, por fin, llevamos ya más de la mitad del comentario, se nos dice algo de la , algo como esto: "Tuvo gran éxito, pero efímero. Sin embargo es grandiosa, bellísima, una buena prueba de que el compositor estaba tocado por un hálito divino, inspirado más allá de lo comprensible. [Una prueba de la existencia de la divinidad y, de paso, de la santidad de Bruckner. Bolaños la ha encontrado de modo incomprensible] Es de proporciones clásicas, con duración equilibrada de sus cuatro movimientos [En interpretaciones habituales, el 1º suele durar 15’, el 2º 19’, el 3º 9’ y el 4º 14’ aproximadamente. Un ejemplo depurado de clasicismo, la 41 de Mozart: aproximadamente, 13’, 10’, 5’ y 13’; otro, la 49 de Haydn, 10’, 6’, 6’ y 3’. La de Bruckner es de proporciones clásicas, vale]. Los tópicos que se repiten cuando se habla de Bruckner [jejeje] no parecen procedentes para esta Sinfonía: no nos recuerda a una impresionante catedral gótica ni parece que cada grupo orquestal esté empleado como registro de un órgano gigantesco ni se vislumbra el paraíso en el adagio. [¡Ah! ¿Tú no puedes vislumbrarlo? Pobre]".

Y sin más pasa al análisis de los movimientos de la Sinfonía: "El primer movimiento ‘Majestuoso’, pone de manifiesto una energía viril, una vocación heroica que hace pensar en Beethoven, ‘cuando el destino llama a la puerta’. [No entiendo cómo este texto ha pasado el filtro del Instituto de la Mujer] El segundo, adagio, ‘Muy solemne’ resiste la comparación con el maravilloso Allegretto de la de Beethoven. Como en éste la música puede conducir al cielo... o al infierno. [¡Ah, pillín! Ya sé por qué no vislumbrabas el paraíso, preferiste el infierno, ¿eh?] Hasta algunos de los detractores de Bruckner [algunos] admiten que los Scherzos de sus sinfonías son magníficos: el de la 6ª está a la máxima altura, es notablemente brillante. [Brillante] El final, ‘Allegro man [sic] non troppo’ resume los temas de los movimientos precedentes [falso], sobre todo del primero: supone la respuesta decidida a la llamada del destino [¡Ah! Lo que resume no son entonces los temas musicales, sino lo que Bolaños se ha imaginado que es el tema de la obra, que, como no podía ser de otro modo, concluye dando respuesta al planteamiento inicial. Introducción-nudo-desenlace. A mí eso me lo explicaron muy bien en la escuela]".

Y el final, tremebundo: "Quizás la primera reacción ante esta Sinfonía pueda ser de perplejidad, de asombro ante la belleza abrumadora que encierra. Como sucede con otras obras de arte, el oyente se ve obligado a plantearse los problemas fundamentales de la existencia. Si el hombre es capaz de crear algo así [pero qué, si no nos lo has contado], es probable que haya Dios [en realidad la probabilidad de que Dios exista es la misma, independientemente de que Bruckner hubiera escrito o no su 6ª sinfonía], que la vida continúe después de la muerte [igual, claro]".

Prefiero que me copien el Tranchefort. Lo juro.

miércoles, 16 de junio de 2004

El día de Bloom

Mi lectura:

"Richie Goulding y la cartera de expedientes. Goulding, Collis y Ward le llama al bufete. Sus chistes están ya algo manidos. Menudo era. Bailando en Stamer Street con Ignatius Gallaher un domingo por la mañana, con los dos sombreros de la patrona prendidos en la cabeza. De francachela toda la noche. Empieza a dar la cara ahora: ese dolor de espaldas que tiene, me temo. La mujer tomándole el pelo sin parar. Piensa que se lo va a curar con píldoras. Todo migajas que son. Alrededor de un seiscientos por ciento de beneficios.
- Se junta con gentuza, refunfuñó Mr. Dedalus. Ese apestoso de Mulligan es un jodido rufián de cuidado lo cojas por donde lo cojas. Su nombre apesta por todo Dublín. Pero con la ayuda de Dios y de su Santa Madre me voy a encargar yo de escribirle una carta un día de estos a su madre o su tía o lo que sea que le va a abrir los ojos como platos. Lo voy a joder vivo, créanme.
Gritó por encima del repiqueteo de las ruedas:
- No voy a dejar que ese bastardo de su sobrino arruine a mi hijo. El hijo de un dependiente de poca monta. Vendiendo cordones en donde mi primo, Peter Paul M'Swiney. De ninguna manera.
Enmudeció. Mr. Bloom desvió la mirada del enfurecido bigote a la cara apacible de Mr. Power y a los ojos y la barba de Martin Cunningham, gravemente agitándosele. Bocazas testarudo. Poseído de su hijo. Tiene razón. Algo que dejar. Si el pequeño Rudy hubiera vivido. Verle crecer. Oír su voz en la casa. Caminando al lado de Molly con traje de Eton. Mi hijo. Yo en sus ojos. Extraña impresión sería. De mí. Sólo por chiripa. Tuvo que ser aquella mañana en Raymond Terrace estando ella en la ventana mirando a los dos perros que estaban haciéndolo al lado de la pared del dejad de hacer el mal. Y el sargento con sonrisa bobalicona. Llevaba aquel vestido crema con el rasgón que no llegó a coserse nunca. Dame un achuchón, Poldy. Dios, me muero de ganas. Cómo empieza la vida.
Se quedó preñada entonces. Tuvo que renunciar al concierto de Greystones. Mi hijo dentro de ella. Yo le podría haber ayudado en la vida. Podría. Haberle hecho independiente. Aprender alemán también.
- ¿Vamos tarde?, preguntó Mr. Power.
- Diez minutos, dijo Martin Cunningham, mirando el reloj.
Molly. Milly. Lo mismo pero aguado. Sus tacos de marimacho. ¡Por Júpiter jorobado! ¡Rayos y truenos! Aun así, es una niña preciosa. Pronto una mujer. Mullingar. Queridísimo papi. Joven estudiante. Sí, sí: una mujer también. La vida, la vida."

Ulysses de James Joyce. (Traducción de Francisco García Tortosa y María Luisa Venegas. [6. 77-123])

Toys

¿Y cuándo la democracia se convierte en memocracia?

TFDLV

CC

CCP

MEC

El esfuerzo inútil de la RAE

... y así hasta el infinito y más allá.


Buzz Posted by Hello

martes, 15 de junio de 2004

Cultura

11 personas asistieron ayer a la mesa redonda sobre Joyce y la música. Entre esas once hay que incluir a tres personas involucradas de uno u otro modo en la organización de las jornadas, a la mujer de uno de los participantes en la charla, una azafata del teatro, un técnico de sonido y un fotógrafo, lo cual reduce la asistencia real a 5 personas. Dos ponentes venidos desde Madrid y otro desde Granada. Nombres importantes, importantísimos de la música y la literatura española actuales. Más allá de las condiciones climáticas desfavorables y de la escasa publicidad que estas jornadas han tenido, el dato es más que significativo.

Quizá estemos sustentando artificialmente una estructura cultural que está agotada, que no se sostiene por sí misma, a la que las subvenciones mantienen engañosamente a flote, ocupando en la realidad social un espacio absolutamente ficticio, que está en trance de desaparecer de manera definitiva. Cuando uno ve la media de edad de las personas que asisten a los conciertos sinfónicos o a los del reciente Festival de Música Antigua (en otro tiempo, repleto de jóvenes) se da cuenta de que algo falla... y eso que falla somos nosotros, los que tratamos de sostener unas instituciones que han perdido su poder de convocatoria y su vigencia. Jamás se me ocurrirá hacer el discurso victimista que ve en estos síntomas el declive de nuestra civilización. Vendrán otras cosas, y no tendrán por qué ser peores.

Aunque, para ser sincero, lo que más me revienta de todo es que si hubiera estado Saramago diciendo cuatro obviedades acerca de la globalización y la democracia no ya la sala de prensa, la sala de cámara del Maestranza habría estado a rebosar.

lunes, 14 de junio de 2004

Vittorio Ghielmi

El mundo de la viola da gamba sigue despertando fascinación entre los aficionados que se incorporan al ámbito de la música antigua. Tras deshacer el primer y natural equívoco y comprobar que el instrumento no tiene ninguna relación con el violonchelo, uno va descubriendo que la sonoridad dulce y la flexibilidad de esta familia de instrumentos permite transmitir una extraordinaria gama de matices musicales y expresivos. Dotadas especialmente para la nostalgia y la melancolía, las violas da gamba son capaces de producir también sonidos profundos, cavernosos, que pueden recrear sensaciones y sentimientos tan variados como el dolor, el miedo, la congoja y la más exultante jovialidad.

Tras August Wenzinger, un pionero que ayudó a difundir la viola da gamba desde la Schola Cantorum Basiliensis, los violagambistas se separaron en dos escuelas fundamentales: la de Jordi Savall y la de Wieland Kuijken. La línea de Savall se continúa en músicos del talento de Paolo Pandolfo o Guido Balestracci. La de Kuijken en gambistas como Marianne Müller. Pero hace unos años, irrumpió en el panorama de la viola un italiano singular, que ha sido capaz de crear una escuela totalmente nueva: su nombre, Vittorio Ghielmi.

Si hasta hace bien poco, todo el mundo aceptaba que la viola era un instrumento de sonoridad débil, que jugaba sus bazas en la sutileza de los pianissimi, Ghielmi expresó su disconformidad con esta idea, afirmando que las violas podían sonar tan fuertes como los violonchelos (al fin y al cabo, eso se decía del insigne Antoine Forqueray, que tocaba tan fuerte como los violonchelistas), y que no había ninguna razón para no utilizar todas sus posibilidades, incluida la potencia. Con él, la figura del virtuoso de la viola ha adquirido perfiles nuevos. Y no es que antes no hubiera virtuosos (ahí están Pandolfo y Balestracci o el mismo Savall), pero sí que con Ghielmi se han hecho más apasionados, extravertidos y vehementes, más interesados por atrapar a los oyentes con el primer acorde y no soltarlos hasta el último.

Ghielmi había registrado un par de celebrados discos con el laudista suizo Luca Pianca y ahora se ha decidido a grabar uno en solitario en el singular sello de Stefan Winter. El resultado es un apasionante recorrido por la música inglesa del siglo XVII, que se acerca igual a la obra de John Jenkins, Tobias Hume o William Corkine que a las piezas populares editadas por John Playford. La interpretación, con cuatro violas diferentes (soprano, tenor, baja y lyra-viol), no da tregua al oyente ni un solo segundo. La música fluye con un ímpetu, una brillantez, una variedad de matices y de colores, una profundidad de sonido y una capacidad para la expresión de los más variados afectos verdaderamente impresionante. Con este disco, Vittorio Ghielmi traza una raya en el suelo, que nos advierte de que, a partir de este momento, su peculiar y polémico estilo interpretativo habrá de ser muy tenido en cuenta para el futuro.


Ghielmi Posted by Hello

viernes, 11 de junio de 2004

Paralelismos (o la fábula de la rana y el escorpión)

1.
Pasqual Maragall ayer en un mitin y refiriéndose a Zapatero: "Cataluña está y estará inflexiblemente a tu lado, José Luis, y lo sabes porque estuvimos contigo en el momento decisivo, y tú sabes cuál es". Y tras el preámbulo, el meollo: "¿Es tan difícil de entender que Cataluña quiera recuperar los documentos del archivo de Salamanca que fueron robados a ciudadanos catalanes a punta de pistola en sus casas?". Y luego: "¿Quién se puede rasgar las vestiduras porque Cataluña como Escocia, tenga equipos propios?".
Respuesta de Zapatero: "No tengas dudas Pascual. Cumpliré todos mis compromisos con Cataluña. ¡Visca Cataluña! ¡Visca el Barça!" [sic].


Maragall Posted by Hello

2.
Cabaret, la película de Bob Fosse. Maximilien von Heune (Helmut Griem) y Brian Roberts (Michael York) van en coche. Se cruzan en la calle con un cadáver que yace, sobre un charco de sangre, en el suelo.
Maximilien: "Los nazis son una partida de matones, pero sirven a un objetivo, que nos libren de los comunistas. Luego, ya les pararemos los pies". Llegan al lugar donde se celebra una fiesta al aire libre. Césped, árboles, sol. Corren la cerveza y las risas. De repente, se oye a un joven entonar una melodía. Miradas de sorpresa y admiración. La cámara gira y nos revela que se trata de un miembro de las Juventudes Hitlerianas, y este es su canto:

The sun on the meadow is summery warm.
The stag in the forest runs free.
But gather together to greet the storm.
Tomorrow belongs to me.

The branch of the linden is leafy and green,
The Rhine gives its gold to the sea.
But somewhere a glory awaits unseen.
Tomorrow belongs to me.

The babe in his cradle is closing his eyes
The blossom embraces the bee.
But soon, says a whisper;
"Arise, arise,
Tomorrow belongs..."

Poco a poco, jóvenes y mayores, mujeres y hombres, niños y ancianos se le unen. Max y Brian se marchan. Brian: "¿Sigues creyendo que les pararéis los pies?".


Cabaret Posted by Hello

jueves, 10 de junio de 2004

Nobuyoshi Araki

Tal vez cansado de inducirlo en sus modelos


Araki Posted by Hello

o de forzarlo en sus muñecas


Araki Posted by Hello

Nobuyoshi Araki se ha decidido a buscar el erotismo en las flores.


Araki Posted by Hello

lunes, 7 de junio de 2004

Guillaume Dufay

La Colegial de Saint-Martin de Champeaux representa a la perfección el esplendor del gótico francés. Situado a unos 50 kms. de París, el templo es todo lo que queda de lo que fue uno de los centros educativos más importantes de la Francia medieval. Allí enseñó Pedro Abelardo junto a algunos otros grandes nombres de la filosofía y teología de su tiempo.


Saint-Martin de Champeaux Posted by Hello

Fue esta iglesia la escogida por Antoine Guerber y su grupo Diabolus in Musica para registrar en septiembre pasado la Missa Se la face ay pale de Guillaume Dufay, cuarta de las siete misas polifónicas escritas por el compositor. Datada entre 1452 y 1458, la obra se basa en la canción que le da nombre, escrita por el mismo Dufay, y es una muestra excelente de la aplicación a la música de los más complejos cálculos matemáticos, que el músico franco-flamenco era capaz de encubrir con una sencillez tan aparente como eficaz, detalle en el que descansa buena parte de su reconocida maestría. La luminosidad del templo, la grácil estampa de sus líneas interiores podrían hacer pensar en una interpretación frágil, chispeante, de contrastes ágiles y profusión de detalles, pero no es así. Guerber optó por reforzar el edificio con acentos intensos y severos y levantarlo a través de columnas de voces recias y robustas, como si su fuente de inspiración no fueran las vidrieras de Champeaux sino los cimientos del primitivo templo romántico y el hieratismo de sus imágenes.

Reconciliación

Hay que reconocer que en los últimos tiempos el diario El País se esfuerza considerablemente por conseguir titulares de los de enmarcar


El País. 7-6-04 Posted by Hello

Por supuesto, nunca le agradeceremos lo suficiente las clases de geografía.


Europa Posted by Hello

sábado, 5 de junio de 2004

Jacarandá


Jacarandá Posted by Hello

El nombre científico es Jacaranda mimosifolia. La gente suele conocerlo como jacaranda y le reserva el género femenino, pero yo prefiero la contundencia y la musicalidad del término guaraní originario, con su acentuación aguda y su masculinidad, que parece desmentida por el carácter extravertido de su flor. Porque es la flor del jacarandá la que transmuta los contornos de muchas avenidas y parques de Sevilla cuando la primavera enfila ya al verano. Ese tono violáceo que filtra la luz excesiva de junio tintando los cielos de un azul más pálido y humano otorga a la ciudad una tibieza y una ternura que dulcifica el tránsito por las calles infernales de asfalto.


Parque de los Príncipes Posted by Hello

Lástima el talante arboricida de tantos ilustrados de nuestra tierra. Hasta hace sólo unos años, la entrada de la Escuela de Estudios Hispanoamericanos estaba flanqueada por cuatro hermosos jacarandás, que iluminaban al caminante que bajaba o subía por Alfonso XII. Los cortaron, porque (dijeron) su flor ensuciaba el suelo y al pisarse dejaba mal olor. Como en el Palacio de San Telmo, cuyos grandes plátanos de sombra ya nadie recuerda. Eran árboles que humanizaban las líneas rectas de su arquitectura, que durante la primavera y el verano, además de proporcionar cobijo al paseante sofocado, permitía adivinar sus formas tamizadas por el verde plateado de sus hojas, y que a la llegada del otoño nos las mostraba en todo su esplendor, en esa mezcla de tonos dorados que proporcionaban el albero de la pared y el amarillo de la hoja macilenta. Los cortaron en 1989, cuando el edificio se convirtió en Sede de la Presidencia de la Junta de Andalucía, para sustituirlos por unos ridículos laureles de macetón, porque (dijeron) impedían contemplar la fachada. Catetos.


Palacio de San Telmo ayer Posted by Hello


Palacio de San Telmo hoy Posted by Hello

Soberanía

El Papa le dice a Bush que se debe "garantizar una rápida devolución de la soberanía a Iraq, en condiciones de plena seguridad para todo su pueblo", y la mayoría de los periodistas españoles interpretan que el Papa ha pedido "la devolución de la soberanía al pueblo de Iraq". Es evidente que no consultaron en el diccionario el significado de las palabras "devolver" y "soberanía".

devolver.(Del lat. devolvere). tr. Volver algo a su estado anterior. El aire sano le devolvió el color al rostro. 2. Restituir algo a quien lo tenía antes. 3. Corresponder a un favor, un agravio, una visita, etc. 4. Entregar al vendedor una compra por no estar conforme con ella, obteniendo el reintegro del dinero u otro objeto de valor equivalente. 5. Rechazar un encargo realizado, un proyecto, una factura, etc., por no responder a lo que se esperaba. 6. coloq. vomitar (lo contenido en el estómago). 7. Dar la vuelta a quien ha hecho un pago. 8. prnl. Am. Volverse, dar la vuelta.// MORF. conjug. c. mover; part irreg. devuelto.

soberanía. f. Cualidad de soberano. 2. Autoridad suprema del poder público. 3. Alteza o excelencia no superada en cualquier orden inmaterial. 4. ant. Orgullo, soberbia o altivez. - nacional. f. La que reside en el pueblo y se ejerce por medio de sus órganos constitucionales representativos.// V. plaza de -.

(DRAE Vigésima segunda edición. 2001)

jueves, 3 de junio de 2004

Lava


Kilauea Posted by Hello

La lava del volcán Kilauea, en Hawaii, llegando hasta el Pacífico. Un espectáculo impresionante... y un triste sentimiento de insignificancia.

Julio Cortázar

No es por complacer a Cronopio, es que hay veces en que las casualidades se encadenan, el azar construye un collar de pequeños detalles engarzados, y uno que es escéptico sigue pese a ello sin creer en las premoniciones ni el destino.

El caso es que el viernes pasado, en la presentación del Bloomsday, charlé un rato con Antonio Álamo, que me comentó que le habían encargado una versión teatral de "Instrucciones para John Howell", un relato de Bestiario, y a mí me pareció que el ejercicio metaliterario le iba a sentar especialmente bien a esa pequeña obra maestra, y que Álamo, con todas las dificultades que me dijo haber encontrado ("es difícil hacer teatral un texto que está lleno de sugerencias veladas, porque en la escena las cosas tienen que verse, tienen que pasar a ser concretas"), posee el talante y el talento idóneos para acometer ese trabajo... Y ayer por la tarde me llegó, por fin, el segundo volumen de las obras completas de Cortázar, que publican en España Galaxia Gutenberg y el Círculo de Lectores, y que tanto esperaba. Un tomo dedicado al teatro y a las primeras novelas, lo cual quiere decir que aproximadamente la mitad de sus casi mil páginas son absolutamente nuevas para mí. No conozco el teatro de Cortázar, formado por cinco piezas: tres puramente teatrales (Dos juegos de palabras: I. Pieza en tres escenas, II. Tiempo de barrilete, ambas de 1950, y Nada a Pehuajó, 1955) y dos teatralizables (Los Reyes, 1947, que Cortázar consideró siempre como un poema dramático, y Adiós, Robinson, 1977, diálogo radiofónico).

En cuanto a sus primeras novelas, tres de ellas fueron publicadas de forma póstuma: Divertimento (1949) El examen y Diario de Andrés Fava, ambas de 1950. Sólo conozco la segunda de ellas, que recuerdo haber leído con gran placer, siguiendo a sus personajes por ese Buenos Aires envuelto por una bruma de origen desconocido, con su evidente trasfondo político. La tercera es una novela breve, escrita a la vez que El examen, cuyo carácter no dista quizá demasiado del de los relatos más extensos. La cuarta es Los premios (1958), que es mi segunda novela preferida suya, después de Rayuela: leyéndola yo también me veía a bordo de aquel barco, junto a Paula, en ese crucero convertido en pesadilla. Es lo que tiene la literatura de Cortázar, que la naturalidad y la cotidianeidad con la que presenta sus escenarios, sus personajes te reclaman, te acogen, te envuelven y cuando estás dentro y el ambiente se hace primero inquietante y luego asfixiante, ya no puedes escapar.


Julio, gran cronopio Posted by Hello

miércoles, 2 de junio de 2004

James y Lucia

Una apasionada del género epistolar nos instruye acerca de sus secretos. No sé qué tendrá que decir acerca de esta carta que envió James Joyce desde París a su hija Lucia, que se encontraba recluida en un sanatorio de salud mental en Suiza, aquejada de una grave esquizofrenia. Aunque todos los signos parecían indicar que la locura de la joven era irremediable, él seguía confiando en su restablecimiento.

Querida Lucia:

Mamá te ha enviado hoy algunas cosas de vestir. En cuanto llegue la lista de lo que quieres te lo enviaremos inmediatamente. En la carta del 29 del pas. no había lista. Lo de la máquina de escribir sería un gasto bastante grande, unos 4.000 francos. Aquí en casa hay una y supongo, por lo que dice el doctor Forel en su última carta, que tu estancia en las agradables playas del lago de Ginebra ya no se prolongará mucho. Me dio una gran alegría. (¡Que el diablo se lleve el verano! El calor me empaña las gafas y apenas veo lo que estoy escribiendo.) Pero podrías alquilar una máquina. Estoy seguro de que encontrarías en Ginebra.

Siempre falta algo en mi palacio real. Hoy toca tinta. Te envío el programa del bailarín indio Uday Shankar. Si actúa alguna vez en Ginebra no dejes de ir. Deja muy por detrás de él hasta a los mejores bailarines rusos. Nunca he visto nada igual. Se mueve por el escenario como un ser semidivino. Créeme cuando te digo que en este pobre viejo mundo hay aún algunas cosas bellas.

Me alegra que tengas buenas relaciones con ese médico holandés, pero ¿no te parece que sería poco educado por mi parte escribirle a él dado que mantengo correspondencia con los doctores Forel y Humbert? Pero si él me escribe primero, le podré contestar. (San Francisco de Sales, protector de los escritores, ¡haz que baje algo de tinta a este tintero!)

Mamá está charlando por teléfono con la vecina de arriba, esa que baila tan bien y que logró pescar en el ascensor el billete de mil liras que se me cayó. El tema de conversación es la señora que vive en el quinto y tiene tantos perros. Estos "amigos del hombre" molestan a la señora del cuarto piso, sobre todo cuando se pone a meditar en Buda. Ahora ya no hablan de dioses y se han puesto a hablar de mí.

Veo que en tu última carta muestras haber progresado mucho, pero hay al mismo tiempo un tono de tristeza que no nos ha gustado. ¿Por qué te sientas siempre en la ventana? Es una imagen bella sin duda, pero también es una imagen bella la de una chica paseando por el campo.

Escríbenos más a menudo. Y olvidemos los problemas de dinero y los pensamientos negros.

Ti abraccio,
Bababo

15 de junio de 1934


Lucia Joyce Posted by Hello

martes, 1 de junio de 2004

Ambrose Bierce

Siempre hay voces discrepantes. Por ejemplo, esta definición lapidaria de Ambrose Bierce: "Clarinete, m. Instrumento de tortura accionado por una persona que lleva algodón en las orejas. Existen dos instrumentos peores que el clarinete: dos clarinetes".


Ambrose Bierce Posted by Hello

Joan Enric Lluna

La Historia de la Música está llena de encuentros afortunados y decisivos, sin los que nuestra imagen del pasado sería bien distinta (nadie puede asegurar que peor). Al final de su vida, Brahms fue protagonista de uno de esos encuentros. Gracias a su amistad con los duques de Meiningen, el compositor visitaba con frecuencia la corte, y allí conoció de cerca a Richard Mühlfeld, clarinetista virtuoso al que había oído ya en otras ocasiones y que se convertiría en el destinatario de cuatro de sus últimas grandes creaciones camerísticas dedicadas a su instrumento, el Trío Op.114, el Quinteto Op.115 y las dos Sonatas Op.120. Sergio Martinotti nos acerca a estos hechos con verbo poético: "Una vida gozosa está por desaparecer como un crepúsculo del hombre que permanece solo. Surge en este punto la voz velada del clarinete, unida a la voz pastosa del piano. En Meiningen, junto a la corte ducal, en 1891 Brahms pasa un verano muy feliz escuchando a Richard von Mühlfeld, un clarinetista habilísimo ya conocido hacía años. Pero ahora este instrumentista descubre al anciano maestro las espléndidas calidades tímbricas de su instrumento, por el que Brahms había mostrado ya su predilección en el uso orquestal".

En el empleo de los timbres tenues y tersos del clarinete o de la viola, Brahms se acerca a Mozart, quien también vivió un encuentro de similares características con otro clarinetista, Anton Stadler. Resulta evidente que tanto el Trío como el Quinteto brahmsianos tienen puesta su mirada en Mozart (y ello a pesar de que el instrumento de cuerda que Mozart emplea en su Kegelstatt-Trio sea una viola, mientas que Brahms se decide por el cello para su Op.114), pero no sólo por la peculiar instrumentación, sino debido también a la vocación de Brahms por clarificar las armonías hasta aproximarse a las fuentes cristalinas y lustrosas del Clasicismo.

Si el Trío ha tenido irregular suerte, y ha sido tan alabado como criticado, la unanimidad acerca del carácter de obra maestra del Quinteto es casi absoluta. Claude Rostand nos dice: "Una de la más bellas obras del último período: una gran y resignada confesión, inmersa en una atmósfera llena de ternura. Carece de patetismo, nada es gratuito: es el resultado de una vejez calmada y serena. Y es verdad que el clarinete aporta a la obra un sentido de familiar intimidad que constituye su principal característica". Walter Rehberg, en cambio: "Pasión, vigor, ímpetu dramático, pero sobre todo fuertes impulsos espirituales, sabiduría filosófica, gracia hechicera que casi paralizan el corazón". Y puede que ambos lleven razón, y que el impacto que produce en el oyente esta obra sea producto justamente de esa mezcla mágica entre serenidad y apasionamiento, delicadeza y arrebato, afectuosidad y brío dramático. Obra llevada al disco en innumerables ocasiones, por los más grandes intérpretes del siglo XX, el valenciano Joan Enric Lluna nos ha sorprendido esta primavera con una versión tan extraordinaria que casi hace olvidarnos de las referencias de Reginald Kell y el Cuarteto Busch, de Gervase de Peyer y el Melos o de Karl Leister y el Amadeus. Junto al Cuarteto de Tokyo, que había grabado ya la obra con Richard Stoltzman, Lluna nos ofrece una visión absolutamente turbadora, en la que el timbre límpido, cálido de su clarinete sirve de argamasa al edificio sonoro que construyen unas cuerdas de pastoso equilibrio, en el que la profundidad de la nostalgia que apunta no es obstáculo para la luminosidad y la transparencia más efusivas y acogedoras. Música emocionante, recogida y entrañable, casi una caricia de la brisa en pleno verano, para escuchar preferiblemente envuelto por las luces pálidas del atardecer... y en soledad.


Brahms. J. E. Lluna Posted by Hello